44.

Cristel

—¿De nuevo no vendrás? —resoplé con decepción.

—Lo siento, mi amor; Gian no me deja ni a sol ni a sombra, estamos con los últimos preparativos de la boda.

—Pero…

—Paciencia, mi amor, ya casi estamos juntas —dijo con tono meloso que me tranquilizó.

—Está bien, preciosa, tienes razón —respondí—. Lo que pasa es que ansío tocarte, besarte, creo que me hiciste más adicta a hacerte el amor.

Alba soltó una hermosa carcajada que me llenó el corazón de dicha.

—Yo también pienso en ti. Cada vez que él se corre en mí, pienso en cuanto te fascinaría probarme.

Mi boca se llena de saliva y, sin dudarlo un instante, llevo la mano a mi palpitante sexo.

—Quiero verte —gemí mientras me dejaba caer en la cama.

—Yo igual —susurró—. Ya que nos vayamos, lo haremos todo. No puedo esperar, amor, quiero meter mi lengua dentro de ti.

—Alba, basta —dije muy excitada y abriéndome de piernas.

—No, no, mi amor, es que de verdad quiero hacerlo, quiero comerte.

Su voz sonaba más ronca de lo usual, así que me
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