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Me cerré a todos, ansiando un momento de calma y soledad.

Sabía que Risa no tardaría en regresar a su habitación, de modo que abrí el panel para escuchar cuando llegara y fui a pararme frente a mi ventana.

Quería verla, saber cómo estaba, consolarla, cuidarla. Me abrumaba la culpa por haberla puesto en esa situación, y sentirme furioso con las humanas no servía para aliviar mi remordimiento.

Al fin la oí entrar a su habitación. Me asomé al primer peldaño aguzando el oído. Trabó la puerta y permaneció allí, inmóvil. Luego la oí abrir la ventana y un rumor de papel, como si pasara páginas de un libro.

Sin poder contenerme más, bajé la escalera a paso rápido. Oí su corazón latir desbocado. Sus palabras me detuvieron a dos escalones de su panel, demostrando que me había escuchado

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