Elena Fernández, una brillante cirujana cardiotorácica, está a punto de recibir un ascenso importante en un prestigioso hospital de Corea del Sur. La noche antes de la decisión, sale a festejar y termina acostándose con un hombre desconocido. Al día siguiente, descubre no solo que no recibió el ascenso, sino que el hombre con quien se acostó es el nuevo director del hospital, Han Hyun-Soo. Tras un error quirúrgico, su carrera se desmorona: es despedida, humillada y regresa a España creyendo que todo ha terminado, hasta que se entera de que está del despiadado director que la despidió. Cinco años después, Elena vuelve a Corea del Sur con la esperanza de redimirse salvando a la misma niña por la que perdió su trabajo. Al enfrentar a Han Hyun-Soo y su pasado, revela que él es el padre de su hijo, desencadenando una serie de eventos que desafían sus límites profesionales y personales. Elena regresa decidida a salvar la vida que casi destruyó en el pasado, sin prever que caerá en las manos del despiadado cirujano director, quien detrás de su fachada increíblemente atractiva, técnica médica perfecta y aparente responsabilidad como padre, se comporta como un demonio en las relaciones personales. Lo peor es que ese demonio la quiere a ella y a su hijo a su lado, pero sin hablar de amor. ¿Podrá el amor y la redención florecer en un corazón endurecido por la crueldad y la ambición?
Leer másLA VERDADERA FUENTE DE MI ODIOCorro por las calles oscuras, con el sonido de las sirenas resonando en mis oídos como un martillo constante, cada vez más fuerte, más amenazador. Mi cuerpo duele con cada paso, cada respiración es un esfuerzo agotador, pero no puedo detenerme. No ahora, no cuando todo está tan cerca de acabarse. Intento regresar a la casa, el único lugar donde puedo encontrar refugio, pero la sombra de mi hermano se aparece frente a mí, bloqueando mi escape.—Min-Ji —dice con esa voz fría y autoritaria, como siempre—. No hay más lugar al que puedas correr.Lo odio. Lo odio tanto que duele, mucho más de lo que mi cuerpo ha soportado esta noche. Él es la razón de todo, de mi sufrimiento, de mi caída. Pero lo más doloroso es saber que él sigue viéndome como una herramienta.Intento retroceder, pero el sonido de las puertas de los coches patrulla abriéndose me detiene. Las luces rojas y azules destellan en la oscuridad, iluminando las caras tensas de los policías que nos ap
CAMBIO DE PARECERCuando me acerco a la puerta de la habitación donde tengo a Elena, escucho pasos detrás de mí. Mi corazón se acelera al instante, esperando que sea Dae-Hyun. Pero cuando me giro, mi estómago se hunde. Ahí está Tae-Young, con su expresión seria y autoritaria, como si fuera el dueño absoluto de la situación. Me detengo en seco con la mano aún apoyada en el pomo de la puerta.—¿Qué haces aquí? —le pregunto con voz fría, aunque mi interior se agita. Este era mi plan, mi momento. ¿Por qué siempre tiene que entrometerse?—He venido a encargarme yo mismo —responde, empujándome a un lado sin siquiera mirarme. Es como si mi existencia fuera irrelevante, como si todo lo que he hecho hasta ahora no valiera nada.Mi sangre hierve de rabia. Siento cómo se aprieta mi pecho y el resentimiento, que durante años ha crecido dentro de mí, amenaza con explotar. Me esfuerzo por mantener la calma, pero la voz de Dae-Hyun resuena en mi mente: "¿Vas a dejar que tome el control otra vez? ¿O
LA ÚLTIMA DUDAEl trayecto se siente eterno, aunque apenas habrán pasado unos veinte minutos. Cada kilómetro que nos alejamos de la ciudad, mi mente se vuelve más caótica. Las palabras de Dae-Hyun resuenan en mi cabeza: “No te distraigas. La compasión es una debilidad”. Pero algo en mi interior no puede callar esa voz. La imagen de Elena, tan vulnerable, mezclada con las palabras de su hijo, sigue rondándome.A pesar de todo, intento no pensar en ello. Debo concentrarme en lo que sigue. Me obligo a ver a Elena como siempre la he visto: una amenaza, la barrera que me impide alcanzar lo que siempre he querido.Llegamos a la casa segura. Es un lugar apartado, bien oculto en las afueras de la ciudad. Dae-Hyun me señala que baje primero, mientras dos de sus hombres sacan a Elena de la camioneta. Ella sigue inconsciente, ajena al mundo, y eso me da un respiro. No estoy lista para enfrentarla despierta, para verla abrir los ojos y tener que mirarla a la cara.Dentro de la casa, todo está pre
EL SECUESTROLa clínica está tranquila cuando llego. Vuelvo a verificar el nombre de la doctora en la entrada: Elena. Todo se ha planeado meticulosamente. Fingiré ser una paciente con una dolencia cualquiera, algo que la obligue a entrar en una sala privada, donde el plan finalmente cobrará vida.Entro al hospital disfrazada, con el rostro parcialmente oculto tras unas gafas oscuras y un pañuelo que me cubre la cabeza. Me acerco al mostrador con una leve cojeada, adoptando la pose de alguien que sufre un dolor físico y emocional. La recepcionista me mira con preocupación, y en cuestión de minutos me encuentro esperando en una pequeña sala.Mi corazón late con fuerza mientras me repito una y otra vez que esto es lo que quiero. Elena debe pagar, y este es el momento en que todo cambiará.Finalmente, la puerta se abre, y ahí está ella. Elena. Parece cansada, pero aún emana esa aura de calma que tanto me irrita. Su gentileza me exaspera. Se acerca a mí con una sonrisa tranquila, ignorando
ALGO SE QUIEBRA EN MÍDespués de que Tae-Young se marcha, el silencio en la habitación se siente más pesado que nunca. Mi mente está llena de pensamientos que no quiero afrontar. Sé que las palabras de mi hermano han hecho mella en mí, como siempre lo hacen. No importa cuánto intente separarme de esa relación tóxica, sigue siendo difícil romper con las cadenas que me atan a él.—No dejes que te afecte —dice Dae-Hyun desde el otro lado del estudio, su voz tan fría como el mármol. Me acerco lentamente. Mi respiración aún es irregular por la ansiedad que me dejó Tae-Young.—Es fácil para ti decirlo —respondo, casi en un susurro. No puedo evitar notar la calma imperturbable que emana de él, y en cierto modo me reconforta. No se inmuta, ni por mi miedo ni por la amenaza de que nos descubran. Él es una fuerza impenetrable.—Confía en mí —me dice sin mirarme, mientras revisa los papeles frente a él. Pero el peso de esas palabras es suficiente para calmar la tormenta en mi mente.Me siento ju
CAUTIVADA POR ÉLVuelvo a la mansión después de horas siguiendo a Elena, con la mente inundada de pensamientos oscuros. Mi odio hacia ella ha crecido, alimentado por su aparente perfección y su absurda compasión. Cada sonrisa suya, cada gesto amable que tiene hacia los demás, todo me resulta insoportable. ¿Cómo puede pretender ser tan pura después de todo lo que me hizo? Esa falsa bondad me revuelve el estómago, pero también me alimenta, me mantiene firme en mi misión.Cuando llego, Dae-Hyun ya está esperándome. Está sentado en su estudio, rodeado de papeles y planos. La luz tenue del escritorio ilumina apenas su rostro, revelando su expresión siempre tranquila y calculadora. Ni siquiera levanta la vista cuando entro, lo que me molesta más de lo que debería. Me acerco despacio, intentando contener las emociones que hierven dentro de mí.—¿La seguiste? —pregunta sin mirarme aún, su tono de voz es tan casual que podría estar preguntando por el clima.—Sí —respondo, intentando sonar firm
NO NECESITO TU COMPASIÓNEn el fondo, sé que esto es parte de lo que me atrajo a él en primer lugar. Esa crueldad fría, esa capacidad de hacerme sentir tan insignificante en un momento y tan poderosa en otro. Es un juego que él domina a la perfección, y yo soy su marioneta, movida por hilos invisibles de deseo y odio.Me visto rápidamente, tratando de calmar la tormenta interna que amenaza con consumirlo todo. No le daré la satisfacción de verme flaquear, de mostrarle cuánto me afecta su indiferencia. No soy la misma Min-Ji que temía la oscuridad. Ahora soy parte de ella, y no voy a permitir que me controle.Salgo de la habitación con la misma determinación con la que sostuve la pistola anoche. Mi mente se fija en un solo objetivo: Elena. Si Dae-Hyun cree que puede jugar conmigo, está equivocado. Haré lo que sea necesario para demostrarle que estoy a la altura, que soy tan despiadada como él me ha enseñado a ser.Pero mientras camino por los pasillos de la mansión, el eco de sus palab
UNA NOCHE CON EL MAFIOSOLas manos de Dae-Hyun recorren mi cuerpo con desenfreno, de una forma que me hace sentir poseída. Nunca nadie me había tocado de esa manera. Nuestras respiraciones se agitan, el jadeo que escapa de mis labios lo anima a tocarme con más posesividad.Se deshace de mi blusa, dejando mi pecho al descubierto. Antes me habría sonrojado, tal vez lo hubiese alejado, pero ahora todo lo que quiero es ser suya. Estar bajo su cuerpo y temblar mientras se encuentra entre mis piernas.Dae-Hyun me toma en sus brazos y sin dejar de besarme me conduce de vuelta a la habitación. Le quito la camisa con la misma ansiedad, la ropa me estorba, solo quiero sentir su piel. La euforia y la exitaci0n por lo que acabamos de hacer me ha enloquecido por completo.Él me arroja a la cama sin ningún tacto, me jala la bota de los pantalones dejándome únicamente con la braga de color blanco que traigo puesta. Una sonrisa se curva en sus labios. Se quita el pantalón dejándolo caer al suelo. Un
SUCUMBIRLa oscuridad de la habitación se siente opresiva, como un peso que no me deja respirar. Intento cerrar los ojos y apagar las imágenes que pasan en mi mente, pero es imposible. El sonido del disparo aún resuena en mis oídos, la imagen de Dae-Hyun apretando el gatillo está grabada en mi memoria. No había un rastro de duda en sus ojos, solo una frialdad que me aterra y fascina al mismo tiempo.No debería estar aquí. Esto no está bien. Pero entonces, ¿por qué no puedo moverme? ¿Por qué, a pesar del miedo, hay una parte de mí que quiere entender más de él, que quiere saber hasta dónde puede llegar?Mis pensamientos son interrumpidos por un suave golpe en la puerta. Dae-Hyun entra con la misma calma que antes, como si no acabara de asesinar a un hombre frente a mis ojos. Me incorporo, mis manos temblorosas buscan algo en lo que aferrarse, pero solo encuentro las sábanas.—No deberías estar despierta —dice con un tono bajo y controlado.Lo miro, intentando encontrar una respuesta, a