¿DONDE ESTOY?

**ÚRSULA**

El dolor en mi cabeza fue lo primero que me golpeó. Era como si miles de martillos estuvieran golpeando mi cráneo sin piedad. Solté un quejido mientras intentaba moverme, sintiendo que incluso levantarme era un esfuerzo monumental. Nunca había bebido tanto en mi vida, y mucho menos de diferentes bebidas. Cada vez que intentaba recordar lo que había sucedido, los fragmentos eran confusos y dispersos. La música, las luces, Klaus… Todo estaba envuelto en una niebla densa que no lograba despejar.

Abrí los ojos lentamente, esperando ver las paredes familiares de mi dormitorio, pero lo que vi me sacudió por completo. Este lugar no era mi casa. La cama en la que estaba era enorme, con sábanas suaves y blancas que no reconocía. Alrededor, el cuarto era impecable, moderno, con muebles elegantes que parecían sacados de una revista de lujo. Mi respiración se aceleró, y el pánico empezó a instalarse en mi pecho.

Me senté de golpe, ignorando el dolor que se intensificaba con cada movimiento brusco. Miré alrededor, buscando cualquier cosa que me diera una pista de dónde estaba. ¿Cómo había llegado aquí? ¿Y por qué? Mi corazón latía descontrolado, como si intentara escapar de mi cuerpo. Todo esto era demasiado. Mi mente, aún nublada por los efectos de la noche anterior, luchaba por encontrar respuestas.

“¿Dónde estoy?”, me pregunté en voz baja, como si decirlo en palabras pudiera ayudarme a comprender lo incomprensible.

Los recuerdos volvieron lentamente, como piezas de un rompecabezas que no terminaban de encajar. Klaus… la música… el club nocturno… su sonrisa. Había confiado en él, me había dejado llevar, había dejado que me guiara en una noche que parecía prometedora. Pero ahora, frente a este escenario desconocido, una parte de mí sentía que había cometido un terrible error.

Intenté calmarme, cerrar los ojos y respirar profundamente, pero el miedo no se disipaba. Era como si todo lo que había construido en mi cabeza la noche anterior se derrumbara de golpe, dejándome vulnerable y perdida.

El dolor de cabeza seguía latente, una punzada constante que me recordaba lo imprudente que fui. Me moví ligeramente en la cama, tratando de aliviar la incomodidad, cuando algo me hizo detenerme en seco. Un cuerpo estaba tumbado junto a mí. Sentí cómo el aire abandonaba mis pulmones. Mi corazón empezó a latir con fuerza mientras giraba lentamente la cabeza, temiendo lo que podía encontrar.

Ahí estaba Klaus, completamente dormido, su respiración tranquila y uniforme. Mis ojos se abrieron de par en par, el pánico recorriéndome como una descarga eléctrica. ¿Qué había pasado? ¿Cómo habíamos terminado así? Mis manos comenzaron a temblar, y por un momento, me paralicé, luchando por juntar las piezas de lo que recordaba. Pero entonces, un detalle captó mi atención. Klaus estaba completamente vestido, al igual que yo.

Solté un suspiro entrecortado, una mezcla de alivio y confusión. No sabía si eso aclaraba todo o simplemente añadía más preguntas. Mi mente seguía nublada, pero al menos ese pequeño detalle me daba algo de calma. No obstante, no podía quedarme ahí, mirando como si eso fuera a resolver mis dudas.

Extendí la mano y sacudí a él ligeramente por el hombro. —Klaus, despierta —dije con voz urgente, aunque apenas lograba controlar el temblor en mi tono. Lo sacudí un poco más fuerte. —Klaus, ¡despierta!

Finalmente, abrió los ojos con lentitud, parpadeando varias veces antes de enfocarse en mí. Su expresión pasó de la confusión al reconocimiento, y luego, como siempre, esa ligera sonrisa apareció en su rostro, como si nada fuera lo suficientemente serio para perturbarlo.

—Buenos días, Úrsula —dijo, con una tranquilidad que me puso aún más nerviosa.

—¿Qué… qué está pasando? —pregunté, sin molestarse siquiera en ocultar el pánico en mi voz. —¿Por qué estamos… en la misma cama? ¿Dónde estamos?

Klaus se incorporó ligeramente, apoyándose en el codo mientras me miraba. —Tranquila, no pasó nada —respondió, su tono despreocupado como siempre. —Te trajiste un poco de la fiesta contigo, y pensé que era mejor traerte aquí a que enfrentaras a tu padre en ese estado.

Sus palabras tenían sentido, pero no calmaban mi mente completamente. La preocupación seguía presente, junto con un sinfín de emociones que no sabía cómo procesar. Sin embargo, algo en su expresión, en la manera relajada en que hablaba, me hizo querer creerle.

Me pasé una mano por la frente, tratando de calmarme. Había tantas preguntas, tantas cosas que aún no entendía. Pero por ahora, necesitaba serenarme y averiguar qué significaba realmente estar aquí, con él.

Respiré hondo, tratando de calmar el torbellino en mi mente mientras Klaus se levantaba de la cama con esa calma característica que parecía inquebrantable. Me froté las sienes, el dolor de cabeza seguía como un recordatorio cruel de lo que había sido una noche que se sentía entre sueño y realidad. Necesitaba respuestas, y necesitaba claridad.

—¿Entonces… no pasó nada? —pregunté, intentando que mi voz no sonara demasiado temblorosa. Sentía como si me estuviera aferrando a las palabras que él acababa de decir, buscando alguna seguridad en medio de mi confusión.

Klaus se giró hacia mí, todavía con una ligera sonrisa en los labios. —Te lo prometo, Úrsula, —dijo, su tono suave y convincente—. Simplemente, me aseguré de que te encontrabas en buen estado. Eso es todo.

Suspiré, dejando que algo de tensión abandonara mi cuerpo, aunque la incomodidad seguía presente. Era un alivio saber que no había cruzado ninguna línea, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir una mezcla de gratitud y… algo más. Klaus tenía una manera de desarmar mis defensas, y eso, más que nada, me preocupaba.

Me levanté de la cama con un poco de esfuerzo, todavía sintiéndome algo mareada, y miré a mi alrededor. El apartamento era elegante, demasiado elegante para ser algo improvisado. Todo estaba perfectamente ordenado, cada detalle cuidado al máximo. Esto no era casualidad, y no podía ignorarlo.

—¿Dónde estamos exactamente? —pregunté, fijando mi mirada en él. Necesitaba respuestas claras, y ya no estaba dispuesta a seguir en la nebulosa de la noche anterior.

Klaus se acercó a una de las ventanas, mirando hacia afuera como si tomara un momento para pensar antes de responder. —Es un lugar que alquilé, por si acaso, —dijo finalmente, girándose hacia mí. —Quería asegurarme de que estuvieras cómoda, lejos de cualquier problema.

—¿Por si acaso? —repetí, cruzando los brazos mientras lo miraba con desconfianza. Algo en su tono me hacía sentir que había más detrás de esas palabras.

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