Acorralado, sin saber qué hacer para que nadie advirtiera la verdadera situación, opté por enfadarme. Mi enojo por aquel encuentro distaba de ser fingido, sólo me limité a exagerarlo. Me planté donde estaba y le gruñí a mi pobre pequeña, mostrándole los dientes y rogándole a Dios que me sacara de ese aprieto.
La esencia de Risa se agrió de miedo instantáneamente, y se inclinó ante nosotros temblando.
—Ya, Mael, tampoco es para tanto —gruñó Mendel.
—Regresaremos luego, o mañana —agregó Milo, y se cerró para que sólo yo lo escuchara—. Contrólate, quieres. Has vuelto a asustarla.
Me aferré a la excusa que me ofrecían y di media vuelta, encaminándome de regreso a los vestidores sin prestar atención a las disculpas de las humanas.
Esa noche, apenas me
—¡Por favor, mi pequeña!Su lengua remontó mi ingle con lentitud deliberada, haciéndome estremecer. Mis dedos se movieron más aprisa en su cuerpo para transmitirle mi urgencia, y Risa alzó la cabeza, disfrutando agitada mis caricias. Mis caderas se alzaron sin consultarme, reclamándola, y me dejó hundirme en su boca, su lengua apretada contra mi erección, sosteniéndome con puño firme cuando me dejé ir.Sin molestarme por recuperar el aliento, le sujeté la cintura y la alcé para hacerla sentar sobre mi cara. Fue mi turno de hacerla gemir y estremecerse y rogar mientras yo me embriagaba con su deseo. Y cuando se deshizo contra mi lengua, todo su cuerpo en tensión, la cabeza caída hacia atrás, los nudillos blancos en torno al espaldar de la cama, su sabor hizo saltar mi corazón en mi pecho.Porque la madreselva ya no era sólo un
Tan importante como entrenar a nuestros guerreros era sacar a correr a nuestros caballos de batalla. Durante la ofensiva tendrían que soportar largas marchas, cargas contra el enemigo y duras carreras al galope. Mendel tenía a nuestros jóvenes y voluntarias trabajando en su resistencia física, incluidos todos mis hermanos, una actividad que mis primos consideraban innecesaria. Por suerte montar no mancillaba su orgullo guerrero, de modo que se avenían a ayudarme con nuestras cabalgaduras.Durante la semana previa a la reunión de los clanes, salíamos temprano por la mañana, arriando con nosotros la tropilla completa hacia el sudeste, donde el terreno más llano y abierto nos permitía correr sin obstáculos. Finneas y sus hermanos de camada montaban sus sementales, como yo, manteniéndonos en los flancos de la manada para que no se desbandaran. Mis otros primos, mientras tanto, nos seguían e
Esa noche, Risa se adelantó a mi encuentro apenas entré a su habitación y me echó los brazos al cuello con una gran sonrisa, su esencia fragante de alegría. La estreché riendo por lo bajo, mi pecho colmado de calidez porque mi pequeña me había estado esperando para compartir las emociones de ese día, tal vez el más importante para nosotros desde que llegara al castillo.Me contó su encuentro con madre mientras cenábamos, hablándome de cuánto la había conmovido y cuánto había disfrutado aquel breve rato con nuestra reina.—Le gusta que le rasquen tras la oreja izquierda, como tú —sonrió—. Y se quedó dormida mientras le limpiaba los lagrimales. ¡Si supieras lo que me costó no abrazarla!—Oh, ¿por eso me abrazaste así a mí?Sacudió la cabeza intentando frun
Mora aseguró que ella se encargaría de que Risa se sumara a las camareras ese mediodía, aunque expresó sus dudas.—Hasta ahora, hemos logrado que no se mezcle con las elegidas, para que nadie crea que es una humana más —dijo—. ¿Estás seguro que quieres cambiar eso?—No. Será sólo esta vez —respondí.Mi hermana se encogió de hombros, poco convencida, y no insistió.Esperé con velada ansiedad la hora del almuerzo, hasta que al fin llegó el momento de reunirme con mis hermanos para encaminarnos al comedor principal.En los años desde la muerte de padre había acabado por habituarme a ocupar lo que antes fuera su imponente sillón en la mesa, aunque aún me sentía incómodo sentándome a la cabecera como él hacía. Por eso me ubicaba a un lado, rodeado por mis hermanos,
Me cerré a todos, ansiando un momento de calma y soledad.Sabía que Risa no tardaría en regresar a su habitación, de modo que abrí el panel para escuchar cuando llegara y fui a pararme frente a mi ventana.Quería verla, saber cómo estaba, consolarla, cuidarla. Me abrumaba la culpa por haberla puesto en esa situación, y sentirme furioso con las humanas no servía para aliviar mi remordimiento.Al fin la oí entrar a su habitación. Me asomé al primer peldaño aguzando el oído. Trabó la puerta y permaneció allí, inmóvil. Luego la oí abrir la ventana y un rumor de papel, como si pasara páginas de un libro.Sin poder contenerme más, bajé la escalera a paso rápido. Oí su corazón latir desbocado. Sus palabras me detuvieron a dos escalones de su panel, demostrando que me había escuchado
Volví a avanzar entre los árboles y no tardé en tenerlas a la vista. Oí hablar a Risa, su voz más aguda por la rabia. Me atreví a acercarme más para escuchar qué decía.—¿Y todo por qué? Porque uno de tus parientes se ha encaprichado conmigo y me quiere en el sótano de su dormitorio, para poder visitarme a escondidas por la noche. Y no sólo no me deja verlo, también me cela constantemente. ¡Cuando ni siquiera sé su nombre! ¿Y ahora me entero que pronto se marchará a luchar durante meses? ¿Y yo qué? ¿Tendré que quedarme sola aquí, rezando para que regrese vivo?Sus palabras me sentaron como una bofetada. Advertí que me había detenido de pura sorpresa y seguí adelante. La forma en que Risa planteara su situación sonaba tan injusta, tan cruel. ¿Cómo era que nunca me h
Fue una larga noche insomne para mí, atormentado por mis remordimientos y la incertidumbre de lo que ocurriría en la mañana.Decidí que si Risa elegía regresar a la aldea, no al castillo, no la detendría. No tenía derecho. Mis sentimientos no importaban. Ya bastante los había antepuesto a su bienestar. La dejaría en libertad, sin volver a incomodarla.Se me ocurrió que tal vez pudiera pasar a verla después de la ofensiva. Entonces estaría a sólo semanas de cumplir la mayoría de edad. Podría revelarle quién era en realidad y, si aún abrigaba sentimientos por mí, tal vez…El crujido de ramas a mis espaldas interrumpió los patéticos intentos de hallar cualquier tipo de consuelo. Al mismo tiempo, uno de los caballos atados bajo la cueva despertó inquieto, bufó y pateó. Me incorporé de un salto,
Había pasado una hora bastante ocupada antes de cenar. Tan pronto regresara al castillo, había tenido que apurarme a recoger la ropa que dejara en la habitación de Risa el día anterior, antes que ella o alguien más la encontrara, y cerrar bien el panel. Luego me había reunido con madre y Mora, que me habían referido lo que mi sobrina aceptara confiarles de lo que hablara con mi pequeña durante su escapada al Atalaya.—¡Me regañó! ¡Mi hija! ¿Puedes creerlo? —había exclamado Mora, entre enfadada y divertida—. Pero una vez que se explicó, sólo pude darle la razón.Y madre y yo también lo hicimos después de escucharla. Aine había tenido el gran acierto de preguntarle a Risa qué le gustaría cambiar para que su vida entre nosotros fuera más placentera para ella, y su respuesta había resultado s