Hacer las maletas nunca había sido tan duro. Las lágrimas caen sobre la ropa mientras empaco todo lo que he acumulado en tantos años viviendo en este país. Pero lo que más me duele no es eso, sino haber perdido todo lo que había logrado solo por obsesionarme con una idea estúpida y aceptar una apuesta que estaba destinada al fracaso.
Con las pocas fuerzas que me quedan, cierro la maleta y la puerta con llave. Afuera, Yoon-Ah me espera para darme el último abrazo.
—Cuida esto por mí —le pido entregándole las llaves.
—Estoy segura de que podrás regresar.
—Aunque pudiera, no lo haré. Ni siquiera sé si seguiré siendo médico.
—¿Qué? No digas eso. Elena, eres excelente, no dejes que un solo error defina tu vida y tu carrera. Ambas sabemos que no estabas al cien por ciento ese día.
—Como sea, soy una negligente irresponsable —digo con la cabeza gacha.
El taxi que me aguarda en la entrada nos mira con impaciencia. Nos apresuramos a guardar la maleta y enseguida arranca de camino al aeropuerto. Yoon-Ah se despide de mí con lágrimas en los ojos cuando estoy por embarcar. Le digo adiós con la mano y avanzo sin volver a mirar atrás.
Trece largas horas después, el vuelo aterriza en Madrid casi para el anochecer. Las piernas me duelen por el entumecimiento y el frío de la ciudad no ayuda en nada. Después de pasar por migraciones y dejar en orden mis documentos, salgo a tomarme un café caliente.
Regresar a mi país natal me hace sentir un nudo en el estómago, pero también una sensación de añoranza. He vivido tanto tiempo lejos de casa que es como si hubiera sido otra vida.
Después de tomarme el café, llamo a un taxi para ir a casa. Mi madre no me espera, no tiene idea de que acabo de volver. Suspiro profundamente y toco la puerta. Una señora ya bastante mayor me abre y al verme exhala un jadeo de asombro.
—¡Elena!
—Hola mamá —saludo con los ánimos bajos.
Mi madre, del mismo nombre, me envuelve en sus brazos con una fuerza tal que por poco me deja sin aire.
—No me lo puedo creer. ¿Has venido de vacaciones? ¿Y por qué no me avisaste?
—Quise darte una sorpresa —respondo encogiéndome de hombros.
—¿Y por qué la maleta tan grande? Anda, pasa, pasa.
Entro en la casa de mi infancia; se encuentra tal y como la recordaba, casi no ha cambiado nada. Con el papel tapiz de flores en la cocina, la mesa ovalada en el centro del comedor y el jarrón de rosas blancas y rosadas que mi mamá siempre pone. Y por supuesto, el aroma de una deliciosa tarta de frutas que prepara sin falta todas las noches.
—Todo se ve igual —digo en voz alta.
—Me alegra tanto que estés aquí, hacía tantos años que no te veía, pensé que nunca te darían unas vacaciones.
—Mamá, la verdad es que… no estoy aquí de vacaciones.
—¿Cómo? ¿Qué ha pasado?
—Me despidieron —admito con los ojos enjugados en lágrimas.
Me acurruco en las piernas de mi madre y le cuento todo; o bueno, casi todo lo que ha ocurrido. Decido omitir la parte en la que me acosté con Han Hyun-Soo la noche anterior a saber que era el director del hospital. Eso sería demasiada vergüenza para mí.
Mi madre me consuela y ni corta ni perezosa busca animarme.
—Mañana mismo te conseguiré un trabajo aquí en el hospital local, no te preocupes por nada. Todo estará bien, ya verás.
***
Dos meses han pasado y mi madre cumplió su promesa. Por mi parte, me dedico a estudiar más y más. Adaptarme de nuevo a mi idioma, aunque parecía fácil, no lo es cuando he tenido tanto tiempo aprendiendo todo en coreano. Aun así, solo me dedico a estudiar aún más y mejorar mis habilidades.
Sin embargo, hay una cirugía que no me atrevo a realizar otra vez, la cirugía de corazón que le practiqué a la pequeña Na-Ra.
Esa noche, al regresar del hospital comunitario, mi estómago ruge como un león hambriento.
Mi madre ha preparado una deliciosa tortilla de patatas y cuando el aroma llega a mi nariz, la tripa me ruge con más urgencia.
—Me muero de hambre.
—Pues come, estás muy flaca, tienes que ganar algo de peso —comenta mi madre.
Paso de largo el comentario y empiezo a devorar la tortilla de patatas saboreando la cebolla y el huevo en su interior. No obstante, casi al acabar el plato, unos rugidos diferentes me revuelven el estómago.
Con la misma intensidad que quise devorarlos, salgo corriendo al baño y lo expulso todo. Me limpio la boca comenzando a sentirme realmente mal. Logro salir del baño, pero no alcanzo a llegar de nuevo al comedor cuando me desplomo en el pasillo.
—¡Elena!
Mi madre grita angustiada y llama al 911 en ese mismo instante. Me siento tan mareada que la conciencia se me desvanece por momentos. Veo los rostros de los paramédicos y las luces de la ambulancia hasta que recupero la conciencia y me encuentro en una camilla de hospital.
No suelo estar de este lado, ser paciente no me gusta.
—¿Qué pasó? —pregunto al doctor que se encuentra de espaldas a mí.
—Elena, qué bueno que estás con nosotros.
—Seguro me descompensé, no he estado comiendo ni durmiendo bien —digo apurada auto diagnosticándome. Con la misma intención trato de ponerme de pie, pero el doctor Juárez me detiene.
—No, hoy no eres la Doctora Fernández. Y no te puedes ir.
—¡Ay! Vamos, Nicolás, sabes que no tengo nada.
—Mmm, eso no es lo que dicen tus exámenes. Tienes algo, de aproximadamente ocho semanas, creciendo en tu vientre.
—¡¿Qué?!
Le arranco el documento con los exámenes y siento que voy a desmayarme de nuevo cuando leo el resultado: “positivo”, para embarazo.
CAPÍTULO 6: LA CULPA REGRESA5 años después…Me bebo la taza de café a toda prisa mientras miro el reloj en mi muñeca. Voy tarde para el hospital pues me quedé dormida la noche anterior ayudando a mi hijo con la tarea.El líquido caliente quema en mi lengua, le soplo suavemente, pero ni así parece que se enfriará pronto. Dejo la taza sobre la mesa y tomo mis cosas para salir.—Elena, ¿no te beberás el café?—Ya no tengo tiempo mamá. No te vayas a olvidar el cartel de Daniel. —Mamá, pero quiero que me lleves tú —protesta mi niño con esa carita de ángel adorable que me derrite. Cada vez que lo veo el recuerdo de todo lo que viví en Corea regresa a mi memoria. Han pasado cinco años y sigue tan fresco como si hubiera sido ayer.—Lo sé hijo, pero no puedo. Mami debe ir a trabajar.Daniel me hace un pequeño puchero y se cruza de brazos después de apartar el plato en la mesa.—No quiero.—Oye —le digo agachándome a su altura—, ¿qué sucede? ¿Por qué no quieres que te lleve la abuela?—Es que
CAPÍTULO 7: ESTOY FELIZDaniel¿A Corea? ¿Mi mamá me llevará a Corea? —¿De verdad?—Sí, de verdad —responde mi mamá con una sonrisa. Ella es tan bonita y la mejor mamá del mundo. Mi abuela siempre me ha hablado del tiempo que ella vivió en Corea. A penas tuve la oportunidad de aprender a usar una Tablet busqué todo sobre ese lugar, y descubrí que la gente allá se parece mucho a mí.Ella nunca me lo ha dicho, pero yo sé que mi padre vive en Corea. —¡Sí! ¡Quiero viajar a Corea! —le digo emocionado. Mamá me lleva al parque. El parque es mi lugar favorito porque puedo correr y jugar sin que nadie me moleste. Hay un tobogán rojo y uno azul. Mi favorito es el azul porque es más alto y rápido. Subo corriendo y me deslizo una y otra vez, riendo todo el tiempo. Mi mamá se sienta en un banco y me mira con una sonrisa. A veces, me olvido de todo lo demás cuando estoy en el tobogán.—¡Mamá, mira! —grito desde arriba.—¡Muy bien, Daniel! —responde ella, aplaudiendo.Después de jugar, vamos a un
CAPÍTULO 8: EL REENCUENTROLos nervios amenazan con hacerme tomar un avión y regresar de nuevo a España, ¿en qué estaba pensando cuando decidí volver? Lo único que me mantiene con los pies en la tierra es mi pequeño hijo.Daniel está tan emocionado conociendo el país y a la gente. Creo que es la primera vez que ve gente que se parece mucho a él. Sé que a veces se siente muy solo por verse diferente, y la maestra de su colegio me dijo que algunos niños no querían juntarse con él por sus rasgos asiáticos. Así que estar aquí es en parte algo terapéutico para mi niño.Sin embargo, la sola idea de pensar que podría volver a encontrármelo en el hospital me provoca nauseas. Nunca pensé regresar, mucho menos contarle sobre Daniel.—Tranquila, respira —me digo a mí misma frente al espejo—. A lo mejor él ya ni siquiera siga siendo director del hospital.Busco entre mis contactos a Yoon-Ah. Hace mucho que dejamos de hablar. Ella empezó a trabajar demasiado y después de algunos meses dejó de resp
CAPÍTULO 9: COMPATIBILIDAD DE MÉDULA ÓSEA—Yoon-Ah, ¿esta niña es hija del doctor Han? —pregunto apartándonos de la cama de la pequeña.Si ella es su hija la compatibilidad sanguínea entre los dos es obvia porque son hermanos. ¡Dios mío! No debí volver, sé que esta niña necesita la sangre, pero esto podría cambiarlo todo, si Hyun-Soo descubre que Daniel es su hijo… no sé qué sería capaz de hacer.—Mmm, pues no lo sé. Él es muy reservado, solo nos habla estrictamente profesional. Nunca ha salido con nosotros a tomar algo, no sabemos nada de su vida.—Necesito saber si es su hija —susurro.—¿Por qué? ¿Eso cambiaría algo? Aunque explicaría por qué te odia.Tendría más sentido la forma en la que me trata, sí, pero sería una pesadilla… casi acabé con la vida de la hija del director.En ese momento Hyun-Soo entra en la habitación.—¿Qué están haciendo aquí? Yo no he dado autorización para que entren. Retírense —ordena.—Lo lamento doctor Han, pensé que Elena podía ver a la pequeña Na-Ra ant
CAPÍTULO 10: ÉL PODRÍA SER MI PAPÁDanielEstoy muy enojado con mi mamá. Aunque ahora que la veo corriendo hacia mí con su cara roja y esa mirada que siempre me pone cuando me porto mal, creo que no debí salir corriendo de vuelta con el doctor Han. Mamá me alcanza y me agarra de la mano, tirando de mí hacia atrás antes de que pueda llegar a donde está el doctor Han. Ella habla con él en coreano, y aunque no entiendo nada de lo que están diciendo, sus voces suenan serias. Me siento confundido y un poco asustado, pero también muy curioso.El doctor Han se ve muy serio mientras habla con mamá. Tiene una expresión que me hace sentir que algo importante está pasando. Quiero preguntarle tantas cosas, pero no me dejan ni acercarme. En este lugar hay mucha gente que se parece a mí, pero él es diferente. Lo veo y siento algo especial, aunque siempre traiga cara de enojado. Ellos hablan por un rato más, él me mira de nuevo como en la tarde y yo trato de darle una sonrisa, pero el doctor Han s
CAPÍTULO 11: ÉL YA TIENE ALGUIEN MÁSAmo a mi hijo, su inocencia siempre me ha causado una gran ternura, pero esta vez llegó demasiado lejos. No puedo creer que le haya preguntado directamente a Hyun-Soo si él era su padre. Si él no lo sospechó antes, estoy segura de que ahora tendrá una razón para pensarlo. He tratado de limitar mis visitas al hospital, pero ahora debo regresar para saber los resultados de compatibilidad de la médula. Quiero salvar a Na-Ra, pero no si eso pone en riesgo a mi hijo. No quiero que Hyun-Soo sienta que tiene algún poder sobre él, es mi hijo y de nadie más.Entramos al hospital, pero Daniel y yo parecemos polos opuestos. Él va dando saltitos y con una enorme sonrisa. Entusiasmado por saber que podrían operarlo. Siempre ha querido que yo haga algo así, admira mucho mi labor como médico.En cambio yo estoy más nerviosa que antes, porque prácticamente hui de Hyun-Soo y ahora no quiero verle la cara de nuevo y que me pregunte sobre lo que le dijo mi hijo.En
CAPÍTULO 12: LO NEGARÉ HASTA LA TUMBADe pronto he olvidado cómo se respira. Tener a Hyun-Soo tan cerca de mí atravesando mi alma con esos ojos negros profundos e intensos me deja sin aliento. Siento que el rubor de mis mejillas inunda mi rostro y los latidos de mi corazón van tan rápido que estoy segura de que tendré un ataque cardiaco. No pensé que él fuese a preguntármelo directamente, siempre siendo tan estoico y frío, estaba segura de que le causaría indiferencia si quiera pensar en algo así. Después de todo, su desprecio hacia mí es evidente.—Ah… ¿qué? —pregunto intentando hacerme la desentendida—, ¿de qué está hablando doctor Han? —No te hagas la desentendida. Responde mi pregunta —demanda apretando un poco más su agarre en mis brazos. Me quedo ahí, como una tonta observando su rostro de ángel asiático. Lástima que esa perfecta cara no concuerde con su manera de actuar. Le empujo, apartándolo de mí y recompongo mi ropa.—¿Estás loco? Por supuesto que no lo es.—¿Entonces qu
CAPÍTULO 13: LA SEÑORA RARADanielMamá se ha portado realmente extraño estos días. Ahora pasamos más tiempo juntos, pero también la he visto llorar más. Como ayer, cuando salimos del hospital y parecía enojada. Me llevó a comer un helado y después estuvo sonriendo, pero yo sé que está triste, lo que no sé es por qué. Me despierto temprano con un enorme bostezo y estrujo mis ojos mientras todavía abrazo mi peluche de dinosaurio. Huele delicioso, así que salgo a la cocina para ver qué está cocinando mi mamá. —Buenos días, mi amor —me dice con una sonrisa.—¿Qué estás cocinando mamá? —Hot Cakes, ¿quieres?—¡Si! —Tienes que comer muy bien, estaremos un buen rato sin poder comprar nada porque nos vamos al aeropuerto.Cuando escucho eso no puedo evitar sorprenderme. Volteo hacia la sala y me doy cuenta de las maletas armadas. —¡Pero mamá! ¡Tú dijiste que nos íbamos a quedar en Corea! —grito, sintiendo un nudo en la garganta. —Lo sé, cariño, pero he cambiado de decisión. Creo que lo