ACOSADA

**ÚRSULA**

Pero no iba a ceder. No ahora.

Mi prima no se movió del umbral, como si su mera presencia fuera suficiente para recordarme que no tenía escapatoria. Su mirada seguía fija en mí, evaluándome, buscando cualquier señal de debilidad que pudiera usar en mi contra. Sabía que no estaba aquí por casualidad. Ella siempre había sido la aliada perfecta de mi padre, su espía personal, y ahora estaba claro que había venido con una misión.

—¿Qué es lo que realmente quieres? —pregunté, cruzando los brazos mientras intentaba mantener mi postura firme. No iba a dejar que me intimidara, aunque por dentro sentía cómo mi paciencia comenzaba a agotarse.

—Solo quiero asegurarme de que estás bien, —respondió con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. —Tu padre se preocupa por ti, Úrsula. Últimamente, has estado… diferente. Más distraída, más ausente. Y eso, bueno, no pasa desapercibido.

Fruncí el ceño, sintiendo cómo la irritación crecía dentro de mí. Sabía exactamente lo que estaba haciendo. No era preocupación genuina; era una advertencia disfrazada de interés. Mi padre había comenzado a sospechar, y ella estaba aquí para confirmar sus dudas.

—Estoy perfectamente bien, —repetí, mi tono más cortante esta vez. —Dile a mi padre que no tiene de qué preocuparse.

Ella inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera considerando mis palabras, pero su expresión no cambió. —Espero que sea así, —dijo finalmente, aunque su tono dejaba claro que no me creía. —Dado que tienes idea de cómo es él. No le gusta que le oculten cosas.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, pero no dejé que se reflejara en mi rostro. No podía darle esa satisfacción. En lugar de eso, mantuve mi mirada fija en la suya, desafiándola a decir algo más.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, dio un paso atrás, como si decidiera que había cumplido con su tarea por ahora. —Bueno, no te quito más tiempo. Estoy segura de que tienes cosas importantes que hacer, tendremos más tiempo de ahora en adelante —dijo con una sonrisa que no era más que una máscara.

La observé mientras se alejaba, sintiendo cómo la tensión en mi cuerpo comenzaba a disiparse lentamente. Pero sabía que esto no había terminado. Mi prima no era alguien que se rendía fácilmente, y si mi padre había enviado a su espía más leal, significaba que estaba más vigilada de lo que pensaba.

Cerré la puerta y me apoyé contra ella, dejando escapar un suspiro largo. Necesitaba ser más cuidadosa. Cada movimiento, cada palabra, cada decisión tendría que ser calculada. Porque ahora no solo estaba enfrentando a mi padre, sino también a su red de aliados, y eso lo complicaba todo.

El bullicio de la universidad me envolvió en cuanto crucé las puertas. Los estudiantes caminaban apresurados de un lado a otro, algunos enfrascados en conversaciones animadas, otros absortos en sus propias preocupaciones. Era un alivio estar aquí, lejos de la opresión de mi casa, lejos de las miradas inquisidoras de mi padre. O al menos, eso creía.

Hasta que la vi.

Me detuve en seco, sintiendo cómo el mundo parecía ralentizarse por un instante. Mi prima estaba allí, en medio del campus, con su sonrisa perfecta, su postura impecable, como si siempre hubiera pertenecido a este lugar. Mi corazón se aceleró, y un nudo de inquietud se formó en mi estómago. ¿Qué hacía aquí? ¿Cuándo había sucedido esto? ¿Y por qué no lo sabía?

La observé desde la distancia, tratando de controlar la mezcla de sorpresa y enojo que comenzaba a instalarse en mi pecho. Se movía con naturalidad, saludando a todos con una calidez que no era más que una fachada perfectamente construida. Su voz era suave, su actitud encantadora, y en cuestión de minutos ya parecía ganarse a cada persona que se cruzaba en su camino.

Solo yo sabía la verdad.

Yo sabía la frialdad detrás de esa sonrisa, la manera en que su dulzura no era más que un disfraz para encubrir sus verdaderas intenciones. No estaba aquí por casualidad. Esto era una estrategia. Una manera de seguirme, de vigilarme, de asegurarse de que no escapara de la sombra de mi padre.

Apreté los labios, sintiendo la frustración crecer dentro de mí. No iba a ser fácil lidiar con esto. Ahora, no solo tenía que ser cuidadosa en casa, sino también aquí. En el único lugar donde pensaba que podría respirar libremente.

Mi prima levantó la vista por un instante y, como si lo hubiera sentido, sus ojos se encontraron con los míos. Su sonrisa se mantuvo intacta, pero la mirada que me dirigió fue suficiente para confirmarlo: sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Esto no iba a ser una coincidencia.

Esto era una advertencia.

Tan pronto como el profesor cerró su libro y dio por terminada la clase, recogí mis cosas con una velocidad calculada. No podía quedarme ni un segundo más. Sabía que si lo hacía, corría el riesgo de cruzarme con Mirella, y lo último que quería era lidiar con su presencia invasiva después de haber pasado toda la mañana, fingiendo que no me importaba verla aquí.

Me deslicé entre los estudiantes que comenzaban a levantarse con tranquilidad, moviéndome con precisión, como si cada paso fuera parte de una estrategia cuidadosamente planeada. No miré a nadie, no me detuve a saludar, solo me enfoqué en salir. Mi corazón latía rápido, no por miedo, sino por la irritación contenida. ¿Por qué tenía que seguirme hasta aquí? ¿Acaso no le bastaba con ser la sombra de mi padre?

Salí del salón, sintiendo el aire fresco del pasillo, golpear mi rostro como un recordatorio de que estaba un paso más cerca de escapar. Aceleré el paso, mis manos aferradas a las correas de mi bolso, mientras mis ojos recorrían el área, buscando cualquier rastro de ella. No podía confiar en su dulzura fingida, en la manera en que parecía ganarse a todos a su alrededor con una facilidad desquiciarte. Yo era la única que veía la verdad. La única que sabía que detrás de su sonrisa perfecta había una ambición insaciable, una necesidad de poder que la hacía peligrosa.

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