SIN PRIVILEGIOS

*ÚRSULA*

Sin decir una palabra, giré sobre mis talones y caminé hacia mi habitación. Sentí su furia tras de mí, el intento de decir algo más, de detenerme, de seguir imponiéndose. Pero no le di la oportunidad. Cerré la puerta con fuerza, asegurándome de que resonara en toda la casa, de que quedara claro que en ese momento, por primera vez en mucho tiempo, no estaba dispuesta a escuchar.

Me apoyé contra la puerta, respirando hondo mientras la adrenalina recorría mi cuerpo. No había escapado todavía, pero había dado un paso. Y de alguna manera, ese pequeño acto de desafío se sintió como el comienzo de algo más grande.

Desde mi habitación, apoyada contra la puerta, escuché cómo sus voces se filtraban a través de la madera. No necesitaba verlos para imaginar la escena. Mirella, con su postura impecable y su tono cargado de falsa preocupación, y mi padre, con el ceño fruncido y la furia contenida que siempre parecía estar a punto de explotar.

—Tío, tú la tienes malcriada a mi prima, —dijo Mirella, su voz impregnada de ese tono condescendiente que tanto me irritaba. —¿Cómo se atreve a dejarte con la palabra en la boca?

Cerré los ojos, apretando los puños mientras intentaba controlar la mezcla de enojo y frustración que me invadía. Sabía que Mirella no estaba ahí para ayudar, sino para avivar el fuego, para asegurarse de que mi padre tomara medidas más drásticas.

—Voy a cortarle todas las tarjetas y ver qué hace ahora, —respondió mi padre, su tono grave y decidido. Cada palabra era como un golpe, un recordatorio de que su control sobre mi vida no tenía límites.

Hubo un breve silencio, como si Mirella estuviera calibrando su próximo movimiento. Y entonces, con esa habilidad suya para manipular, lanzó su siguiente propuesta.

—Tío, ¿y si le buscas un maestro en línea? —propuso con falsa dulzura—. Así no saldrá de casa, y yo me encargo de Klaus.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar su nombre. Klaus. Sabía que Mirella no lo mencionaba por casualidad. Había visto algo en él, algo que la intrigaba, y ahora estaba decidida a intervenir. No podía permitirlo. No podía dejar que ella se acercara a él, que lo convirtiera en parte de este juego retorcido.

Ambos se retiraron de mi puerta, sus pasos alejándose por el pasillo. Ya no pude escuchar lo que siguieron hablando, pero no importaba. Lo que había oído era suficiente. Mi padre estaba dispuesto a tomar medidas más extremas, y Mirella estaba más involucrada que nunca.

Me dejé caer en la cama, mirando el techo, mientras mi mente corría a mil por hora. Tenía que hacer algo. No podía quedarme de brazos cruzados mientras ellos intentaban encerrarme aún más. Pero, ¿qué? ¿Cómo podía enfrentarme a ellos sin perderlo todo?

Y entonces, como siempre, mi mente volvió a Klaus. Él era el único que parecía entenderme, el único que me hacía sentir que había una salida, una posibilidad de algo más. Pero ahora, incluso él estaba en peligro de ser arrastrado a este caos.

No podía permitirlo. No en esta ocasión.

Esa noche, de vuelta en mi cuarto y con la puerta aún cerrada tras mi última escapada para enfrentar a mi padre, me senté frente a mi teléfono. La soledad de este refugio me obligó a abrir el chat, donde solamente esperaba ver el nombre de Klaus. Con cada tecleo, sentía cómo se desbordaban en mí esos sentimientos reprimidos, la frustración por no poder decidir mi destino y la sensación asfixiante de ser constantemente vigilada.

Con el corazón palpitante, escribí:

Úrsula:

Klaus, ya no soporto este control. Cada minuto del día siento que alguien decide por mí, que mi vida está enjaulada. No puedo respirar, no puedo ser yo misma.

Esperé en silencio, saboreando la mezcla de miedo y anhelo. No tardó en llegar su respuesta; cada palabra mía parecía haber encontrado eco en su voz digital.

Klaus:

Úrsula, te entiendo más de lo que imaginas. He visto en tus mensajes cada gramo de desesperación y tu anhelo de libertad. Nadie merece vivir bajo la opresión de la vigilancia constante, y me duele verte luchar sola contra este sistema impuesto por otros. Quiero que sientas la libertad que mereces, la alegría de ser tú sin ataduras. ¿Qué tal si, en lugar de seguir sufriendo, aceptas que te acompañe? ¿Te gustaría que fueses mi novia, y juntos enfrentemos este mundo, intentemos liberarnos poco a poco del control que te han impuesto?

Leí su mensaje una y otra vez, cada letra me golpeaba con sorpresa. ¡Novio! Esa propuesta, tan sincera y directa, me dejó sin aliento. Mi mente retrocedió a instantes de soledad, donde cada mensaje suyo era el único rayo de esperanza en un día oscuro, y ahora él se atrevía a dar un paso audaz que iba más allá de la amistad virtual.

Sentí una mezcla de emociones: el corazón me latía con fuerza mientras una chispa de ilusión se encendía en medio del miedo. ¿Podría ser real? La idea de tener a Klaus a mi lado, de sentir ese apoyo incondicional, me atraía intensamente. Pero también me asustaba la posibilidad de cargar aún más sobre mis hombros el peso de tomar una decisión que los demás nunca aprobarían.

Me quedé absorta, conteniendo la respiración antes de responder, mis dedos temblorosos rondando la pantalla. Esa propuesta encarnaba lo que yo deseaba, pero también encendía la mecha de mis dudas. ¿Estaba lista para arriesgarme y dejar que alguien más definiera mi futuro, aunque fuera por la primera vez en que alguien me ofreciera un respiro genuino?

Mientras me debatía en silencio ante la pantalla, mi mente se llenaba de recuerdos, de noches solitarias, de mensajes que me hacían sentir que existía un mundo más allá de las paredes que mi padre había erigido para mí. Y entonces, casi sin saberlo, tecleé mi respuesta, dejando que mis emociones, tan abrumadas y honestas, se plasmaran en cada palabra.

Úrsula:

Klaus… no sé qué decir. Todo lo que has dicho me abruma. Me duele saber que, a diario, tengo que combatir contra el control que me impide ser libre. Pero al mismo tiempo, tu propuesta me hace sentir viva, reconocida. No sé si estoy lista para eso, para entregarme de la manera que propones… pero siento en lo profundo que necesito escapar de esta prisión, aunque sea un poco. ¿Realmente crees que juntos podríamos cambiar algo?

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