Cuando se retiró Andy a su casa aquel día, se llevó puesta a Kiri a modo de bufanda durante todo el camino, incluyendo su trayecto en el transporte público, lugar donde todas las personas la miraban extrañadas por cómo cargaba a la gatita. Creían que se trataba de algún tipo de bufanda realista, solo que a veces decía “Miau” con mucha flojera. Una vez que Andy llegó a casa, le mostró la criatura a sus dos pequeños hermanos: una niña de unos 10 años y un niño de siete. Ellos pensaron que se trataba de algún tipo de broma, pero al ver cómo Andy se quitaba a Kiri del cuello, la colocaba frente a ellos y la minina se ponía de pie y los miraba con sus grandes ojos, solo exclamaron al mismo tiempo: “¡Oh, sí es un gatito de verdad!”. Inmediatamente, la niña la alzó con ambas manos y, al igual que su hermana mayor, r
Mientras los animales cenaban, cerca de la casa de Laika se movió un montículo de arena. De él empezó a emerger, unos 10 centímetros, algo que parecía una especie de pata color café; a un lado de ella brotó otra pata y, por último, salió una cabeza seguida de un gran montón de tierra. Era la tortuga Kame, quien volteó a ambos lados y divisó a lo lejos a Laika y a la nueva inquilina, que ella aún no conocía; estiró su largo cuello lo más que pudo para verla mejor. Kiri se sintió observada de alguna forma; cuando volvió la cabeza hacia la casa de Laika, se llevó una sorpresa al encontrar a un extraño animal viéndola fijamente. Un momento después, la perra notó que Kiri miraba en dirección a su casita; volteó hacia allá y, al ver de quién se trataba, por alguna razón tomó del pes
El tercer fin de semana llegó, y las cosas comenzaron a ponerse más problemáticas. Cada dos o tres días, la tortuga se comía las croquetas de Kiri y Laika tenía que compartir su comida con ella. Andy y su familia se dieron cuenta de esto cuando uno de los niños tuvo la oportunidad de ver a ambas comiendo del mismo plato. Desde ese día en adelante, les tocó ver la misma escena a doña Mar, a don Pancho y a Andy. Al notar que el plato de Kiri estaba vacío en las mañanas, al principio creyeron que era porque la gatita comía mucho. Además, como eso no le molestaba en nada a Laika —al contrario, le agradaba, porque al momento de realizar dicha actividad movía eufóricamente la cola de un lado hacia otro como si fuera una especie de limpiaparabrisas, o eso es lo que Andy les contó a sus papás al ser testigo de la escena—, prestaban poca atención a ese hecho y salían para rellenar el pequeño plato con croquetas para gato. A partir de entonces, gracias a los ataques de Kame, Kiri y Laika estr
El sábado de la cuarta semana transcurrió como cualquier otro sábado, a excepción de algo: los padres de Andy no salieron de casa en todo el día. Doña Mar comentó que tenía pensado hacer un tutorial sobre cómo comprar cosas de la República Popular China y que estas llegaran en menos de dos semanas. Faltaba casi un mes para el Día de las Madres y ella sabía que los artículos en aquel país eran muy baratos y buenos para vender en esa fecha; además, tenía la esperanza de que alguien de su familia le comprara algo con la ayuda de ese tutorial. Don Pancho, por su parte, decidió enseñarle una dosis de mecánica a Andy usando el viejo Mustang para la práctica y proporcionándole los recursos y conocimientos necesarios para su reparación. Él solía decirle a la joven que ese sería su primer auto y que de ella depend&iacut
La familia acordó que Kiri pasaría la noche dentro de casa, y Andy se la llevó en su cajita a su cuarto. La casa era de dos pisos; al subir por las escaleras se llegaba a un recibidor que conectaba tres puertas: una del lado izquierdo, que llevaba al baño; una al frente, que conducía a un pequeño pasillo de 1 metro de ancho por 6 de largo, a cuyo lado izquierdo se hallaban 2 puertas: la primera era del cuarto de los niños y la segunda del cuarto de Andy, y la última puerta, a la derecha, que llevaba al cuarto de sus papás. Al entrar en su cuarto, la joven dejó la cajita de Kiri encima de un escritorio frente a la ventana; a un lado puso un envase vacío de mantequilla con croquetas y otro con un poco de agua, pero esa noche Kiri estaba muy adolorida para cenar.A la 1 a. m., unos minutos antes de irse a dormir, Andy bajó por un vaso de agua a la cocina; no se oía un solo sonido en toda l
Al finalizar el diálogo, el extraño pulpo les propuso conocer un poco los confines del espacio, aprovechando que estaban a bordo. Las gatitas querían ver de cerca cómo eran las estrellas, y el peculiar ser tenía ansias de mostrarles en qué consistía su misión. El pulpo humanoide gritó en un idioma irreconocible: “Titttng, tttaatitng, tutiattt”. De pronto, el lugar en el que se hallaban se volvió completamente transparente; Kiri y Michi entraron en pánico al creer que podían caer al vacío, pero una voz que resonó sus cabezas las tranquilizó: “No teman, solo es un efecto visual, aún seguimos dentro de mi nave. Si no me creen, palpen el suelo”. Ambas gatas empezaron a sentir sobre lo que estaban paradas y se dieron cuenta de que, en efecto, había un piso invisible. El extraño ser volvió a decir en su idioma “Tituutu”, y
Dos vecinos se encontraron caminando en el parque privado que estaba a espaldas de la casa de Andy. Uno era un señor gordo, muy alto —medía cerca de 2 metros—, de tez morena, que intentaba disimular su calvicie peinándose de lado y levantando la cara; aprovechaba su altura para evitar que vieran su pelona. Llevaba puesto un traje de manta blanco de pies a cabeza; tenía como característica que su labio inferior era más grande que el superior, y por esa peculiaridad su acompañante le decía “el Jetas”. El otro vecino era más chaparro, estaba flaco, pero tenía el vientre inflamado como los típicos borrachos; era moreno y estaba peinado como hombre mexicano de los 70 (cabello largo en la parte de la mollera, corto en ambos lados, y en la parte trasera largo y chino). Vestía una camisa de tirantes de un partido político local, shorts negros y unas chanclas. Su apodo era “el Chanclas”, pues incluso cuando iba a eventos importantes, nunca se las quitaba. Una de sus historias más fa
Por fin vio a Kiri, aferrada a uno de ellos como si su vida dependiera de eso. La joven la tomó con ambas manos, la llevó hacia ella con cuidado y le preguntó con cierto aire de duda: “Kiri, ¿cómo llegaste aquí?”. Por más que estiraba su cuerpecillo, no podía despegarla; sus garras estaban tan aferradas que se vio en la necesidad de hacerlo una por una. Cuando iba a iniciar esa labor, se percató de que las garras de Kiri estaban atoradas con pequeñas hilachas del abrigo; algunas hasta se habían enroscado en ellas. Al terminar de despegarla, Andy la llevó a su cajita. La gata, al ver los platitos de comida, caminó en dirección a ellos y empezó a alimentarse. Andy notó de inmediato que Kiri caminaba sin complicaciones. Recordó que momentos antes, al estirarla, no había maullado con dolor; además, ya no tenía el vendaje en la pata. La j
La madrugada de ese sábado, exactamente a las 3 a. m., una extraña luz emergió lentamente del cielo y cayó en la cajita donde se encontraba Kiri. Ella despertó y oyó una vocecilla diciendo en un lenguaje extraño dentro de su cabeza: “Tinngg, tan, tttin, tirri tun”. Momentos después, la luz se fue desvaneciendo poco a poco y el objeto negro de donde provenía desapareció. La gatita ignoró el hecho, se acomodó en otra posición y siguió durmiendo. El Chanclas, que estaba vigilando para encontrar pruebas del “alien”, fue testigo desde “su escondite” de aquella extraña escena. Gracias a que utilizaba una vieja cámara fotográfica, pudo captar el momento. Incapaz de contener su emoción por la hazaña lograda, gritó con fuerza “¡Eurekaaa!” una, dos y tres veces, hasta que su hijo de seis años, q