El pasillo del hospital estaba silencioso, interrumpido solo por el eco de los pasos y el susurro de las conversaciones lejanas. Alex sostenía con fuerza la mano de Sofía, su oso de peluche bajo el brazo, y una expresión que oscilaba entre la curiosidad y el nerviosismo que iluminaba su rostro. No sabía exactamente qué esperar, puesto que ya era no era “el señor gruñón” como él lo llamaba, ese hombre era su abuelo y estaba ansioso por verlo, desde el día en el que lo había visto desplomarse frente a él. — ¿Crees que al señor gruñón le guste mi oso? —preguntó Alex en voz baja, mirando a su madre con ojos expectantes. Sofía se agachó para ponerse a su altura, colocando una mano cálida en su mejilla. — Estoy segura de que le encantará, cariño. Pero, más que eso, sé que va a estar muy feliz de verte —le dijo, sonriendo con ternura, aunque su mirada revelaba una mezcla de emociones difíciles de ocultar, aún le costaba perdonar a Edward. Pero era el abuelo de su hijo y jamás le negaría l
Seis meses después... El bullicio de los preparativos de la boda llenaba la mansión, pero en medio de todo el ajetreo, Patrick luchaba por convencer al pequeño Alex de acompañarlo. Por supuesto, convencer a Alex nunca era tarea fácil. — Apresurate pequeño monstruo —le dijo Patrick, a Alex tomándolo de la mano—. Tenemos que acompañar a tu padre. ¿Te olvidas de que somos los caballeros de honor? Alex lo miró frunciendo el ceño, cruzó sus brazos y se negó a seguir caminando. — ¿Por qué no puedo ir con mi mamá? Quiero estar con ella. Patrick, sonrió. Se agachó y lo tomó de los hombros. — Escuchame, tu mamá llegará pronto. Es por eso por lo que debemos ir con tu padre, para que la novia o sea tu mamá, llegue y se puedan casar. Después puedes quedarte con ellos todo el tiempo que quieras. — ¡Eso no es verdad! Yo sé que se irán unos días de viaje y no es justo, yo también quiero ir. Patrick se paró inmediatamente, poniéndose en postura de jarrón. — ¿Acaso no quieres quedarte con lo
La habitación estaba inundada de luz. El sol de la tarde se colaba por las grandes ventanas, bañando todo con un brillo dorado que parecía anunciar la felicidad que estaba por venir. Sofía estaba de pie frente al espejo, mientras las manos hábiles de su amiga terminaban de acomodar el velo sobre su cabello recogido. Su vestido blanco, ajustado en la cintura y con una falda que caía en suaves ondas, la hacía lucir como una visión sacada de un sueño. El murmullo del ajetreo se escuchaba a lo lejos, en algún lugar de la casa, pero en ese cuarto todo parecía suspendido en una calma expectante. Sofía tomó aire profundamente y cerró los ojos por un momento, tratando de calmar los nervios que le revoloteaban en el pecho. — ¿Lista? —preguntó Becky, su voz cálida rompió el silencio. Ella estaba parada detrás, con una sonrisa divertida y los ojos llenos de lágrimas contenidas. Sofía abrió los ojos y se encontró con su reflejo. Por un instante, apenas reconoció a la mujer que la miraba desde
La luna llena brillaba con intensidad, lanzando su luz plateada a través de los ventanales abiertos de la suite nupcial. La habitación estaba decorada con pétalos de rosas blancas, velas parpadeantes y una suave fragancia floral que llenaba el aire. Sofía estaba de pie junto al ventanal, descalza, con su vestido de novia aún puesto, pero el velo descansaba sobre una silla cercana. La brisa nocturna jugaba con un mechón rebelde de su cabello, y ella lo apartó con delicadeza, perdiéndose en la vista del cielo estrellado. James la observaba desde la puerta. Había algo en su silueta iluminada por la luna que lo dejaba sin aliento. Su esposa. Finalmente, después de todo lo que habían pasado, ella era su esposa. La mujer que había cambiado su mundo entero estaba ahí, tan cerca, y aun así, cada vez que la miraba, parecía un milagro imposible. Sin hacer ruido, se acercó a ella. Sus pasos eran firmes, pero cargados de una suavidad que solo él podía expresar. Cuando estuvo lo suficientement
—¿Está listo señor Lee para presenciar el nacimiento de su hija? _Preguntó el médico al verlo tan pálido— Si usted, quiere... puedo llamar a Becky o a Fernando para que acompañen a Sofia. Sofia al escuchar eso, le apretó fuerte la mano a James. —James Lee Fenton, si te desmayas aquí, juro que apenas me levante de esta cama, ¡me divorciaré de ti! —le gritó entre jadeos, mirándolo con enfado. El hombre tragó saliva, y sonrió. — Calmate, que no iré a ningún lado, es solo la impresión del momento. —Te recuerdo que soy yo la que está sufriendo los dolores ¡ah! —Gimió al sentir otra fuerte contracción. Mientras, todos afuera, esperaban. Angelo, aunque estaba en silencio, caminaba de un lado hacia otro, tratando de calmar su ansiedad, mientras que el otro abuelo estaba un poco más nervioso. — ¿Cómo puede ser que tarde tanto esto? —se quejó Edward—. Mi nieta ya debería haber nacido. Lucy miró a su padre con ternura. Si bien con ella siempre había sido un poco más cariñoso, nunca lo h
Edward tomaba su exquisito café, en su elegante y sofisticada oficina en Singapur, mientras mantenía una conversación mediante una video llamada con su hijo mayor, James. El joven era un prodigio en las finanzas, con su gran sagacidad e inteligencia había logrado llevar a la cúspide al imperio comercial y financiero que poseían. _ Otro negocio que has cerrado de manera exitosa _ le dijo a su hijo _ aunque tardaste bastante en convencerlos. La próxima vez, debes presionar más para no perder tanto tiempo en nimiedades. El joven suspiró hondo. Siempre era lo mismo, hiciera lo que hiciera su padre jamás estaría conforme, le exigiría más. _ Lo siento padre, es que hasta el último minuto lucharon por mantener su empresa_ dijo sonriendo tranquilamente _ entenderás que no debe ser fácil deshacerse de algo que les llevó tanto tiempo construir. _ Tonterías _ protestó Edward sin mostrar emoción _ Nosotros no hacemos caridad, eso se lo dejo a tu madre. Estamos aquí para ganar dinero y para
Sofia Lombardi miraba impacientemente el reloj, se le estaba haciendo tarde para llegar a su trabajo. Ese día debía estar mucho antes puesto que una de sus compañeras no podía ir a trabajar. Se había levantado muy temprano para dejarles todo listo antes de irse, incluso hasta las comidas del día. Buscó su celular y marcó un número. _ Debbie ¡¿Dónde rayos estás?! _ le reclamó a la niñera de su hermano _ ¡Estoy llegando tarde a mi trabajo! La chica estaba a unas cuantas cuadras de allí. Había estado nevando y todo era un real caos. _ En un rato estaré allí Sofia, ¡No te preocupes! Vete tranquila _ le dijo sonriendo _ No le sucederá nada por unos minutos que se quede solo. Sofia puso los ojos en blanco y resopló. No le gustaba dejar a su hermanito solo, ella era muy sobreprotectora con él, pero no le quedaba otra opción, podría pedirle a su mejor amigo Aidan o a la madre de este, Iris para que lo cuidaran un rato pero no quería molestarlos. _Gio, te quedas aquí hasta
Sofia se detuvo un instante para ver a quien había sido víctima de su atropello. _ ¡Oh, lo siento! Lo siento mucho señor _ le dijo mirándolo a James de manera apenada, llevándose las manos a la boca. El joven la miró un segundo, frunció el ceño e inmediatamente trató de incorporarse. Ella al ver el esfuerzo que él estaba haciendo, reaccionó. _Por favor, déjeme ayudarlo _ le dijo presurosa y amable. Estiró su brazo ofreciéndole su mano para ayudarlo a levantarse, pero James visiblemente contrariado la rechazó. _ No necesito su ayuda, puedo levantarme solo. Sería bueno que al momento de andar por la ciudad se comportara como una señorita civilizada y no como una simple campesina, eso ayudaría bastante _ le dijo James de manera arrogante mirándola con furia, sacudiéndose la nieve que tenía en su costoso y elegante abrigo. Sofia apretó los labios, cerró sus puños con tanta furia que sus nudillos se tornaron blancos. Su sangre italiana entró en ebullición en dos segund