Gabriela Arellano es una estudiante venezolana de último año de gastronomía, que decide mudarse a México en busca de un mejor futuro. En su primer día de clases, tropieza con un hombre y empiezan con mal pie. Ella no se queda callada y le canta las cuarenta, sin saber que tiene al frente a Mauricio Díaz: uno de los mejores chefs de la ciudad, uno de los dueños del mejor restaurante del país y, además, quien ofrecerá pasantías en su escuela a los estudiantes más preparados. Sin embargo, como el destino no puede ser más entrometido, la vida los junta varias veces y no pueden ignorar que las chispas que saltan cada vez que discuten no son precisamente de odio… sino de algo igual de fuerte, de lo que no se puede escapar. ¿Serán capaces de mantener a raya sus deseos o terminarán quemándose a fuego lento? |LIBRO 1/3|
Leer másLa puerta se abre y el alboroto es increíble. Las risas, los abrazos, los besos; todo se hace notar a mi alrededor y no puedo estar más contenta.Todos hacen lo mismo con Mauricio y con los niños, mientras Fede me ayuda con las bolsas de regalo que traigo de Italia. Las niñas corren a jugar con sus primitos y yo abrazo a mi prima luego de dos años sin verla.—La mejor navidad de todas es cuando traes a mis consentidas —dice Fede, sonriendo.—No sabes cuánto extrañan a la familia. En especial a Mateo y a Elena —digo, mirando a mis pequeños jugar con los pequeños de Federica y Sebastián.— ¿Estás diciendo que no quieren a Cristiancito y a Darío? —pregunta Fede, alzando una ceja.—Escuché que nombraron a mis hijos, ¿qué hay con ellos? —interfiere Montse y las tres nos abrazamos, mirando a nuestros retoños.Mateo es el mayor, luego le sigue Darío, Margarita y Teresa (mis gemelas), Elena y Cristiancito que es el más bebé de todos, está aprendiendo a caminar apenas.—Nada, que los extrañaba.
Cuatro meses después…Vivir en Londres es tal cual te lo pintan en las películas: una maravilla. Es una ciudad costosa, no lo voy a negar, pero mi visa me permite estudiar y trabajar, así que he logrado mantenerme.Además, Mauricio me ayuda aunque yo le diga que no es necesario. Sin embargo, es un Díaz, no se le puede decir que no a la gran mayoría de las cosas, porque como yo soy una Arellano, él tiene que aceptar algunas de mis negativas.Hace un año llegué a México con una maleta llena de sueños pequeños, todos enfocados en mi carrera y en mi vida profesional. Jamás llegué a imaginar que ese país tan lindo que me abrió sus puertas, me llevaría a conocer al testarudo, guapo y ardiente amor de mi vida.Un tropiezo, eso bastó para que el universo dijera “ustedes son el uno para el otro, aunque ahora no lo vean” y la pasión fue la corriente que nos llevó a este amor tan fuerte y grande que sentimos.Hace cuatro meses, llegué a Londres con una maleta más grande para hacerle espacio a mi
Mi familia, incluyendo mis amigos, me incluyen en un abrazo grupal y nos felicitan a los tres por graduarnos. Hacen todo un alboroto que me hace reír a carcajadas y nos tomamos muchas fotos debido a la insistencia de Montserrat.Cristian y ella están muy felices, incluso están pensando en rentar un apartamento porque Sebastián y Fede están en ello. Quieren vivir juntos y me pone muy feliz ver a mi prima contenta, al lado de su príncipe Díaz.Luego de las fotos, Mauricio nos lleva a nuestra mesa, ya dentro de las instalaciones del restaurante, donde se realiza un banquete en honor a los graduandos. Ya tengo conmigo mi lindo ramo de flores y lo huelo a cada nada, así como a él y su colonia tan divina.Lo amo mucho y me muero por decírselo, pero todavía no he sentido que ha llegado el momento. Honestamente, una parte de mí no quiere ser la primera en decirlo porque me da miedo presionarlo.Alguien me abraza por detrás y alzo el rostro para encontrarme con Aarón. Me levanto para abrazarlo
—El primer ganador de la pasantía ha tenido un promedio general de 18.9 puntos. Ha sobresalido en cada prueba, en especial las que se han realizado en el restaurante Fraga. Sin embargo, en este caso, el señor Mauricio Díaz se abstuvo de votar u opinar por motivos que ya todos saben —explica Guzmán.Montse y yo volteamos a ver a Cristian, seguras de que se trata sobre él, y noto que el pobre hombre ha palidecido tres tonos. Está más blanco que una cucaracha de panadería y eso me hace reír, pero tengo que reprimirme.—Cristian Santos —anuncia el chef y Montse y yo aplaudimos con euforia, mientras el resto parece ya habérselo esperado.«Ugh, menudos envidiosos» pienso.— ¡Mi amor! —chilla Montse contenta, tirando de su cuello para abrazarlo mientras todos aplauden—. Sabía que lo lograrías, te amo.—Gracias, bonita —le dice, sonriendo—- Yo también te amo.¡Vaya! No sabía que la cosa había avanzado tanto entre ellos. Él me mira y yo le guiño un ojo, aplaudiéndole.Cuando está por dar el se
El día de los resultados al fin llega. Me estiro en mi cama con una sonrisa en el rostro y siento un peso sobre mis muslos, bajo la mirada para encontrarme con una pierna gruesa y musculosa, con vellos.Las piernas de Mauricio.―Mm, cinco minutos más ―ronronea, atrayéndome hacia él con un brazo.―No, Mauricio. Se me hace tarde para ir a la escuela ―hablo, sosteniéndome del filo de la cama para no ser arrastrada lejos.― ¿Sabes lo que podemos hacer en cinco minutos? ―pregunta, tirando de mí con fuerza para colocarme a ahorcajadas sobre él.― ¿Bañarnos? ―bromeo, entrecerrando los ojos en su dirección cuando siento un bulto duro en mi entrepierna.―Mejor ―dice y se levanta, tomando mi rostro entre sus manos para estamparme un beso en la boca.Yo me empiezo a reír y luego batallo para que me suelte, por el jodido aliento mañanero. Sin embargo, no me presta atención y en menos de lo que canta un gallo me está besando y lamiendo el cuello, haciéndome soltar pequeños gemidos de placer.Su ma
Mauricio me abre la puerta de su Jeep y me tiende la mano para ayudarme a bajar. Cierra la puerta tras de mí y no me deja avanzar muy lejos, tira de mi mano hacia su pecho para unir nuestros labios en un beso que grita lo mucho que me ha extrañado. Su mano descansa en mi mejilla y la acaricia en círculos, mientras la otra reposa sobre la mía que reside en su pecho.Suspiro cuando nos separamos y parpadeo con lentitud antes de mirarlo.― ¿Vamos? ―pregunta con una sonrisa ladeada en el rostro.―Vamos ―respondo.Entrelaza nuestros dedos y lleva nuestros bolsos en su mano libre. Quiero ayudarle, pero se niega y la verdad es que parece que no se esfuerza mucho con el peso de ambas cosas. Nos adentramos en una de las cabañas, si no recuerdo mal es la que tiene la piscina, y vamos al comedor.― ¿Quieres algo de tomar? ―pregunta―. Tengo jugo de naranja, agua, vino blanco, tinto, cerveza… No sé, lo que gustes.―Pues… una cerveza no me viene nada mal ―le digo, sonriendo con inocencia.Él rueda
Montserrat está extraña, pero ni Cristian sabe por qué. De todas formas, estoy segura que debe ser por su padre. Sebastián me ha comentado que no ha tenido el valor de visitarle y pedirle explicaciones y yo lo agradezco en mi interior, aunque suene egoísta.No me gustaría que se enterara por él que estoy con su hermano, mucho menos ahora que somos novios.Me dan ganas de reír el solo hecho de pensar ello, porque si alguien me hubiese dicho que terminaría perdida e irrevocablemente enamorada de Mauricio Díaz, seguro me le hubiese reído en la cara.Pero aquí estoy, perdida e irrevocablemente enamorada de Mauricio Alejandro Díaz Guerra.Hoy hay una feria de gastronomía en el restaurante y todas las escuelas hemos sido invitadas. No puedo negar que me tiene un tanto nerviosa encontrarme en público con Mauricio, siento que nuestras miradas gritan lo que tanto nos esmeramos en ocultar.Por ahora.Han organizado esta feria en el ala de eventos del negocio y hay puestos de comida, así como re
La venda en mis ojos cae con suavidad y yo no tengo que adaptarme a la luz de nuevo, ya que estamos en un bendito acuario. La oscuridad predomina y la luz que hay es de tonos azules y morados, debido al agua y a los corales. Los peces, las tortugas y erizos de mar se ven por todas partes y yo solo puedo observar todo maravillada. Él toma mi mano y tira de mí para empezar el recorrido.― ¿Qué te parece el lugar? ―pregunta, mirándome.―Es increíble. Sé que parece tonto, pero nunca había ido a un acuario ―le comento y luego le miro con ojos entrecerrados―, pero presiento que ya lo sabías.―Te lo juro que no ―dice, alzando la mano en señal de juramento―. Este es el primer lugar de muchos a los que quiero llevarte.Besa el dorso de mi mano, haciéndome sonreír y empezamos a caminar, admirando la vida marítima que aquí reside. No sé muy bien los nombres de los peces, pero me emociono al ver aquellos que reconozco por Nemo. Mauricio se ríe por mi actitud infantil, y tal vez por ignorancia, g
Nuestras manos enlazadas quedan suspendidas en el aire, coloca la suya libre en mi cadera y la mía la dejo caer sobre su hombro. Movemos nuestros cuerpos en un ligero vaivén y trato de no mirarlo a los ojos porque siento que se dará cuenta de lo que he descubierto hoy sobre mis sentimientos.«¿Él se sentirá igual o me estoy ilusionando sola?» No puedo evitar pensar en eso, tengo que admitirlo. Me asusta que para él solo soy un rato de placer con el que acabará cuando se aburra, pero a veces veo un brillo intenso de otra cosa que me hace dudar y pienso que, muy en el fondo, algo está naciendo en su corazón. Solo que no sabe aún qué es.― ¿Te gustó el almuerzo en honor a tu abuela? ―pregunta y yo asiento con una sonrisa en el rostro―. Lo haré en todos los negocios que tenga, durante un mes. Este mes, en su nombre.―Gracias, amor ―se me escapa y cubro mi boca, avergonzada. Sin embargo, él sonríe tanto que se achinan sus ojos―. ¡Eso es tu culpa! Ya me lo pegaste.―Pues qué lindo se escuch