**ÚRSULA**
Estoy harta. Harta de las interminables regañadas, de la forma en que mi padre me habla como si no tuviera derecho a tomar ni una sola decisión por mí misma. Y todo por Mirella. Por esa prima que no se quita de encima, que exagera cada detalle como si su único propósito en la vida fuera ponerme en problemas. Cada pequeño acto mío, cada palabra que digo o cada gesto que hago, termina convertido en una montaña de acusaciones que ella lleva directamente a los oídos de mi padre.
Y él, por supuesto, no duda en creerle. Lo hace con esa facilidad que me desarma, como si no importara lo que yo diga para defenderme. Mirella siempre encuentra la manera de convertir lo insignificante en un drama monumental, y mi padre, tan rígido y controlador como siempre, solo ve en sus exageraciones una confirmación de que soy un desastre, una hija rebelde que necesita estar bajo su vigilancia constante.
Cada regaño es un golpe, un recordatorio de que no tengo espacio para respirar, para ser. Es el mismo discurso, una y otra vez, cargado de reprimendas, de expectativas imposibles, de esa necesidad suya de controlar cada aspecto de mi vida. Pero lo peor es que ahora siento que Mirella está disfrutando de esto, de su papel de informante, de ser la pieza clave en el sistema que me mantiene atrapada.
Con cada día que pasa, con cada palabra que mi padre me lanza con dureza, siento cómo se acumula dentro de mí un deseo irrefrenable de escapar. De irme lejos, de dejar atrás esta prisión disfrazada de hogar. Es como si cada regaño, cada mirada acusadora, cada intervención de Mirella estuviera empujándome hacia el borde, hacia un límite que no sé cuánto tiempo más podré resistir.
Me pregunto cómo sería la vida fuera de aquí. Una vida en la que no tuviera que justificar cada paso que doy, en la que no tuviera que soportar los ojos inquisitivos de Mirella y las palabras cortantes de mi padre. Una vida en la que pudiera ser realmente yo. Y aunque el miedo a lo desconocido me detiene, hay una parte de mí que, si se le presentara la oportunidad, no dudaría en tomarla. Pero vivir bajo este control opresivo ya no es vida. Y si tengo que huir para encontrarla, lo haré. Aunque todavía no sé cómo ni cuándo, algo dentro de mí sabe que ese momento inevitable se acerca. Y cuando llegue, nada ni nadie podrá detenerme.
—Nos vemos en esta dirección, Úrsula. —dijo antes de colgar.
La noche se sentía diferente, llena de un aire de anticipación que, aunque inquietante, traía consigo una chispa de esperanza. Estaba sentada frente a Klaus, en un rincón apartado donde las miradas inquisitivas de los demás no podían alcanzarnos. Habíamos estado conversando durante horas, trazando líneas imaginarias, ideando formas de escapar. Él me miraba con esa calma que parecía tener siempre, como si llevara todo bajo control, como si, de alguna manera, supiera que juntos podíamos lograrlo.
—Úrsula, —dijo en voz baja, su tono tranquilo pero firme—. Si realmente quieres hacerlo, si de verdad estás lista para dejar todo esto atrás, necesitamos un plan. Uno que no deje espacio para errores.
Lo miré, dejando que sus palabras se filtraran en mi mente. Había algo en la forma en que hablaba, que me daba confianza, que me hacía creer que escapar no era solo un sueño imposible, sino una realidad que podíamos alcanzar. Y eso, en medio de todo el caos, me hacía feliz. Pero Klaus no me juzgaba, no me decía que estaba siendo imprudente o impulsiva. Él me entendía. Era el único que realmente comprendía por lo que estaba pasando.
—Estoy lista, —respondí, mi voz más firme de lo que esperaba. —Ya no quiero vivir así, Klaus. No puedo soportar que mi padre y Mirella controlen cada aspecto de mi vida. Quiero huir. Y no quiero hacerlo sola.
Él asintió, y su mirada se suavizó un poco, como si entendiera la profundidad de mi decisión. Sacó una libreta y comenzó a dibujar pequeños diagramas, anotando ideas mientras hablábamos. Cada detalle se convertía en un paso, cada paso en una estrategia. ¿Cuándo sería el mejor momento? ¿Qué necesitaría llevar conmigo? ¿A dónde iríamos primero? Cada pregunta encontraba su respuesta bajo la paciencia meticulosa de Klaus.
—Vamos a necesitar discreción, —dijo, su voz baja pero cargada de convicción. —Tu padre tiene ojos en todas partes. Mirella es su principal aliada, y no dudará en seguirte si sospecha algo. Necesitamos adelantarnos a ellos. Necesito tus documentos personales.
—¿Eso para qué?
—No nos podemos quedar en el país, hasta que todo se calme.
Asentí, sintiendo cómo la emoción y el miedo se mezclaban dentro de mí. Pero, por primera vez, no me sentía sola. Klaus estaba ahí, con su mente afilada y su empatía, dispuesto a tomar mi mano y guiarme hacia una libertad que nunca había conocido.
Mientras el tiempo pasaba, nuestro plan comenzaba a tomar forma. La idea de escapar, de dejar atrás la prisión que me había atrapado durante tanto tiempo, ya no parecía tan lejana. Y aunque el camino era incierto y estaba lleno de riesgos, la presencia de Klaus me daba la fuerza para seguir adelante.
*KLAUS*
La sonrisa se dibujó lentamente en mi rostro, como una sombra que reflejaba el pensamiento que dominaba mi mente. Ahí estaba Úrsula, atrapada entre sus propios miedos y deseos, buscándome como el único faro en medio de su tormenta. Había compartido conmigo sus inquietudes más profundas, sus secretos más bien guardados. Y ahora, estaba tan cerca de entregarse por completo a mi plan, tan cerca de dejar atrás todo lo que la retenía.
Era casi palpable. Podía ver cómo dependía más de mí con cada conversación, con cada plan que trazábamos juntos. La chispa en sus ojos cuando hablábamos de libertad, de romper las cadenas que la oprimían… Esa chispa era mía. La confianza que ella depositaba en mí era absoluta, y lo sabía. Cada palabra que decía, cada gesto que hacía, me acercaba más a mi objetivo.
Todo lo que necesitaba era tiempo. Un poco más de paciencia, un poco más de estrategia, y ella estaría completamente bajo mi poder. No por obligación, no por fuerza, sino por elección. Porque ella veía en mí la solución a todos sus problemas, el escape que tanto anhelaba. Y eso era lo que me complacía más que nada: saber que todo estaba cayendo en su lugar, tal y como lo había planeado.
*KLAUS*Encendí un cigarrillo esta vez, dejando que el humo se elevara mientras mis pensamientos se ordenaban. Sabía que había un último obstáculo: su padre. Él no cedería fácilmente, y para convencerlo, necesitaría algo más que palabras. Necesitaba una estrategia que lo hiciera, creer que perder a Úrsula sería su mayor error. Pero eso era un problema para después. Por ahora, ella ya estaba casi donde la quería.Sonreí, una vez más, satisfecho. Era solo cuestión de tiempo.Me senté frente a mi escritorio, con un mapa extendido sobre la superficie. La luz tenue de la lámpara iluminaba los bordes de los países vecinos de Alemania, y mis ojos recorrían cada frontera con detenimiento. No quería irme demasiado lejos. La idea no era desaparecer para siempre, sino encontrar un lugar cercano, un refugio temporal donde Úrsula y yo pudiéramos esperar a que las aguas se calmaran. Sabía que su padre, con el tiempo, cedería. Y cuando lo hiciera, regresaríamos. Pero esta vez, con un plan más sólido
**KLAUS**Sonreí ligeramente mientras mi mente comenzaba a trabajar. Las piezas estaban en movimiento, y aunque Diego había intentado intimidarme, sus acciones solamente confirmaban que mi posición era más fuerte de lo que él pensaba. Su furia no era más que un reflejo de su miedo, de su incapacidad para aceptar que su hija estaba empezando a tomar sus propias decisiones.Con cada paso que daba, Úrsula se acercaba más a la libertad, más a un futuro en el que ella pudiera ser realmente ella misma. Y yo sabía que mi papel era crucial en ese proceso. No exclusivamente como su apoyo emocional, sino como alguien capaz de enfrentar a Diego y de hacerle entender que el control que él ejercía sobre su hija no era sostenible.La verdad era que Diego representaba el último gran obstáculo en mi plan. Si lograba manejarlo, si lograba demostrarle que no tenía otra opción más que aceptar mi presencia en la vida de Úrsula, entonces el camino hacia nuestro futuro estaría despejado. Pero, por ahora, d
**ÚRSULA**El sonido del cristal rompiéndose resonó en la sala como un grito contenido. Allí estaba él, Klaus Weber, de pie entre los fragmentos de una copa caída, con esa mirada que combinaba arrogancia y misterio. Desde el momento en que nuestros ojos se cruzaron, supe que mi vida, tan ordenada y predecible, estaba a punto de incendiarse. Pero lo que no sabía era si él sería la chispa que me consumiría o el fuego que finalmente me liberaría.Diego, mi padre, lanzó una mirada severa hacia Klaus, pero él no se inmutó. Parecía tan seguro de sí mismo, incluso mientras un camarero apresurado intentaba limpiar los cristales bajo sus pies. Mi padre siempre tenía una habilidad especial para juzgar a las personas, y con Klaus, su expresión era clara: desconfianza absoluta. Yo, sin embargo, no podía apartar la vista de él. Había algo en su manera de estar allí, como si no perteneciera, pero, al mismo tiempo, dominara por completo la sala.—¿Estás bien? —pregunté impulsivamente, ignorando la m
*KLAUS*En el mundo de los juegos me conocen como El Tiburón del Póker, un título ganado a pulso. Invencible y despiadado con los tramposos, mi éxito me ha otorgado riqueza y poder. Poseo una gran mansión, autos lujosos y una vida de excesos. Sin embargo, la felicidad me elude. El pasado me atormenta y, copa en mano frente al ventanal de mi mansión, el peso de mis decisiones me abruma.FLASHBACKEl recuerdo de aquel día permanece indeleble en mi mente, como si estuviera grabado a fuego. Fue un día que lo cambió todo, marcando un antes y un después en mi vida. Papá, sin previo aviso, sin darnos tiempo a reaccionar, tomó una decisión que alteraría el rumbo de nuestras vidas: eligió un camino diferente al nuestro. Y aunque la noticia me golpeó con la fuerza de un huracán, dejándome un profundo dolor en el alma, con el tiempo, llegué a comprender, al menos en parte, que la vida a menudo nos reserva sorpresas inesperadas, giros bruscos que no podemos prever ni controlar.Jamás imaginé, ni
*KLAUS*CONTINUACIÓN DEL FLASHBACKNo pude darle a mi madre un entierro digno. Un vecino improvisó un cajón con reglas, y yo le ayudé a elaborarlo. Lloré amargamente mientras lo hacía, sin encontrar consuelo. Nos regalaron un pedacito de tierra en el cementerio público para poder enterrarla. Todos se fueron cuando ella fue sepultada, pero yo me quedé de pie sobre el bulto de tierra, llorando con rabia como nunca antes. Esa fue la última vez que lloré; mi corazón murió en ese instante, y desde entonces, no existen emociones en mí.Tenía solo once años cuando esa desgracia me alcanzó. Trabajé de todo: lavando autos, botando basura, cortando sácate. A esa edad, mis manos ya estaban llenas de callos. En mi cabeza solo pensaba en vengarme del desgraciado de mi padre. Mi anhelo era encontrarlo y hacerle pagar por todo esto.Un día, no tenía nada que comer. Me senté en la acera frente a un club VIP nocturno, esperando alguna oportunidad para ganar dinero, algún mandado, lo que fuera. Ya habí
*KLAUS*Sabía todo sobre Úrsula Meyer antes de que nuestras miradas se cruzaran por primera vez. Sus gustos, sus rutinas, sus debilidades. Había dedicado semanas a estudiar cada detalle de su vida. Leía cada artículo sobre sus apariciones públicas, analizaba las fotos que publicaban los medios, e incluso aprendí cuáles eran sus flores favoritas: las orquídeas blancas, símbolo de pureza. ¡Qué ironía!Úrsula no era el tipo de mujer que me atraía. Rica, protegida por un padre omnipresente, viviendo en una burbuja de privilegios. No soportaba a las personas que creían que el mundo giraba a su alrededor, las que nunca habían tenido que pelear para tener algo. Pero no estaba allí para dejarme llevar por mis preferencias. Tenía un objetivo, y ella era el camino para conseguirlo.Cuando la vi por primera vez en ese evento de caridad, rodeada de lujos y aduladores, fue como presenciar a un pájaro dorado en su jaula. Se movía con gracia, pero había algo en sus ojos que contradecía su apariencia
*KLAUS*(Suspirando y apartando la mirada por un momento) —Quiero creer que no todo es falso. Aunque, para ser honesta, a veces es difícil saber qué es real. Crecí viendo cómo mi padre ponía el mundo a sus pies, pero me preguntó si alguna vez se detuvo a escuchar lo que realmente pensaban las personas. Es complicado… vivir en medio de tanto ruido y, aun así, sentir silencio.(Observándola con más interés) —Es curioso que lo digas. Desde afuera, tu vida parece perfecta, como la imagen que todos quieren alcanzar. Pero si me permites decirlo, creo que ese silencio del que hablas también puede ser una oportunidad. Para encontrar lo que realmente importa.—¿Y tú? ¿Has encontrado lo que realmente importa? ¿O eres igual que ellos, buscando solo lo que te conviene? —Digamos que tengo claro lo que necesito. Y no me detendré hasta conseguirlo. Pero eso no significa que no pueda escuchar, o entender. Tal vez tú tampoco deberías subestimarme tan rápido.(Me observa detenidamente, sintiendo una m
*ÚRSULA*El aire se sentía pesado, como si cada palabra de mi padre hubiera llenado la habitación con una opresión invisible. Su voz seguía resonando en mi cabeza, cada reproche, cada orden, cada intento de control. Me sentía atrapada, como si estuviera en una jaula que él había construido cuidadosamente a lo largo de los años. Mi postura rígida, con los brazos cruzados, era lo único que me quedaba para mostrarle que no estaba completamente derrotada. Pero por dentro, la furia crecía como un incendio que amenazaba con consumirlo todo.Cuando finalmente se fue, dejando tras de sí un silencio incómodo, me quedé inmóvil. Mi corazón latía con fuerza, y mis pensamientos eran un torbellino de frustración y cansancio. ¿Cuánto más podría soportar esto? ¿Cuánto tiempo más podría seguir siendo la hija perfecta, la que nunca cuestiona, la que siempre obedece? Estaba cansándome, agotándome de ser tan sumisa, de vivir bajo su sombra, de ser moldeada por sus expectativas.Respiré profundamente, int