*KLAUS*
Me permití una sonrisa más amplia esta vez, disfrutando de su desconcierto. —Digamos que el chofer está lidiando con una pequeña contingencia técnica. —no era necesario que supiera que yo mismo había provocado aquella “contingencia”, cortando dos de las llantas del coche mientras ella estaba distraída dentro del café. Un movimiento sencillo, discreto, pero efectivo. Ahora, tendría tiempo suficiente para hablar con ella sin interrupciones.
Úrsula me miró con cierta incredulidad, pero también había algo de admiración en sus ojos, aunque intentara esconderlo. Sabía que estaba comenzando a intrigarla, a desafiar la imagen que su padre probablemente quería que tuviera de mí. No era un hombre cualquiera, y ella empezaba a darse cuenta.
—Entonces, ¿qué dices? ¿Te quedas un poco más? —pregunté, mi tono cuidadosamente neutral, pero con la intención justa para hacerle saber que no iba a insistir si decidía irse.
Ella dudó por un momento, mordiendo ligeramente su labio inferior, como si evaluara sus opciones. Finalmente, dejó la taza sobre la mesa y me miró directamente a los ojos. —Supongo que unos minutos no hacen daño.
Mi sonrisa volvió a formarse, esta vez más genuina. —Eso pensé.
Sabía que esta conversación, este pequeño momento robado, era solo otro paso en el juego. Pero verlo funcionar, ver cómo poco a poco comenzaba a desenredar la imagen rígida que su padre había construido alrededor de ella, era una satisfacción que no podía evitar disfrutar. Aun así, Úrsula, aunque aún no lo sabía, ya estaba comenzando a ver en mí algo diferente. Algo que quizás ni ella misma entendía, pero que eventualmente la llevaría exactamente a donde yo quería.
Cada vez que aparecía donde menos lo esperaba, cada vez que nuestras conversaciones cruzaban esa línea entre lo casual y lo personal, yo podía ver cómo su curiosidad crecía. Úrsula estaba acostumbrada a las normas, a lo predecible, pero yo era algo diferente. Algo que no podía encajar en su mundo perfectamente ordenado.
Y mientras ella comenzaba a bajar sus defensas, yo sabía que estaba jugando la partida de mi vida. Ya que el premio no era solo Úrsula, sino todo lo que ella representaba. Y en este juego, cada movimiento estaba diseñado para ganar.
Conseguir lo que quiero siempre ha sido una cuestión de estrategia. Así que, cuando decidí que quería impresionar a Úrsula de una forma que dejara una marca, entendí que tenía que hacerlo en un lugar que ella considerara suyo, un lugar donde no pudiera ignorarme. La universidad. Su refugio. El espacio en el que podía ser ella misma, lejos de la sombra de Diego Meyer.
No fue difícil investigar un poco sobre la universidad a la que asistía. Un par de llamadas, algunos contactos que seguían en deuda conmigo, y pronto tuve una reunión pactada con el director. Llegar al campus, caminar por los pasillos y absorber la energía del sitio fue revelador. Este era su mundo, el sitio donde se mezclaban sus aspiraciones y la libertad que anhelaba. Y yo estaba a punto de colarme en él.
El director me recibió en su amplia oficina, rodeado de estanterías llenas de libros que parecían haber sido colocados más para impresionar que para ser leídos. Su apretón de manos era firme, el de alguien acostumbrado a cerrar acuerdos, pero sus ojos delataban curiosidad e interés.
—Señor Weber, es un honor tenerlo aquí. Me sorprende su interés en nuestra universidad. ¿A qué se debe su visita? —preguntó mientras me invitaba a sentarme. Había donado una buena cantidad de dinero para que me recibiera de esa manera.
Me incliné ligeramente hacia delante, mostrando una sonrisa calculada, la que suelo usar cuando quiero ganar la confianza de alguien. —La verdad, director, he estado pensando en la importancia de devolver algo a la comunidad. Mi experiencia en el mundo de los negocios y las estrategias ha sido… única, y creo que los jóvenes de aquí podrían beneficiarse de escuchar algo diferente. Pensé en una charla motivacional, algo que pueda inspirarlos a alcanzar sus metas, sin importar los obstáculos.
El director asintió lentamente, como sopesando mis palabras. Lo conocía lo suficiente como para saber que no diría que no. Personas como él siempre quieren alinear su nombre con algo que suene a éxito. Y eso era exactamente lo que yo ofrecía.
—Es una idea interesante, sin duda. Creo que nuestros estudiantes podrían aprender mucho de alguien con su experiencia. —su tono era cordial, pero había una chispa de interés genuino. —¿Tiene algún enfoque en mente para esta charla?
Me incliné un poco más, como si compartiera un secreto. —Hablaría de resiliencia, de cómo los desafíos pueden convertirse en oportunidades. Creo que los jóvenes necesitan entender que su presente no define su futuro, y que cada decisión que tomen puede llevarlos más cerca de sus sueños. Es un mensaje importante, ¿no lo estima?
El director sonrió, satisfecho. —Definitivamente lo es. Supongo que podríamos coordinar algo para la próxima semana. ¿Le parece?
—Perfecto, —respondí, ofreciéndole otro apretón de manos firme. —Estoy seguro de que será un evento que recordarán.
Mientras salía de la oficina, no pude evitar pensar en Úrsula. Sabía que estaría allí, entre el público, escuchando cada palabra. Quería verla admirándome, no como el hombre que había conocido en un evento lleno de superficialidad, sino como alguien que tenía algo auténtico que ofrecer. Un líder. Una inspiración. Alguien que pudiera convertirse en mucho más en su mente.
La verdadera motivación detrás de todo esto era clara: asegurarme un lugar en sus pensamientos, no como un intruso, sino como una figura que no pudiera ignorar. Y sabía que este movimiento era solo otro paso hacia mi objetivo.
Los días que siguieron a la reunión con el director de la universidad estuvieron llenos de preparativos. Cada palabra que diría durante la charla, cada anécdota cuidadosamente elegida, debía cumplir un propósito. Sabía que Úrsula estaría allí, observándome, evaluándome, y quería que saliera de esa sala, viéndome bajo una luz completamente distinta. Este no era un simple movimiento en mi estrategia; era una pieza clave.
Llegué al auditorio temprano el día del evento. La universidad había hecho un buen trabajo promocionándolo. “Klaus Weber, empresario y estratega reconocido”. Sonreí al ver el cartel. No era una mentira, pero tampoco era toda la verdad. Mi estrategia siempre había sido moldear la narrativa a mi favor, y este momento no sería la excepción.
*KLAUS*El auditorio comenzó a llenarse poco a poco. Estudiantes hablando entre ellos, risas, murmullos, los sonidos típicos de un espacio académico. Yo me mantuve detrás del escenario, observando desde las sombras, esperando a que Úrsula llegara. Y entonces la vi. Entró con una naturalidad que no podía ser fingida, con su mochila colgada del hombro y una expresión mezcla de curiosidad y escepticismo. Se sentó en una de las filas del medio, rodeada de compañeros, pero su presencia destacaba. No pude evitar sonreír.Cuando me llamaron al escenario, caminé con confianza, sintiendo cada mirada fija en mí. Mis pasos resonaron en el auditorio, y al tomar el micrófono, hice una pausa, permitiendo que el silencio se asentara antes de comenzar.—Buenas tardes a todos. Es un honor estar aquí hoy, rodeado de mentes brillantes y hambrientas de conocimiento. —mi voz resonó con seguridad, y miré alrededor, asegurándome de cruzar miradas con tantos estudiantes como fuera posible. Pero mis ojos volv
*KLAUS*Dije aquello como si fuera un hecho, como si ya supiera qué habría una próxima vez, que no se trataba de un adiós definitivo. No intenté insistir; sabía que debía dejar la puerta abierta sin presionarla. Sus labios se entreabrieron, como si estuviera a punto de decir algo más, pero finalmente no lo hizo. Su mirada bajó por un instante antes de volverse a alzar hacia mí.—Nos vemos pronto, —dijo, finalmente, su voz más suave de lo que esperaba.Me despedí con un gesto fácil y me alejé, pero solo lo suficiente para dejarle espacio sin perderme la oportunidad de verla marchar. Mientras caminaba hacia su destino, la noté dudar por un momento, girando la cabeza ligeramente hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que seguía allí. Sonreí por mí mismo. La conexión estaba creciendo, paso a paso, y el juego seguía su curso.El momento se sintió casi perfecto. Mi propuesta, mi tono, su reacción… cada pieza estaba encajando. Ahora solo debía esperar a ver cómo reaccionaría la próxima
**ÚRSULA**Me giré de golpe, mirando el techo como si pudiera encontrar respuestas en las grietas de la pintura. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, no solo por la discusión con mi padre, sino por la idea de Klaus. Su voz, su mirada, su manera de desafiar todo lo que yo también quería desafiar. No podía dejar que mi padre me alejara de eso.Agarré mi celular del escritorio, mis dedos temblaban un poco mientras desbloqueaba la pantalla. No tenía un plan, solo sabía que necesitaba sentirme conectada a algo que no fuera esta casa, estas paredes que parecían cerrarse sobre mí. Busqué el nombre de Klaus en mis contactos y, sin pensarlo demasiado, le escribí:“¿Qué haces? Necesito escapar de esta jaula. ¿Tienes alguna idea para divertirnos?”Presioné enviarla antes de que pudiera arrepentirme. Me quedé mirando la pantalla, esperando esos tres puntos que indicaban que estaba escribiendo. Mi corazón latía con fuerza, pero esta vez no era por enojo. Era por la emoción, por la posibilidad de
**ÚRSULA**Mire el vino o lo que sea, algo extraño. Lo llevé a mis labios, un poco insegura, y dejé que el líquido dulce y refrescante me sorprendiera. Había algo de picante al final, pero era sutil, solo lo suficiente para despertar mis sentidos. Sentí una chispa de emoción al pensar que estaba probando algo nuevo, algo que nunca habría imaginado en mi vida cotidiana.—¿Qué te dije? —preguntó Klaus, con una sonrisa de satisfacción al ver mi reacción.—No está mal —respondí, intentando sonar indiferente, pero la sonrisa en mi rostro me delataba.El tiempo parecía diluirse en el ambiente del club. Bailamos, al ritmo de la música y seguimos probando más tragos cuyos nombres ni siquiera intenté recordar. Cada uno tenía un sabor distinto, una experiencia nueva que me hacía sentir más viva. A veces, sentía la mirada de Klaus sobre mí, y cada vez que lo hacía, mi corazón latía un poco más rápido.Había algo en sus ojos, en su expresión de complacencia, que me hacía sentir como si esa noche
*KLAUS*La observaba desde mi lugar junto a la barra, apoyado con el codo sobre la superficie de madera, mientras giraba lentamente mi copa entre los dedos. Úrsula tenía esa habilidad innata de hacer que todo a su alrededor pareciera más interesante, más vivo. Cada vez que probaba un vino nuevo, sus ojos se abrían un poco más, como si estuviera descubriendo un nuevo secreto del universo. Era fascinante. Podía sentir su curiosidad, su emoción, como si nunca hubiera probado algo tan simple, y a la vez tan sofisticado.Sonreí para mis adentros, complacido. Mi plan iba exactamente como lo había imaginado. Ella buscaba algo diferente, algo que rompiera con la monotonía de su mundo, y yo estaba más que dispuesto a dárselo. No porque fuera un estratega maquiavélico, sino porque había algo en ella que despertaba mi interés, un deseo casi instintivo de mostrarle todo lo que todavía no conocía, todo lo que podía ser.—¿Otro? —pregunté, levantando la ceja cuando terminó el último sorbo de su cop
**ÚRSULA**El dolor en mi cabeza fue lo primero que me golpeó. Era como si miles de martillos estuvieran golpeando mi cráneo sin piedad. Solté un quejido mientras intentaba moverme, sintiendo que incluso levantarme era un esfuerzo monumental. Nunca había bebido tanto en mi vida, y mucho menos de diferentes bebidas. Cada vez que intentaba recordar lo que había sucedido, los fragmentos eran confusos y dispersos. La música, las luces, Klaus… Todo estaba envuelto en una niebla densa que no lograba despejar.Abrí los ojos lentamente, esperando ver las paredes familiares de mi dormitorio, pero lo que vi me sacudió por completo. Este lugar no era mi casa. La cama en la que estaba era enorme, con sábanas suaves y blancas que no reconocía. Alrededor, el cuarto era impecable, moderno, con muebles elegantes que parecían sacados de una revista de lujo. Mi respiración se aceleró, y el pánico empezó a instalarse en mi pecho.Me senté de golpe, ignorando el dolor que se intensificaba con cada movimi
**ÚRSULA**Klaus levantó las manos en un gesto de rendición, su sonrisa volviendo a aparecer. —Lo sabía, eres desconfiada por naturaleza, —bromeó. —Pero no hay ninguna intención oculta, Úrsula. Solo quería darte un lugar seguro para que pudieras… respirar. Estabas agotada y no quería que tuvieras que enfrentar, algo que no estabas lista para manejar.Sus palabras tenían sentido, y por más que quisiera desafiarlo, había algo en su tono y su expresión que me hacía bajar la guardia. Tal vez realmente lo único que estaba haciendo era protegerme, dándome un lugar donde podía ser yo misma sin las restricciones de siempre. Pero, aun así, no podía evitar preguntarme qué era lo que realmente estaba buscando él.—Gracias, supongo, —murmuré, aun sintiendo esa mezcla de emociones. Todavía no sabía cómo me sentía realmente, pero algo dentro de mí me decía que esta no sería la última vez que Klaus me sacudiera de esta manera.Me quedé sentada en el borde de la cama, con la vista fija en el suelo, i
**ÚRSULA**Corrí hacia la casa con el corazón acelerado, consciente de cada sonido, de cada movimiento a mi alrededor. El sol ya estaba alto, bañándose todo con una luz que hacía más difícil esconderme. La distancia entre el coche de Klaus y la puerta trasera de mi casa me pareció interminable, pero no me detuve. La adrenalina me impulsaba, y el recuerdo del abrazo que le había dado hacía que mis pasos fueran firmes a pesar de los nervios.Llegué a la puerta trasera y me detuve un momento para escuchar. Todo estaba tranquilo, solo se oían los sonidos habituales de los empleados trabajando en las tareas cotidianas. Klaus tenía razón, mi padre no estaba. Por una vez, su ausencia se sentía como una oportunidad en lugar de una amenaza. Respiré hondo y empujé la puerta con cuidado, asegurándome de que no hiciera ruido.Entré en la casa, avanzando con pasos ligeros por los pasillos. Mi habitación estaba en el segundo piso, y cada escalón que subía se sentía como un pequeño triunfo. Estaba a