*ÚRSULA*
Klaus me observó con esa mirada suya que parecía atravesar las fachadas, y por un instante me pregunté si había logrado engañarlo. Si podía ver más allá de mi máscara, no lo demostró. Su sonrisa era un poco más sutil de lo habitual, y aunque quería leer algo en mí, me di cuenta de que él también jugaba su propio juego.
—Nada mal. —expreso.
Mientras intentaba calmar las emociones que luchaban por controlarme, sentí un leve orgullo por haber logrado mantener la compostura. No había retrocedido. No había dejado que él se diera cuenta de que había sido mi primer beso. Pero también me sentí extrañamente expuesta, como si algo en mí hubiera cambiado con ese gesto inesperado.
En el fondo, sabía que Klaus era un experto en juegos, y este beso no había sido un accidente. Pero aunque una parte de mí quería analizar sus intenciones, otra, más pequeña, pero más audaz, quería simplemente disfrutar ese momento. No obstante, por primera vez en mucho tiempo, me sentía viva.
El sonido de los pasos de mi padre me hizo girar instintivamente. Su figura imponente avanzaba hacia mí con una expresión que no dejaba lugar a dudas: estaba furioso. Mi corazón dio un salto, y en un intento torpe de mantener la compostura, me despedí de Klaus con un simple “Adiós”. Mi voz sonó más débil de lo que esperaba, y mientras me alejaba, sentí su mirada fija en mí, como si pudiera leer cada pensamiento que pasaba por mi mente.
Cuando llegué junto a mi padre, su reprimenda no se hizo esperar. —¿Qué crees que estás haciendo, Úrsula? —dijo con un tono bajo pero cargado de autoridad—. ¿A solas con un hombre en un sitio público? ¿Qué clase de imagen crees que estás dando?
Sus palabras me golpearon como un látigo, pero no respondí. Crucé los brazos, mi único acto de resistencia, mientras él continuaba. —Esto es inaceptable. No puedo permitir que te comportes de esta manera. ¿Es que no entiendes lo que está en juego?
Su voz se endureció aún más, y antes de que pudiera decir algo, tomó mi mano con firmeza. Me dejó sin opción. Su agarre era fuerte, casi doloroso, y me guio hacia el coche como si fuera una niña incapaz de tomar sus propias decisiones. Cada paso que daba sentía cómo mi furia crecía, cómo el fuego dentro de mí se alimentaba de su control. Estaba cansada, agotada de ser tratada como una marioneta, de vivir bajo sus reglas sin espacio para ser yo misma.
Cuando finalmente llegamos al coche, me soltó y abrió la puerta con un gesto brusco. Subí sin decir una palabra, pero antes de que cerrara la puerta, levanté la mirada. Y ahí estaba Klaus, de pie en la distancia, con una copa en su mano. Su postura era relajada, pero su mirada seguía fija en mí, como si estuviera observando cada detalle de mi partida.
Por un instante, nuestras miradas se cruzaron, y sentí algo que no podía explicar. Era como si él entendiera lo que estaba ocurriendo, como si pudiera ver más allá de la fachada que mi padre intentaba imponer. Y aunque sabía que debía apartar la vista, no lo hice. Porque en ese momento, Klaus era el único que parecía reconocer mi lucha interna, el único que no me veía como una extensión de Diego Meyer.
La puerta del coche se cerró, y el sonido metálico me devolvió a la realidad. Mi padre se sentó al volante, su expresión aún marcada por la ira. Pero yo, en silencio, seguía pensando en esa mirada de Klaus, en lo que significaba y en lo que podría llegar a significar.
El ambiente dentro del coche se sentía opresivo, cargado con el peso de las palabras de mi padre y mi propio silencio. La ciudad pasaba por la ventana como un borrón de luces y sombras, pero mi mente estaba completamente fija en lo que acababa de ocurrir. Sus reproches aún resonaban en mi cabeza, cada frase diseñada para hacerme sentir pequeña, para recordarme que mi vida estaba bajo su control. Pero algo había cambiado.
Por primera vez, el fuego que crecía en mí no se apagaba con su autoridad. Estaba cansada, exhausta de cumplir siempre con sus expectativas, de ser la hija perfecta. Ese beso inesperado de Klaus, aunque confuso, me había revelado algo: había una parte de mí que anhelaba algo más. Algo que mi padre nunca podría entender.
El coche se detuvo en un semáforo, y mi padre, sin siquiera mirarme, continuó hablando.
—Úrsula, debes entender que este tipo de comportamiento no es aceptable. No voy a permitir que un hombre como ese se acerque a ti. ¿Qué diría la gente? ¿Qué imagen estás dando?
Me quedé callada, mirando por la ventana, fingiendo que no escuchaba. Pero dentro de mí, cada palabra suya alimentaba mi deseo de rebelarme. ¿Qué diría la gente? ¿Qué imagen estoy dando? ¿Por qué siempre tenía que ser sobre su reputación, sobre lo que los demás pensaban? ¿Acaso alguna vez se preocupaba por lo que yo quería, por lo que yo sentía?
Cuando finalmente llegamos a casa, bajé del coche sin esperar que mi padre dijera algo más. Sentía una mezcla de frustración y determinación, una combinación que no podía ignorar. Entré en mi habitación, cerré la puerta y me dejé caer sobre la cama. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía tristeza ni resignación. Sentía furia. Y, de alguna manera, esa furia me hacía sentir más viva que nunca.
Me levanté y caminé hacia la ventana. Miré hacia la calle y pensé en Klaus, en la manera en que me miró mientras me iba, en esa copa que sostenía como si tuviera todo bajo control. Había algo en él que me intrigaba, algo que no podía ignorar. Y aunque sabía que debía ser cautelosa, una pequeña parte de mí quería volver a verlo, quería entender quién era realmente. Sin embargo, tal vez, solo tal vez, él podría ser el primer paso hacia algo nuevo, hacia algo mío.
Con la respiración aún entrecortada y la piel palpitante, murmuré suavemente, casi en un susurro: —Besas delicioso, Klaus. La sensación de sus labios sobre los míos todavía persistía, como una suave caricia que se negaba a desvanecerse. Sentía un ligero cosquilleo, un hormigueo placentero que recorría la superficie de mis labios, recordándome cada instante del beso reciente y evocando el deseo de que volviera a suceder.
*KLAUS*Ahí estaba ella, Úrsula Meyer, siendo arrastrada por su padre como si fuera una niña incapaz de tomar decisiones. Su postura rígida, los brazos cruzados y la mirada que lanzaba al vacío me decían todo lo que necesitaba saber: estaba furiosa. Y esa furia, esa chispa de rebeldía que brillaba en sus ojos, era exactamente lo que yo había estado esperando.Me quedé de pie, con la copa en mi mano, observando cómo subía al coche. No aparté la mirada ni un segundo, deleitándome con la escena. Había algo fascinante en verla luchar contra las cadenas que la ataban, en saber que yo era parte de esa lucha. Había plantado la semilla, y ahora solo quedaba esperar a que germinara. Porque sabía que lo haría. Úrsula no era como las demás. Había algo en ella, algo que la hacía diferente, y yo estaba decidido a descubrirlo… y a usarlo a mi favor.Una sonrisa se dibujó en mis labios, lenta y calculada. No era una sonrisa de triunfo, no todavía. Era una sonrisa de intriga, de anticipación. Porque
*KLAUS*Me permití una sonrisa más amplia esta vez, disfrutando de su desconcierto. —Digamos que el chofer está lidiando con una pequeña contingencia técnica. —no era necesario que supiera que yo mismo había provocado aquella “contingencia”, cortando dos de las llantas del coche mientras ella estaba distraída dentro del café. Un movimiento sencillo, discreto, pero efectivo. Ahora, tendría tiempo suficiente para hablar con ella sin interrupciones.Úrsula me miró con cierta incredulidad, pero también había algo de admiración en sus ojos, aunque intentara esconderlo. Sabía que estaba comenzando a intrigarla, a desafiar la imagen que su padre probablemente quería que tuviera de mí. No era un hombre cualquiera, y ella empezaba a darse cuenta.—Entonces, ¿qué dices? ¿Te quedas un poco más? —pregunté, mi tono cuidadosamente neutral, pero con la intención justa para hacerle saber que no iba a insistir si decidía irse.Ella dudó por un momento, mordiendo ligeramente su labio inferior, como si
*KLAUS*El auditorio comenzó a llenarse poco a poco. Estudiantes hablando entre ellos, risas, murmullos, los sonidos típicos de un espacio académico. Yo me mantuve detrás del escenario, observando desde las sombras, esperando a que Úrsula llegara. Y entonces la vi. Entró con una naturalidad que no podía ser fingida, con su mochila colgada del hombro y una expresión mezcla de curiosidad y escepticismo. Se sentó en una de las filas del medio, rodeada de compañeros, pero su presencia destacaba. No pude evitar sonreír.Cuando me llamaron al escenario, caminé con confianza, sintiendo cada mirada fija en mí. Mis pasos resonaron en el auditorio, y al tomar el micrófono, hice una pausa, permitiendo que el silencio se asentara antes de comenzar.—Buenas tardes a todos. Es un honor estar aquí hoy, rodeado de mentes brillantes y hambrientas de conocimiento. —mi voz resonó con seguridad, y miré alrededor, asegurándome de cruzar miradas con tantos estudiantes como fuera posible. Pero mis ojos volv
*KLAUS*Dije aquello como si fuera un hecho, como si ya supiera qué habría una próxima vez, que no se trataba de un adiós definitivo. No intenté insistir; sabía que debía dejar la puerta abierta sin presionarla. Sus labios se entreabrieron, como si estuviera a punto de decir algo más, pero finalmente no lo hizo. Su mirada bajó por un instante antes de volverse a alzar hacia mí.—Nos vemos pronto, —dijo, finalmente, su voz más suave de lo que esperaba.Me despedí con un gesto fácil y me alejé, pero solo lo suficiente para dejarle espacio sin perderme la oportunidad de verla marchar. Mientras caminaba hacia su destino, la noté dudar por un momento, girando la cabeza ligeramente hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que seguía allí. Sonreí por mí mismo. La conexión estaba creciendo, paso a paso, y el juego seguía su curso.El momento se sintió casi perfecto. Mi propuesta, mi tono, su reacción… cada pieza estaba encajando. Ahora solo debía esperar a ver cómo reaccionaría la próxima
**ÚRSULA**Me giré de golpe, mirando el techo como si pudiera encontrar respuestas en las grietas de la pintura. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, no solo por la discusión con mi padre, sino por la idea de Klaus. Su voz, su mirada, su manera de desafiar todo lo que yo también quería desafiar. No podía dejar que mi padre me alejara de eso.Agarré mi celular del escritorio, mis dedos temblaban un poco mientras desbloqueaba la pantalla. No tenía un plan, solo sabía que necesitaba sentirme conectada a algo que no fuera esta casa, estas paredes que parecían cerrarse sobre mí. Busqué el nombre de Klaus en mis contactos y, sin pensarlo demasiado, le escribí:“¿Qué haces? Necesito escapar de esta jaula. ¿Tienes alguna idea para divertirnos?”Presioné enviarla antes de que pudiera arrepentirme. Me quedé mirando la pantalla, esperando esos tres puntos que indicaban que estaba escribiendo. Mi corazón latía con fuerza, pero esta vez no era por enojo. Era por la emoción, por la posibilidad de
**ÚRSULA**Mire el vino o lo que sea, algo extraño. Lo llevé a mis labios, un poco insegura, y dejé que el líquido dulce y refrescante me sorprendiera. Había algo de picante al final, pero era sutil, solo lo suficiente para despertar mis sentidos. Sentí una chispa de emoción al pensar que estaba probando algo nuevo, algo que nunca habría imaginado en mi vida cotidiana.—¿Qué te dije? —preguntó Klaus, con una sonrisa de satisfacción al ver mi reacción.—No está mal —respondí, intentando sonar indiferente, pero la sonrisa en mi rostro me delataba.El tiempo parecía diluirse en el ambiente del club. Bailamos, al ritmo de la música y seguimos probando más tragos cuyos nombres ni siquiera intenté recordar. Cada uno tenía un sabor distinto, una experiencia nueva que me hacía sentir más viva. A veces, sentía la mirada de Klaus sobre mí, y cada vez que lo hacía, mi corazón latía un poco más rápido.Había algo en sus ojos, en su expresión de complacencia, que me hacía sentir como si esa noche
*KLAUS*La observaba desde mi lugar junto a la barra, apoyado con el codo sobre la superficie de madera, mientras giraba lentamente mi copa entre los dedos. Úrsula tenía esa habilidad innata de hacer que todo a su alrededor pareciera más interesante, más vivo. Cada vez que probaba un vino nuevo, sus ojos se abrían un poco más, como si estuviera descubriendo un nuevo secreto del universo. Era fascinante. Podía sentir su curiosidad, su emoción, como si nunca hubiera probado algo tan simple, y a la vez tan sofisticado.Sonreí para mis adentros, complacido. Mi plan iba exactamente como lo había imaginado. Ella buscaba algo diferente, algo que rompiera con la monotonía de su mundo, y yo estaba más que dispuesto a dárselo. No porque fuera un estratega maquiavélico, sino porque había algo en ella que despertaba mi interés, un deseo casi instintivo de mostrarle todo lo que todavía no conocía, todo lo que podía ser.—¿Otro? —pregunté, levantando la ceja cuando terminó el último sorbo de su cop
**ÚRSULA**El dolor en mi cabeza fue lo primero que me golpeó. Era como si miles de martillos estuvieran golpeando mi cráneo sin piedad. Solté un quejido mientras intentaba moverme, sintiendo que incluso levantarme era un esfuerzo monumental. Nunca había bebido tanto en mi vida, y mucho menos de diferentes bebidas. Cada vez que intentaba recordar lo que había sucedido, los fragmentos eran confusos y dispersos. La música, las luces, Klaus… Todo estaba envuelto en una niebla densa que no lograba despejar.Abrí los ojos lentamente, esperando ver las paredes familiares de mi dormitorio, pero lo que vi me sacudió por completo. Este lugar no era mi casa. La cama en la que estaba era enorme, con sábanas suaves y blancas que no reconocía. Alrededor, el cuarto era impecable, moderno, con muebles elegantes que parecían sacados de una revista de lujo. Mi respiración se aceleró, y el pánico empezó a instalarse en mi pecho.Me senté de golpe, ignorando el dolor que se intensificaba con cada movimi