Ingresamos a casa, riéndonos. Valentín no dejó de decir tonterías durante todo el trayecto —que fue poco para suerte de ambos—, sus chistes malos casi me desarman de la risa mientras corríamos como locos bajo la lluvia.
Cerré la puerta como pude porque él me sujetó de la cintura nuevamente, haciéndome leves cosquillas en la zona. El agua se escurría de nuestras ropas, mojando el piso, terminamos completamente empapados. La fricción de nuestro contacto causaba estragos en mi cuerpo. Más allá de la risa, algo más se apoderaba de mí. Resté importancia. No era momento para pensar en nada.
—Basta —pedí—. Te aprovechas porque… tienes más fuerzas que yo.
Me removí entre sus brazos, ocasionando una risotada de su parte.
—No, no pararé —musitó, casi sobre mi cuello.
Su aliento cálido chocó contra mi piel. El jolgorio siguió entre los dos.
—¿Bella?
La voz de mi madre apagó toda risa. Como pude, me separé de Valentín, sus brazos abandonaron mi cuerpo. Sentí frío.
Irónico.
—M-mamá —titubeé—. Él es…
—Valentín —interrumpió ella, con un tono suave—. Vamos, entren. Están empapados, tienen que secarse, pueden enfermar. Vamos, ¿a qué esperan?
Asentí, viendo por el rabillo del ojo a Valentín. Pude apreciar su rostro entre confuso y sorprendido.
Supongo que tendré que contarle el por qué mamá dedujo quién era él y, la realidad, muy dentro de mí, la vergüenza comenzaba a florecer.
Nos dirigimos a mi cuarto bajo la atenta y risueña mirada de mamá, supongo que a ella también le debo una extensa explicación.
Busqué algunas prendas para Valentín —daba gracias por tener ropas un poco holgadas y no tan femeninas—, también una toalla y le indiqué dónde quedaba el baño, no sin antes decirle que una ducha tibia no le vendría mal a lo cual asintió con una sonrisita.
Mientras él usaba mi baño, yo usurpé el de mamá.
~*~
Dejé a Valentín en la ducha. No era como si lo hubiese visto, no. Simplemente le dije, a través de la puerta cerrada, que cuando terminase lo esperaría en el living. Aprovecharía para conversar con mi madre y contarle todo.
La hallé en la cocina.
—Estoy muy contenta —enunció mientras preparaba café con leche. Le conté todo lo que pasó con Valentín —. Con solo verte sé que ese chico ha logrado algo muy grande en ti.
—Solo seguí tus consejos, mamá —imperé—. Y sí, tenías razón.
—Pues ya ves… —Acarició mis mejillas—. Ahora ya tienes novio y es un muchacho muy apuesto. Por cierto, que yerno más guapo tengo.
—¡Mamá! —exclamé, dejé que la vergüenza tiñese mi rostro—. Que no es mi novio.
Agarré la charola y nos dirigimos al living. Acomodé las cosas sobre la mesita y ambas nos sentamos en el mullido sofá.
Di una mirada rápida hacia las escaleras, el supuesto yerno guapo no daba señales de querer bajar. Nos quedamos unos —no sé cuántos en realidad— minutos en silencio. Meditaba lo que sucedió y en las palabras de mi madre.
—Debería de serlo —comentó, sacándome de mis pensamientos—. Tal vez alguien más te gane.
—No, nadie ganará a nadie. Valentín es…
—Disculpen la demora —dijo una voz, muy conocida para mí. Observé a mamá y en cómo miraba al chico. Había algo en su mirada color gris, algo cálido—. Señora, le pido perdón por haber irrumpido en su casa, sobre todo por demorar a su hija —Hizo una pausa que me pareció eterna—. Sobre todo le pido disculpas porque por mi culpa nos hemos empapados.
No sabía si reír o llorar o salir despavorida.
Quedé quieta, observando a Valentín de pies a cabeza, disimuladamente por supuesto. Llevaba puesta mi ropa, las más holgadas que tenía y que no eran femeninas. Le quedaba algo ceñida al cuerpo y me percaté de algo nuevo. Su completa anatomía era algo digna de admirar; sus musculosos brazos, abdomen, piernas, todo muy definido, aunque, por tenerlo de frente, no podía ver la parte de atrás. Es decir su… espalda.
Dios. Qué vergüenza.
—Ten, Bella —Desvié la mirada del chico y me centré en mamá que me alcanzaba, ¿una servilleta? Fruncí el ceño—. Para la baba —especificó. Por primera vez, en toda mi vida, anhelé que el piso se abriese y me tragase completita—. Y tú —Se dirigió a Valentín—. Nada de disculpas. Eres bienvenido cuando quieras y, por favor, nada de señora, soy Emma. Puedes tutearme.
No quise levantar la mirada de la alfombra, era lo más entretenido que ver a cualquiera de las dos personas que estaban ahí.
No sé muy bien cómo explicar lo que aconteció después. Un breve resumen sería: mi madre y Valentín charlaron como si de verdad se conociesen de toda la vida. Hubo química desde que lo presenté correctamente —como un amigo— mientras disfrutábamos de unas deliciosas bebidas caliente. Ver a mamá tan feliz, riéndose, contando sus historias, escuchando como el chico le relataba que llevaba más de un año y cuatros meses enamorado de mí, su insistencia, sus ocurrencias… En fin, se contaron la vida completa. Todo sucedía mientras solo podía pensar una y otra vez lo que había ocurrido un par de horas antes con Valentín.
¿Qué era lo que me pasaba? ¿Qué era el extraño sentimiento que crecía dentro de mí? ¿Qué pasará luego? ¿Y si me lastima? Y lo peor, ¿qué decisión tomaría él al enterarse de mi verdadera historia? Porque sí, mamá le contó absolutamente todo. No fue sencillo recordar cómo fue mi vida de niña, cómo crecí, cómo sobreviví.
Después de varías insistencias por parte de mamá, Valentín aceptó quedarse a cenar. La velada transcurrió en un ambiente cálido. La atmósfera fue… familiar. Me sentí muy querida. Había pasado tanto tiempo con un corazón gélido, aislada de todo y todos, aunque yo seguía siendo la misma porque la excepción solo era Valentín y era tan extraño que la tibieza aflorase nuevamente dentro de mí. Los sentimientos despertaban y todo era por Valentín.
~*~
Luego de recoger la mesa, mi madre nos preparó leche con chocolate caliente que acompañamos con galletas caseras. Los tres nos reímos y charlamos de todo un poco.
Mamá se “disculpó” con nosotros, poniendo como excusa que mañana tendría que levantarse temprano para ir a visitar a una amiga a no sé dónde; por lo tanto, los dos nos quedamos completamente solos en el living. Lo único que se escuchaba era la fuerte lluvia. Afuera era un diluvio.
—Tu madre es la mejor —profirió—. Eres muy afortunada, Bella.
—Creo que sí —Dibujé una sonrisa tímida. Había dicho mi apodo—. Bueno, ahora sabes toda mi historia y no sé. Quiero decir, supongo que no esperabas que fuese bisexual y que haya vivido tantas cosas.
—Pues no —imperó, no quería mirarlo—. Eres increíble —Buscó mi mirada—. Yo no hubiese soportado todo lo que tú, eres digna de admiración y debes de sentirte muy orgullosa por ser quién eres. Mi corazón no se equivocó, ahora tengo muchos motivos más por los cuales amarte —Sonrió con ternura—. De hecho, ahora te amo mucho mas, ya no podré seguir viviendo sin ti. Ya no podré alejarme de tu lado —Encarceló mi mano derecha y entrelazó sus dedos con los míos—. Por favor, no quiero separarme de ti.
—Tal vez sea mejor que…
—Quiero que seas mi novia —musitó, rozando sus labios con los míos, ahogando las palabras que iba a decir—. Quiero tenerte cada día conmigo y no aceptaré una respuesta negativa.
—Eso es trampa —murmuré—. Además, no puedo aceptarte porque no sé mucho de ti. Nos tenemos que conocer más, ¿no lo crees?
—Eso lo soluciono ahora mismo —inquirió—, pero primero necesito besarte.
Terminó por acortar los pocos centímetros que nos separaban, uniendo nuestros labios en el más dulce de los besos.
Después de unos cuantos muchos besos, Valentín me relató cómo era su vida; sus padres trabajaban en una empresa dedicada al rubro de bienes raíces. Hijo único. Escucharlo hablar sobre sus ex novias no fue nada… fácil. Tampoco es como si yo no hubiese tenido novias y novios en el pasado, solo… No puedo explicar la sensación de celos que se apoderó de mí. Lo único que puedo asegurar y decir, con la mayor felicidad, es que acepté ser su novia.
(…)
Los posteriores días fueron sencillamente increíbles, incluso comencé a ser un poco menos distante, comenzando con algunos compañeros de clase. No todos resultaron ser como alguna vez pensé, aunque había algunos que seguían hablando mal de mí, sobre todo un grupito de chicas. Sin embargo, ese tipo de persona siempre existirá y contra los rumores insanos no había nada que yo pudiese hacer, solo comportarme indiferente.
Descubrí que mi novio era un poco celoso. Cada que podía, me abrazaba, me besaba, me decía cuantas palabras dulces, y bastantes clichés, delante de todos nuestros compañeros. Sus constantes «te amo» iban desde susurros en mis oídos a gritos por el pasillo. Cuando fue mi turno de decir esas dos palabras que conllevaban mucho más que cinco letras, la emoción que lo invadió y la alegría hicieron que mi ocurrente novio saltase y gritase como todo un demente en medio del campus, ganándose las risas de alegría de muchos, las miradas enternecidas de otros, los insultos de pocos —por gritar en un lugar que no se debe—, las burlas de otros pocos porque él se había fijado en la chica bisexual y rarita, pero lo más importante, se ganó un enorme abrazo y un beso ansioso de mi parte en el cual le transmití todo el amor que sentía por él. Porque, sencillamente, se ganó mi corazón, aquel que al principio era tan gélido y ahora latía con vida, con calidez y todo por él… Mi novio.
En la última semana no había hecho otra cosa que no fuese estudiar. Muchas veces, incluso, hasta la madrugada. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y no podía ni debía distraerme. Mi noviazgo con Valentín iba viento en popa, pero ambos estábamos metidos de lleno en los estudios y, como compartíamos varías clases, muy a menudo íbamos juntos a la biblioteca.En medio de un montón de libros, cuadernos de apuntes, maquetas a medio terminar, nos llenábamos de besos, caricias y susurros cariñosos. Nos veíamos todos los días y, tal cual lo había prometido, cada uno era distinto, único y perfecto. Hubo ocasiones en las cuales atravesaba las puertas del aula con ramos de rosas, cajas con chocolates, osos de felpas gigantes, globos de helio en formas de corazón, entre otras cosas y por más cansancio, siempre encontrábamos un tiempo para n
Un pitido constante y sonoro me invadía los oídos. Traté de abrir los ojos, pero los párpados me pesaban mucho. Algo que alertó todos mis sentidos fue el hecho de querer moverme y no pude. Las piernas, los brazos… todo mi cuerpo dolía.Como pude, logré mover un brazo con la intención de dar un buen manotazo a lo que fuese que estuviese emitiendo aquel ruido y, otra vez, me vi imposibilitada. No entendía, no comprendía el por qué de tanto dolor y, con un enorme esfuerzo, comencé a abrir los ojos. La vista nublada, quizá por el sueño, pero algo no estaba bien. Cuando pude enfocar bien la mirada, lo primero que noté fue la puerta blanca. La de mi cuarto no era blanca. No. Quise sentarme, pero solo causé que un fuerte dolor me atravesase la cabeza y, para horror, descubrí que no me encontraba en mi habitación.—¡Bella! —excl
La misma rutina. Costó volver a adaptarme. Perdí el semestre y, por lo tanto, hubo una reunión con los profesores en la cual me permitieron recuperar las clases y rendir los exámenes correspondientes, siempre y cuando estuviese en condiciones. Por supuesto, no titubeé ni un instante, mi carrera era primordial. Pasé la mayor parte de los días estudiando hasta llegar a cansarme, quedando dormida sobre el escritorio, entre un montón de libros y apuntes, esto último cortesía de uno de mis compañeros. Al final del mes, expuse un trabajo y rendí todos los exámenes.Recuperé mi trabajo en la cafetería. La dueña sabía de antemano lo del accidente.Poco a poco mi vida regresaba donde una vez estuvo.Los mismos rumores de mi persona, las mismas clases, los mismos “colegas”, el mismo trabajo, el mismo hogar. No había nadie esperando por
Exhalé un largo suspiro.Ingresé, cerrando la puerta detrás de mí. Crucé el vestíbulo mientras observaba algunas fotografías, cuadros y diplomas enmarcados, colgando de las paredes. No presté mayor importancia a ninguno de ellos.Quedé viendo, por unos segundos, las escaleras alfombradas que conducían al segundo piso y luego seguí hasta llegar al living. Los sillones se veían realmente cómodos, la mesita en el centro y otros muebles mas. El ambiente no cambiaba mucho si lo comparaba con mi casa. Bastante hogareño y cálido. Todo en perfecto orden como si fuese decorado por un profesional. Del hijo de Sofía no hallé rastro alguno hasta que recordé que había dicho que se encontraba en la cocina. No tenía ni la más mínima intención de ir directamente hacia la cocina, sería muy raro.Dudé y gir&
No soy un chico perfecto. Me considero uno más del montón. Alguien ordinario, pero nunca fue suficiente, al menos, no para las personas a las cuales consideraba mis amigos. Tampoco fue suficiente para mi pareja.Mucho tiempo ha pasado desde mi última relación. Dos años para ser precisos. Sufrí mucho luego de que descubrí que me había engañado. Como toda relación, al principio fue color rosa. Sin embargo, y a pesar de darlo todo, no fue suficiente. Por ser un ciego, por amarla, dejé de lado muchas cosas con tal de complacerla. Por estar estúpidamente enamorado, desplacé a todos aquellos que alguna vez fueron importantes en mi vida, pero, ¿de qué sirve entrar en detalles? No vale la pena.(…)Mi vida diaria no es diferente a la de cualquier chico-adulto ordinario. Estudio y trabajo.Hace un par de años atrás mis padres tomar
Ha pasado dos semanas desde que Emma e Isabella cenaron en casa. Lo bueno de aquella noche fue el hecho de conocerla un poco. Sin embargo, puedo decir que hay algo que ella oculta, que la agobia y no sé que puede ser. Además, mi mente no tuvo la mejor idea de relacionarla con ese alguien de mis raros sueños, bueno, solo su voz. Isabella nos contó que estudia en la misma universidad a la que asisto. Cursa el tercer año de Publicidad. No tiene amigos, lo único que le importa es recibirse y trabajar de lo que la apasiona. Trabaja de medio tiempo en una cafetería.No negaré que me intriga. Todo en ella es como un aura misteriosa. No puedo asegurar que seamos amigos, solo... simples conocidos y vecinos (por el momento). Aun así, Isabella es una chica que despierta mi total curiosidad y quizá lo que sucede realmente es… Me asusta. Me aterra lo que estoy experimentando en tan poco
*Valentín*No dormí bien porque la ansiedad crecía con cada segundo que pasaba, pero el insomnio también se debió al tan recurrente sueño que he estado teniendo últimamente. Una parte de mi relaciona esa voz —que me llama en sueños— con la de Isabella. Sé que está mal porque no es sano pensar y pensar en la misma cosa una y otra vez. La fatiga solo empeora si mantengo esto último en mente. Quizá debería comenzar a hacer cosas nuevas que me distraigan de esas tonterías. Opté por centrarme en la salida que tendría con Isabella.Posterior a múltiples dilemas, me decidí por algo casual y elegante. Nada fuera de lo ordinario a como visto para salir. Lo peor de la situación eran los nervios ya que suelo controlar ese aspecto de mi personalidad. Me considero un chico de lo más normalito que existe, pero, sin embargo, rec
*Isabella*Todo estaba mal porque, cuando creí haber superado lo ocurrido meses atrás, un nuevo acontecimiento sucede, dejándome fuera de mí. Se suponía que había avanzado, que había dejado de lado todo tipo de sentimientos ni siquiera sé cómo definirlos realmente.El chico que alguna vez creí era real… lo es y tuve el agradable placer de conocerlo y darme cuenta de que Valentín es tal cual al chico que mi subconsciente creó… Yo, no sé aún cómo reaccionar a ese hecho. Cuando lo tuve frente a mí, cuando volví a ver mi propio reflejo en sus ojos, el miedo despertó, otra vez. No encuentro justo lo que está pasándome hoy día. Todo estaba relativamente bien, pero ahora no es así.Ya pasó un mes desde que nos conocimos. Al principio fue caótico y lo sigue siendo. Las pocas veces en las cua