Abro los ojos en la mañana con un intenso dolor de cabeza taladrándome los sentidos. Todo me da vueltas y el mareo amenaza con llevarme al baño directamente a vomitar. Me levanto de la cama y salgo corriendo sin percatarme de nada a mi alrededor. Por poco no consigo llegar al baño; con pocos segundos antes de que el contenido de mi estómago salga expulsado, logro abrir la tapa del inodoro y vomitarlo todo.
Después de semejante desastre limpio el lugar y me lavo la cara y la boca con un buen enjuague que encuentro en el lavamanos. En ese momento me doy cuenta de que no reconozco el lugar. Esa no es mi casa, de hecho, ni siquiera es la casa de algún colega.
—¿Qué pasó anoche? —me pregunto en voz alta acomodándome los rizos con un poco de agua. Salgo de nuevo a la habitación y allí mi corazón se paraliza al ver que la habitación donde me encuentro es enorme y lujosa, pero lo más preocupante es el hombre desnudo y bocabajo que está en la cama.
Lentamente los recuerdos comienzan a azotarme como bofetadas. Mis colegas del hospital me habían llevado a celebrar el ascenso que estoy a punto de recibir en el hospital. Tantos años trabajando duro para conseguir un buen puesto como médica en Corea del Sur al fin me darían sus frutos. El director todavía no me había dicho nada concreto, pero lo había insinuado y con eso fue más que suficiente para que todos saliéramos la noche anterior a beber y festejar.
—Ay no, ¿por qué bebí de más? —cuestiono en voz alta.
El hombre en la cama se da la vuelta y quedo paralizada en ese instante. Me cubro el rostro para no verle por debajo de la cintura, aunque la curiosidad acaba por ser más poderosa. El sujeto en cuestión es como un dios asiático pintado a mano. No puedo evitar detallar ese rostro pulido y definido, un pecho con abdominales marcados y más abajo…
—¡Dios mío! —exclamo en un susurro. Sacudo la cabeza, tomo mis cosas mientras el hombre empieza a despertar y salgo corriendo antes de que él me vea.
—Tengo que preguntarle a Yoon-Ah qué demonios pasó anoche y cómo es que terminé aquí —digo para mí misma mientras acelero el paso.
La casa del hombre donde estaba es inmensa, un hombre afuera, de más edad, me mira al salir, pero agacho la cabeza y me voy corriendo por la calle para que no me vean. Nunca he sido el tipo de chica que tenga aventuras de una noche, y mucho menos bebería hasta perder la conciencia, pero anoche fue algo especial.
Miro la hora en mi reloj y me doy cuenta de que voy realmente tarde. Si antes no tenía ni una falta para recibir el ascenso, este día parezco estar cometiéndolas todas juntas.
Consigo un taxi que finalmente me lleva hasta el hospital universitario de Seúl, uno de los más prestigiosos de todo el país. Con las prisas, apenas y tengo tiempo de acomodarme el cabello y la cara, por lo que alcanzo a llegar a mi locker y me pongo un gorro para cubrir el desastre.
Esta mañana en particular debo pasar primero una revista con los pacientes, así que corro por el pasillo y alcanzo a ver a mi amiga Kim Yoon-Ah que me hace señas para que me apure antes de que el jefe temporal de cirugía me vea.
Apenas logro detenerme en la fila de los otros médicos cuando el doctor Lim Ji-Hoom aparece.
—Buenos días —saluda.
Todos los doctores responden al saludo con una reverencia de respeto, incluyéndome a mí, pues hablo un perfecto coreano desde hace años. Solo así habría podido obtener una beca para estudiar en la universidad de Seúl.
Mientras el doctor Lim habla sobre lo que tenemos que hacer ese día, Yoon-Ah y yo murmuramos en secreto.
—¿Qué pasó? ¿Por qué llegaste tarde? —me cuestiona.
—Precisamente eso quería preguntarte —respondo mirando a todos lados—, ¿qué pasó anoche?
—No sé, te quedaste conversando con un hombre que entró al restaurante. Quisimos convencerte de irte, pero él dijo que te llevaría a casa.
—¿Y me dejaste sola con un tipo desconocido?
—Se veía muy guapo, no creo que fuese a hacerte algo malo, ¿o sí?
Evito responder esa pregunta. Todavía tengo muchos choques culturales a pesar de vivir muchos años en el país. Hay cosas que alguien como yo no podrá entender aunque pasase tanto tiempo aquí.
Las dos nos quedamos calladas mientras realizamos las revisiones a los pacientes y presentamos la historia. En ese momento, uno de los doctores del grupo que al parecer también ha llegado tarde, se une a la revisión.
—Perdone por la tardanza doctor Lim, estaba hablando con el director sobre mi ascenso —dice, inclinando la cabeza.
Se me detiene el corazón al escuchar eso. ¿Ascenso? ¿De cuál podría estar hablando? El doctor Kwon Seung-Ho no es el más capacitado para promover, según mis pensamientos.
—Oh, felicidades doctor Kwon, sabía que la junta tomaría la mejor decisión —dice Lim. Luego se vuelve mirando a los demás—. El anuncio será oficial al finalizar la tarde, pero es mejor que lo sepan de una vez, el doctor Kwon será el nuevo jefe de cirugía permanente del hospital.
—¡¿Qué?!
No puedo evitar exaltarme. Todos voltean a verme con mala cara al interrumpir de esa manera a mi superior, pero no estoy en condiciones de seguir manteniendo la compostura. Niego con la cabeza y salgo corriendo de allí sin importarme si estoy cometiendo una falta de respeto. Estoy tan furiosa que no puedo pensar con claridad.
Sin siquiera tocar la puerta, entro a la oficina del director del hospital.
—¿Qué significa esto? —cuestiono.
—Disculpe, doctora Fernández, no entiendo —responde el director levantándose de la silla.
—¿Por qué le dio el puesto de jefe de cirugía al doctor Kwon y no a mí? Usted me había dicho… esto es… ¡sabe que el doctor Kwon no es tan capaz como yo!
—¿Cómo puedes entrar aquí y hablarme así? Doctora Fernández, esto no es propio de usted. Para empezar, yo nunca dije nada. Y de todos modos, esta no es una decisión mía. Yo ya no soy el director del hospital.
—¡¿Ah que no?! Esto es por discriminación, ¿no es así? Es porque soy española —acuso.
—Doctora Fernández, ya le dije que yo no tomé la decisión y no se atreva a acusarme de racismo. Si tiene alguna queja, háblelo con el nuevo director.
En ese momento la puerta detrás de mí se abre y el nuevo director entra al lugar. Me giro para confrontarlo, pero nunca esperé que el sujeto en el umbral de la puerta fuese el mismo hombre que estaba desnudo esta mañana en la cama.
CAPÍTULO 2: ES UN TIRANOMi corazón se detiene por un instante, mis mejillas se ruborizan al punto de sentir que estoy ardiendo en fiebre y definitivamente me quedo sin palabras.El hombre asiático, alto, y muy bien vestido de traje, me observa con severidad y quizá un poco de desdén. No puedo dejar de preguntarme si es que él me recuerda de anoche, pues me fui sin siquiera mediar palabras y mi primer pensamiento es qué podría estar haciendo él aquí.No obstante, mi duda se aclara en el mismo momento en el que abre la boca.—¿Qué sucede aquí?—Director Han, la doctora Fernández tiene un pequeño inconveniente, creo que será mejor que lo aclare para que no haya acusaciones sin fundamento —le dice con mucho respeto. Cosa que me sorprende debido a la evidente diferencia de edad. Aunque para mí siempre ha sido un desafío descubrir cuál es la edad real de los coreanos.—¿Di-Director? —tartamudeo tragando grueso— ¿Usted es el nuevo director?Él no me responde, en cambio, me rodea y se posici
CAPÍTULO 3: UN ERROR FATALNunca he estudiado tanto en mi vida como ahora. O al menos así lo siento. Si antes me la pasaba en el hospital, ahora prácticamente vivo allí. Llevo varios días tomando todas las guardias posibles, incluso las de cuarenta y ocho horas. He hecho varias suturas a alguno que otro niño o adulto que llega con una herida abierta en la pierna o en el hombro, pero nada demasiado extraordinario como para demostrar mis habilidades.Las bolsas en mis ojos están a punto de llegarme a las mejillas, no he dormido bien, ni mucho menos estoy comiendo como debería. Lo noto cuando me pongo el mono quirúrgico y un gran hueco se hace si halo de la pretina del pantalón. Pero nada de eso me importa en estos momentos, pues estoy enfocada en conseguir ese puesto a como dé lugar. He tratado por todos los medios de evitar a Han Hyun-Soo, pero eso me ha sido imposible ahora que lo han anunciado como el nuevo director del hospital general. Desde ese día en la oficina no hemos vuelto a
CAPÍTULO 4: DESPEDIDAMis ojos están hinchados de tanto llorar. Me encierro en un cubículo del baño de mujeres para no ver a nadie, pero ya todo el hospital se ha enterado de lo que hice, y cada vez que alguna doctora o enfermera entra al baño, solo hablan de lo mismo.—¿Supiste lo que hizo la doctora Fernández?—Sí, qué horror. Me alegro de que no le dieran el puesto de jefe de cirugía.—Casi mata a esa bebé, todo por ganar, es vergonzoso. Escuché que es la hija de alguien importante, tendrá suerte si no la demandan.Las enfermeras se quedan calladas cuando abro la puerta del cubículo, limpiándome las lágrimas. Me ven a través del espejo, pero evito hacer contacto visual y salgo apresurada de allí. La culpa por lo que hice me sigue a todas partes.Me abrazo el cuerpo y agacho la cabeza para no tener que detenerme a darle explicaciones a nadie. Mis pies me llevan hasta el área de neonatología en cuidados intensivos. Desde el vidrio que me separa del otro lado, puedo ver a la pequeña b
CAPÍTULO 5: UN RECUERDO DE COREAHacer las maletas nunca había sido tan duro. Las lágrimas caen sobre la ropa mientras empaco todo lo que he acumulado en tantos años viviendo en este país. Pero lo que más me duele no es eso, sino haber perdido todo lo que había logrado solo por obsesionarme con una idea estúpida y aceptar una apuesta que estaba destinada al fracaso.Con las pocas fuerzas que me quedan, cierro la maleta y la puerta con llave. Afuera, Yoon-Ah me espera para darme el último abrazo.—Cuida esto por mí —le pido entregándole las llaves.—Estoy segura de que podrás regresar.—Aunque pudiera, no lo haré. Ni siquiera sé si seguiré siendo médico.—¿Qué? No digas eso. Elena, eres excelente, no dejes que un solo error defina tu vida y tu carrera. Ambas sabemos que no estabas al cien por ciento ese día.—Como sea, soy una negligente irresponsable —digo con la cabeza gacha.El taxi que me aguarda en la entrada nos mira con impaciencia. Nos apresuramos a guardar la maleta y enseguid
CAPÍTULO 6: LA CULPA REGRESA5 años después…Me bebo la taza de café a toda prisa mientras miro el reloj en mi muñeca. Voy tarde para el hospital pues me quedé dormida la noche anterior ayudando a mi hijo con la tarea.El líquido caliente quema en mi lengua, le soplo suavemente, pero ni así parece que se enfriará pronto. Dejo la taza sobre la mesa y tomo mis cosas para salir.—Elena, ¿no te beberás el café?—Ya no tengo tiempo mamá. No te vayas a olvidar el cartel de Daniel. —Mamá, pero quiero que me lleves tú —protesta mi niño con esa carita de ángel adorable que me derrite. Cada vez que lo veo el recuerdo de todo lo que viví en Corea regresa a mi memoria. Han pasado cinco años y sigue tan fresco como si hubiera sido ayer.—Lo sé hijo, pero no puedo. Mami debe ir a trabajar.Daniel me hace un pequeño puchero y se cruza de brazos después de apartar el plato en la mesa.—No quiero.—Oye —le digo agachándome a su altura—, ¿qué sucede? ¿Por qué no quieres que te lleve la abuela?—Es que
CAPÍTULO 7: ESTOY FELIZDaniel¿A Corea? ¿Mi mamá me llevará a Corea? —¿De verdad?—Sí, de verdad —responde mi mamá con una sonrisa. Ella es tan bonita y la mejor mamá del mundo. Mi abuela siempre me ha hablado del tiempo que ella vivió en Corea. A penas tuve la oportunidad de aprender a usar una Tablet busqué todo sobre ese lugar, y descubrí que la gente allá se parece mucho a mí.Ella nunca me lo ha dicho, pero yo sé que mi padre vive en Corea. —¡Sí! ¡Quiero viajar a Corea! —le digo emocionado. Mamá me lleva al parque. El parque es mi lugar favorito porque puedo correr y jugar sin que nadie me moleste. Hay un tobogán rojo y uno azul. Mi favorito es el azul porque es más alto y rápido. Subo corriendo y me deslizo una y otra vez, riendo todo el tiempo. Mi mamá se sienta en un banco y me mira con una sonrisa. A veces, me olvido de todo lo demás cuando estoy en el tobogán.—¡Mamá, mira! —grito desde arriba.—¡Muy bien, Daniel! —responde ella, aplaudiendo.Después de jugar, vamos a un
CAPÍTULO 8: EL REENCUENTROLos nervios amenazan con hacerme tomar un avión y regresar de nuevo a España, ¿en qué estaba pensando cuando decidí volver? Lo único que me mantiene con los pies en la tierra es mi pequeño hijo.Daniel está tan emocionado conociendo el país y a la gente. Creo que es la primera vez que ve gente que se parece mucho a él. Sé que a veces se siente muy solo por verse diferente, y la maestra de su colegio me dijo que algunos niños no querían juntarse con él por sus rasgos asiáticos. Así que estar aquí es en parte algo terapéutico para mi niño.Sin embargo, la sola idea de pensar que podría volver a encontrármelo en el hospital me provoca nauseas. Nunca pensé regresar, mucho menos contarle sobre Daniel.—Tranquila, respira —me digo a mí misma frente al espejo—. A lo mejor él ya ni siquiera siga siendo director del hospital.Busco entre mis contactos a Yoon-Ah. Hace mucho que dejamos de hablar. Ella empezó a trabajar demasiado y después de algunos meses dejó de resp
CAPÍTULO 9: COMPATIBILIDAD DE MÉDULA ÓSEA—Yoon-Ah, ¿esta niña es hija del doctor Han? —pregunto apartándonos de la cama de la pequeña.Si ella es su hija la compatibilidad sanguínea entre los dos es obvia porque son hermanos. ¡Dios mío! No debí volver, sé que esta niña necesita la sangre, pero esto podría cambiarlo todo, si Hyun-Soo descubre que Daniel es su hijo… no sé qué sería capaz de hacer.—Mmm, pues no lo sé. Él es muy reservado, solo nos habla estrictamente profesional. Nunca ha salido con nosotros a tomar algo, no sabemos nada de su vida.—Necesito saber si es su hija —susurro.—¿Por qué? ¿Eso cambiaría algo? Aunque explicaría por qué te odia.Tendría más sentido la forma en la que me trata, sí, pero sería una pesadilla… casi acabé con la vida de la hija del director.En ese momento Hyun-Soo entra en la habitación.—¿Qué están haciendo aquí? Yo no he dado autorización para que entren. Retírense —ordena.—Lo lamento doctor Han, pensé que Elena podía ver a la pequeña Na-Ra ant