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Tan importante como entrenar a nuestros guerreros era sacar a correr a nuestros caballos de batalla. Durante la ofensiva tendrían que soportar largas marchas, cargas contra el enemigo y duras carreras al galope. Mendel tenía a nuestros jóvenes y voluntarias trabajando en su resistencia física, incluidos todos mis hermanos, una actividad que mis primos consideraban innecesaria. Por suerte montar no mancillaba su orgullo guerrero, de modo que se avenían a ayudarme con nuestras cabalgaduras.

Durante la semana previa a la reunión de los clanes, salíamos temprano por la mañana, arriando con nosotros la tropilla completa hacia el sudeste, donde el terreno más llano y abierto nos permitía correr sin obstáculos. Finneas y sus hermanos de camada montaban sus sementales, como yo, manteniéndonos en los flancos de la manada para que no se desbandaran. Mis otros primos, mientras tanto, nos seguían e

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