Mauricio me abre la puerta de su Jeep y me tiende la mano para ayudarme a bajar. Cierra la puerta tras de mí y no me deja avanzar muy lejos, tira de mi mano hacia su pecho para unir nuestros labios en un beso que grita lo mucho que me ha extrañado. Su mano descansa en mi mejilla y la acaricia en círculos, mientras la otra reposa sobre la mía que reside en su pecho.Suspiro cuando nos separamos y parpadeo con lentitud antes de mirarlo.― ¿Vamos? ―pregunta con una sonrisa ladeada en el rostro.―Vamos ―respondo.Entrelaza nuestros dedos y lleva nuestros bolsos en su mano libre. Quiero ayudarle, pero se niega y la verdad es que parece que no se esfuerza mucho con el peso de ambas cosas. Nos adentramos en una de las cabañas, si no recuerdo mal es la que tiene la piscina, y vamos al comedor.― ¿Quieres algo de tomar? ―pregunta―. Tengo jugo de naranja, agua, vino blanco, tinto, cerveza… No sé, lo que gustes.―Pues… una cerveza no me viene nada mal ―le digo, sonriendo con inocencia.Él rueda
El día de los resultados al fin llega. Me estiro en mi cama con una sonrisa en el rostro y siento un peso sobre mis muslos, bajo la mirada para encontrarme con una pierna gruesa y musculosa, con vellos.Las piernas de Mauricio.―Mm, cinco minutos más ―ronronea, atrayéndome hacia él con un brazo.―No, Mauricio. Se me hace tarde para ir a la escuela ―hablo, sosteniéndome del filo de la cama para no ser arrastrada lejos.― ¿Sabes lo que podemos hacer en cinco minutos? ―pregunta, tirando de mí con fuerza para colocarme a ahorcajadas sobre él.― ¿Bañarnos? ―bromeo, entrecerrando los ojos en su dirección cuando siento un bulto duro en mi entrepierna.―Mejor ―dice y se levanta, tomando mi rostro entre sus manos para estamparme un beso en la boca.Yo me empiezo a reír y luego batallo para que me suelte, por el jodido aliento mañanero. Sin embargo, no me presta atención y en menos de lo que canta un gallo me está besando y lamiendo el cuello, haciéndome soltar pequeños gemidos de placer.Su ma
—El primer ganador de la pasantía ha tenido un promedio general de 18.9 puntos. Ha sobresalido en cada prueba, en especial las que se han realizado en el restaurante Fraga. Sin embargo, en este caso, el señor Mauricio Díaz se abstuvo de votar u opinar por motivos que ya todos saben —explica Guzmán.Montse y yo volteamos a ver a Cristian, seguras de que se trata sobre él, y noto que el pobre hombre ha palidecido tres tonos. Está más blanco que una cucaracha de panadería y eso me hace reír, pero tengo que reprimirme.—Cristian Santos —anuncia el chef y Montse y yo aplaudimos con euforia, mientras el resto parece ya habérselo esperado.«Ugh, menudos envidiosos» pienso.— ¡Mi amor! —chilla Montse contenta, tirando de su cuello para abrazarlo mientras todos aplauden—. Sabía que lo lograrías, te amo.—Gracias, bonita —le dice, sonriendo—- Yo también te amo.¡Vaya! No sabía que la cosa había avanzado tanto entre ellos. Él me mira y yo le guiño un ojo, aplaudiéndole.Cuando está por dar el se
Mi familia, incluyendo mis amigos, me incluyen en un abrazo grupal y nos felicitan a los tres por graduarnos. Hacen todo un alboroto que me hace reír a carcajadas y nos tomamos muchas fotos debido a la insistencia de Montserrat.Cristian y ella están muy felices, incluso están pensando en rentar un apartamento porque Sebastián y Fede están en ello. Quieren vivir juntos y me pone muy feliz ver a mi prima contenta, al lado de su príncipe Díaz.Luego de las fotos, Mauricio nos lleva a nuestra mesa, ya dentro de las instalaciones del restaurante, donde se realiza un banquete en honor a los graduandos. Ya tengo conmigo mi lindo ramo de flores y lo huelo a cada nada, así como a él y su colonia tan divina.Lo amo mucho y me muero por decírselo, pero todavía no he sentido que ha llegado el momento. Honestamente, una parte de mí no quiere ser la primera en decirlo porque me da miedo presionarlo.Alguien me abraza por detrás y alzo el rostro para encontrarme con Aarón. Me levanto para abrazarlo
Cuatro meses después…Vivir en Londres es tal cual te lo pintan en las películas: una maravilla. Es una ciudad costosa, no lo voy a negar, pero mi visa me permite estudiar y trabajar, así que he logrado mantenerme.Además, Mauricio me ayuda aunque yo le diga que no es necesario. Sin embargo, es un Díaz, no se le puede decir que no a la gran mayoría de las cosas, porque como yo soy una Arellano, él tiene que aceptar algunas de mis negativas.Hace un año llegué a México con una maleta llena de sueños pequeños, todos enfocados en mi carrera y en mi vida profesional. Jamás llegué a imaginar que ese país tan lindo que me abrió sus puertas, me llevaría a conocer al testarudo, guapo y ardiente amor de mi vida.Un tropiezo, eso bastó para que el universo dijera “ustedes son el uno para el otro, aunque ahora no lo vean” y la pasión fue la corriente que nos llevó a este amor tan fuerte y grande que sentimos.Hace cuatro meses, llegué a Londres con una maleta más grande para hacerle espacio a mi
La puerta se abre y el alboroto es increíble. Las risas, los abrazos, los besos; todo se hace notar a mi alrededor y no puedo estar más contenta.Todos hacen lo mismo con Mauricio y con los niños, mientras Fede me ayuda con las bolsas de regalo que traigo de Italia. Las niñas corren a jugar con sus primitos y yo abrazo a mi prima luego de dos años sin verla.—La mejor navidad de todas es cuando traes a mis consentidas —dice Fede, sonriendo.—No sabes cuánto extrañan a la familia. En especial a Mateo y a Elena —digo, mirando a mis pequeños jugar con los pequeños de Federica y Sebastián.— ¿Estás diciendo que no quieren a Cristiancito y a Darío? —pregunta Fede, alzando una ceja.—Escuché que nombraron a mis hijos, ¿qué hay con ellos? —interfiere Montse y las tres nos abrazamos, mirando a nuestros retoños.Mateo es el mayor, luego le sigue Darío, Margarita y Teresa (mis gemelas), Elena y Cristiancito que es el más bebé de todos, está aprendiendo a caminar apenas.—Nada, que los extrañaba.
Cierro la maleta y suspiro, agotada.Me recuesto en la cama por unos minutos, colocando un brazo bajo mi cabeza y miro hacia el techo, pensando en mi país.Venezuela, la pequeña parte del mundo con las playas más bellas, la gente más alegre y divertida, con sus increíbles paisajes, llena de color, de oro, de petróleo, de riquezas. Una nación con las mujeres más hermosas (y no lo digo yo, porque soy venezolana: lo dice el Miss Universo, ¿eh?), la comida más sabrosa, con tanto talento tratando de brillar y enaltecer el nombre de nuestro hogar.Cualquiera pensaría que es maravilloso vivir aquí, pero el día a día te enseña a los coñazos que no lo es del todo.La corrupción, que lleva más de 15 años, ha vuelto trizas un país con tanto futuro. Y, a pesar de ello, los venezolanos siempre buscamos seguir adelante, de embellecer nuestra tierra y demostrar que se puede ser mejor.Aunque claro, no todos los venezolanos. Muchos se han acostumbrado a esta miseria, mejor dicho: a muchos les convien
Mi prima viene conmigo en el autobús. Me explica algunas cosas importantes y sé que no las voy a recordar porque hasta en mi propia tierra era bien perdida.—Ay no, Fede. Si me pierdo, te llamo. El primer día no me voy a aprender todas las avenidas ni las calles —digo, mareada de tanta información—. Por ahora solo necesito saber cómo ir de la escuela a la casa y de la casa a la escuela.—No soporto como te crió Aida —se queja—. Esta es mi parada, la tuya es la siguiente. Caminas un par de cuadras y ahí está la escuela.Afirmo a regañadientes, cruzándome de brazos. Ella niega con la cabeza y se levanta para bajarse del autobús, no sin antes darme un beso en la mejilla.Visualizo lo que hay en las calles del lado de mi ventana, tratando de memorizar todo. Cuando el autobús se detiene, recuerdo que es mi parada y me levanto como alma que lleva el diablo para bajarme.Federica me dijo que tenía que cruzar un par de calles más y encontraría la Escuela. Respiro hondo, mirando a mí alrededor