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PROBANDO LO PROHIBIDO

**ÚRSULA**

Me giré de golpe, mirando el techo como si pudiera encontrar respuestas en las grietas de la pintura. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, no solo por la discusión con mi padre, sino por la idea de Klaus. Su voz, su mirada, su manera de desafiar todo lo que yo también quería desafiar. No podía dejar que mi padre me alejara de eso.

Agarré mi celular del escritorio, mis dedos temblaban un poco mientras desbloqueaba la pantalla. No tenía un plan, solo sabía que necesitaba sentirme conectada a algo que no fuera esta casa, estas paredes que parecían cerrarse sobre mí. Busqué el nombre de Klaus en mis contactos y, sin pensarlo demasiado, le escribí:

“¿Qué haces? Necesito escapar de esta jaula. ¿Tienes alguna idea para divertirnos?”

Presioné enviarla antes de que pudiera arrepentirme. Me quedé mirando la pantalla, esperando esos tres puntos que indicaban que estaba escribiendo. Mi corazón latía con fuerza, pero esta vez no era por enojo. Era por la emoción, por la posibilidad de algo nuevo, algo que mi padre no pudiera controlar.

Cuando finalmente vi su respuesta aparecer, una sonrisa traviesa se dibujó en mi rostro. Tal vez no sabía exactamente en qué me estaba metiendo, pero una cosa era segura: esta noche no iba a quedarme encerrada.

Me quedé mirando la pantalla, esperando con impaciencia la respuesta de Klaus. Cuando finalmente apareció, mi corazón dio un salto. Su mensaje era breve, pero suficiente para encender mi espíritu rebelde. “Tengo una idea. Nos vemos enfrente de tu casa en media hora.”

Sin pensarlo dos veces, me levanté de la cama y comencé a buscar algo que ponerme. Quería algo que reflejara mi estado de ánimo: libre, desafiante, lista para lo que fuera. Opté por unos jeans desgastados y una camiseta negra, sencilla pero con actitud. Me miré en el espejo y sonreí. Esta noche sería diferente.

Salí de mi habitación con cuidado, asegurándome de que nadie me viera. Mi padre estaba en su despacho, como siempre, y mi madre ocupada en la cocina. Aproveché la oportunidad y me escabullí por la puerta trasera. El aire fresco de la noche me recibió como un abrazo, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí realmente libre.

Miré un auto algo lejano a la casa, caminé con un poco de miedo, que nadie me descubriera. Era mi primera vez hacer este tipo de cosas. Mi padre me quería controlar todo el tiempo. Llegué al auto, el único en ese sitio. 

—¿Lista para una aventura? —preguntó, con ese tono que siempre parecía desafiar al mundo.

—Más que lista —respondí, sintiendo cómo las mariposas volvían a revolotear en mi interior.

Y así comenzó nuestra noche. No sabía exactamente qué nos esperaba, pero una cosa era segura: esta vez, no iba a dejar que nadie me detuviera.

El auto de Klaus estaba esperando junto a la acera, con él apoyado en la puerta del conductor, su sonrisa desenfadada iluminando la noche. Apenas me vio, abrió la puerta del asiento del copiloto con ese gesto casual que me hacía sentir como si todo fuera natural, como si yo perteneciera a su mundo de alguna forma que no podía explicar. Sin pensarlo dos veces, me subí rápidamente, mi corazón acelerándose mientras cerraba la puerta y me acomodaba en el asiento. Quería diversión, y Klaus parecía ser la personificación de ella.

Él arrancó el motor, y su sonrisa seguía ahí, intacta, como si fuera imposible quitársela. Esa sonrisa, tan fascinante, tenía una forma peculiar de desarmarme. A veces me sentía tímida, incapaz de sostener su mirada por mucho tiempo. Pero también había algo en él que despertaba mi lado más audaz, como si me retara a no esconderme, a ser tan libre como él.

—¿Lista para algo diferente? —preguntó mientras el auto comenzaba a avanzar, su voz tan despreocupada como su actitud.

—Siempre —respondí, intentando sonar igual de segura, aunque mi voz traicionaba un ligero temblor.

Las luces de la ciudad pasaban rápidamente, y yo no tenía idea de hacia dónde íbamos. No me importaba. Con Klaus, cualquier lugar parecía prometedor. Cuando giró hacia una avenida principal y estacionó frente a un edificio con una fachada moderna y luminosa, lo miré con curiosidad. Era un club nocturno, pero no cualquier club. Se veía elegante, casi intimidante, con una fila de personas esperando entrar y coches lujosos en el estacionamiento.

—¿Aquí? —pregunté, sintiéndome un poco fuera de lugar pero, al mismo tiempo, emocionada por lo desconocido.

—Aquí —confirmó, bajando del auto y caminando hacia mi puerta para abrirla. Ese pequeño gesto me hizo sonreír, aunque intenté disimularlo.

Descendí del vehículo y caminé hacia él mientras nos dirigimos hacia la entrada. Klaus saludó al portero con una confianza que parecía natural, y en cuestión de segundos ya estábamos dentro, rodeados por música vibrante y luces que llenaban el espacio con energía. Mi corazón latía con fuerza, no solo por el lugar, sino por estar aquí con él, sintiendo que, por una noche, podía ser parte de algo más grande que las expectativas y restricciones que siempre me habían rodeado.

La diversión que buscaba estaba justo frente a mí, y Klaus, con su sonrisa y su manera única de hacerme sentir viva, era la llave que me había abierto la puerta a este mundo.

El interior del club era un torbellino de colores, luces y sonidos que hacían vibrar todo a mi alrededor. La música era un pulso constante que atravesaba mi cuerpo, invitándome a dejarme llevar. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí libre, como si las reglas y las miradas de mi padre se hubieran desvanecido fuera de esas paredes. Era solo yo, la música y la sensación de que esa noche podía ser quien quisiera.

Klaus me guio hacia la barra, su presencia siempre tan natural y confiada. Observé el menú de tragos, pero los nombres me resultaban completamente desconocidos. Nunca había probado nada como esto; de hecho, ni siquiera sabía qué esperar. Antes de que pudiera decidirme, Klaus pidió algo por mí. El bartender me entregó un vaso alto con un líquido colorido, decorado con una rodaja de limón y una sombrilla diminuta. Me hizo sonreír, aunque intenté ocultarlo.

—Pruébalo, te va a gustar —dijo Klaus, inclinándose un poco hacia mí para que pudiera escucharlo por encima de la música.

Nelpin

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