Nunca he estudiado tanto en mi vida como ahora. O al menos así lo siento. Si antes me la pasaba en el hospital, ahora prácticamente vivo allí. Llevo varios días tomando todas las guardias posibles, incluso las de cuarenta y ocho horas. He hecho varias suturas a alguno que otro niño o adulto que llega con una herida abierta en la pierna o en el hombro, pero nada demasiado extraordinario como para demostrar mis habilidades.
Las bolsas en mis ojos están a punto de llegarme a las mejillas, no he dormido bien, ni mucho menos estoy comiendo como debería. Lo noto cuando me pongo el mono quirúrgico y un gran hueco se hace si halo de la pretina del pantalón. Pero nada de eso me importa en estos momentos, pues estoy enfocada en conseguir ese puesto a como dé lugar. He tratado por todos los medios de evitar a Han Hyun-Soo, pero eso me ha sido imposible ahora que lo han anunciado como el nuevo director del hospital general. Desde ese día en la oficina no hemos vuelto a cruzar palabra, pero no hace falta cuando él me mira con una especie de ensañamiento que está por volverme loca.
Mientras tengo metida la cabeza en un libro de medicina, no me doy cuenta de que Yoon-Ah se sienta frente a mí. Me cierra el libro de golpe, lo que provoca un sobresalto.
—Tienes que parar, vas a acabar muriendo aquí mismo.
—No puedo, tengo que ganar.
Justo en ese momento el doctor Kwon se detiene a mi espalda y suelta un bufido.
—¿Crees que podrás vencerme, doctora Fernández? Eso lo veremos. Escuché que hoy llegará un bebé de poco menos de un año con una grave cardiopatía.
Me pongo de pie para enfrentar al doctor Kwon.
—¿Quién le dijo eso?
—Solo lo escuché. Pero no se haga ilusiones, seré yo quien la opere.
Siento que mi corazón late con fuerza. La oportunidad que he estado esperando parece estar a mi alcance, y no voy a dejar que el doctor Kwon me arrebate esta cirugía. Sin perder más tiempo, me dirijo al quirófano y empiezo a preparar todo lo necesario. Cuando el bebé llega, una pequeña niña con una grave cardiopatía, ya estoy lista.
—Doctora Fernández, la niña está lista para la operación —anuncia una enfermera, entregándome el expediente de la pequeña paciente.
Asiento y, tras echar un vistazo al expediente, me dirijo a mi equipo quirúrgico.
—Vamos a proceder con la operación. Asegúrense de que todo esté en su lugar.
Ellos se miran entre sí, me doy cuenta de la duda pintada en sus ojos.
—¿No era el doctor Kwon quien la operaría? —pregunta la enfermera.
—No, seré yo —respondo con seguridad.
El quirófano se llena rápidamente de actividad mientras todos se preparan para la cirugía. Siento una mezcla de nerviosismo y determinación. Sé que tengo la capacidad de llevar a cabo esta operación, aunque el tamaño del corazón del bebé represente un desafío significativo.
—¿Todos listos? —pregunto, ajustándome la mascarilla y los guantes.
—Sí, doctora, estamos listos —responde una de las enfermeras.
Respiro hondo y comienzo la intervención, mi mente está concentrada en cada paso que doy. La tensión en el quirófano es palpable, pero me mantengo firme. Realizo el primer corte con el bisturí sin un solo titubeo. La niña está dormida así que no sentirá nada. Los signos vitales están bien, continúo el trabajo y comienzo a pedir los instrumentos quirúrgicos que necesito.
Todo va bien después de unos veinte minutos. Solo tengo máximo cuarenta y cinco para terminar la operación sin causarle daño al bebé. Sin embargo, en cuanto miro hacia la sala de observación, mi corazón se acelera. Ahí está Han Hyun-Soo, observándome con una mirada intensa y crítica.
Trato de apartar la vista y enfocarme en la operación, pero cuando el doctor Kwon aparece y se une a Han Hyun-Soo en la sala de observación, mi concentración comienza a desmoronarse. Veo cómo los dos conversan y se ríen, y un torrente de pensamientos me invade. ¿De qué se estarán riendo? ¿De mí?
La distracción es fatal. Justo en un momento crucial, corto una arteria por error. La sangre empieza a salir sin control y los signos vitales de la niña se disparan. El monitor cardíaco comienza a emitir una serie de pitidos alarmantes que hacen que mi corazón lata aún más rápido.
—¡No! —grito, tratando de detener la hemorragia, pero el pánico se apodera de mí.
El equipo quirúrgico trata de mantener la calma y actuar rápidamente, pero no puedo reaccionar. Mis manos tiemblan y mi mente está en blanco. La línea de vida en el monitor empieza a aplanarse, acercándose peligrosamente a cero.
—¡Doctora Fernández, necesitamos que se concentre! —grita uno de los asistentes, pero no puedo escuchar nada más que los pitidos agudos del monitor.
Justo en ese momento, la puerta del quirófano se abre de golpe y Han Hyun-Soo entra vestido con el uniforme quirúrgico. Su presencia impone un silencio inmediato en la sala.
—Doctora Fernández, retírese. Yo me encargaré de esto —ordena con voz firme.
Todavía en shock, doy un paso atrás, incapaz de procesar lo que está sucediendo. Han Hyun-Soo toma el control de la cirugía con una precisión y calma impresionantes. En cuestión de minutos, logra estabilizar a la niña y restaurar sus signos vitales. El equipo quirúrgico sigue sus órdenes con rapidez y eficiencia.
Observo desde un rincón con mi mente nublada por la confusión y el miedo. ¿Cómo he podido cometer un error tan grave? La vergüenza y la desesperación me abruman mientras veo a Han Hyun-Soo concluir la operación con éxito.
Cuando todo termina, él se quita los guantes y se dirige a mí con una mirada fría y desaprobadora.
—¿Todavía sigues aquí? —dice simplemente, antes de salir del quirófano.
Me quedo allí, sintiendo que el peso del mundo cae sobre mis hombros. He fallado. He puesto en peligro la vida de una niña y ahora tendré que enfrentarme a las consecuencias.
El silencio en el quirófano es ensordecedor mientras el equipo empieza a limpiar y organizar todo. Salgo de la sala, mi mente todavía es como una tormenta. Necesito tiempo para procesar lo que ha sucedido, para encontrar la manera de enmendar mi error. Mis ojos se llenan de lágrimas y al final salgo corriendo y me encierro en la sala de descanso.
CAPÍTULO 4: DESPEDIDAMis ojos están hinchados de tanto llorar. Me encierro en un cubículo del baño de mujeres para no ver a nadie, pero ya todo el hospital se ha enterado de lo que hice, y cada vez que alguna doctora o enfermera entra al baño, solo hablan de lo mismo.—¿Supiste lo que hizo la doctora Fernández?—Sí, qué horror. Me alegro de que no le dieran el puesto de jefe de cirugía.—Casi mata a esa bebé, todo por ganar, es vergonzoso. Escuché que es la hija de alguien importante, tendrá suerte si no la demandan.Las enfermeras se quedan calladas cuando abro la puerta del cubículo, limpiándome las lágrimas. Me ven a través del espejo, pero evito hacer contacto visual y salgo apresurada de allí. La culpa por lo que hice me sigue a todas partes.Me abrazo el cuerpo y agacho la cabeza para no tener que detenerme a darle explicaciones a nadie. Mis pies me llevan hasta el área de neonatología en cuidados intensivos. Desde el vidrio que me separa del otro lado, puedo ver a la pequeña b
CAPÍTULO 5: UN RECUERDO DE COREAHacer las maletas nunca había sido tan duro. Las lágrimas caen sobre la ropa mientras empaco todo lo que he acumulado en tantos años viviendo en este país. Pero lo que más me duele no es eso, sino haber perdido todo lo que había logrado solo por obsesionarme con una idea estúpida y aceptar una apuesta que estaba destinada al fracaso.Con las pocas fuerzas que me quedan, cierro la maleta y la puerta con llave. Afuera, Yoon-Ah me espera para darme el último abrazo.—Cuida esto por mí —le pido entregándole las llaves.—Estoy segura de que podrás regresar.—Aunque pudiera, no lo haré. Ni siquiera sé si seguiré siendo médico.—¿Qué? No digas eso. Elena, eres excelente, no dejes que un solo error defina tu vida y tu carrera. Ambas sabemos que no estabas al cien por ciento ese día.—Como sea, soy una negligente irresponsable —digo con la cabeza gacha.El taxi que me aguarda en la entrada nos mira con impaciencia. Nos apresuramos a guardar la maleta y enseguid
CAPÍTULO 6: LA CULPA REGRESA5 años después…Me bebo la taza de café a toda prisa mientras miro el reloj en mi muñeca. Voy tarde para el hospital pues me quedé dormida la noche anterior ayudando a mi hijo con la tarea.El líquido caliente quema en mi lengua, le soplo suavemente, pero ni así parece que se enfriará pronto. Dejo la taza sobre la mesa y tomo mis cosas para salir.—Elena, ¿no te beberás el café?—Ya no tengo tiempo mamá. No te vayas a olvidar el cartel de Daniel. —Mamá, pero quiero que me lleves tú —protesta mi niño con esa carita de ángel adorable que me derrite. Cada vez que lo veo el recuerdo de todo lo que viví en Corea regresa a mi memoria. Han pasado cinco años y sigue tan fresco como si hubiera sido ayer.—Lo sé hijo, pero no puedo. Mami debe ir a trabajar.Daniel me hace un pequeño puchero y se cruza de brazos después de apartar el plato en la mesa.—No quiero.—Oye —le digo agachándome a su altura—, ¿qué sucede? ¿Por qué no quieres que te lleve la abuela?—Es que
CAPÍTULO 7: ESTOY FELIZDaniel¿A Corea? ¿Mi mamá me llevará a Corea? —¿De verdad?—Sí, de verdad —responde mi mamá con una sonrisa. Ella es tan bonita y la mejor mamá del mundo. Mi abuela siempre me ha hablado del tiempo que ella vivió en Corea. A penas tuve la oportunidad de aprender a usar una Tablet busqué todo sobre ese lugar, y descubrí que la gente allá se parece mucho a mí.Ella nunca me lo ha dicho, pero yo sé que mi padre vive en Corea. —¡Sí! ¡Quiero viajar a Corea! —le digo emocionado. Mamá me lleva al parque. El parque es mi lugar favorito porque puedo correr y jugar sin que nadie me moleste. Hay un tobogán rojo y uno azul. Mi favorito es el azul porque es más alto y rápido. Subo corriendo y me deslizo una y otra vez, riendo todo el tiempo. Mi mamá se sienta en un banco y me mira con una sonrisa. A veces, me olvido de todo lo demás cuando estoy en el tobogán.—¡Mamá, mira! —grito desde arriba.—¡Muy bien, Daniel! —responde ella, aplaudiendo.Después de jugar, vamos a un
CAPÍTULO 8: EL REENCUENTROLos nervios amenazan con hacerme tomar un avión y regresar de nuevo a España, ¿en qué estaba pensando cuando decidí volver? Lo único que me mantiene con los pies en la tierra es mi pequeño hijo.Daniel está tan emocionado conociendo el país y a la gente. Creo que es la primera vez que ve gente que se parece mucho a él. Sé que a veces se siente muy solo por verse diferente, y la maestra de su colegio me dijo que algunos niños no querían juntarse con él por sus rasgos asiáticos. Así que estar aquí es en parte algo terapéutico para mi niño.Sin embargo, la sola idea de pensar que podría volver a encontrármelo en el hospital me provoca nauseas. Nunca pensé regresar, mucho menos contarle sobre Daniel.—Tranquila, respira —me digo a mí misma frente al espejo—. A lo mejor él ya ni siquiera siga siendo director del hospital.Busco entre mis contactos a Yoon-Ah. Hace mucho que dejamos de hablar. Ella empezó a trabajar demasiado y después de algunos meses dejó de resp
CAPÍTULO 9: COMPATIBILIDAD DE MÉDULA ÓSEA—Yoon-Ah, ¿esta niña es hija del doctor Han? —pregunto apartándonos de la cama de la pequeña.Si ella es su hija la compatibilidad sanguínea entre los dos es obvia porque son hermanos. ¡Dios mío! No debí volver, sé que esta niña necesita la sangre, pero esto podría cambiarlo todo, si Hyun-Soo descubre que Daniel es su hijo… no sé qué sería capaz de hacer.—Mmm, pues no lo sé. Él es muy reservado, solo nos habla estrictamente profesional. Nunca ha salido con nosotros a tomar algo, no sabemos nada de su vida.—Necesito saber si es su hija —susurro.—¿Por qué? ¿Eso cambiaría algo? Aunque explicaría por qué te odia.Tendría más sentido la forma en la que me trata, sí, pero sería una pesadilla… casi acabé con la vida de la hija del director.En ese momento Hyun-Soo entra en la habitación.—¿Qué están haciendo aquí? Yo no he dado autorización para que entren. Retírense —ordena.—Lo lamento doctor Han, pensé que Elena podía ver a la pequeña Na-Ra ant
CAPÍTULO 10: ÉL PODRÍA SER MI PAPÁDanielEstoy muy enojado con mi mamá. Aunque ahora que la veo corriendo hacia mí con su cara roja y esa mirada que siempre me pone cuando me porto mal, creo que no debí salir corriendo de vuelta con el doctor Han. Mamá me alcanza y me agarra de la mano, tirando de mí hacia atrás antes de que pueda llegar a donde está el doctor Han. Ella habla con él en coreano, y aunque no entiendo nada de lo que están diciendo, sus voces suenan serias. Me siento confundido y un poco asustado, pero también muy curioso.El doctor Han se ve muy serio mientras habla con mamá. Tiene una expresión que me hace sentir que algo importante está pasando. Quiero preguntarle tantas cosas, pero no me dejan ni acercarme. En este lugar hay mucha gente que se parece a mí, pero él es diferente. Lo veo y siento algo especial, aunque siempre traiga cara de enojado. Ellos hablan por un rato más, él me mira de nuevo como en la tarde y yo trato de darle una sonrisa, pero el doctor Han s
CAPÍTULO 11: ÉL YA TIENE ALGUIEN MÁSAmo a mi hijo, su inocencia siempre me ha causado una gran ternura, pero esta vez llegó demasiado lejos. No puedo creer que le haya preguntado directamente a Hyun-Soo si él era su padre. Si él no lo sospechó antes, estoy segura de que ahora tendrá una razón para pensarlo. He tratado de limitar mis visitas al hospital, pero ahora debo regresar para saber los resultados de compatibilidad de la médula. Quiero salvar a Na-Ra, pero no si eso pone en riesgo a mi hijo. No quiero que Hyun-Soo sienta que tiene algún poder sobre él, es mi hijo y de nadie más.Entramos al hospital, pero Daniel y yo parecemos polos opuestos. Él va dando saltitos y con una enorme sonrisa. Entusiasmado por saber que podrían operarlo. Siempre ha querido que yo haga algo así, admira mucho mi labor como médico.En cambio yo estoy más nerviosa que antes, porque prácticamente hui de Hyun-Soo y ahora no quiero verle la cara de nuevo y que me pregunte sobre lo que le dijo mi hijo.En