Cronicas Gatunas: Las aventuras de Micifuz y su familia

Cronicas Gatunas: Las aventuras de Micifuz y su familia ES

Fantasía
Constantino Napolinacio SS  Completo
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Resumen
Índice

¿La vida de un gato es Fácil? La respuesta es “No”. ¿Por qué? Porque en el mundo real, en las calles de la ciudad de un país tercer mundista, estas son crueles con todos, en especial con los más indefensos, entre ellos los animales. Uno de los animales más martirizados y la vez de los más amados con el pasar del tiempo son los gatos. En esta obra literaria se narrara las aventuras y desventuras de los hermanos gatunos: Kiri, Fernando, Michi y Micifuz. Que naciendo en el seno de una familia de clase media, por malentendidos familiares y por obra de la providencia, terminan cada uno recorriendo un camino diferente. Cada uno vivirá sus propias aventuras que a veces se entre lazaran entre ellas mismas y todos con la finalidad de garantizar su supervivencia. Kiri.- Es una gata muy floja, su historia se desarrollara dentro de un hogar donde la mayoría la tratan de maravilla, sin embargo, no siempre se es “monedita de oro” y alguien no la querra. Fernando.- Es un gato muy precavido, sus aventuras se llevaran a cabo en el vecindario, acompañado de su dueño aprenderán que hay personas sin escrúpulos y enfrentará sin buscar problemas a los llamados “malos vecinos”. Michi.- La más peleonera de todos, una gatita que se narraran sus hazañas logradas en las crueles calles y conocerá en carne propia los peligros que representan los jóvenes humanos para ella y todos en la cuadra. Micifuz “Gato”.- El más inocente de los 4, una mala jugada del destino provoco que terminara siendo un gato callejero. Se enfrentara a los problemas de ser un gato vagabundo, sin embargo, conforme pasa el tiempo es reclutado por un grupo muy singular llamado “Los viajeros de Plutón”, con la misión de salvar al mundo de la autodestrucción.

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1. Prólogo
Un olor fétido emanaba de varios charcos de agua con un color verdoso. A lo lejos se oía el sonido de las ranas, algunos saltamontes y el bullicio citadino. Pequeñas cucarachas asomaban sus antenas de vez en cuando por unos diminutos tubos que sobresalían de las paredes, y una pequeña corriente de agua pasaba a través de una bifurcación formada en el piso, de unos 30 centímetros de ancho. En este lugar se hallaba una casita de cartón y madera, edificada sobre una pequeña plataforma sostenida por unos barrotes, adherida a la cima de una pendiente y debajo de un puente por donde circulaban autos sin cesar, los cuales hacían que la endeble construcción se tambaleara a ratos. Era un día muy caluroso. El clima de la ciudad donde se localizaba este lugar era extremoso; bastaban unas horas para alcanzar 40 grados Celsius de día, y por la noche la temperatura descendía bajo cero. En una
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1. Prologo (Parte 2)
La pizzería tenía un protocolo que consistía en tirar la basura dos veces al día. Esta desagradable labor solían asignársela a los empleados nuevos, quienes detestaban a los animales porque siempre dejaban un desorden en la zona de los basureros. Por eso, cada vez que tenían oportunidad los corrían a puntapiés o escobazos. El gerente ya había recibido quejas de parte de comensales que presenciaban esas crueles escenas contra los animales. A un cliente le tocó ver cómo un perro mestizo, que había llegado a hurgar en un bote de basura, tiró este para sacar las bolsas de plástico con sobras de comida, morderlas y destruirlas con las patas para extraer el contenido. Entonces, un empleado de estatura media, tan flacucho que casi se le caía el uniforme, con la cara roja y llena de granos, ojos verdes como lama de río y cabellos rojos que asemejaban espaguetis, se top&oacu
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2. Pequeña familia gatuna (Parte 1)
Una pequeña familia gatuna yacía en una cajita —en cuyo fondo había un cojín rojo con un bordado de hilo color oro que decía “En Dios confío— al lado de un sofá reclinable. La madre era una gata tricolor (naranja, gris y blanco) de tamaño mediano y el padre era un gato gris, regordete y con la panza blanca; tenía la costumbre de colocarse junto a la hembra, y constantemente restregaba su hocico con el de ella (tal vez era una señal de cariño). En ese momento se hallaban unas bolitas de pelo mamando del vientre de la gata: ¡eran cuatro mininos recién nacidos! El primero era un macho, con un pelaje negro como la noche. Le seguían dos hembras tricolores; la única diferencia entre ellas era que uno de los pelajes tenía manchas negras y el otro era color gris. Por último, estaba el gato más pequeño en tamaño; su pelaje era blanco en
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2. Pequeña familia gatuna (Parte 2)
Todos esos sucesos empujaron a Steve a decirle a Ellie, dos días más tarde: “Mandaré a la fregada a todos los gatos”. Ellie respondió: “¡Estás loco! Son como niños pequeños, no saben lo que hacen. Tenles paciencia, conforme crezcan ya no lo harán”. La discusión se tornó más acalorada conforme pasaban los días. Steve prefirió dormir en otro cuarto, sin dirigirle la palabra a Ellie, y ella le correspondió dejándole de ayudar. El cuarto día, Ellie reflexionó en todo lo que había ocurrido unos días antes. En cierta parte entendía el disgusto de Steve, por eso aceptó hablar con él para llegar a un acuerdo. Finalmente, decidieron dar en adopción a tres gatos; Steve pagaría todo y tendría paciencia hasta que encontraran un buen hogar para ellos.Un día después, Ellie
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2. Pequeña familia gatuna (Parte 3)
Kiri fue la primera. Un niño gordinflón para su edad, de unos seis años, se acercó a la caja y de inmediato alzó a la gatita, la apretujó con fuerza contra su rechoncho cuerpo y la movió de un lado a otro. Luego gritó eufóricamente: “¡Amá, quiero a este gato!”. Kiri trató de encajarle las garras por miedo a salir volando, pero los brazos del niño estaban tan grasientos que se resbalaban. Ellie se percató de esto y se acercó rápidamente, le tocó la espalda con mucho cuidado y le comentó en tono amable: “Hijo, ten cuidado, le haces daño. Los animales también sienten; trátala mejor y ella te querrá, sé que eres un buen niño”. El pequeño volteó hacia ella, sonrió al recibir el cumplido y, haciéndole caso, cargó a la gatita con sumo cuidado. Sus padres solo esbozaro
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3. Los caminos de la vida (Parte 1).
Gio se llevó consigo la caja de los gatitos una vez que la recibió. No podía permanecer mucho tiempo con ella en la universidad donde estudiaba, pues debido a una política estaban prohibidas las mascotas y los animales ajenos, a no ser los que se utilizaban como conejillos de Indias. La idea de tener un gato después de mucho tiempo le agradaba, y lo demostró mirando en repetidas ocasiones dentro de la cajita mientras se dirigía a la parada del camión, ubicada aproximadamente 1 kilómetro al sur. Los tres gatitos, apretujados, lo miraban con ojos enormes como platos cada vez que se asomaba. Durante el trayecto, la gente miraba con recelo a Gio al ver que le susurraba a la cajita, pero él, acostumbrado a los metiches porque llevaba puesta la bata de laboratorio a todas partes, no prestaba atención a esas miradas acosadoras.Al abordar el transporte público, Gio colocó la cajita sobre el as
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3. Los caminos de la vida (Parte 2).
La colonia de Gio; estaba conformada únicamente por cuatro calles. El joven vivía en la segunda calle, viendo desde el supermercado, a la izquierda. Entre los colonos, la calle Granados era famosa por las extrañas personas que habitaban en ella. Por ejemplo, en la esquina —primera casa frente al parque, sobre la acera izquierda— vivía una mujer a la que apodaban “Señora Gallina”; tenía una voz muy escandalosa, era de complexión robusta y erguía su pecho con gran galantería: los amigos de Gio lo comparaban con el buche de una gallina. Tenía el cabello corto, estilo afro, teñido de color rojo, detalle que complementaba perfectamente su apodo. Las malas lenguas decían que, a veces, la mujer daba comida envenenada a los animales de la calle. El hogar de Gio se encontraba a tres casas de la esquina. La entrada estaba algo descuidada y la acera agrietada y destruida en algunas parte
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3. Los caminos de la vida (Parte 3).
Una vez dentro, tomaron asiento en la mesa más cercana a la entrada y continuaron charlando. Gio puso la cajita entre él y Andy. Ella le dijo que esperaría a Cheli para saber a cuál de las dos gatitas quería elegir. Después se acercó a la caja en varias ocasiones para abrirla; en una de ellas intentó tocar a las mininas, pero Michi le respondió con un zarpazo. Gio solo vio cómo su amiga hacía una mueca de dolor y retiraba con rapidez la mano para no resultar rasguñada. El joven le comentó a Andy que, de las dos gatitas, Michi era la más brava, con la intención de que no se aferrara a tocarla. La gente que estaba cerca de la mesa los veía con curiosidad y cuchicheaba sobre el contenido de la caja, pues los gatitos no dejaban de hacer ruido. Al sentirse observados, los jóvenes acercaron las sillas entre sí para lograr cubrir la caja con sus cuerpos y evitar los
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4. La saga de Kiri “1“ (1° Parte).
Cuando se retiró Andy a su casa aquel día, se llevó puesta a Kiri a modo de bufanda durante todo el camino, incluyendo su trayecto en el transporte público, lugar donde todas las personas la miraban extrañadas por cómo cargaba a la gatita. Creían que se trataba de algún tipo de bufanda realista, solo que a veces decía “Miau” con mucha flojera. Una vez que Andy llegó a casa, le mostró la criatura a sus dos pequeños hermanos: una niña de unos 10 años y un niño de siete. Ellos pensaron que se trataba de algún tipo de broma, pero al ver cómo Andy se quitaba a Kiri del cuello, la colocaba frente a ellos y la minina se ponía de pie y los miraba con sus grandes ojos, solo exclamaron al mismo tiempo: “¡Oh, sí es un gatito de verdad!”. Inmediatamente, la niña la alzó con ambas manos y, al igual que su hermana mayor, r
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4. La saga de Kiri “1“ (2° Parte).
Mientras los animales cenaban, cerca de la casa de Laika se movió un montículo de arena. De él empezó a emerger, unos 10 centímetros, algo que parecía una especie de pata color café; a un lado de ella brotó otra pata y, por último, salió una cabeza seguida de un gran montón de tierra. Era la tortuga Kame, quien volteó a ambos lados y divisó a lo lejos a Laika y a la nueva inquilina, que ella aún no conocía; estiró su largo cuello lo más que pudo para verla mejor. Kiri se sintió observada de alguna forma; cuando volvió la cabeza hacia la casa de Laika, se llevó una sorpresa al encontrar a un extraño animal viéndola fijamente. Un momento después, la perra notó que Kiri miraba en dirección a su casita; volteó hacia allá y, al ver de quién se trataba, por alguna razón tomó del pes
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