**ÚRSULA**
Corrí hacia la casa con el corazón acelerado, consciente de cada sonido, de cada movimiento a mi alrededor. El sol ya estaba alto, bañándose todo con una luz que hacía más difícil esconderme. La distancia entre el coche de Klaus y la puerta trasera de mi casa me pareció interminable, pero no me detuve. La adrenalina me impulsaba, y el recuerdo del abrazo que le había dado hacía que mis pasos fueran firmes a pesar de los nervios.
Llegué a la puerta trasera y me detuve un momento para escuchar. Todo estaba tranquilo, solo se oían los sonidos habituales de los empleados trabajando en las tareas cotidianas. Klaus tenía razón, mi padre no estaba. Por una vez, su ausencia se sentía como una oportunidad en lugar de una amenaza. Respiré hondo y empujé la puerta con cuidado, asegurándome de que no hiciera ruido.
Entré en la casa, avanzando con pasos ligeros por los pasillos. Mi habitación estaba en el segundo piso, y cada escalón que subía se sentía como un pequeño triunfo. Estaba a punto de llegar cuando escuché un ruido detrás de mí. Me congelé. Mi corazón dio un vuelco y todas mis alarmas internas se encendieron. Giré lentamente la cabeza, pero para mi alivio, solo era uno de los empleados pasando con una bandeja. Ni siquiera me miró.
Llegué a mi cuarto y cerré la puerta con cuidado, dejando escapar un suspiro largo y tembloroso. Me dejé caer en la cama, mirando al techo mientras trataba de calmarme. Había logrado regresar sin ser descubierta, pero mi mente seguía llena de preguntas. ¿Por qué Klaus hizo todo esto por mí? ¿Qué buscaba realmente? Y, lo más importante, ¿cómo iba a enfrentar a mi padre cuando finalmente tuviera que hacerlo?
El abrazo que le había dado seguía presente en mi mente, y con él, la sensación de seguridad que había sentido por un breve instante. Era extraño, desconcertante, pero no podía ignorar que, a pesar de todo, había una parte de mí que confiaba en él más de lo que quería admitir. Cerré los ojos, tratando de ordenar mis pensamientos, pero sabía que la tranquilidad no duraría mucho.
El agua caliente corría por mi piel, llevándose consigo el cansancio y los restos de la noche anterior. Cerré los ojos, dejando que el vapor llenara el baño y me envolviera en una burbuja de tranquilidad. Era un momento necesario, un respiro antes de enfrentar lo que fuera que me esperaba. Mientras me enjabonaba, traté de ordenar mis pensamientos, pero cada vez que Klaus aparecía en mi mente, una mezcla de emociones me desbordaba. Gratitud, curiosidad, y algo más que no quería nombrar.
Cuando salí de la ducha, me sentí un poco más ligera, aunque el peso de la realidad seguía presente. Elegí ropa casual, algo sencillo que no llamara la atención: unos jeans y una camiseta blanca. No tenía intención de salir de mi habitación. Quería evitar cualquier encuentro, cualquier conversación que pudiera complicar aún más las cosas. Mi plan era simple: quedarme aquí, tranquila, hasta que pudiera pensar con claridad.
Pero esa calma no duró mucho. Unos golpes suaves en la puerta me hicieron incorporarme de inmediato. Era Marta, una de las empleadas más cercanas a mí, alguien en quien siempre había confiado.
—Señorita Úrsula, —dijo en voz baja, como si temiera que alguien más pudiera escuchar—. Tengo que decirle algo. El chofer de su padre… lo han golpeado. Está en la cocina, muy mal.
Fruncí el ceño al escuchar sus palabras. ¿Golpeado? ¿Por qué? Mi mente comenzó a correr, buscando respuestas, pero ninguna tenía sentido. Marta me miraba con preocupación, esperando alguna reacción de mi parte. Sentí una mezcla de indignación y curiosidad, pero también una chispa de miedo. ¿Qué estaba pasando realmente?
Me levanté de la cama, mi corazón acelerándose mientras trataba de decidir qué hacer. No podía ignorar esto; sin embargo, tampoco podía actuar sin pensar. Algo me decía que este incidente era más grande de lo que parecía, y que, de alguna manera, estaba conectado con todo lo que había sucedido en las últimas horas.
Bajé las escaleras con pasos apresurados, mi corazón latiendo con fuerza mientras me dirigía a la cocina. Marta no había dado muchos detalles, pero la idea de que alguien hubiera golpeado al chofer de mi padre me llenaba de inquietud. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué alguien haría algo así?
Cuando llegué, lo vi sentado en una silla junto a la mesa, con una bolsa de hielo presionada contra su cabeza. Su rostro estaba pálido, y había una expresión de confusión mezclada con dolor en sus ojos. La cocinera estaba a su lado, escuchándolo con atención mientras él hablaba en voz baja, como si temiera que alguien más pudiera oírlo.
—Me pareció ver salir a alguien, —decía, su voz temblorosa—. Pero antes de que pudiera hacer algo, sentí un golpe en la cabeza. No vi quién fue… no supe nada más hasta que desperté esta mañana.
Me quedé en el umbral de la puerta, escuchando en silencio mientras trataba de procesar lo que estaba diciendo. ¿Alguien había entrado o salido de la casa? ¿Y por qué lo habrían atacado? Mi mente comenzó a llenarse de preguntas, cada una más inquietante que la anterior.
—¿Estás seguro de que no viste nada más? —preguntó la cocinera, su tono lleno de preocupación.
El chofer negó con la cabeza, apretando la bolsa de hielo contra su frente. —No… fue todo tan rápido. Solo recuerdo la sombra de alguien… y luego, nada.
Fruncí el ceño, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en mi pecho. Esto no era un simple accidente. Había algo más detrás de todo esto, algo que no podía ignorar. Di un paso hacia delante, haciendo que ambos se giraran para mirarme. La cocinera me saludó con un gesto de la cabeza, pero el chofer parecía demasiado aturdido para reaccionar.
—¿Cómo te sientes? —pregunté, mi voz más firme de lo que esperaba.
—Mejor, señorita Úrsula, —respondió, aunque su tono no era convincente. —Solo… confundido.
Asentí, aunque mi mente ya estaba trabajando en lo que esto significaba. Algo estaba pasando, algo que no entendía del todo, pero que sabía que no podía ignorar. Este incidente era solo una pieza más en un rompecabezas que comenzaba a formarse, y no podía evitar sentir que, de alguna manera, estaba conectada a todo esto.
—¿Viste quién te golpeó? —pregunté, mi voz firme pero cargada de preocupación.
**ÚRSULA**El chofer negó con la cabeza, su expresión reflejaba tanto dolor como confusión. —No, señorita. Escuché un ruido y fui a investigar. Me pareció ver la figura de una mujer salir por detrás, pero antes de que pudiera acercarme, alguien me golpeó por detrás. No supe nada más, hasta que desperté esta mañana.Mi corazón dio un vuelco. ¿Me había visto salir de casa? ¿Sería Klaus quien lo golpeó? La idea me inquietaba, pero no podía dejar que mis pensamientos me dominaran. Necesitaba mantener la calma y pensar con claridad.—Tranquilo, será mejor que vayas al hospital, —dije, intentando sonar más serena de lo que realmente me sentía.—Sí, ya le reporté a su padre, —respondió, bajando la mirada como si temiera que hubiera consecuencias por lo sucedido.Fruncí el ceño, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Esto no era un simple accidente. Había algo más detrás de todo esto, algo que no podía ignorar. Pero ahora no era el momento de buscar respuestas. Necesitaba tiempo par
*KLAUS*Su tono era inquisitivo, pero no directamente agresivo. Sin embargo, no era necesario que lo fuera para que entendiera lo que realmente estaba preguntando. ¿Qué estás haciendo y cómo afecta esto mis intereses? Pablo siempre tenía una manera de enmarcar sus preguntas como si buscara algo más que respuestas. Buscaba control, buscaba saber si todavía lo tenía sobre mí.—Es parte del plan, —respondí, manteniendo mi tono firme pero calmado. No podía dar espacio a dudas, no con alguien como él. —Úrsula tiene… potencial. Solo estoy asegurándome de que ese potencial esté alineado con lo que buscamos.Pablo se recargó en el respaldo de la silla, evaluándome en silencio. Ese era su estilo. Te hacía hablar primero y luego decidía cómo usar tus propias palabras contra ti, si era necesario.—Espero que estés seguro de lo que haces, Klaus, —dijo finalmente, su tono aún tranquilo, pero con una advertencia implícita. —Sabes lo que está en juego. Ella puede ser valiosa, sí, pero también puede
**ÚRSULA**Pero no iba a ceder. No ahora.Mi prima no se movió del umbral, como si su mera presencia fuera suficiente para recordarme que no tenía escapatoria. Su mirada seguía fija en mí, evaluándome, buscando cualquier señal de debilidad que pudiera usar en mi contra. Sabía que no estaba aquí por casualidad. Ella siempre había sido la aliada perfecta de mi padre, su espía personal, y ahora estaba claro que había venido con una misión.—¿Qué es lo que realmente quieres? —pregunté, cruzando los brazos mientras intentaba mantener mi postura firme. No iba a dejar que me intimidara, aunque por dentro sentía cómo mi paciencia comenzaba a agotarse.—Solo quiero asegurarme de que estás bien, —respondió con una sonrisa q
**ÚRSULA**Giré en la esquina, sintiendo que mi plan estaba funcionando, cuando un grupo de estudiantes se cruzó frente a mí, bloqueando mi salida. Mordí mi labio, intentando no perder la calma. No podía detenerme ahora. Me moví entre ellos lo mejor que pude, pero justo cuando estaba a punto de seguir avanzando, escuché su voz.—¡Úrsula! —Mirella dijo mi nombre con esa dulzura ensayada que solo yo sabía interpretar como una trampa.Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Cerré los ojos por un instante, conteniendo el impulso de salir corriendo. Me obligué a respirar hondo, a girarme con calma, a mostrarle que no me afectaba, aunque por dentro quisiera hacer exactamente lo contrario.Esto apenas comenzaba.Cada día era una repetici&o
*ÚRSULA*Mi prima me ha estado vigilando sin descanso. Sé perfectamente que sigue órdenes de mi padre. No necesita decirlo en voz alta; su presencia constante, sus preguntas disfrazadas de interés, y sus miradas inquisitivas son suficiente prueba de ello. Lo hace porque entiende que no me doblegaré ante sus reglas, ya que sabe que no estoy dispuesta a ser la marioneta que todos esperan que sea.Pero entre más pasan los días, más me doy cuenta de que mi vida está atrapada en una prisión que mi padre ha construido meticulosamente para mí. Cada salida es supervisada, cada conversación es analizada, cada decisión que intento tomar parece tener consecuencias. No hay escapatoria. Y a medida que esa realidad se vuelve más evidente, el peso en mi pecho se hace insoportable.—¿Qué deseas hacer ahora? —la voz de Klaus me sacó bruscamente de mis pensamientos.Lo miré, mi mente aún atrapada en la desesperación de mi propia existencia. —¿Qué? —susurré, la sorpresa temblando en mis palabras. La pre
*ÚRSULA*Klaus sonrió ligeramente, como si hubiera esperado esa pregunta. —Úrsula tiene una forma de ver el mundo que la diferencia de todos los que la rodean, —respondió, su tono relajado pero calculado. —Es alguien que busca algo más, que no se conforma con lo que le han impuesto. Y eso, Mirella, es lo que la hace única.Sentí un escalofrío al escucharlo decir esas palabras. Porque sabía que tenía razón. Pero lo más inquietante de todo era cómo las decía, como si estuviera protegiéndome, como si estuviera marcando una diferencia entre quienes querían mantenerme atrapada y quienes entendían mi deseo de libertad.Mirella soltó una leve risa, inclinando la cabeza como si estuviera considerando sus palabras. —Interesante, —dijo finalmente. —Y dime, Klaus, ¿tú también eres alguien que busca algo más? Aunque no sé qué dirá mi tío de que mi prima se vea a solas con un hombre. Klaus la miró, su expresión inmutable, pero con ese brillo misterioso en los ojos que siempre parecía guardar resp
*ÚRSULA*Sin decir una palabra, giré sobre mis talones y caminé hacia mi habitación. Sentí su furia tras de mí, el intento de decir algo más, de detenerme, de seguir imponiéndose. Pero no le di la oportunidad. Cerré la puerta con fuerza, asegurándome de que resonara en toda la casa, de que quedara claro que en ese momento, por primera vez en mucho tiempo, no estaba dispuesta a escuchar.Me apoyé contra la puerta, respirando hondo mientras la adrenalina recorría mi cuerpo. No había escapado todavía, pero había dado un paso. Y de alguna manera, ese pequeño acto de desafío se sintió como el comienzo de algo más grande.Desde mi habitación, apoyada contra la puerta, escuché cómo sus voces se filtraban a través de la madera. No necesitaba verlos para imaginar la escena. Mirella, con su postura impecable y su tono cargado de falsa preocupación, y mi padre, con el ceño fruncido y la furia contenida que siempre parecía estar a punto de explotar.—Tío, tú la tienes malcriada a mi prima, —dijo
*ÚRSULA*Al enviar el mensaje, sentí como si el aire se volviera más denso, como si cada segundo dejara de moverse mientras esperaba su respuesta. En ese instante, comprendí que, a pesar de mis miedos y de la incertidumbre, la posibilidad de ser realmente yo, de amar y ser amada sin restricciones, valía cualquier riesgo.La pantalla se iluminó nuevamente y, con cada palabra que se iba desplegando, mi corazón se llenaba de una mezcla de alivio y temor. Klaus, con su empatía inquebrantable y voz serena, había derribado uno de los muros más grandes que me separaban de la libertad. Y aunque aún temblaba ante la idea, no podía negar que, por primera vez, veía una salida en medio del laberinto de control que me había estado ahogando.**KLAUS**Recostado en el sillón, desbloqueé mi teléfono y la pantalla me iluminó el rostro con la confirmación que esperab