CAPÍTULO 2: ES UN TIRANO

CAPÍTULO 2: ES UN TIRANO

Mi corazón se detiene por un instante, mis mejillas se ruborizan al punto de sentir que estoy ardiendo en fiebre y definitivamente me quedo sin palabras.

El hombre asiático, alto, y muy bien vestido de traje, me observa con severidad y quizá un poco de desdén. No puedo dejar de preguntarme si es que él me recuerda de anoche, pues me fui sin siquiera mediar palabras y mi primer pensamiento es qué podría estar haciendo él aquí.

No obstante, mi duda se aclara en el mismo momento en el que abre la boca.

—¿Qué sucede aquí?

—Director Han, la doctora Fernández tiene un pequeño inconveniente, creo que será mejor que lo aclare para que no haya acusaciones sin fundamento —le dice con mucho respeto. Cosa que me sorprende debido a la evidente diferencia de edad. Aunque para mí siempre ha sido un desafío descubrir cuál es la edad real de los coreanos.

—¿Di-Director? —tartamudeo tragando grueso— ¿Usted es el nuevo director?

Él no me responde, en cambio, me rodea y se posiciona frente al escritorio.

—Puede irse doctor Lee, yo me encargaré de ella.

El antiguo director asiente y con una ligera reverencia se retira de la oficina llevándose sus cosas. Estoy atónita, por un momento creo estar soñando, es que no puede ser que ocurran tantas coincidencias en un solo día.

—¿Encargarse de mí? ¿Eso qué significa? —pregunto olvidándome de mi shock inicial. Se acuerde de mí o no, la elección del nuevo jefe de cirugía es injusta.

—Ay niña, simplemente no sabes cuándo cerrar la boca, ¿no es así?

Mis músculos se tensan al punto de que me duelen. ¿Este hombre acaba de decirme niña?

—¿Disculpa? —pregunto de forma sarcástica. Mi furia no hace más que aumentar—. No soy ninguna niña y mucho menos aceptaré que me hable de esa manera.

—Estás haciendo un berrinche como una niña, ¿crees que no escuché lo que le dijiste al doctor Lee? No estoy nada impresionado con su actitud prepotente, doctora Fernández. Si cree que puedes tratar así a tus superiores solo por una insinuación de ascenso, entonces hice bien eligiendo al doctor Kwon en su lugar.

Estoy que echo chispas. Él no me conoce, mucho menos sabe cómo es mi comportamiento habitual. Llevo más de diez años trabajando y viviendo en Corea y jamás le he faltado el respeto a nadie.

—O lo hiciste por rencores personales —ataco sin pensar bien lo que estoy haciendo. Una parte de mi conciencia me dice que debo parar, pero estoy demasiado enojada como para hacerle caso.

En ese momento el señor Han sonríe de medio lado. Una sonrisa cargada de picardía y fanfarronería que hace que me vuelva a ruborizar. Sin esperarlo, él se acerca a mí mucho más de lo que debería, abre los ojos hasta el límite y mi corazón se acelera aún más cuando él no parece detener su camino hasta estar tan cerca que puedo oler su perfume masculino.

—Si me basara en rencores personales, debería guiarme por tu comportamiento en la cama. Y en ese caso, debería despedirte inmediatamente.

Mi cuerpo se estremece al escuchar la voz profunda del señor Han en mi oído y el aliento cálido golpeando mi oreja.

—¿Qué? —susurro.

El señor Han da un paso atrás y me mira triunfante. Mi mente viaja a mil por hora. Mi peor temor se confirma porque no solo ha reconocido que es el mismo hombre, sino que además, lo recuerda todo e incluso mejor que yo.

El hombre se vuelve a erguir y da media vuelta, rodea el escritorio tomando asiento con una actitud de superioridad que no puedo combatir. Estoy perdida, eso es todo lo que pasa por mi cabeza ahora mismo.

—Te daré solo una oportunidad, doctora Fernández. Podrás redimirte o, por el contrario, acabarás cavando tu propia tumba.

—¿Qué quiere decir?

—Si puedes probar que eres mejor que el doctor Kwon te daré el puesto. Tienes dos semanas.

No puedo creer lo que estoy escuchando. Me parece una locura total, pero por otro lado, es la única oportunidad que tengo para demostrarle a ese tirano que soy tan capaz como cualquiera de los otros.

—Bien, acepto —respondo con más confianza de la que tengo en realidad.

El señor Han me mira de arriba abajo con el semblante serio.

—Puedes retirarte —me dice con frialdad.

De inmediato salgo de la oficina con el corazón a mil. Ahora más que nunca necesito hablar con Yoon-Ah sobre lo que ocurrió.

Salgo disparada hacia las habitaciones de hospitalización, donde todavía mis compañeros se encuentran revisando las historias de los pacientes nuevos que ingresaron y chequeando a los que están en recuperación después de sus cirugías.

Yoon-Ah se encuentra en el pasillo cuando la veo. Sin dudarlo salgo corriendo y le tomo del brazo para llevármela al área de descanso.

—¡Eh! ¿Qué haces?

—Ven conmigo ahora mismo.

Como ambas tenemos la misma edad, comprendí rápidamente que Yoon-Ah podría ser mi amiga más cercana en el hospital y por fortuna ella aceptó también.

Ambas nos encerramos en la sala, observo por la mirilla de la puerta antes de hablar para asegurarme de que no venga nadie.

—¿Qué ocurre? ¿Te dijo el doctor Lee por qué no te dio el ascenso?

—Yoon-Ah, dime la verdad. El hombre de anoche, con el que me fui, ¿te dijo quién era?

—Dijo que se llamaba Han Hyun-Soo y nos dio su tarjeta de presentación, es un director ejecutivo.

—¿No dijo nada más? —pregunto con insistencia.

—No, ¿por qué?

—Porque ese hombre es el director del hospital.

Yoon-Ah suelta una carcajada en ese instante, seguramente pensando que le estoy jugando una broma descarada, pero no me río.

—No lo estás diciendo en serio, ¿verdad?

—Lo estoy diciendo muy en serio. Él es el nuevo director, dijo que si le ganaba a Kwon Seung-Ho me daría el puesto de jefe de cirugía.

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