Sofía Lombardi es una joven con muchos sueños a cumplir;uno de ellos es encontrar al verdadero amor. Mientras espera, vive una vida sencilla, estudiando, trabajando y cuidando a su familia. Su vida dará un giro inesperado cuando por azares del destino conoce a James Lee Fenton, un joven que ha crecido bajo el peso de la tradición y las expectativas familiares. Como heredero de un imperio, siempre ha seguido las reglas impuestas, pero conocer a Sofía lo lleva a cuestionarse muchas cosas. Mientras ellos intentan navegar en sus crecientes sentimientos, deberán enfrentar la oposición implacable de sus familias y las barreras sociales que los separan. En un mundo donde el deber y el amor están en constante conflicto, ambos deberán decidir si están dispuestos a luchar por un futuro juntos, sin importar las consecuencias. ¿Podrán Sofia y James encontrar la manera de estar juntos, o serán separados por las fuerzas que conspiran contra ellos? En "La Revancha de Anna" James fue un antagonista magistral a veces odiado y otras amado. ¿Será que esta vez logrará vivir su propia historia de amor, sin dejarse vencer por sus prejuicios? ¿O su difícil carácter arruinará todo?
Leer más—¿Está listo señor Lee para presenciar el nacimiento de su hija? _Preguntó el médico al verlo tan pálido— Si usted, quiere... puedo llamar a Becky o a Fernando para que acompañen a Sofia. Sofia al escuchar eso, le apretó fuerte la mano a James. —James Lee Fenton, si te desmayas aquí, juro que apenas me levante de esta cama, ¡me divorciaré de ti! —le gritó entre jadeos, mirándolo con enfado. El hombre tragó saliva, y sonrió. — Calmate, que no iré a ningún lado, es solo la impresión del momento. —Te recuerdo que soy yo la que está sufriendo los dolores ¡ah! —Gimió al sentir otra fuerte contracción. Mientras, todos afuera, esperaban. Angelo, aunque estaba en silencio, caminaba de un lado hacia otro, tratando de calmar su ansiedad, mientras que el otro abuelo estaba un poco más nervioso. — ¿Cómo puede ser que tarde tanto esto? —se quejó Edward—. Mi nieta ya debería haber nacido. Lucy miró a su padre con ternura. Si bien con ella siempre había sido un poco más cariñoso, nunca lo h
La luna llena brillaba con intensidad, lanzando su luz plateada a través de los ventanales abiertos de la suite nupcial. La habitación estaba decorada con pétalos de rosas blancas, velas parpadeantes y una suave fragancia floral que llenaba el aire. Sofía estaba de pie junto al ventanal, descalza, con su vestido de novia aún puesto, pero el velo descansaba sobre una silla cercana. La brisa nocturna jugaba con un mechón rebelde de su cabello, y ella lo apartó con delicadeza, perdiéndose en la vista del cielo estrellado. James la observaba desde la puerta. Había algo en su silueta iluminada por la luna que lo dejaba sin aliento. Su esposa. Finalmente, después de todo lo que habían pasado, ella era su esposa. La mujer que había cambiado su mundo entero estaba ahí, tan cerca, y aun así, cada vez que la miraba, parecía un milagro imposible. Sin hacer ruido, se acercó a ella. Sus pasos eran firmes, pero cargados de una suavidad que solo él podía expresar. Cuando estuvo lo suficientement
La habitación estaba inundada de luz. El sol de la tarde se colaba por las grandes ventanas, bañando todo con un brillo dorado que parecía anunciar la felicidad que estaba por venir. Sofía estaba de pie frente al espejo, mientras las manos hábiles de su amiga terminaban de acomodar el velo sobre su cabello recogido. Su vestido blanco, ajustado en la cintura y con una falda que caía en suaves ondas, la hacía lucir como una visión sacada de un sueño. El murmullo del ajetreo se escuchaba a lo lejos, en algún lugar de la casa, pero en ese cuarto todo parecía suspendido en una calma expectante. Sofía tomó aire profundamente y cerró los ojos por un momento, tratando de calmar los nervios que le revoloteaban en el pecho. — ¿Lista? —preguntó Becky, su voz cálida rompió el silencio. Ella estaba parada detrás, con una sonrisa divertida y los ojos llenos de lágrimas contenidas. Sofía abrió los ojos y se encontró con su reflejo. Por un instante, apenas reconoció a la mujer que la miraba desde
Seis meses después... El bullicio de los preparativos de la boda llenaba la mansión, pero en medio de todo el ajetreo, Patrick luchaba por convencer al pequeño Alex de acompañarlo. Por supuesto, convencer a Alex nunca era tarea fácil. — Apresurate pequeño monstruo —le dijo Patrick, a Alex tomándolo de la mano—. Tenemos que acompañar a tu padre. ¿Te olvidas de que somos los caballeros de honor? Alex lo miró frunciendo el ceño, cruzó sus brazos y se negó a seguir caminando. — ¿Por qué no puedo ir con mi mamá? Quiero estar con ella. Patrick, sonrió. Se agachó y lo tomó de los hombros. — Escuchame, tu mamá llegará pronto. Es por eso por lo que debemos ir con tu padre, para que la novia o sea tu mamá, llegue y se puedan casar. Después puedes quedarte con ellos todo el tiempo que quieras. — ¡Eso no es verdad! Yo sé que se irán unos días de viaje y no es justo, yo también quiero ir. Patrick se paró inmediatamente, poniéndose en postura de jarrón. — ¿Acaso no quieres quedarte con lo
El pasillo del hospital estaba silencioso, interrumpido solo por el eco de los pasos y el susurro de las conversaciones lejanas. Alex sostenía con fuerza la mano de Sofía, su oso de peluche bajo el brazo, y una expresión que oscilaba entre la curiosidad y el nerviosismo que iluminaba su rostro. No sabía exactamente qué esperar, puesto que ya era no era “el señor gruñón” como él lo llamaba, ese hombre era su abuelo y estaba ansioso por verlo, desde el día en el que lo había visto desplomarse frente a él. — ¿Crees que al señor gruñón le guste mi oso? —preguntó Alex en voz baja, mirando a su madre con ojos expectantes. Sofía se agachó para ponerse a su altura, colocando una mano cálida en su mejilla. — Estoy segura de que le encantará, cariño. Pero, más que eso, sé que va a estar muy feliz de verte —le dijo, sonriendo con ternura, aunque su mirada revelaba una mezcla de emociones difíciles de ocultar, aún le costaba perdonar a Edward. Pero era el abuelo de su hijo y jamás le negaría l
El regreso a Nueva York estaba cargado de emociones. Peter, sentado al frente, mantenía su habitual compostura, pero no pudo evitar que una leve sonrisa se dibujara en su rostro mientras observaba la interacción entre James y Alex. No era frecuente que el frío y calculador asistente se dejara afectar por los sentimientos, pero aquella escena lo conmovía. Finalmente, todo parecía empezar a encajar. — Amigo, ¿me llevarás a ver al señor gruñón? —preguntó Alex con su habitual energía mientras jugueteaba con su oso de peluche—. ¡Yo quiero verlo! James sonrió y le acarició la cabeza, dejando escapar una pequeña risa. Aunque su corazón estaba lleno de felicidad, todavía le costaba asimilar que ese pequeño que tenía frente a él, con su carita inocente y su desbordante curiosidad, era su hijo. Todo parecía irreal, como un sueño del que temía despertar. — Claro que sí, campeón. Podemos ir a verlo juntos, si eso es lo que quieres. Alex... ¡tu abuelo está más ansioso que tú por verte! Mañana m
El bullicio del aeropuerto de Washington contrastaba con el silencio que reinaba en el interior del avión privado momentos antes de aterrizar. Sofía sostenía su bolso con fuerza, como si el tersado cuero pudiera anclarla a la realidad mientras sus pensamientos se arremolinaban. Cada paso que daba hacia la terminal le parecía eterno. A lo lejos, entre la multitud de pasajeros y trabajadores, vio la figura inconfundible de Aidan. Su porte impecable y su expresión tensa delataban el torbellino de emociones que también lo envolvía. James caminaba junto a ella, su presencia sólida como un escudo. Aunque no había dicho nada desde el beso que compartieron en el avión, Sofía podía sentir la energía contenida en cada fibra de su ser. Él no lo perdonaría. No ahora, ni nunca. Cuando Aidan los divisó, avanzó hacia ellos con pasos firmes, llevando en brazos a Alex. El niño, con su cabello despeinado y un osito de peluche apretado contra el pecho, parecía tranquilo, ajeno al huracán emocional q
El silencio reinaba en el avión privado que los trasladaba a Washington. Tanto James como Sofia eran prisioneros de distintas emociones. La joven sentía una inmensa ansiedad por ver a su pequeño mezclada con una inmensa tristeza, al saber que tendría que enfrentar a quien durante años había sido su mejor amigo, casi su hermano. En su sensible y compasiva alma, no cabía la posibilidad de reprocharle nada, no podía ni quería hacerlo. Sentía en su corazón, que se debía una conversación definitiva con Aidan en donde imperara el cariño que en otro tiempo los había unido. Quizás el haber percibido la angustia en su voz cuando habló con ella, le había aplacado todo enojo y toda posibilidad de confrontación. En cambio, James, estaba furioso. Quería tomar del cuello a ese hombre y golpearlo hasta que perdiera el conocimiento. Para él, Aidan no sólo era su rival, si no también su enemigo. — No comprendo porque quieres ir tú sola para hablar con ese hombre —le espetó al fin a Sofía, con un
El viaje de Aidan avanzaba sin contratiempos, al menos por ahora. Mientras conducía hacia Washington D.C., Alex dormía profundamente en el asiento trasero, ajeno al caos que su ausencia había desatado. Aidan miraba por el retrovisor, su expresión era una mezcla de triunfo y preocupación. Sabía que cada kilómetro que recorría lo acercaba a su destino, pero también que los pasos en falso podían costarle caro. Su tío, un hombre acostumbrado a operar en las sombras, había trazado cada detalle del plan. Desde la discreta salida de Nueva York hasta la reserva de un avión privado que aguardaba en el aeropuerto de Dulles, todo parecía perfecto. Sin embargo, en el fondo de su mente, Aidan no podía evitar sentir una inquietud latente, como si algo o alguien pudiera estropearlo todo. Había sido muy sencillo atraer a Alex, sin que nadie lo viera, se había infiltrado en el patio trasero de la casa de Sofia por la puerta de la cerca que las casas compartían. El niño apenas lo vio, fue corriendo h