CONEXION LOGRADA

*KLAUS*

Sabía todo sobre Úrsula Meyer antes de que nuestras miradas se cruzaran por primera vez. Sus gustos, sus rutinas, sus debilidades. Había dedicado semanas a estudiar cada detalle de su vida. Leía cada artículo sobre sus apariciones públicas, analizaba las fotos que publicaban los medios, e incluso aprendí cuáles eran sus flores favoritas: las orquídeas blancas, símbolo de pureza. ¡Qué ironía!

Úrsula no era el tipo de mujer que me atraía. Rica, protegida por un padre omnipresente, viviendo en una burbuja de privilegios. No soportaba a las personas que creían que el mundo giraba a su alrededor, las que nunca habían tenido que pelear para tener algo. Pero no estaba allí para dejarme llevar por mis preferencias. Tenía un objetivo, y ella era el camino para conseguirlo.

Cuando la vi por primera vez en ese evento de caridad, rodeada de lujos y aduladores, fue como presenciar a un pájaro dorado en su jaula. Se movía con gracia, pero había algo en sus ojos que contradecía su apariencia perfecta. No parecía feliz. Eso era mi entrada. Pero la gente infeliz suele buscar algo que llene el vacío, y yo sabía cómo convertirme en aquello que necesitaba.

Por fuera, todo en mí debía parecer casual, incluso torpe: un accidente con una copa rota para captar su atención, una sonrisa encantadora y una frase bien calculada. No obstante, por dentro, todo era estrategia. Cada palabra, cada gesto, estaba pensado para atraerla, para sembrar la semilla de la curiosidad en su mente.

Lo que no podía ignorar era el leve desprecio que sentía al hacerlo. Nunca había jugado una mano tan sucia, y, sin embargo, aquí estaba, dispuesto a todo por un ascenso social que no podría conseguir de otro modo. El legado de Diego Meyer, su fortuna y su red de contactos, era la carta ganadora que necesitaba para dejar atrás mi pasado y construir un futuro diferente. Y si eso significaba seducir a su hija, lo haría. Sin duda.

Me aproximé a Úrsula con una sonrisa medida, inclinando la cabeza justo lo suficiente para parecer vulnerable, pero con la seguridad suficiente para intrigarla. A las mujeres como ella les gusta sentir que controlan la situación, pero también quieren que las desafíen, que les den algo que no pueden encontrar en su mundo predecible.

—¿Y tú? —le pregunté, cuando nos quedamos a solas. Mi voz baja, como compartiendo un secreto—. ¿Alguna vez has querido quemarlo todo y empezar de nuevo?

Su respuesta no fue inmediata. Su mirada me estudió, tratando de descifrar si hablaba en serio. Yo sabía que la tenía. Lo vi en el leve destello en sus ojos, en la pequeña pausa antes de responder. Úrsula Meyer acababa de dar su primer paso hacia mí, aunque aún no lo supiera.

A medida que Úrsula hablaba, mostrando pequeños destellos de rebeldía en sus palabras cuidadosamente elegidas, no podía evitar estudiarla como si fuera una carta en la mesa de póker. Era una jugadora inconsciente, revelando su posición con cada gesto, cada pausa. Yo veía más allá de lo que mostraba: su frustración con el papel que la sociedad le había asignado, su hambre por algo auténtico en un mundo lleno de máscaras. Todo eso la hacía vulnerable. Y para mí, la vulnerabilidad era una oportunidad.

Nunca me había permitido conectar emocionalmente con mis objetivos. Era una regla no escrita que aprendí desde niño: el apego te hace débil. Pero con Úrsula, había una extraña disonancia que no podía ignorar. Por un lado, ella representaba todo lo que despreciaba: el privilegio sin esfuerzo, la vida protegida. Por otro lado, su mirada me decía que detrás de su fachada había algo más, algo que resonaba con mi propia lucha por escapar del pasado.

Sabía que no debía dejarme llevar por esas emociones. No estaba aquí para entenderla, ni para ayudarla. Estaba aquí para ganar. Su padre, Diego Meyer, era mi verdadero objetivo. Con su posición, su influencia y su dinero, podría escalar más rápido que nunca en este juego de apariencias y poder. Úrsula era simplemente el medio para llegar a él, y cada interacción con ella debía estar calculada para avanzar en mi estrategia.

Pero entonces, había momentos como este, cuando su risa inesperada rompía el aire cargado de formalidad en ese salón lleno de hipocresía. Cuando sus ojos parecían buscar algo más en mí, como si quisiera descubrir si yo también llevaba una máscara. En esos momentos, la línea entre estrategia y conexión se volvía peligrosamente difusa.

Mientras la observaba, una pequeña parte de mí se preguntó si podría llegar a admirarla, incluso a quererla. La idea era absurda, incluso peligrosa. Mi mente me recordó rápidamente que los sentimientos eran un lujo que no podía permitirme. No era el hombre que Úrsula necesitaba, ni ella era la mujer que yo quería. Pero en este juego, los deseos personales no tenían lugar. Solo importaban las cartas sobre la mesa y cómo jugarlas para ganar.

—Úrsula, —dije con una sonrisa medida, inclinándome ligeramente hacia ella—. Dicen que detrás de cada gran legado hay una gran presión. Supongo que tú sabes mucho de eso.

Sus ojos se entrecerraron ligeramente. Sabía que la había tocado en un punto sensible. Ese era el momento perfecto para fortalecer la conexión, para abrir una puerta que pudiera usar más tarde.

A medida que el evento avanzaba, mi plan comenzaba a tomar forma. Úrsula sería mi aliada, aunque aún no lo supiera. Y yo, el hombre que ella pensaba que necesitaba, sería exactamente lo que esperaba. Solo que mi verdadero objetivo seguiría siendo su padre, la figura central que controlaba todo.

Sin embargo, en lo más profundo de mi mente, una pequeña voz me susurraba preguntas incómodas. ¿Podía realmente mantenerme al margen emocionalmente? ¿O este juego acabaría siendo más peligroso de lo que había previsto?

—Sabes, todo el mundo aquí parece tener una máscara. Es curioso que en eventos como este, organizados para aparentar generosidad, haya tan poca autenticidad. ¿Tú crees en estas cosas, Klaus? En la caridad, en las buenas intenciones. ¿O eres como ellos?

(Sonriendo con cierta ironía) —¿Quieres saber la verdad? He aprendido que las buenas intenciones siempre tienen un precio. La caridad es un juego para los ricos. Una manera de alimentar su ego, de sentirse mejores consigo mismos, mientras el resto de nosotros nos conformamos con las sobras. ¿Qué piensas tú, Úrsula? ¿Crees que estas luces y sonrisas son sinceras?

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