Isabella aprendió que la vida no era como en los cuentos de hadas, que la vida no era color rosa. Sin embargo, nadie escapa de las «garras» del amor e Isabella no fue la excepción. Se enamoró y sufrió y, cuando creyó que podría darle una segunda oportunidad al amor, volvió a sufrir. Un engaño. Un desamor. Un corazón roto. Un corazón gélido. A veces los designios del destino son… caprichosos. Un accidente. Un sueño. Un chico. ↔↔ Valentín se propuso ser alguien diferente cuando sufrió, en más de una ocasión, por amor. Decidió dejar de ser el chico gentil, amable, romántico y cursi. Se propuso ser de esos chicos celosos, egoístas y posesivos con tal de no sufrir nuevamente por amor. Valentín creyó que podría lograrlo hasta que conoce a una chica que pondrá en tela de juicio sus decisiones. Valentín tendrá que luchar, tendrá que demostrar que sus sentimientos son sinceros y, quizá, consiga conquistar el corazón gélido de esa chica. Obra registrada en Safe Creative. No se permite copia total o parcial. Todos los derechos reservados.
Leer más*Valentín*Un centenar de fotografías decoraban las paredes del enorme living. Cada una contando una historia distinta, única y perfecta. Son nuestras memorias, las que hemos petrificado en papel y enmarcadas para que podamos verlas cada día.Diez años y el tiempo sigue corriendo. Puedo decir, con toda certeza, que cada día es único e irrepetible porque con Isabella y mis hijos todo es así, espontáneo. No existe una rutina a la cual someternos ni siquiera en el trabajo. No sabría de qué manera explicarlo, solo puedo decir que somos felices. Ha pasado tantas cosas, situaciones que nos hicieron poner a prueba nuestro amor, pero la confianza y comunicación van de la mano, es el conjunto que nos mantiene más que unidos. Hoy día no solo nos comunicamos con palabras, lo hacemos con la mirada porque nos conocemos muy bien al punto de saber lo que piensa el otro. Sin embargo, a veces también discutimos y es algo normal, pero la discordia no dura más que unos minutos. Ninguno está dispuesto a
*Valentín*Seis años hace que contraje matrimonio con Isabella y no todos los planes salieron como predije. Sin embargo, si hay algo que he aprendido y que me ha enseñado mi esposa, es que nada sale cómo uno lo planifica. Ningún matrimonio es perfecto y el nuestro, por supuesto, no es la excepción. Discusiones, desacuerdos, incluso hasta dormir en el sofá del living o en algunos de los cuartos de huéspedes es, dentro de todo, normal en nuestro matrimonio. Parece que fue ayer cuando dimos el «sí, acepto» y unimos nuestras vidas en una sola, por siempre. Sí, por más años que pasen, sigo siendo el mismo cursi sin remedio de cuando era más joven. El resto de la historia, supongo que puedo resumirla. Trabajé en la empresa, con mi madre, pero, paralelo a ello, estuve haciendo mis propios proyectos y trabajos, el camino fue muy tedioso, pero valió la pena. Hoy día tengo mi propia empresa, soy dueño y jefe y nunca creí llegar tan lejos, pero no estoy solo. Hace dos años atrás, hice a Jacob
*Valentín*El paisaje había cambiado radicalmente y ver de soslayo el rostro lleno de confusión de mi prometida era un disfrute pleno. Por mucho meses he ocultado el por qué de mis repentinas ausencias, pero creo que valdrá la pena.—Val, ¿dónde estamos?—Ya lo verás —comenté, doblando por fin en la recta final—. Llegamos.—Pero, ¿qué se supone hacemos aquí? —cuestionó—. Espero y no sea otra de tus locuras porque…—Ven y lo sabrás —invité. Si bien es cierto que durante todo el tiempo que llevamos de relación hice algunas que otras locuras, pero todas fueron buenas y sanas. No entraré en detalles. Una vez fuera del auto, ceñí su mano y la guié hasta la entrada de un enorme portón de rejas. Lo abrí y caminamos por el pasillo que conducía a la puerta principal.—Aguarda, Val, qué…—Isabella, quizá esto sea precipitado y, bueno… —Frené los pasos, situándome frente a ella—. Soy consciente de que he ocultado cosas este último tiempo, pero todo tiene una razón —Metí la mano libre dentro del
Muchos meses después. *Isabella*—Hija, apresúrate o llegarás tarde.—Ya estoy lista —Abrí la puerta, mamá esbozaba una radiante sonrisa—. Estoy un poco nerviosa. —Lo harás muy bien, Bella —La seguridad en su voz me brindó algo de sosiego—. Ten más confianza en ti misma, ¿de acuerdo?—Bien. Gracias, mamá —espeté. Besé sus mejillas mientras ella murmuraba un «buena suerte» y nos despedimos. Hoy sería el primer día en que estaría al mando de la próxima campaña, por decirlo de alguna manera. En la empresa —para la cual he estado trabajando más de un año como publicista—, me han ascendido. Mi trabajo ya no consistirá en realizar generaciones de imágenes corporativas, armado y difusión de mensajes publicitarios. Un nuevo desafío se ha presentado y, por supuesto, acepté más que encantada. Sin embargo, el hecho de estar al mando de una nueva campaña me resulta un tanto complejo, sobre todo porque sé que debo mantener un nivel de profesionalismo más estricto. En resumen, hoy será el prime
*Valentín*—Bienvenidos al día entre los días. El día que tanto han soñado, pero no por ello significa que el sueño concluyó. Es el comienzo de una nueva etapa, una que está allí afuera de este campus, de esta universidad. Todos ustedes, aquí presente, han pasado por tantas emociones a lo largo de estos años y es, sin dudas,…Dejé de oír el discurso del rector. Sí, era mi graduación, pero el discurso me estaba dando sueño.Volteando con disimulo, divisé a Jacob y Crystal. Jacob sonrió lobuno e hizo una señal de que prestase atención al discurso. Negué con la cabeza y volví la mirada al frente.—Finalmente llegó el momento de despedirnos de ustedes, abandonan nuestras aulas y antes de su partida, deseamos que lo hagan con visión de futuro. Celebremos todos juntos y con gran satisfacción al lado de quien les entrega el título que los designa como graduados y profesionales. Felicidades.Un unísono aplauso se dejó escuchar en todo el auditorio conjunto a silbidos y gritos. Luego del albo
*Isabella*No fui sensata, sino hasta después, de saber que mis palabras y preguntas jamás tendrían respuestas. Fui una tonta al suponer que ellos me aceptarían de nuevo cuando en realidad ya no pueden hacerlo, no ahora ni nunca. La presión dentro de mi pecho siguió creciendo y dejé salir las lágrimas, aquellas que por tantos años estuve reteniendo. Hablé a unas lápidas, a unas frías y desoladas lápidas. Lo ínfimo fue el hecho de que terminé sentada sobre la nieve, acariciando el aterido mármol y sollozando como una niña pequeña. Mi madre, otra vez, tuvo razón; ella dijo que debería dejarme llevar por lo que dicta mi corazón y fue lo que hice. Lloré, maldije, reproché, cuestioné, conté, los llamé y las réplicas nunca llegaron. Y, entonces, terminé aceptando la realidad, otra vez. (Ellos se habían marchado y me enteré después de año y medio por unas personas que nunca vi en mi vida, personas que habían llegado a la universidad. Personas que, supe después de hablar con estas, que eran
*Valentín*Dos semanas después.Rendí el último examen, lo cual significaba dos horas sin hacer nada. Este tiempo ha sido exhausto, las obligaciones fueron muchas, los deberes, trabajos, talleres y la exposición, acabaron por dejarme sin ánimos de nada —en lo que respecta a estudiar. Por otro lado, la alegría que afloraba por cada recoveco de mí ser no era para menos. Las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina y tendría tiempo de sobra para pasar con mi novia. Llegué a la cafetería y el lugar se encontraba bastante solitario puesto que la mayoría aún permanecían en los distintos salones presentando los últimos exámenes y demás. Pedí un café y salí rumbo al espacio verde. El frío se sentía cada un poco más y el follaje de los árboles mutaban en distintas gamas de colores. Me senté en el césped y de la mochila saqué un libro. Lectura y música. Todo marchaba relativamente calmo hasta que sentí una presencia a mi lado o, mejor dicho, dos presencias. —Hey, ¿qué tal, Valentín? —preg
*Isabella*—Llegamos —Fruncí un poco el ceño—. Espero que todo sea de tu agrado.—Valentín —espeté, mirando a través de la ventanilla—. Este lugar es…—Lo es —Apagó el motor del coche—. Aquí tuvimos nuestra primera cita.—Eres… Increíble es poco —profesé.Desabroché el cinturón, bajo la expectante mirada de mi novio mientras él hacía lo mismo con el suyo.—No estás enojada, ¿o sí? —Hice un mohín con los labios—. Sé que tenías que ir a trabajar a la cafetería y yo… —Valentín, no estoy enojada ni nada por el estilo —refuté de inmediato.—Bien, eso es bueno —imperó—. Está bien. Verás que haré que esta cita sea inolvidable para los dos.—Mhm, ya lo creo —comenté. ~*~Tuvimos un almuerzo bastante tardío entre risas y charlas sin tanta importancia. Un camarero —una vez retiró todos los utensilios y demás— depositó sobre la mesa, frente a mí, una taza con un humeante y exquisito café cortado y un plato con una porción de pastel de manzanas.Luego de dejar el restaurante, Valentín me conduj
*Valentín*El fin de semana fue clave y decisivo. El sábado por la tarde aprendí una de las lecciones que hasta ese momento no lo sabía, no lo había experimentado. Dejé —por primera vez— los celos a un lado, centrándome únicamente en la persona que me importa, respetando todo su entorno y si eso significó tener que escuchar a Jacob explicando el por qué llevaba puesto un vestido muy ceñido a su cuerpo y el cómo conocía a Gina… Y el cómo Crystal estaba tan sonriente viéndome fruncir el ceño al oír el vómito verbal de Isabella mientras me explicaba la situación… Bueno, supongo que las cosas no podrían estar tan mejor.Y ahora, casi una semana después, puedo decir con toda la seguridad del mundo que tengo a la chica de mi vida a mi lado y un círculo, aunque pequeño, de amigos que son las