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Risa pasó otra mala noche, entre pesadillas y largos ratos despierta, en los que permanecía muy quieta, lágrimas silenciosas rodando por sus mejillas. Y a mí se me encogía el corazón de verla así, debatiéndome entre mi urgencia por estar a su lado y el peligro innecesario que implicaba intentar acercarme a ella en ese momento. Pronto, me repetía mientras las estrellas giraban sobre mi cabeza. Pronto nos reuniríamos y ya no volveríamos a separarnos.

Risa se levantó al alba, pálida y fatigada, y me obligué a apartarme de su ventana. Me alejé a los saltos hacia el bosque para cazar mi desayuno y desahogar mi impotencia.

Ese día convoqué al consejo para la mañana siguiente, antes que Baltar dejara el Valle para relevar a Mendel. Eran mis primos quienes pondrían objeciones a mi plan, y quería que los que partían hacia el norte emprendieran viaje con un mandato claro del cual no pudieran desviarse.

Al menos Brenan me dio buenas noticias por la tarde.

—Risa pasó

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