*KLAUS*
(Suspirando y apartando la mirada por un momento) —Quiero creer que no todo es falso. Aunque, para ser honesta, a veces es difícil saber qué es real. Crecí viendo cómo mi padre ponía el mundo a sus pies, pero me preguntó si alguna vez se detuvo a escuchar lo que realmente pensaban las personas. Es complicado… vivir en medio de tanto ruido y, aun así, sentir silencio.
(Observándola con más interés) —Es curioso que lo digas. Desde afuera, tu vida parece perfecta, como la imagen que todos quieren alcanzar. Pero si me permites decirlo, creo que ese silencio del que hablas también puede ser una oportunidad. Para encontrar lo que realmente importa.
—¿Y tú? ¿Has encontrado lo que realmente importa? ¿O eres igual que ellos, buscando solo lo que te conviene?
—Digamos que tengo claro lo que necesito. Y no me detendré hasta conseguirlo. Pero eso no significa que no pueda escuchar, o entender. Tal vez tú tampoco deberías subestimarme tan rápido.
(Me observa detenidamente, sintiendo una mezcla de intriga y cautela) —Supongo que tendré que descubrirlo por mí misma.
Mientras el evento de caridad continuaba con su desfile de rostros falsos y sonrisas medidas, vi cómo Diego Meyer avanzaba hacia nosotros. Su andar firme parecía dividir el aire en dos, y su expresión, marcada por la ira, era imposible de ignorar. Incluso en ese entorno lleno de hipocresía, su poder era palpable. Los murmullos se silenciaron a su paso, como si todos entendieran que no era el momento de interponerse en su camino.
Mi atención se centró en él, observando cada movimiento, cada detalle. Estaba claro que no le agradaba ni un poco que estuviera tan cerca de su hija. Su mirada, intensa y penetrante, pasó de Úrsula a mí, como si estuviera evaluando qué clase de amenaza representaba. En ese instante, no necesitaba palabras para entender su mensaje: yo no era bienvenido.
Úrsula, que había estado hablando conmigo con un tono cálido y casi vulnerable, se tensó de inmediato. Lo vi en el ligero movimiento de sus hombros y en la manera en que apretó sus manos. Su voz, que había sido un susurro íntimo segundos antes, se apagó cuando su padre llegó hasta nosotros.
—Úrsula, —dijo Diego, su tono autoritario—. Necesito hablar contigo. Ahora.
No fue una petición; fue una orden. Úrsula me miró por un instante, como si estuviera evaluando si debía quedarse o irse con él. Podía ver el conflicto en sus ojos, el mismo que había notado antes. Ella quería algo más, algo propio, pero la figura de su padre parecía una barrera imposible de sortear.
Diego no me dirigió una sola palabra, ni siquiera un saludo superficial. Era como si yo no existiera, como si fuera un insecto que había que aplastar. Por supuesto, no esperaba nada diferente. Hombres como él no desperdician tiempo con personas que no consideran de su nivel. Pero su indiferencia no me molestó; al contrario, me dio más razones para seguir con mi plan. Si quería escalar, tendría que ganarle en su propio juego.
Úrsula finalmente asintió y dio un paso hacia él. Antes de irse, me dirigió una última mirada, una mezcla de disculpa y algo más que no pude identificar del todo. Sentí una punzada de irritación, no porque se fuera, sino porque el control que Diego ejercía sobre ella era evidente. Era exactamente lo que quería explotar.
Los vi alejarse juntos, su figura imponente escoltándola como un guardián. Pero lo que Diego Meyer no sabía era que los guardianes también pueden ser engañados. Y yo, Klaus Weber, no iba a perder esta mano.
Los seguí con pasos ligeros, manteniéndome a una distancia prudente. Diego Meyer caminaba con la misma autoridad que había mostrado al acercarse, y Úrsula lo seguía, aunque su postura revelaba una resistencia silenciosa. Sus brazos cruzados eran un escudo, una declaración muda de que no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. Me mantuve en las sombras, observando cómo se detenían en un rincón apartado del salón, lejos de las miradas curiosas.
La voz de Diego resonó, baja pero cargada de ira contenida. Era el tipo de tono que no necesitaba elevarse para imponer autoridad.
—Úrsula, ¿qué crees que estás haciendo? —dijo, con una dureza que cortaba el aire—. Ese hombre no tiene nada que ofrecerte. No quiero volver a verte cerca de él. ¿Entendido?
Úrsula no respondió de inmediato. Su silencio era casi desafiante, y aunque no decía una palabra, su postura hablaba por ella. Sus brazos cruzados, su mirada fija en un punto invisible, eran señales claras de que no estaba dispuesta a aceptar sus palabras sin más. Diego, frustrado por su falta de reacción, dio un paso más cerca de ella.
—No tienes idea de lo que estás arriesgando. ¿Es esto una forma de rebelarte contra mí? Pero si lo es, te aseguro que no saldrás ganando.
Desde mi posición, podía ver cómo Úrsula apretaba los labios, conteniendo lo que parecía ser una respuesta que nunca llegó. Era evidente que estaba acostumbrada a este tipo de confrontaciones con su padre, pero también era claro que había algo diferente esta vez. Su silencio no era sumisión; era resistencia.
Y ahí estaba mi oportunidad. Diego estaba tan concentrado en imponer su autoridad que no se daba cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo. Úrsula no estaba cediendo, y ese pequeño acto de rebeldía era todo lo que necesitaba para entrar en su mundo. Pero si había algo que entendía mejor que nadie, era cómo aprovechar las grietas en las relaciones humanas.
Me quedé en las sombras, observando y esperando el momento adecuado. Diego finalmente se alejó, dejando a Úrsula sola por unos segundos. Su expresión era una mezcla de frustración y tristeza; sin embargo, también había algo más: una chispa de determinación. Y en ese instante, supe que podía usar esa chispa para encender algo mucho más grande.
Me acerqué lentamente, asegurándome de que mi presencia no la sobresaltara. Cuando finalmente me vio, su mirada se encontró con la mía, y en ese breve intercambio, entendí que estaba lista para escuchar.
—¿Todo bien? —dije, con un tono que mezclaba preocupación y complicidad.
Úrsula no respondió de inmediato, pero su mirada me dijo todo lo que necesitaba saber. Había encontrado mi entrada, y no pensaba desperdiciarla.
*ÚRSULA*El aire se sentía pesado, como si cada palabra de mi padre hubiera llenado la habitación con una opresión invisible. Su voz seguía resonando en mi cabeza, cada reproche, cada orden, cada intento de control. Me sentía atrapada, como si estuviera en una jaula que él había construido cuidadosamente a lo largo de los años. Mi postura rígida, con los brazos cruzados, era lo único que me quedaba para mostrarle que no estaba completamente derrotada. Pero por dentro, la furia crecía como un incendio que amenazaba con consumirlo todo.Cuando finalmente se fue, dejando tras de sí un silencio incómodo, me quedé inmóvil. Mi corazón latía con fuerza, y mis pensamientos eran un torbellino de frustración y cansancio. ¿Cuánto más podría soportar esto? ¿Cuánto tiempo más podría seguir siendo la hija perfecta, la que nunca cuestiona, la que siempre obedece? Estaba cansándome, agotándome de ser tan sumisa, de vivir bajo su sombra, de ser moldeada por sus expectativas.Respiré profundamente, int
*ÚRSULA*Klaus me observó con esa mirada suya que parecía atravesar las fachadas, y por un instante me pregunté si había logrado engañarlo. Si podía ver más allá de mi máscara, no lo demostró. Su sonrisa era un poco más sutil de lo habitual, y aunque quería leer algo en mí, me di cuenta de que él también jugaba su propio juego.—Nada mal. —expreso.Mientras intentaba calmar las emociones que luchaban por controlarme, sentí un leve orgullo por haber logrado mantener la compostura. No había retrocedido. No había dejado que él se diera cuenta de que había sido mi primer beso. Pero también me sentí extrañamente expuesta, como si algo en mí hubiera cambiado con ese gesto inesperado.En el fondo, sabía que Klaus era un experto en juegos, y este beso no había sido un accidente. Pero aunque una parte de mí quería analizar sus intenciones, otra, más pequeña, pero más audaz, quería simplemente disfrutar ese momento. No obstante, por primera vez en mucho tiempo, me sentía viva.El sonido de los
*KLAUS*Ahí estaba ella, Úrsula Meyer, siendo arrastrada por su padre como si fuera una niña incapaz de tomar decisiones. Su postura rígida, los brazos cruzados y la mirada que lanzaba al vacío me decían todo lo que necesitaba saber: estaba furiosa. Y esa furia, esa chispa de rebeldía que brillaba en sus ojos, era exactamente lo que yo había estado esperando.Me quedé de pie, con la copa en mi mano, observando cómo subía al coche. No aparté la mirada ni un segundo, deleitándome con la escena. Había algo fascinante en verla luchar contra las cadenas que la ataban, en saber que yo era parte de esa lucha. Había plantado la semilla, y ahora solo quedaba esperar a que germinara. Porque sabía que lo haría. Úrsula no era como las demás. Había algo en ella, algo que la hacía diferente, y yo estaba decidido a descubrirlo… y a usarlo a mi favor.Una sonrisa se dibujó en mis labios, lenta y calculada. No era una sonrisa de triunfo, no todavía. Era una sonrisa de intriga, de anticipación. Porque
*KLAUS*Me permití una sonrisa más amplia esta vez, disfrutando de su desconcierto. —Digamos que el chofer está lidiando con una pequeña contingencia técnica. —no era necesario que supiera que yo mismo había provocado aquella “contingencia”, cortando dos de las llantas del coche mientras ella estaba distraída dentro del café. Un movimiento sencillo, discreto, pero efectivo. Ahora, tendría tiempo suficiente para hablar con ella sin interrupciones.Úrsula me miró con cierta incredulidad, pero también había algo de admiración en sus ojos, aunque intentara esconderlo. Sabía que estaba comenzando a intrigarla, a desafiar la imagen que su padre probablemente quería que tuviera de mí. No era un hombre cualquiera, y ella empezaba a darse cuenta.—Entonces, ¿qué dices? ¿Te quedas un poco más? —pregunté, mi tono cuidadosamente neutral, pero con la intención justa para hacerle saber que no iba a insistir si decidía irse.Ella dudó por un momento, mordiendo ligeramente su labio inferior, como si
*KLAUS*El auditorio comenzó a llenarse poco a poco. Estudiantes hablando entre ellos, risas, murmullos, los sonidos típicos de un espacio académico. Yo me mantuve detrás del escenario, observando desde las sombras, esperando a que Úrsula llegara. Y entonces la vi. Entró con una naturalidad que no podía ser fingida, con su mochila colgada del hombro y una expresión mezcla de curiosidad y escepticismo. Se sentó en una de las filas del medio, rodeada de compañeros, pero su presencia destacaba. No pude evitar sonreír.Cuando me llamaron al escenario, caminé con confianza, sintiendo cada mirada fija en mí. Mis pasos resonaron en el auditorio, y al tomar el micrófono, hice una pausa, permitiendo que el silencio se asentara antes de comenzar.—Buenas tardes a todos. Es un honor estar aquí hoy, rodeado de mentes brillantes y hambrientas de conocimiento. —mi voz resonó con seguridad, y miré alrededor, asegurándome de cruzar miradas con tantos estudiantes como fuera posible. Pero mis ojos volv
*KLAUS*Dije aquello como si fuera un hecho, como si ya supiera qué habría una próxima vez, que no se trataba de un adiós definitivo. No intenté insistir; sabía que debía dejar la puerta abierta sin presionarla. Sus labios se entreabrieron, como si estuviera a punto de decir algo más, pero finalmente no lo hizo. Su mirada bajó por un instante antes de volverse a alzar hacia mí.—Nos vemos pronto, —dijo, finalmente, su voz más suave de lo que esperaba.Me despedí con un gesto fácil y me alejé, pero solo lo suficiente para dejarle espacio sin perderme la oportunidad de verla marchar. Mientras caminaba hacia su destino, la noté dudar por un momento, girando la cabeza ligeramente hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que seguía allí. Sonreí por mí mismo. La conexión estaba creciendo, paso a paso, y el juego seguía su curso.El momento se sintió casi perfecto. Mi propuesta, mi tono, su reacción… cada pieza estaba encajando. Ahora solo debía esperar a ver cómo reaccionaría la próxima
**ÚRSULA**Me giré de golpe, mirando el techo como si pudiera encontrar respuestas en las grietas de la pintura. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, no solo por la discusión con mi padre, sino por la idea de Klaus. Su voz, su mirada, su manera de desafiar todo lo que yo también quería desafiar. No podía dejar que mi padre me alejara de eso.Agarré mi celular del escritorio, mis dedos temblaban un poco mientras desbloqueaba la pantalla. No tenía un plan, solo sabía que necesitaba sentirme conectada a algo que no fuera esta casa, estas paredes que parecían cerrarse sobre mí. Busqué el nombre de Klaus en mis contactos y, sin pensarlo demasiado, le escribí:“¿Qué haces? Necesito escapar de esta jaula. ¿Tienes alguna idea para divertirnos?”Presioné enviarla antes de que pudiera arrepentirme. Me quedé mirando la pantalla, esperando esos tres puntos que indicaban que estaba escribiendo. Mi corazón latía con fuerza, pero esta vez no era por enojo. Era por la emoción, por la posibilidad de
**ÚRSULA**Mire el vino o lo que sea, algo extraño. Lo llevé a mis labios, un poco insegura, y dejé que el líquido dulce y refrescante me sorprendiera. Había algo de picante al final, pero era sutil, solo lo suficiente para despertar mis sentidos. Sentí una chispa de emoción al pensar que estaba probando algo nuevo, algo que nunca habría imaginado en mi vida cotidiana.—¿Qué te dije? —preguntó Klaus, con una sonrisa de satisfacción al ver mi reacción.—No está mal —respondí, intentando sonar indiferente, pero la sonrisa en mi rostro me delataba.El tiempo parecía diluirse en el ambiente del club. Bailamos, al ritmo de la música y seguimos probando más tragos cuyos nombres ni siquiera intenté recordar. Cada uno tenía un sabor distinto, una experiencia nueva que me hacía sentir más viva. A veces, sentía la mirada de Klaus sobre mí, y cada vez que lo hacía, mi corazón latía un poco más rápido.Había algo en sus ojos, en su expresión de complacencia, que me hacía sentir como si esa noche