CALCULADOR

*KLAUS*

Su tono era inquisitivo, pero no directamente agresivo. Sin embargo, no era necesario que lo fuera para que entendiera lo que realmente estaba preguntando. ¿Qué estás haciendo y cómo afecta esto mis intereses? Pablo siempre tenía una manera de enmarcar sus preguntas como si buscara algo más que respuestas. Buscaba control, buscaba saber si todavía lo tenía sobre mí.

—Es parte del plan, —respondí, manteniendo mi tono firme pero calmado. No podía dar espacio a dudas, no con alguien como él. —Úrsula tiene… potencial. Solo estoy asegurándome de que ese potencial esté alineado con lo que buscamos.

Pablo se recargó en el respaldo de la silla, evaluándome en silencio. Ese era su estilo. Te hacía hablar primero y luego decidía cómo usar tus propias palabras contra ti, si era necesario.

—Espero que estés seguro de lo que haces, Klaus, —dijo finalmente, su tono aún tranquilo, pero con una advertencia implícita. —Sabes lo que está en juego. Ella puede ser valiosa, sí, pero también puede convertirse en una complicación si no manejas esto correctamente.

Asentí, aunque no dije nada más. Sabía que no necesitaba justificarme más, no ahora. Pero también sabía que este no sería el último cuestionamiento de Pablo. Él nunca dejaba cabos sueltos.

Se levantó con la misma calma con la que había estado sentado, alisándose la chaqueta como si nuestra pequeña conversación no hubiera sido más que un trámite cotidiano. —Confío en que seguirás haciendo lo necesario, Klaus. No me decepciones.

Y con eso, salió de la habitación, dejando tras de sí la misma carga que siempre traía consigo. Me quedé sentado en la cama, exhalando un suspiro largo mientras mi mente procesaba lo que acababa de suceder. Pablo estaba observándome más de lo que pensaba, y eso podía ser tanto una ventaja como un peligro. Tendría que ser cuidadoso, especialmente ahora que Úrsula formaba parte de la ecuación.

Todo era un juego de precisión. Cada movimiento de Úrsula, cada gesto, cada cambio en su expresión, lo registraba mentalmente como si estuviera descifrando un código que solo yo podía entender. No había espacio para errores. La clave estaba en ser paciente, en no apresurar nada, en hacer que cada interacción se sintiera natural, inevitable.

Le escribía todos los días, sin excepción. No mensajes largos ni demasiado comprometidos, no todavía. Solo pequeñas frases que sembraban curiosidad, que mantenían mi presencia en su mente. Un comentario sobre su día, una observación aparentemente trivial, algo lo suficientemente ligero para que no lo cuestionara, pero lo suficientemente constante para que, sin darse cuenta, comenzara a esperarlo.

Úrsula tenía un espíritu inquieto, una necesidad de libertad que la empujaba a desafiar lo que conocía. Eso era lo que la hacía interesante. Y yo, poco a poco, estaba construyendo un lugar en ese mundo suyo, un espacio que no podría ignorar. Le daba pequeñas dosis de emoción, de misterio, de todo aquello que su vida estructurada le negaba. No era explícito, no tenía que serlo. Bastaba con estar ahí, con aparecer en los momentos justos, con convertirnos en un hábito que no pudiera romper.

Sabía que empezaba a confiar en mí. Se podía ver en la manera en que sus respuestas cambiaban, en cómo sus palabras soltaban pequeñas grietas de vulnerabilidad que antes no existían. Y eso era lo importante: hacer que se sintiera segura, hacer que me viera como alguien en quien podía apoyarse.

Pero esto no era solo un juego de manipulación. Había algo más en ella que me interesaba genuinamente. Quizás era su ingenuidad, quizás era la forma en que luchaba contra sus propios límites sin siquiera darse cuenta. Fuera lo que fuera, era fascinante. Y aún quedaba mucho por construir.

Ella todavía no lo sabía, pero sus pensamientos ya comenzaban a girar en mi órbita. Todo iba según lo planeado.

**ÚRSULA**

Klaus. Su nombre había comenzado a aparecer en mi mente más de lo que estaba dispuesta a admitir. Cada vez que lo recordaba, sentía un leve calor subir por mi rostro, como si mi propio cuerpo delatara lo que mi mente intentaba ignorar. ¿Por qué me afectaba tanto? Era frustrante, porque en el fondo, sabía que algo en mí había cambiado desde aquella noche en el club, desde el abrazo inesperado en el coche, desde cada mensaje suyo que llegaba como si fueran pequeñas cuerdas tirando de mí hacia su mundo.

Suspiré mientras me ponía los zapatos, tratando de enfocarme en mi día, en la universidad, en todo lo que tenía pendiente. No podía permitirme distracciones. Pero justo cuando estaba por salir, un golpe en la puerta me hizo detenerme. Giré la cabeza, sintiendo una punzada de incomodidad antes de siquiera saber quién era. Algo me decía que esta visita no iba a ser agradable.

Abrí la puerta y ahí estaba ella. Mi prima, con su postura recta, su mirada inquisitiva, y esa expresión que parecía decir que ya sabía todo lo que yo intentaba ocultar. Su presencia nunca era casual. Siempre llegaba con un propósito, y casi siempre ese propósito estaba alineado con mi padre.

—Buenos días, Úrsula, —dijo con una sonrisa que no tenía ni una pizca de calidez.

Me quedé en el umbral, sin invitarla a pasar. Mi cuerpo ya estaba en alerta. —¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunté, manteniendo mi tono neutral.

—Quería verte antes de que salieras. —Su mirada se paseó por mi ropa, por mi bolso, como si evaluara cada detalle. —Tu padre está preocupado. Dice que últimamente has estado más distraída, y quiere asegurarse de que todo esté en orden.

Ahí estaba. Ni siquiera se molestó en disfrazarlo. Era un mensaje, una advertencia disfrazada de conversación casual. Fruncí el ceño, cruzando los brazos sobre mi pecho. No iba a dejar que me intimidara.

—Estoy perfectamente bien. ¿Por qué no le dices eso? —respondí con una sonrisa tensa.

Mi prima inclinó la cabeza, estudiándome como si estuviera buscando algo en mis palabras, algo que pudiera usar en mi contra. —Espero que así sea. ¿Sabes cómo es él…? No le gustan los secretos.

Sentí mi espalda tensarse, pero mantuve mi expresión firme. Si había venido aquí, significaba que alguien había visto algo, que mi padre comenzaba a sospechar. Y eso era un problema.

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