*Valentín*Dos semanas después.Rendí el último examen, lo cual significaba dos horas sin hacer nada. Este tiempo ha sido exhausto, las obligaciones fueron muchas, los deberes, trabajos, talleres y la exposición, acabaron por dejarme sin ánimos de nada —en lo que respecta a estudiar. Por otro lado, la alegría que afloraba por cada recoveco de mí ser no era para menos. Las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina y tendría tiempo de sobra para pasar con mi novia. Llegué a la cafetería y el lugar se encontraba bastante solitario puesto que la mayoría aún permanecían en los distintos salones presentando los últimos exámenes y demás. Pedí un café y salí rumbo al espacio verde. El frío se sentía cada un poco más y el follaje de los árboles mutaban en distintas gamas de colores. Me senté en el césped y de la mochila saqué un libro. Lectura y música. Todo marchaba relativamente calmo hasta que sentí una presencia a mi lado o, mejor dicho, dos presencias. —Hey, ¿qué tal, Valentín? —preg
*Isabella*No fui sensata, sino hasta después, de saber que mis palabras y preguntas jamás tendrían respuestas. Fui una tonta al suponer que ellos me aceptarían de nuevo cuando en realidad ya no pueden hacerlo, no ahora ni nunca. La presión dentro de mi pecho siguió creciendo y dejé salir las lágrimas, aquellas que por tantos años estuve reteniendo. Hablé a unas lápidas, a unas frías y desoladas lápidas. Lo ínfimo fue el hecho de que terminé sentada sobre la nieve, acariciando el aterido mármol y sollozando como una niña pequeña. Mi madre, otra vez, tuvo razón; ella dijo que debería dejarme llevar por lo que dicta mi corazón y fue lo que hice. Lloré, maldije, reproché, cuestioné, conté, los llamé y las réplicas nunca llegaron. Y, entonces, terminé aceptando la realidad, otra vez. (Ellos se habían marchado y me enteré después de año y medio por unas personas que nunca vi en mi vida, personas que habían llegado a la universidad. Personas que, supe después de hablar con estas, que eran
*Valentín*—Bienvenidos al día entre los días. El día que tanto han soñado, pero no por ello significa que el sueño concluyó. Es el comienzo de una nueva etapa, una que está allí afuera de este campus, de esta universidad. Todos ustedes, aquí presente, han pasado por tantas emociones a lo largo de estos años y es, sin dudas,…Dejé de oír el discurso del rector. Sí, era mi graduación, pero el discurso me estaba dando sueño.Volteando con disimulo, divisé a Jacob y Crystal. Jacob sonrió lobuno e hizo una señal de que prestase atención al discurso. Negué con la cabeza y volví la mirada al frente.—Finalmente llegó el momento de despedirnos de ustedes, abandonan nuestras aulas y antes de su partida, deseamos que lo hagan con visión de futuro. Celebremos todos juntos y con gran satisfacción al lado de quien les entrega el título que los designa como graduados y profesionales. Felicidades.Un unísono aplauso se dejó escuchar en todo el auditorio conjunto a silbidos y gritos. Luego del albo
Muchos meses después. *Isabella*—Hija, apresúrate o llegarás tarde.—Ya estoy lista —Abrí la puerta, mamá esbozaba una radiante sonrisa—. Estoy un poco nerviosa. —Lo harás muy bien, Bella —La seguridad en su voz me brindó algo de sosiego—. Ten más confianza en ti misma, ¿de acuerdo?—Bien. Gracias, mamá —espeté. Besé sus mejillas mientras ella murmuraba un «buena suerte» y nos despedimos. Hoy sería el primer día en que estaría al mando de la próxima campaña, por decirlo de alguna manera. En la empresa —para la cual he estado trabajando más de un año como publicista—, me han ascendido. Mi trabajo ya no consistirá en realizar generaciones de imágenes corporativas, armado y difusión de mensajes publicitarios. Un nuevo desafío se ha presentado y, por supuesto, acepté más que encantada. Sin embargo, el hecho de estar al mando de una nueva campaña me resulta un tanto complejo, sobre todo porque sé que debo mantener un nivel de profesionalismo más estricto. En resumen, hoy será el prime
*Valentín*El paisaje había cambiado radicalmente y ver de soslayo el rostro lleno de confusión de mi prometida era un disfrute pleno. Por mucho meses he ocultado el por qué de mis repentinas ausencias, pero creo que valdrá la pena.—Val, ¿dónde estamos?—Ya lo verás —comenté, doblando por fin en la recta final—. Llegamos.—Pero, ¿qué se supone hacemos aquí? —cuestionó—. Espero y no sea otra de tus locuras porque…—Ven y lo sabrás —invité. Si bien es cierto que durante todo el tiempo que llevamos de relación hice algunas que otras locuras, pero todas fueron buenas y sanas. No entraré en detalles. Una vez fuera del auto, ceñí su mano y la guié hasta la entrada de un enorme portón de rejas. Lo abrí y caminamos por el pasillo que conducía a la puerta principal.—Aguarda, Val, qué…—Isabella, quizá esto sea precipitado y, bueno… —Frené los pasos, situándome frente a ella—. Soy consciente de que he ocultado cosas este último tiempo, pero todo tiene una razón —Metí la mano libre dentro del
*Valentín*Seis años hace que contraje matrimonio con Isabella y no todos los planes salieron como predije. Sin embargo, si hay algo que he aprendido y que me ha enseñado mi esposa, es que nada sale cómo uno lo planifica. Ningún matrimonio es perfecto y el nuestro, por supuesto, no es la excepción. Discusiones, desacuerdos, incluso hasta dormir en el sofá del living o en algunos de los cuartos de huéspedes es, dentro de todo, normal en nuestro matrimonio. Parece que fue ayer cuando dimos el «sí, acepto» y unimos nuestras vidas en una sola, por siempre. Sí, por más años que pasen, sigo siendo el mismo cursi sin remedio de cuando era más joven. El resto de la historia, supongo que puedo resumirla. Trabajé en la empresa, con mi madre, pero, paralelo a ello, estuve haciendo mis propios proyectos y trabajos, el camino fue muy tedioso, pero valió la pena. Hoy día tengo mi propia empresa, soy dueño y jefe y nunca creí llegar tan lejos, pero no estoy solo. Hace dos años atrás, hice a Jacob
*Valentín*Un centenar de fotografías decoraban las paredes del enorme living. Cada una contando una historia distinta, única y perfecta. Son nuestras memorias, las que hemos petrificado en papel y enmarcadas para que podamos verlas cada día.Diez años y el tiempo sigue corriendo. Puedo decir, con toda certeza, que cada día es único e irrepetible porque con Isabella y mis hijos todo es así, espontáneo. No existe una rutina a la cual someternos ni siquiera en el trabajo. No sabría de qué manera explicarlo, solo puedo decir que somos felices. Ha pasado tantas cosas, situaciones que nos hicieron poner a prueba nuestro amor, pero la confianza y comunicación van de la mano, es el conjunto que nos mantiene más que unidos. Hoy día no solo nos comunicamos con palabras, lo hacemos con la mirada porque nos conocemos muy bien al punto de saber lo que piensa el otro. Sin embargo, a veces también discutimos y es algo normal, pero la discordia no dura más que unos minutos. Ninguno está dispuesto a
Cuando era niña creía que nada era imposible. Era feliz pensando de esa manera, quizá porque solo era una niña y la inocencia formaba parte de uno mismo como un todo.¿Una infancia feliz? Sí, hasta que cumplí 14 años. La adolescencia fue algo más que cambios físicos y hormonales porque trajo consigo algo más. Supuse que algo andaba mal conmigo cuando mis amigas comenzaron a hablar sobre chicos; algo completamente típico a esa edad, pero yo… A mí no me interesaba hablar solo de chicos. Al principio pensé que era común, no todos los adolescentes son iguales y creí que, tal vez, con el tiempo lograría estar tan embobada hablando con mis amigas sobre muchachos, pero no fue así.Conforme pasaba el tiempo me daba cuenta de que miraba a las chicas y chicos por igual. Qué ironía, ¿verdad? La primera vez que me di cuenta