*KLAUS*
Ahí estaba ella, Úrsula Meyer, siendo arrastrada por su padre como si fuera una niña incapaz de tomar decisiones. Su postura rígida, los brazos cruzados y la mirada que lanzaba al vacío me decían todo lo que necesitaba saber: estaba furiosa. Y esa furia, esa chispa de rebeldía que brillaba en sus ojos, era exactamente lo que yo había estado esperando.
Me quedé de pie, con la copa en mi mano, observando cómo subía al coche. No aparté la mirada ni un segundo, deleitándome con la escena. Había algo fascinante en verla luchar contra las cadenas que la ataban, en saber que yo era parte de esa lucha. Había plantado la semilla, y ahora solo quedaba esperar a que germinara. Porque sabía que lo haría. Úrsula no era como las demás. Había algo en ella, algo que la hacía diferente, y yo estaba decidido a descubrirlo… y a usarlo a mi favor.
Una sonrisa se dibujó en mis labios, lenta y calculada. No era una sonrisa de triunfo, no todavía. Era una sonrisa de intriga, de anticipación. Porque sabía que, aunque ella aún no lo entendiera, yo sería el hombre que anhelaría. No porque fuera lo que necesitaba, sino porque sería lo que ella creía necesitar. Cada palabra, cada gesto, estaba diseñado para encajar en sus deseos, en sus frustraciones, en su búsqueda de algo más allá de la vida que su padre había construido para ella.
El coche arrancó, y mientras se alejaba, nuestras miradas se cruzaron por un breve instante. Fue suficiente. En ese momento, supe que había captado su atención, que había dejado una marca. Y eso era todo lo que necesitaba. Porque en este juego, cada movimiento contaba, y yo siempre jugaba para ganar.
Di un sorbo a mi copa, disfrutando del sabor y del momento. El juego apenas comenzaba, y yo estaba listo para jugarlo hasta el final. Porque en este tablero, Úrsula Meyer era la reina, y yo era el jugador que la llevaría a donde necesitaba estar… aunque ella aún no lo supiera.
Mi risa, baja y contenida, resonó en el aire. No era una risa de burla, sino de certeza. Porque sabía que, al final, todo saldría como lo había planeado. Y mientras me alejaba del lugar, no podía evitar pensar en nuestro próximo encuentro. Porque sabía que lo habría. Y cuando llegara, estaría listo para dar el siguiente paso.
Conseguir su número no fue una tarea sencilla, pero tampoco algo que no pudiera manejar. Un contacto aquí, un favor allá, y pronto tuve en mis manos esa pequeña llave que me abriría las puertas a Úrsula Meyer. Conocer su rutina, sus horarios, incluso los lugares que frecuentaba, fue el siguiente paso lógico. Ella, como cualquier persona que vive bajo un control tan estricto, buscaba ciertos momentos de libertad, pequeños destellos de independencia. Y yo estaba dispuesto a colarme en esos momentos, a convertirme en ese alguien inesperado que ella no sabía que necesitaba.
La primera vez que llamé, contuve la respiración mientras el tono de llamada resonaba. Cuando su voz finalmente contestó, suave y confundida, sonreí para mí mismo.
—Úrsula, no te asustes —comencé, con un tono lo suficientemente seductor como para captar su atención, pero lo bastante despreocupado como para no alarmarla—. Sé que puede parecer un poco extraño que te llame así, pero digamos que la curiosidad pudo más que las normas sociales. Quería saber cómo estabas.
Hubo un silencio breve al otro lado de la línea. Podía imaginarla frunciendo el ceño, tratando de decidir si colgarme o escucharme. Aproveché el momento.
—No te preocupes, no estoy aquí para incomodarte. Solo pensé que, después de nuestra última charla, podrías querer un poco de alguien que no estuviera tan… atado a las reglas.
—Solamente me extraño.
Escuché cómo exhalaba, probablemente sorprendida de que mis palabras resonaran tan cerca de lo que estaba sintiendo. Esa era la clave: mostrarle que yo entendía algo que nadie más había notado.
—Guarda mi número, me puedes llamar cuando quieras y la hora que lo deseas.
—Te dejo, mi padre está en casa.
—Cuídate, hermosa.
La segunda vez que hice una de esas “llamadas no autorizadas”, ella ya no estaba tan distante. Mi estrategia estaba funcionando. Sus respuestas eran más cálidas, aunque aún mezcladas con un poco de cautela, lo que solo alimentaba mi interés. Yo no quería que cayera de inmediato; quería que la intriga la llevara a abrirse paso a paso.
Pero no solo era cuestión de palabras. También me aseguré de aparecer en los momentos adecuados. Investigaba los lugares que frecuentaba, los días y las horas en que escapaba del control de su padre. La primera vez que me vio, casi como por casualidad, en uno de esos cafés escondidos donde buscaba refugio, su expresión lo dijo todo. Una mezcla de sorpresa, intriga y, quizás, un destello de emoción.
—¿Tú aquí? —dijo Úrsula, tratando de sonar indiferente, pero su voz traicionó una leve sonrisa que no pudo ocultar del todo.
—Qué coincidencia, ¿no? —respondí con una sonrisa tan despreocupada que podría haber engañado a cualquiera. Claro, si no fuera, porque esta coincidencia estaba perfectamente planeada.
Sus ojos se entrecerraron un poco, una mezcla de duda y curiosidad. —¿No me sigues, verdad?
Solté una risa breve, como si la mera idea fuera absurda. —Tranquila, Úrsula, no es mi hobby. Solo… llamémoslo un golpe de suerte. Aunque, ahora que estamos aquí, ¿te importa si me siento?
Ella bajó la mirada hacia su taza de café, vacía en su mayoría, buscando una excusa para evitarme. —Bueno, yo ya me iba.
—Huyes de mí, —dije suavemente, inclinándome un poco hacia delante, lo suficiente para que nuestras miradas volvieran a cruzarse.
Su postura rígida se mantuvo, pero sus labios se curvaron ligeramente, traicionándola de nuevo. —No es eso. Es solo que… no ando sola. Mi padre siempre se asegura de que alguien me vigile.
—Ah, entiendo. —asentí como si aquello fuera la cosa más normal del mundo, aunque mi plan ya estaba en marcha desde mucho antes de que ella llegara aquí. —Pero no te preocupes, la persona encargada de eso está… algo ocupada en este momento.
Ella frunció el ceño, un gesto leve pero suficiente para mostrar su sorpresa. —¿Qué quieres decir?
*KLAUS*Me permití una sonrisa más amplia esta vez, disfrutando de su desconcierto. —Digamos que el chofer está lidiando con una pequeña contingencia técnica. —no era necesario que supiera que yo mismo había provocado aquella “contingencia”, cortando dos de las llantas del coche mientras ella estaba distraída dentro del café. Un movimiento sencillo, discreto, pero efectivo. Ahora, tendría tiempo suficiente para hablar con ella sin interrupciones.Úrsula me miró con cierta incredulidad, pero también había algo de admiración en sus ojos, aunque intentara esconderlo. Sabía que estaba comenzando a intrigarla, a desafiar la imagen que su padre probablemente quería que tuviera de mí. No era un hombre cualquiera, y ella empezaba a darse cuenta.—Entonces, ¿qué dices? ¿Te quedas un poco más? —pregunté, mi tono cuidadosamente neutral, pero con la intención justa para hacerle saber que no iba a insistir si decidía irse.Ella dudó por un momento, mordiendo ligeramente su labio inferior, como si
*KLAUS*El auditorio comenzó a llenarse poco a poco. Estudiantes hablando entre ellos, risas, murmullos, los sonidos típicos de un espacio académico. Yo me mantuve detrás del escenario, observando desde las sombras, esperando a que Úrsula llegara. Y entonces la vi. Entró con una naturalidad que no podía ser fingida, con su mochila colgada del hombro y una expresión mezcla de curiosidad y escepticismo. Se sentó en una de las filas del medio, rodeada de compañeros, pero su presencia destacaba. No pude evitar sonreír.Cuando me llamaron al escenario, caminé con confianza, sintiendo cada mirada fija en mí. Mis pasos resonaron en el auditorio, y al tomar el micrófono, hice una pausa, permitiendo que el silencio se asentara antes de comenzar.—Buenas tardes a todos. Es un honor estar aquí hoy, rodeado de mentes brillantes y hambrientas de conocimiento. —mi voz resonó con seguridad, y miré alrededor, asegurándome de cruzar miradas con tantos estudiantes como fuera posible. Pero mis ojos volv
*KLAUS*Dije aquello como si fuera un hecho, como si ya supiera qué habría una próxima vez, que no se trataba de un adiós definitivo. No intenté insistir; sabía que debía dejar la puerta abierta sin presionarla. Sus labios se entreabrieron, como si estuviera a punto de decir algo más, pero finalmente no lo hizo. Su mirada bajó por un instante antes de volverse a alzar hacia mí.—Nos vemos pronto, —dijo, finalmente, su voz más suave de lo que esperaba.Me despedí con un gesto fácil y me alejé, pero solo lo suficiente para dejarle espacio sin perderme la oportunidad de verla marchar. Mientras caminaba hacia su destino, la noté dudar por un momento, girando la cabeza ligeramente hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que seguía allí. Sonreí por mí mismo. La conexión estaba creciendo, paso a paso, y el juego seguía su curso.El momento se sintió casi perfecto. Mi propuesta, mi tono, su reacción… cada pieza estaba encajando. Ahora solo debía esperar a ver cómo reaccionaría la próxima
**ÚRSULA**Me giré de golpe, mirando el techo como si pudiera encontrar respuestas en las grietas de la pintura. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, no solo por la discusión con mi padre, sino por la idea de Klaus. Su voz, su mirada, su manera de desafiar todo lo que yo también quería desafiar. No podía dejar que mi padre me alejara de eso.Agarré mi celular del escritorio, mis dedos temblaban un poco mientras desbloqueaba la pantalla. No tenía un plan, solo sabía que necesitaba sentirme conectada a algo que no fuera esta casa, estas paredes que parecían cerrarse sobre mí. Busqué el nombre de Klaus en mis contactos y, sin pensarlo demasiado, le escribí:“¿Qué haces? Necesito escapar de esta jaula. ¿Tienes alguna idea para divertirnos?”Presioné enviarla antes de que pudiera arrepentirme. Me quedé mirando la pantalla, esperando esos tres puntos que indicaban que estaba escribiendo. Mi corazón latía con fuerza, pero esta vez no era por enojo. Era por la emoción, por la posibilidad de
**ÚRSULA**Mire el vino o lo que sea, algo extraño. Lo llevé a mis labios, un poco insegura, y dejé que el líquido dulce y refrescante me sorprendiera. Había algo de picante al final, pero era sutil, solo lo suficiente para despertar mis sentidos. Sentí una chispa de emoción al pensar que estaba probando algo nuevo, algo que nunca habría imaginado en mi vida cotidiana.—¿Qué te dije? —preguntó Klaus, con una sonrisa de satisfacción al ver mi reacción.—No está mal —respondí, intentando sonar indiferente, pero la sonrisa en mi rostro me delataba.El tiempo parecía diluirse en el ambiente del club. Bailamos, al ritmo de la música y seguimos probando más tragos cuyos nombres ni siquiera intenté recordar. Cada uno tenía un sabor distinto, una experiencia nueva que me hacía sentir más viva. A veces, sentía la mirada de Klaus sobre mí, y cada vez que lo hacía, mi corazón latía un poco más rápido.Había algo en sus ojos, en su expresión de complacencia, que me hacía sentir como si esa noche
*KLAUS*La observaba desde mi lugar junto a la barra, apoyado con el codo sobre la superficie de madera, mientras giraba lentamente mi copa entre los dedos. Úrsula tenía esa habilidad innata de hacer que todo a su alrededor pareciera más interesante, más vivo. Cada vez que probaba un vino nuevo, sus ojos se abrían un poco más, como si estuviera descubriendo un nuevo secreto del universo. Era fascinante. Podía sentir su curiosidad, su emoción, como si nunca hubiera probado algo tan simple, y a la vez tan sofisticado.Sonreí para mis adentros, complacido. Mi plan iba exactamente como lo había imaginado. Ella buscaba algo diferente, algo que rompiera con la monotonía de su mundo, y yo estaba más que dispuesto a dárselo. No porque fuera un estratega maquiavélico, sino porque había algo en ella que despertaba mi interés, un deseo casi instintivo de mostrarle todo lo que todavía no conocía, todo lo que podía ser.—¿Otro? —pregunté, levantando la ceja cuando terminó el último sorbo de su cop
**ÚRSULA**El dolor en mi cabeza fue lo primero que me golpeó. Era como si miles de martillos estuvieran golpeando mi cráneo sin piedad. Solté un quejido mientras intentaba moverme, sintiendo que incluso levantarme era un esfuerzo monumental. Nunca había bebido tanto en mi vida, y mucho menos de diferentes bebidas. Cada vez que intentaba recordar lo que había sucedido, los fragmentos eran confusos y dispersos. La música, las luces, Klaus… Todo estaba envuelto en una niebla densa que no lograba despejar.Abrí los ojos lentamente, esperando ver las paredes familiares de mi dormitorio, pero lo que vi me sacudió por completo. Este lugar no era mi casa. La cama en la que estaba era enorme, con sábanas suaves y blancas que no reconocía. Alrededor, el cuarto era impecable, moderno, con muebles elegantes que parecían sacados de una revista de lujo. Mi respiración se aceleró, y el pánico empezó a instalarse en mi pecho.Me senté de golpe, ignorando el dolor que se intensificaba con cada movimi
**ÚRSULA**Klaus levantó las manos en un gesto de rendición, su sonrisa volviendo a aparecer. —Lo sabía, eres desconfiada por naturaleza, —bromeó. —Pero no hay ninguna intención oculta, Úrsula. Solo quería darte un lugar seguro para que pudieras… respirar. Estabas agotada y no quería que tuvieras que enfrentar, algo que no estabas lista para manejar.Sus palabras tenían sentido, y por más que quisiera desafiarlo, había algo en su tono y su expresión que me hacía bajar la guardia. Tal vez realmente lo único que estaba haciendo era protegerme, dándome un lugar donde podía ser yo misma sin las restricciones de siempre. Pero, aun así, no podía evitar preguntarme qué era lo que realmente estaba buscando él.—Gracias, supongo, —murmuré, aun sintiendo esa mezcla de emociones. Todavía no sabía cómo me sentía realmente, pero algo dentro de mí me decía que esta no sería la última vez que Klaus me sacudiera de esta manera.Me quedé sentada en el borde de la cama, con la vista fija en el suelo, i