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Desayunaba solo, organizando las tareas del día, cuando Milo entró en mi estudio seguido por Garnik. El muchacho se había quedado descansando en el Bosque Rojo después de entregarle la carta de Noreia a mi hermano, y había llegado al castillo con las primeras luces, listo para reunirse con nosotros.

—¿Tú también estás listo para trabajar? —le pregunté a Milo burlón—. Creí que dormirías dos días más.

—Cállate, que no siento las piernas —gruñó, dejándose caer en su silla y frotándose los muslos—. En verdad necesito entrenar con los muchachos antes de la ofensiva.

Aunque no tenía información urgente para nosotros, Garnik sí tenía información valiosa.

Cuando recibiera mi último mensaje, autorizándolo a aguardar el regreso de Noreia, Mende

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