CAPÍTULO 4: DESPEDIDA

CAPÍTULO 4: DESPEDIDA

Mis ojos están hinchados de tanto llorar. Me encierro en un cubículo del baño de mujeres para no ver a nadie, pero ya todo el hospital se ha enterado de lo que hice, y cada vez que alguna doctora o enfermera entra al baño, solo hablan de lo mismo.

—¿Supiste lo que hizo la doctora Fernández?

—Sí, qué horror. Me alegro de que no le dieran el puesto de jefe de cirugía.

—Casi mata a esa bebé, todo por ganar, es vergonzoso. Escuché que es la hija de alguien importante, tendrá suerte si no la demandan.

Las enfermeras se quedan calladas cuando abro la puerta del cubículo, limpiándome las lágrimas. Me ven a través del espejo, pero evito hacer contacto visual y salgo apresurada de allí. La culpa por lo que hice me sigue a todas partes.

Me abrazo el cuerpo y agacho la cabeza para no tener que detenerme a darle explicaciones a nadie. Mis pies me llevan hasta el área de neonatología en cuidados intensivos. Desde el vidrio que me separa del otro lado, puedo ver a la pequeña bebé respirando y aparentemente en calma.

Las lágrimas vuelven a arremolinarse en mis ojos.

—¿Cómo pude hacer algo así? Por poco me convierto en una asesina —susurro para mis adentros—. De no ser por el doctor Han… no tenía idea de que también era médico.

El nudo en mi pecho no me abandona; por el contrario, la presión se hace más grande a medida que los segundos avanzan. En ese momento, alcanzo a leer bien el nombre de la pequeña niña: Han Na-Ra.

—Tiene el mismo apellido que el director, ¿será eso una coincidencia? —me pregunto en voz alta.

Las palabras de la enfermera se repiten en mi cabeza: "Es hija de alguien importante". Lo único que me faltaría es que sea hija del director.

En ese momento, escucho mi nombre por el altavoz del hospital. No conforme con la vergüenza que ya pasé, ahora todos saben que me dirijo a la oficina de Han Hyun-Soo.

Tomo un enorme suspiro y avanzo con paso rápido hasta la oficina del director. Toco la puerta antes de entrar, pero está ya se encuentra abierta.

—Pasa.

Nunca me he sentido tan pequeña en mi vida como ahora. El doctor Han me mira con desprecio, sus ojos son como afiladas espadas que se clavan en mi interior. Trago en seco y agacho la cabeza, sé que he cometido un error que podría costarme la licencia médica.

—Lo que hiciste hoy es la demostración de que tenía razón. Te advertí que cavarías tu propia tumba.

Me echo a llorar sin poder contenerme. Me arrodillo en el suelo como muestra de perdón.

—Lo siento, lo lamento, yo no… sé que me equivoqué.

—Al menos eres capaz de reconocerlo.

—Por supuesto que lo reconozco. Me distraje, estaba agotada, yo…

—¿Buscas excusarte? —pregunta el doctor Han poniéndose de pie. Avanza hasta ponerse frente a mí, levanto la cabeza por un breve momento y niego varias veces.

—No, por supuesto que no.

—Firma esto, estás despedida —espeta arrojándome un papel al suelo.

Lloro con más fuerza.

—No, por favor no —suplico—, por favor, deme otra oportunidad —le digo sujetándolo del pantalón.

El doctor Han mantiene su mirada helada y distante.

—¿Te atreves a pedirme otro favor? Te advertí que solo te daría una oportunidad y no solo la arruinaste, sino que pusiste en riesgo la vida de un bebé.

—Prometo que mejoraré, no volverá a suceder, lo juro.

Han Hyun-Soo da un paso atrás provocando que pierda el equilibrio. Acto seguido, se agacha y me pone el lapicero en la mano.

—Firma. No te quiero en mi hospital y agradece que no hay una demanda en tu contra; solo perderás la residencia para trabajar aquí.

Tomo el lapicero con manos temblorosas, mi mente está llena de desesperación. Mis ojos buscan los de Han, tratando de encontrar alguna señal de compasión.

—Por favor, doctor Han... —murmuro, con la voz rota.

—¿Qué? ¿Piensas que por dormir una noche conmigo tendrás algún privilegio? –bufa con una sonrisa fanfarrona. Sus palabras son como una bofetada. ¿Cómo se atreve a insinuar que pienso eso?

—Esto no tiene nada que ver con aquella noche —respondo apretando los puños.

No quiero perder mi trabajo, pero tampoco dejaré que me humille de esta manera. Limpio mis lágrimas y me pongo de pie, acto seguido firmo el documento que me despide del hospital. Han Hyun-Soo toma el papel y lo guarda sin mirarme.

—Lárgate.

Salgo de la oficina con la cabeza en alto, pero enseguida sintiendo las miradas de todos sobre mí. Yoon-Ah me encuentra en el pasillo con ojos llenos de preocupación.

—Elena, lo siento tanto...

Niego con la cabeza, tratando de mantener la compostura.

—Lo he perdido todo, Yoon-Ah. Todo...

Mi amiga me abraza con fuerza, pero solo siento el vacío en mi pecho. He fallado en la operación, he perdido mi trabajo, y ahora también he perdido la esperanza.

Apenas y logro llegar a mi casa mientras arrastro los pies. Recibo algunos mensajes de mis colegas lamentando lo sucedido, pero nada de eso sirve en este momento. Sé que pronto recibiré el aviso de que han revocado mi residencia, no tengo más opción que volver a España.

Me echo en mi cama y lloro toda la noche. A la mañana siguiente me levanto con el estómago revuelto y unas ganas intensas de vomitar. Sin embargo, no hay nada en él para expulsar. Mi rostro demacrado me deja saber lo mal que me veo.

En ese momento una notificación llega a mi teléfono. El centro de migraciones de Corea me avisa que me han revocado la residencia de trabajo.

—¿Qué voy a hacer ahora?

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