DESESPERACION

*ÚRSULA*

Mi prima me ha estado vigilando sin descanso. Sé perfectamente que sigue órdenes de mi padre. No necesita decirlo en voz alta; su presencia constante, sus preguntas disfrazadas de interés, y sus miradas inquisitivas son suficiente prueba de ello. Lo hace porque entiende que no me doblegaré ante sus reglas, ya que sabe que no estoy dispuesta a ser la marioneta que todos esperan que sea.

Pero entre más pasan los días, más me doy cuenta de que mi vida está atrapada en una prisión que mi padre ha construido meticulosamente para mí. Cada salida es supervisada, cada conversación es analizada, cada decisión que intento tomar parece tener consecuencias. No hay escapatoria. Y a medida que esa realidad se vuelve más evidente, el peso en mi pecho se hace insoportable.

—¿Qué deseas hacer ahora? —la voz de Klaus me sacó bruscamente de mis pensamientos.

Lo miré, mi mente aún atrapada en la desesperación de mi propia existencia. —¿Qué? —susurré, la sorpresa temblando en mis palabras. La pregunta se sintió extraña, como si me estuviera dando una opción que nunca había tenido.

Klaus, en respuesta, me dedicó una sonrisa enigmática, una de esas que nunca llegaban a sus ojos, que parecían esconder demasiado. La clase de sonrisa que indicaba que un plan ya estaba en marcha, que estaba esperando el momento perfecto para revelarlo. Su expresión era medida, su lenguaje corporal calculado. Parecía disfrutar el misterio, el control que ejercía sobre la situación.

Por un instante, una punzada de duda me golpeó con fuerza. ¿Realmente quería conocer la respuesta? ¿Quería saber qué estaba pensando, qué estaba planeando? La incertidumbre se instaló en mi estómago, una mezcla de miedo y curiosidad revolviéndose dentro de mí.

—¿Qué pasa? ¿Te estás arrepintiendo? —preguntó, su tono suave, pero con una provocación implícita.

Me obligué a respirar profundamente, intentando recuperar mi compostura. —Arrepentimiento… Klaus, no entiendo. No puedo llevarle la contraria a mi padre. Siempre hay consecuencias, siempre termino perdiendo.

Klaus se acercó un poco más, inclinando la cabeza como si estuviera analizándome con detenimiento. —No sé por qué te castigas de esta manera, —dijo, su tono tranquilo pero firme. —Estás tan convencida de que no tienes opción, de que no puedes hacer nada por cambiar lo que pasa… pero dime algo, Úrsula, ¿realmente lo has intentado?

Sus palabras me golpearon con más fuerza de la que esperaba. Me quedé mirándolo, sintiendo una extraña tensión en el aire. Klaus siempre hablaba con esa confianza inquebrantable, como si el mundo se doblara ante él, como si la palabra “imposible” no existiera en su diccionario. Y por primera vez, me pregunté si tenía razón.

Me quedé en silencio tras las palabras de Klaus, sintiendo cómo una extraña tensión se instalaba en el aire. Él me miraba con esa paciencia calculadora, esperando mi respuesta, esperando que, por primera vez, considerara la posibilidad de luchar contra lo que me habían impuesto. Algo dentro de mí quería creer que tenía razón, pero el miedo seguía presente, recordándome todas las veces que lo había intentado antes y había fracasado.

—¿Y si lo intento y todo sale peor? —susurré, apenas audible.

Klaus soltó una ligera sonrisa, pero esta vez tenía un matiz diferente, uno que parecía reflejar un leve desafío. —¿Y si lo intentas y por primera vez eres realmente libre? —respondió, su voz baja pero firme.

Sus palabras me golpearon con fuerza, como si estuvieran diseñadas para romper los muros que había construido dentro de mí. Iba a decir algo, a responder con alguna excusa, cuando un sonido en la puerta nos interrumpió. Me giré instintivamente, y ahí estaba ella.

¡¡Mirella!!

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda en cuanto su mirada se posó sobre nosotros. No tenía que decir nada, su expresión ya decía demasiado. Estaba sorprendida, sí, pero también interesada. Y lo peor de todo es que ese interés no estaba dirigido hacia mí. Sus ojos recorrieron a Klaus con un detenimiento que me incomodó de inmediato. Como si lo estuviera evaluando, como si ya estuviera calculando cómo manejar esta nueva pieza en el tablero.

—Qué sorpresa encontrarte aquí, Úrsula, —dijo finalmente, con esa dulzura ensayada que solo yo sabía interpretar como una trampa. Su mirada no se apartó de Klaus mientras hablaba.

Fruncí el ceño, sintiendo cómo la irritación crecía dentro de mí. Klaus, en cambio, permaneció completamente relajado, como si esto no le afectara en absoluto. Sabía cómo manejar situaciones así, y eso, de alguna manera, me preocupaba aún más.

—¿Y tú quién eres? —preguntó Mirella, finalmente dirigiéndose a él con un tono que dejaba claro que estaba intrigada.

Klaus le dedicó una sonrisa ligera, una de esas que nunca llegaban a sus ojos, pero que eran lo suficientemente atractivas para llamar la atención. —Klaus, —respondió con tranquilidad. —Un amigo de Úrsula.

Mirella inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera considerando algo. —Vaya, qué interesante. No sabía que Úrsula tenía amigos tan… llamativos.

Sentí la necesidad de intervenir, de cortarle el juego antes de que siguiera, pero Klaus habló antes de que pudiera hacerlo. —Bueno, hay muchas cosas sobre Úrsula que probablemente no sabes, —dijo, su tono relajado, pero con una nota de desafío que no pasó desapercibida.

Mirella sonrió, pero sus ojos brillaban con una curiosidad que me hizo sentir incómoda. Sabía que este encuentro no iba a terminar aquí. Y lo peor de todo era que, ahora, Klaus había captado su interés.

La tensión en el aire era innegable. Mirella seguía observando a Klaus con interés, su sonrisa perfecta intacta, no obstante, sus ojos llenos de evaluación. Sabía que estaba analizando cada detalle de él, cada expresión, cada palabra que decía. Y Klaus, por supuesto, lo sabía también. Sin embargo, en lugar de incomodarse, parecía disfrutar el juego. Su postura relajada, su mirada serena… todo en él indicaba que no le afectaba en lo más mínimo.

—¿De verdad hay muchas cosas sobre Úrsula que no sé? —preguntó Mirella con una dulzura ensayada, como si realmente estuviera interesada. —Dime, Klaus, ¿qué es lo que hace tan especial a mi querida prima?

Apreté los labios, sintiendo cómo mi paciencia comenzaba a agotarse. Mirella no estaba aquí para conocerme mejor, ni para descubrir qué había cambiado en mi vida. No. Ella estaba aquí por otra razón. Y ahora, Klaus se había convertido en una nueva distracción para ella, en algo que quería explorar, quizás controlar.

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