En las Garras del Dr. Han: El mestizo es mío
En las Garras del Dr. Han: El mestizo es mío
Por: Aurora Love
CAPÍTULO 1: EL NUEVO DIRECTOR

CAPÍTULO 1: EL NUEVO DIRECTOR

Abro los ojos en la mañana con un intenso dolor de cabeza taladrándome los sentidos. Todo me da vueltas y el mareo amenaza con llevarme al baño directamente a vomitar. Me levanto de la cama y salgo corriendo sin percatarme de nada a mi alrededor. Por poco no consigo llegar al baño; con pocos segundos antes de que el contenido de mi estómago salga expulsado, logro abrir la tapa del inodoro y vomitarlo todo.

Después de semejante desastre limpio el lugar y me lavo la cara y la boca con un buen enjuague que encuentro en el lavamanos. En ese momento me doy cuenta de que no reconozco el lugar. Esa no es mi casa, de hecho, ni siquiera es la casa de algún colega.

—¿Qué pasó anoche? —me pregunto en voz alta acomodándome los rizos con un poco de agua. Salgo de nuevo a la habitación y allí mi corazón se paraliza al ver que la habitación donde me encuentro es enorme y lujosa, pero lo más preocupante es el hombre desnudo y bocabajo que está en la cama.

Lentamente los recuerdos comienzan a azotarme como bofetadas. Mis colegas del hospital me habían llevado a celebrar el ascenso que estoy a punto de recibir en el hospital. Tantos años trabajando duro para conseguir un buen puesto como médica en Corea del Sur al fin me darían sus frutos. El director todavía no me había dicho nada concreto, pero lo había insinuado y con eso fue más que suficiente para que todos saliéramos la noche anterior a beber y festejar.

—Ay no, ¿por qué bebí de más? —cuestiono en voz alta.

El hombre en la cama se da la vuelta y quedo paralizada en ese instante. Me cubro el rostro para no verle por debajo de la cintura, aunque la curiosidad acaba por ser más poderosa. El sujeto en cuestión es como un dios asiático pintado a mano. No puedo evitar detallar ese rostro pulido y definido, un pecho con abdominales marcados y más abajo…

—¡Dios mío! —exclamo en un susurro. Sacudo la cabeza, tomo mis cosas mientras el hombre empieza a despertar y salgo corriendo antes de que él me vea.

—Tengo que preguntarle a Yoon-Ah qué demonios pasó anoche y cómo es que terminé aquí —digo para mí misma mientras acelero el paso.

La casa del hombre donde estaba es inmensa, un hombre afuera, de más edad, me mira al salir, pero agacho la cabeza y me voy corriendo por la calle para que no me vean. Nunca he sido el tipo de chica que tenga aventuras de una noche, y mucho menos bebería hasta perder la conciencia, pero anoche fue algo especial.

Miro la hora en mi reloj y me doy cuenta de que voy realmente tarde. Si antes no tenía ni una falta para recibir el ascenso, este día parezco estar cometiéndolas todas juntas.

Consigo un taxi que finalmente me lleva hasta el hospital universitario de Seúl, uno de los más prestigiosos de todo el país. Con las prisas, apenas y tengo tiempo de acomodarme el cabello y la cara, por lo que alcanzo a llegar a mi locker y me pongo un gorro para cubrir el desastre.

Esta mañana en particular debo pasar primero una revista con los pacientes, así que corro por el pasillo y alcanzo a ver a mi amiga Kim Yoon-Ah que me hace señas para que me apure antes de que el jefe temporal de cirugía me vea.

Apenas logro detenerme en la fila de los otros médicos cuando el doctor Lim Ji-Hoom aparece.

—Buenos días —saluda.

Todos los doctores responden al saludo con una reverencia de respeto, incluyéndome a mí, pues hablo un perfecto coreano desde hace años. Solo así habría podido obtener una beca para estudiar en la universidad de Seúl.

Mientras el doctor Lim habla sobre lo que tenemos que hacer ese día, Yoon-Ah y yo murmuramos en secreto.

—¿Qué pasó? ¿Por qué llegaste tarde? —me cuestiona.

—Precisamente eso quería preguntarte —respondo mirando a todos lados—, ¿qué pasó anoche?

—No sé, te quedaste conversando con un hombre que entró al restaurante. Quisimos convencerte de irte, pero él dijo que te llevaría a casa.

—¿Y me dejaste sola con un tipo desconocido?

—Se veía muy guapo, no creo que fuese a hacerte algo malo, ¿o sí?

Evito responder esa pregunta. Todavía tengo muchos choques culturales a pesar de vivir muchos años en el país. Hay cosas que alguien como yo no podrá entender aunque pasase tanto tiempo aquí.

Las dos nos quedamos calladas mientras realizamos las revisiones a los pacientes y presentamos la historia. En ese momento, uno de los doctores del grupo que al parecer también ha llegado tarde, se une a la revisión.

—Perdone por la tardanza doctor Lim, estaba hablando con el director sobre mi ascenso —dice, inclinando la cabeza.

Se me detiene el corazón al escuchar eso. ¿Ascenso? ¿De cuál podría estar hablando? El doctor Kwon Seung-Ho no es el más capacitado para promover, según mis pensamientos.

—Oh, felicidades doctor Kwon, sabía que la junta tomaría la mejor decisión —dice Lim. Luego se vuelve mirando a los demás—. El anuncio será oficial al finalizar la tarde, pero es mejor que lo sepan de una vez, el doctor Kwon será el nuevo jefe de cirugía permanente del hospital.

—¡¿Qué?!

No puedo evitar exaltarme. Todos voltean a verme con mala cara al interrumpir de esa manera a mi superior, pero no estoy en condiciones de seguir manteniendo la compostura. Niego con la cabeza y salgo corriendo de allí sin importarme si estoy cometiendo una falta de respeto. Estoy tan furiosa que no puedo pensar con claridad.

Sin siquiera tocar la puerta, entro a la oficina del director del hospital.

—¿Qué significa esto? —cuestiono.

—Disculpe, doctora Fernández, no entiendo —responde el director levantándose de la silla.

—¿Por qué le dio el puesto de jefe de cirugía al doctor Kwon y no a mí? Usted me había dicho… esto es… ¡sabe que el doctor Kwon no es tan capaz como yo!

—¿Cómo puedes entrar aquí y hablarme así? Doctora Fernández, esto no es propio de usted. Para empezar, yo nunca dije nada. Y de todos modos, esta no es una decisión mía. Yo ya no soy el director del hospital.

—¡¿Ah que no?! Esto es por discriminación, ¿no es así? Es porque soy española —acuso.

—Doctora Fernández, ya le dije que yo no tomé la decisión y no se atreva a acusarme de racismo. Si tiene alguna queja, háblelo con el nuevo director.

En ese momento la puerta detrás de mí se abre y el nuevo director entra al lugar. Me giro para confrontarlo, pero nunca esperé que el sujeto en el umbral de la puerta fuese el mismo hombre que estaba desnudo esta mañana en la cama.

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