Mientras los animales cenaban, cerca de la casa de Laika se movió un montículo de arena. De él empezó a emerger, unos 10 centímetros, algo que parecía una especie de pata color café; a un lado de ella brotó otra pata y, por último, salió una cabeza seguida de un gran montón de tierra. Era la tortuga Kame, quien volteó a ambos lados y divisó a lo lejos a Laika y a la nueva inquilina, que ella aún no conocía; estiró su largo cuello lo más que pudo para verla mejor. Kiri se sintió observada de alguna forma; cuando volvió la cabeza hacia la casa de Laika, se llevó una sorpresa al encontrar a un extraño animal viéndola fijamente. Un momento después, la perra notó que Kiri miraba en dirección a su casita; volteó hacia allá y, al ver de quién se trataba, por alguna razón tomó del pes
El tercer fin de semana llegó, y las cosas comenzaron a ponerse más problemáticas. Cada dos o tres días, la tortuga se comía las croquetas de Kiri y Laika tenía que compartir su comida con ella. Andy y su familia se dieron cuenta de esto cuando uno de los niños tuvo la oportunidad de ver a ambas comiendo del mismo plato. Desde ese día en adelante, les tocó ver la misma escena a doña Mar, a don Pancho y a Andy. Al notar que el plato de Kiri estaba vacío en las mañanas, al principio creyeron que era porque la gatita comía mucho. Además, como eso no le molestaba en nada a Laika —al contrario, le agradaba, porque al momento de realizar dicha actividad movía eufóricamente la cola de un lado hacia otro como si fuera una especie de limpiaparabrisas, o eso es lo que Andy les contó a sus papás al ser testigo de la escena—, prestaban poca atención a ese hecho y salían para rellenar el pequeño plato con croquetas para gato. A partir de entonces, gracias a los ataques de Kame, Kiri y Laika estr
El sábado de la cuarta semana transcurrió como cualquier otro sábado, a excepción de algo: los padres de Andy no salieron de casa en todo el día. Doña Mar comentó que tenía pensado hacer un tutorial sobre cómo comprar cosas de la República Popular China y que estas llegaran en menos de dos semanas. Faltaba casi un mes para el Día de las Madres y ella sabía que los artículos en aquel país eran muy baratos y buenos para vender en esa fecha; además, tenía la esperanza de que alguien de su familia le comprara algo con la ayuda de ese tutorial. Don Pancho, por su parte, decidió enseñarle una dosis de mecánica a Andy usando el viejo Mustang para la práctica y proporcionándole los recursos y conocimientos necesarios para su reparación. Él solía decirle a la joven que ese sería su primer auto y que de ella depend&iacut
La familia acordó que Kiri pasaría la noche dentro de casa, y Andy se la llevó en su cajita a su cuarto. La casa era de dos pisos; al subir por las escaleras se llegaba a un recibidor que conectaba tres puertas: una del lado izquierdo, que llevaba al baño; una al frente, que conducía a un pequeño pasillo de 1 metro de ancho por 6 de largo, a cuyo lado izquierdo se hallaban 2 puertas: la primera era del cuarto de los niños y la segunda del cuarto de Andy, y la última puerta, a la derecha, que llevaba al cuarto de sus papás. Al entrar en su cuarto, la joven dejó la cajita de Kiri encima de un escritorio frente a la ventana; a un lado puso un envase vacío de mantequilla con croquetas y otro con un poco de agua, pero esa noche Kiri estaba muy adolorida para cenar.A la 1 a. m., unos minutos antes de irse a dormir, Andy bajó por un vaso de agua a la cocina; no se oía un solo sonido en toda l
Al finalizar el diálogo, el extraño pulpo les propuso conocer un poco los confines del espacio, aprovechando que estaban a bordo. Las gatitas querían ver de cerca cómo eran las estrellas, y el peculiar ser tenía ansias de mostrarles en qué consistía su misión. El pulpo humanoide gritó en un idioma irreconocible: “Titttng, tttaatitng, tutiattt”. De pronto, el lugar en el que se hallaban se volvió completamente transparente; Kiri y Michi entraron en pánico al creer que podían caer al vacío, pero una voz que resonó sus cabezas las tranquilizó: “No teman, solo es un efecto visual, aún seguimos dentro de mi nave. Si no me creen, palpen el suelo”. Ambas gatas empezaron a sentir sobre lo que estaban paradas y se dieron cuenta de que, en efecto, había un piso invisible. El extraño ser volvió a decir en su idioma “Tituutu”, y
Dos vecinos se encontraron caminando en el parque privado que estaba a espaldas de la casa de Andy. Uno era un señor gordo, muy alto —medía cerca de 2 metros—, de tez morena, que intentaba disimular su calvicie peinándose de lado y levantando la cara; aprovechaba su altura para evitar que vieran su pelona. Llevaba puesto un traje de manta blanco de pies a cabeza; tenía como característica que su labio inferior era más grande que el superior, y por esa peculiaridad su acompañante le decía “el Jetas”. El otro vecino era más chaparro, estaba flaco, pero tenía el vientre inflamado como los típicos borrachos; era moreno y estaba peinado como hombre mexicano de los 70 (cabello largo en la parte de la mollera, corto en ambos lados, y en la parte trasera largo y chino). Vestía una camisa de tirantes de un partido político local, shorts negros y unas chanclas. Su apodo era “el Chanclas”, pues incluso cuando iba a eventos importantes, nunca se las quitaba. Una de sus historias más fa
Por fin vio a Kiri, aferrada a uno de ellos como si su vida dependiera de eso. La joven la tomó con ambas manos, la llevó hacia ella con cuidado y le preguntó con cierto aire de duda: “Kiri, ¿cómo llegaste aquí?”. Por más que estiraba su cuerpecillo, no podía despegarla; sus garras estaban tan aferradas que se vio en la necesidad de hacerlo una por una. Cuando iba a iniciar esa labor, se percató de que las garras de Kiri estaban atoradas con pequeñas hilachas del abrigo; algunas hasta se habían enroscado en ellas. Al terminar de despegarla, Andy la llevó a su cajita. La gata, al ver los platitos de comida, caminó en dirección a ellos y empezó a alimentarse. Andy notó de inmediato que Kiri caminaba sin complicaciones. Recordó que momentos antes, al estirarla, no había maullado con dolor; además, ya no tenía el vendaje en la pata. La j
La madrugada de ese sábado, exactamente a las 3 a. m., una extraña luz emergió lentamente del cielo y cayó en la cajita donde se encontraba Kiri. Ella despertó y oyó una vocecilla diciendo en un lenguaje extraño dentro de su cabeza: “Tinngg, tan, tttin, tirri tun”. Momentos después, la luz se fue desvaneciendo poco a poco y el objeto negro de donde provenía desapareció. La gatita ignoró el hecho, se acomodó en otra posición y siguió durmiendo. El Chanclas, que estaba vigilando para encontrar pruebas del “alien”, fue testigo desde “su escondite” de aquella extraña escena. Gracias a que utilizaba una vieja cámara fotográfica, pudo captar el momento. Incapaz de contener su emoción por la hazaña lograda, gritó con fuerza “¡Eurekaaa!” una, dos y tres veces, hasta que su hijo de seis años, q
Aquella noche, el clima era muy agradable. Un pequeño viento soplaba suavemente la tierra del patio, formando un pequeño remolino de unos 30 centímetros ante ambas contendientes. Kame seguía acercándose temerariamente y Kiri bufaba como lo hacen los gatos cuando están a punto de pelearse. Al desaparecer la cortina de tierra frente a ellas, inició la batalla. Kame estiró el cuello para morder a Kiri, pero esta le lanzó un zarpazo. La tortuga contrajo el cuello para esquivarlo y avanzó en esa misma posición. Kiri dio un paso al frente e intentó atacar de nuevo; esta vez logró dar en el blanco, mas se dio cuenta de que la piel de Kame era muy gruesa para poder lastimarla de esa forma; necesitaba mayor potencia en sus patas. Entonces, la gatita se abalanzó sobre la tortuga para pescarle la cara, pero ella la ocultó rápidamente dentro de su caparazón. Kiri intentó