**ÚRSULA**
El chofer negó con la cabeza, su expresión reflejaba tanto dolor como confusión. —No, señorita. Escuché un ruido y fui a investigar. Me pareció ver la figura de una mujer salir por detrás, pero antes de que pudiera acercarme, alguien me golpeó por detrás. No supe nada más, hasta que desperté esta mañana.
Mi corazón dio un vuelco. ¿Me había visto salir de casa? ¿Sería Klaus quien lo golpeó? La idea me inquietaba, pero no podía dejar que mis pensamientos me dominaran. Necesitaba mantener la calma y pensar con claridad.
—Tranquilo, será mejor que vayas al hospital, —dije, intentando sonar más serena de lo que realmente me sentía.
—Sí, ya le reporté a su padre, —respondió, bajando la mirada como si temiera que hubiera consecuencias por lo sucedido.
Fruncí el ceño, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Esto no era un simple accidente. Había algo más detrás de todo esto, algo que no podía ignorar. Pero ahora no era el momento de buscar respuestas. Necesitaba tiempo para pensar, para entender lo que estaba pasando.
—Descansa, —le dije, finalmente, mi tono más suave. —Marta, por favor, lleva mi comida a mi habitación. Tengo que estudiar.
—Sí, señorita, —respondió Marta, con un leve asentimiento antes de salir de la cocina.
Me quedé allí por un momento, observando al chofer mientras presionaba la bolsa de hielo contra su cabeza. Había algo en su mirada, una mezcla de miedo y desconcierto, que me hacía sentir que esto era solo el comienzo de algo mucho más grande. Finalmente, me giré y salí de la cocina, mi mente llena de preguntas que no podía responder.
Mientras subía las escaleras hacia mi habitación, no podía evitar pensar en Klaus. ¿Había sido él? ¿Cómo lo supo? Y si no había sido él, entonces ¿quién? Cerré la puerta de mi dormitorio y me dejé caer en la cama, sintiendo el peso de todo lo que había sucedido. Necesitaba respuestas, pero por ahora, lo único que podía hacer era esperar y tratar de mantener la calma.
*KLAUS*
Llegué a mi casa en el silencio cómodo de la mañana, sintiendo el leve cansancio que no era físico, sino más bien mental, producto de mantener todo bajo control. Úrsula estaba a mi lado, descansando profundamente, ajena a todo lo que pasaba a su alrededor. La llevé directamente a mi habitación, asegurándome de que estuviera cómoda. No había lugar para errores. Cada decisión debía ser precisa, cada acción debía seguir su curso natural.
Me acomodé en el sillón junto a la cama al principio, observándola. Era increíble cómo el cansancio suavizaba aún más sus facciones. Su cabello caía desordenado sobre la almohada, pero incluso eso tenía un aire de perfección, casi involuntario. Parecía una pintura, una que capturaba la calma y la vulnerabilidad de alguien que por fin había soltado el peso de las expectativas.
No dormí. No porque no pudiera, sino porque no quería. Pasé las horas contemplándola, observando los detalles que la hacían única. Úrsula es una mujer fascinante. Tenía una belleza natural, sí, pero había algo más. Una mezcla de fuerza y fragilidad que la hacía diferente, interesante. Aunque ingenua, era evidente que había un espíritu rebelde luchando por salir, por encontrar algo más allá de las paredes que la contenían. Y eso, precisamente, era lo que la hacía tan irresistible.
Finalmente, cedí al cansancio y me permití dormir, aunque fuera por unas horas. La habitación estaba en completo silencio, apenas perturbada por el murmullo lejano de la ciudad. Cerré los ojos, dejando que la pesadez del día se disipara en un sueño breve pero profundo.
Cuando desperté, sentí esa familiar confusión de los primeros momentos, como si no supiera exactamente dónde estaba. Pero pronto me di cuenta de que algo estaba mal. No estaba solo. Lo sentí antes de verlo. Una presencia en la habitación, algo que alteraba el aire con un peso que no podía ignorar.
Abrí los ojos lentamente y, para mi sorpresa —y susto—, ahí estaba él, sentado frente a la cama. Pablo. Su figura estaba relajada, con una pierna cruzada sobre la otra y las manos descansando tranquilamente en su regazo, como si su presencia allí fuera lo más normal del mundo. Sus ojos estaban fijos en mí, pero no había sonrisa en su rostro. Solo esa expresión calculadora que siempre me hacía sentir como si estuviera a tres pasos detrás de él.
Me sobresalté de inmediato, sentándome rápidamente en la cama mientras mi mente intentaba ponerse al día. El corazón me latía con fuerza, aunque traté de mantener la calma en mi semblante.
—Pablo, ¿qué demonios haces aquí? —logré preguntar, mi voz cargada de sorpresa, aunque intentando sonar indiferente.
Él inclinó ligeramente la cabeza, estudiándome como siempre hacía, tomándose su tiempo antes de responder. —Parece que has estado ocupado, Klaus, —dijo finalmente, su tono tranquilo, casi casual, pero con una nota subyacente de advertencia que no podía ignorar.
Sabía que Pablo no hacía nada sin un propósito. Si estaba aquí, sentado frente a mí, no era una simple visita amistosa. Mi mente comenzó a trabajar rápidamente, intentando descifrar qué era lo que quería, qué sabía, y qué esperaba de mí esta vez.
Me enderecé en la cama, tratando de recomponerme mientras Pablo seguía observándome con esa mirada suya, tan calculadora como siempre. Mi corazón seguía acelerado, pero sabía que debía recuperar el control de la situación. No podía mostrarme vulnerable frente a él.
—Ocupado, dices… —respondí, tratando de sonar despreocupado mientras apoyaba la espalda contra el cabecero de la cama. Crucé los brazos, imitando su aparente calma. —¿A qué te refieres exactamente, Pablo?
Él sonrió ligeramente, pero no era una sonrisa cálida. Era más bien la de alguien que sabe que tiene la ventaja. Se inclinó un poco hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas, como si estuviera a punto de soltar una bomba, pero disfrutara cada segundo previo.
—Esa chica, Úrsula, —dijo, pronunciando su nombre con una pausa deliberada, como si probara su peso en el aire—. He notado que estás invirtiendo mucho tiempo y… esfuerzo en ella. ¿Por qué?
*KLAUS*Su tono era inquisitivo, pero no directamente agresivo. Sin embargo, no era necesario que lo fuera para que entendiera lo que realmente estaba preguntando. ¿Qué estás haciendo y cómo afecta esto mis intereses? Pablo siempre tenía una manera de enmarcar sus preguntas como si buscara algo más que respuestas. Buscaba control, buscaba saber si todavía lo tenía sobre mí.—Es parte del plan, —respondí, manteniendo mi tono firme pero calmado. No podía dar espacio a dudas, no con alguien como él. —Úrsula tiene… potencial. Solo estoy asegurándome de que ese potencial esté alineado con lo que buscamos.Pablo se recargó en el respaldo de la silla, evaluándome en silencio. Ese era su estilo. Te hacía hablar primero y luego decidía cómo usar tus propias palabras contra ti, si era necesario.—Espero que estés seguro de lo que haces, Klaus, —dijo finalmente, su tono aún tranquilo, pero con una advertencia implícita. —Sabes lo que está en juego. Ella puede ser valiosa, sí, pero también puede
**ÚRSULA**Pero no iba a ceder. No ahora.Mi prima no se movió del umbral, como si su mera presencia fuera suficiente para recordarme que no tenía escapatoria. Su mirada seguía fija en mí, evaluándome, buscando cualquier señal de debilidad que pudiera usar en mi contra. Sabía que no estaba aquí por casualidad. Ella siempre había sido la aliada perfecta de mi padre, su espía personal, y ahora estaba claro que había venido con una misión.—¿Qué es lo que realmente quieres? —pregunté, cruzando los brazos mientras intentaba mantener mi postura firme. No iba a dejar que me intimidara, aunque por dentro sentía cómo mi paciencia comenzaba a agotarse.—Solo quiero asegurarme de que estás bien, —respondió con una sonrisa q
**ÚRSULA**Giré en la esquina, sintiendo que mi plan estaba funcionando, cuando un grupo de estudiantes se cruzó frente a mí, bloqueando mi salida. Mordí mi labio, intentando no perder la calma. No podía detenerme ahora. Me moví entre ellos lo mejor que pude, pero justo cuando estaba a punto de seguir avanzando, escuché su voz.—¡Úrsula! —Mirella dijo mi nombre con esa dulzura ensayada que solo yo sabía interpretar como una trampa.Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Cerré los ojos por un instante, conteniendo el impulso de salir corriendo. Me obligué a respirar hondo, a girarme con calma, a mostrarle que no me afectaba, aunque por dentro quisiera hacer exactamente lo contrario.Esto apenas comenzaba.Cada día era una repetici&o
*ÚRSULA*Mi prima me ha estado vigilando sin descanso. Sé perfectamente que sigue órdenes de mi padre. No necesita decirlo en voz alta; su presencia constante, sus preguntas disfrazadas de interés, y sus miradas inquisitivas son suficiente prueba de ello. Lo hace porque entiende que no me doblegaré ante sus reglas, ya que sabe que no estoy dispuesta a ser la marioneta que todos esperan que sea.Pero entre más pasan los días, más me doy cuenta de que mi vida está atrapada en una prisión que mi padre ha construido meticulosamente para mí. Cada salida es supervisada, cada conversación es analizada, cada decisión que intento tomar parece tener consecuencias. No hay escapatoria. Y a medida que esa realidad se vuelve más evidente, el peso en mi pecho se hace insoportable.—¿Qué deseas hacer ahora? —la voz de Klaus me sacó bruscamente de mis pensamientos.Lo miré, mi mente aún atrapada en la desesperación de mi propia existencia. —¿Qué? —susurré, la sorpresa temblando en mis palabras. La pre
*ÚRSULA*Klaus sonrió ligeramente, como si hubiera esperado esa pregunta. —Úrsula tiene una forma de ver el mundo que la diferencia de todos los que la rodean, —respondió, su tono relajado pero calculado. —Es alguien que busca algo más, que no se conforma con lo que le han impuesto. Y eso, Mirella, es lo que la hace única.Sentí un escalofrío al escucharlo decir esas palabras. Porque sabía que tenía razón. Pero lo más inquietante de todo era cómo las decía, como si estuviera protegiéndome, como si estuviera marcando una diferencia entre quienes querían mantenerme atrapada y quienes entendían mi deseo de libertad.Mirella soltó una leve risa, inclinando la cabeza como si estuviera considerando sus palabras. —Interesante, —dijo finalmente. —Y dime, Klaus, ¿tú también eres alguien que busca algo más? Aunque no sé qué dirá mi tío de que mi prima se vea a solas con un hombre. Klaus la miró, su expresión inmutable, pero con ese brillo misterioso en los ojos que siempre parecía guardar resp
*ÚRSULA*Sin decir una palabra, giré sobre mis talones y caminé hacia mi habitación. Sentí su furia tras de mí, el intento de decir algo más, de detenerme, de seguir imponiéndose. Pero no le di la oportunidad. Cerré la puerta con fuerza, asegurándome de que resonara en toda la casa, de que quedara claro que en ese momento, por primera vez en mucho tiempo, no estaba dispuesta a escuchar.Me apoyé contra la puerta, respirando hondo mientras la adrenalina recorría mi cuerpo. No había escapado todavía, pero había dado un paso. Y de alguna manera, ese pequeño acto de desafío se sintió como el comienzo de algo más grande.Desde mi habitación, apoyada contra la puerta, escuché cómo sus voces se filtraban a través de la madera. No necesitaba verlos para imaginar la escena. Mirella, con su postura impecable y su tono cargado de falsa preocupación, y mi padre, con el ceño fruncido y la furia contenida que siempre parecía estar a punto de explotar.—Tío, tú la tienes malcriada a mi prima, —dijo
*ÚRSULA*Al enviar el mensaje, sentí como si el aire se volviera más denso, como si cada segundo dejara de moverse mientras esperaba su respuesta. En ese instante, comprendí que, a pesar de mis miedos y de la incertidumbre, la posibilidad de ser realmente yo, de amar y ser amada sin restricciones, valía cualquier riesgo.La pantalla se iluminó nuevamente y, con cada palabra que se iba desplegando, mi corazón se llenaba de una mezcla de alivio y temor. Klaus, con su empatía inquebrantable y voz serena, había derribado uno de los muros más grandes que me separaban de la libertad. Y aunque aún temblaba ante la idea, no podía negar que, por primera vez, veía una salida en medio del laberinto de control que me había estado ahogando.**KLAUS**Recostado en el sillón, desbloqueé mi teléfono y la pantalla me iluminó el rostro con la confirmación que esperab
**KLAUS**Mirella, por supuesto, no perdió la oportunidad de tomar el control de la situación. Al llegar cerca, noté el leve ascenso de una ceja en su rostro, el ligero esbozo de una sonrisa en sus labios, como reconociendo el atisbo del juego que estaba por comenzar.No se trataba de un coqueteo cualquiera, sino de ese baile silencioso en el que las miradas dicen más que las palabras. Con cada paso, me aseguraba de proyectar una imagen relajada, pero intensa, como si la noche misma hubiese conspirado para reunirnos en ese preciso instante.—Ahora sí, me invita a un trago, —dijo Mirella, levantándose de su asiento con una gracia estudiada. Sus amigas, que hasta entonces habían permanecido en segundo plano, sonrieron con picardía, como si fueran cómplices de algo que aún no se había revelado.Sabía que, en ese ambiente cargado de impulsos y estrategias, cada gesto se interpretaría de múltiples maneras. Para mí, sin embargo, l