42.

Mauricio me abre la puerta de su Jeep y me tiende la mano para ayudarme a bajar. Cierra la puerta tras de mí y no me deja avanzar muy lejos, tira de mi mano hacia su pecho para unir nuestros labios en un beso que grita lo mucho que me ha extrañado. Su mano descansa en mi mejilla y la acaricia en círculos, mientras la otra reposa sobre la mía que reside en su pecho.

Suspiro cuando nos separamos y parpadeo con lentitud antes de mirarlo.

― ¿Vamos? ―pregunta con una sonrisa ladeada en el rostro.

―Vamos ―respondo.

Entrelaza nuestros dedos y lleva nuestros bolsos en su mano libre. Quiero ayudarle, pero se niega y la verdad es que parece que no se esfuerza mucho con el peso de ambas cosas. Nos adentramos en una de las cabañas, si no recuerdo mal es la que tiene la piscina, y vamos al comedor.

― ¿Quieres algo de tomar? ―pregunta―. Tengo jugo de naranja, agua, vino blanco, tinto, cerveza… No sé, lo que gustes.

―Pues… una cerveza no me viene nada mal ―le digo, sonriendo con inocencia.

Él rueda
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