*Valentín*—Bienvenidos al día entre los días. El día que tanto han soñado, pero no por ello significa que el sueño concluyó. Es el comienzo de una nueva etapa, una que está allí afuera de este campus, de esta universidad. Todos ustedes, aquí presente, han pasado por tantas emociones a lo largo de estos años y es, sin dudas,…Dejé de oír el discurso del rector. Sí, era mi graduación, pero el discurso me estaba dando sueño.Volteando con disimulo, divisé a Jacob y Crystal. Jacob sonrió lobuno e hizo una señal de que prestase atención al discurso. Negué con la cabeza y volví la mirada al frente.—Finalmente llegó el momento de despedirnos de ustedes, abandonan nuestras aulas y antes de su partida, deseamos que lo hagan con visión de futuro. Celebremos todos juntos y con gran satisfacción al lado de quien les entrega el título que los designa como graduados y profesionales. Felicidades.Un unísono aplauso se dejó escuchar en todo el auditorio conjunto a silbidos y gritos. Luego del albo
Muchos meses después. *Isabella*—Hija, apresúrate o llegarás tarde.—Ya estoy lista —Abrí la puerta, mamá esbozaba una radiante sonrisa—. Estoy un poco nerviosa. —Lo harás muy bien, Bella —La seguridad en su voz me brindó algo de sosiego—. Ten más confianza en ti misma, ¿de acuerdo?—Bien. Gracias, mamá —espeté. Besé sus mejillas mientras ella murmuraba un «buena suerte» y nos despedimos. Hoy sería el primer día en que estaría al mando de la próxima campaña, por decirlo de alguna manera. En la empresa —para la cual he estado trabajando más de un año como publicista—, me han ascendido. Mi trabajo ya no consistirá en realizar generaciones de imágenes corporativas, armado y difusión de mensajes publicitarios. Un nuevo desafío se ha presentado y, por supuesto, acepté más que encantada. Sin embargo, el hecho de estar al mando de una nueva campaña me resulta un tanto complejo, sobre todo porque sé que debo mantener un nivel de profesionalismo más estricto. En resumen, hoy será el prime
*Valentín*El paisaje había cambiado radicalmente y ver de soslayo el rostro lleno de confusión de mi prometida era un disfrute pleno. Por mucho meses he ocultado el por qué de mis repentinas ausencias, pero creo que valdrá la pena.—Val, ¿dónde estamos?—Ya lo verás —comenté, doblando por fin en la recta final—. Llegamos.—Pero, ¿qué se supone hacemos aquí? —cuestionó—. Espero y no sea otra de tus locuras porque…—Ven y lo sabrás —invité. Si bien es cierto que durante todo el tiempo que llevamos de relación hice algunas que otras locuras, pero todas fueron buenas y sanas. No entraré en detalles. Una vez fuera del auto, ceñí su mano y la guié hasta la entrada de un enorme portón de rejas. Lo abrí y caminamos por el pasillo que conducía a la puerta principal.—Aguarda, Val, qué…—Isabella, quizá esto sea precipitado y, bueno… —Frené los pasos, situándome frente a ella—. Soy consciente de que he ocultado cosas este último tiempo, pero todo tiene una razón —Metí la mano libre dentro del
*Valentín*Seis años hace que contraje matrimonio con Isabella y no todos los planes salieron como predije. Sin embargo, si hay algo que he aprendido y que me ha enseñado mi esposa, es que nada sale cómo uno lo planifica. Ningún matrimonio es perfecto y el nuestro, por supuesto, no es la excepción. Discusiones, desacuerdos, incluso hasta dormir en el sofá del living o en algunos de los cuartos de huéspedes es, dentro de todo, normal en nuestro matrimonio. Parece que fue ayer cuando dimos el «sí, acepto» y unimos nuestras vidas en una sola, por siempre. Sí, por más años que pasen, sigo siendo el mismo cursi sin remedio de cuando era más joven. El resto de la historia, supongo que puedo resumirla. Trabajé en la empresa, con mi madre, pero, paralelo a ello, estuve haciendo mis propios proyectos y trabajos, el camino fue muy tedioso, pero valió la pena. Hoy día tengo mi propia empresa, soy dueño y jefe y nunca creí llegar tan lejos, pero no estoy solo. Hace dos años atrás, hice a Jacob
*Valentín*Un centenar de fotografías decoraban las paredes del enorme living. Cada una contando una historia distinta, única y perfecta. Son nuestras memorias, las que hemos petrificado en papel y enmarcadas para que podamos verlas cada día.Diez años y el tiempo sigue corriendo. Puedo decir, con toda certeza, que cada día es único e irrepetible porque con Isabella y mis hijos todo es así, espontáneo. No existe una rutina a la cual someternos ni siquiera en el trabajo. No sabría de qué manera explicarlo, solo puedo decir que somos felices. Ha pasado tantas cosas, situaciones que nos hicieron poner a prueba nuestro amor, pero la confianza y comunicación van de la mano, es el conjunto que nos mantiene más que unidos. Hoy día no solo nos comunicamos con palabras, lo hacemos con la mirada porque nos conocemos muy bien al punto de saber lo que piensa el otro. Sin embargo, a veces también discutimos y es algo normal, pero la discordia no dura más que unos minutos. Ninguno está dispuesto a
Cuando era niña creía que nada era imposible. Era feliz pensando de esa manera, quizá porque solo era una niña y la inocencia formaba parte de uno mismo como un todo.¿Una infancia feliz? Sí, hasta que cumplí 14 años. La adolescencia fue algo más que cambios físicos y hormonales porque trajo consigo algo más. Supuse que algo andaba mal conmigo cuando mis amigas comenzaron a hablar sobre chicos; algo completamente típico a esa edad, pero yo… A mí no me interesaba hablar solo de chicos. Al principio pensé que era común, no todos los adolescentes son iguales y creí que, tal vez, con el tiempo lograría estar tan embobada hablando con mis amigas sobre muchachos, pero no fue así.Conforme pasaba el tiempo me daba cuenta de que miraba a las chicas y chicos por igual. Qué ironía, ¿verdad? La primera vez que me di cuenta
Nunca supe que fue de Gina, supongo que con todo lo que pasó, prefirió alejarse de mí y la entendí. Además, no tuve las ganas necesarias para saber de ella.Pasé los siguiente cuatros meses más duros, fríos y solitarios de mi vida y, con ellos, se sumaban nuevos sentimientos. Egoísmo, orgullo, vanidad, soledad… frialdad. Mi cumpleaños número 18 lo pasé en un parque, comiendo un pote de frutas que había sido parte de un pago, junto a unos cuantos billetes, después de haber limpiado los baños de un restaurante. Aun así, fui feliz, era libre, pero aquella libertad no era como la hubiese deseado.Comencé a trabajar de camarera en una cafetería y fue cuando la conocí. Iba todas las tardes a tomar el té y, casi siempre, yo era la encargada de atender su mesa. Primero fueron saludos cordiales, como con todos los clientes; pas
Luego de ir al sanitario, mojarme el rostro, limpiarme el brazo y posterior de haber colocado la bandita, regresé al salón de clases.Todos hablando, gritando, riendo, como si estuviesen en un medio de un partido de fútbol. La razón, teníamos una hora libre. No era la primera vez que sucedía así que me dediqué a lo que mejor que sabía hacer, auriculares puesto, música tranquila y lectura.Quizá había pasado unos 10 minutos cuando la puerta se abrió de par en par y el ruido de estas chocando con las paredes hizo que, por inercia, levantase la mirada y me quitase los auriculares. Todo un mar de estudiantes corrieron hasta sus puesto, algunos se tropezaban a mitad de la avalancha. La profesora era la que menos paciencia tenía, pero no ingresó la mujer cincuentona con lentes y con humor de perros que todos estaban esperando, sino un chico. No recuerdo haberlo visto o ta