Emily, desesperada por reunir el dinero para el tratamiento de cáncer de su madre, se sumerge en una peligrosa doble vida. Durante el día, oculta su identidad tras gruesas gafas en una monótona oficina de archivo, mientras que en las noches, envuelta en lencería y antifaz, se convierte en “Amapola” una cautivadora bailarina en un prestigioso club nocturno. Alexandros Kostas, el CEO más poderoso y frío de Grecia, ve su mundo tambalearse cuando su abuelo fallece, dejando como condición para mantener su fortuna que él debe ir a encargarse de la empresa en Estados unidos y formar una familia en un plazo determinado. Desesperado por preservar su imperio, Alexandros se encuentra en la búsqueda de una esposa por conveniencia. La bailarina con una doble vida y el necesitado CEO se entrelazan en una historia llena de engaños, mentiras y una intensa pasión. Ambos deberán enfrentar sus propias inseguridades y descubrir que, más allá de las máscaras que llevan puestas, hay una oportunidad de encontrar el amor verdadero.
Leer másEl salón está iluminado por la tenue luz de los candelabros, y la expectación flota en el aire mientras me preparo para dar mi discurso. La multitud expectante, la élite empresarial de la ciudad, espera escuchar las palabras del nuevo líder de la empresa. Pero mi atención no está completamente enfocada en los papeles y carpetas frente a mí. Mi mirada busca algo más.Emily.Mis ojos buscan a Emily entre la multitud, pero no la encuentro de inmediato. La necesito a mi lado, no solo como mi asistente, sino como la persona que ha estado detrás de cada decisión, cada estrategia, cada paso que he dado para llegar a este momento. Mientras la busco, siento un ligero nerviosismo. ¿Dónde está?Finalmente, la veo caminar hacia mí, acompañada por Giorgio. Sin embargo, algo no parece estar bien. Su expresión parece forzada, y sus ojos, esos ojos que normalmente me transmiten calma, a pesar de ser temerosos y reacios ahora mismo parecen inquietos. ¿Qué ha pasado? Mi mirada instintivamente se dirig
Los faros del auto iluminaban la oscuridad de la noche mientras avanzábamos por las calles de la ciudad. Podía sentir la intensidad de la mirada de Alexandro sobre mí, como si sus ojos fueran imanes que se aferraban a cada gesto, a cada movimiento. Me sentía incómoda bajo esa atención persistente.—¿Pasa algo, señor Kostas? —pregunté, intentando ocultar la incomodidad en mi voz.Él suspiró, como si estuviera luchando con sus propios pensamientos, y finalmente respondió: —Solo me recordaste a alguien. Y por favor no me digas señor Kostas o nadie va a creer que somos pareja.La mención de esa "alguien" hizo que mi corazón diera un vuelco. ¿Sería posible que me hubiera reconocido como Amapola? Descarté rápidamente la idea, diciéndome que si ese fuera el caso, ya habría estallado en un ataque de ira. Opté por guardar silencio, desviando la mirada hacia la oscuridad que se extendía más allá de la ventana.La imponente estructura del hotel se alzó ante nosotros, con un desfile de cámaras y
¡Es sábado finalmente! Los últimos dos días de la semana Alexandro no se presentó en la oficina, según estaba resolviendo cosas con su hermano, aunque sí me dejó al menos unas cien tareas pendientes y debo decir que el hecho de que yo fuera quien trabajara desde la oficina de presidencia no tenía contento a nadie. Sin embargo, debo admitir que no haberlo visto fue un alivio, pues después de lo ocurrido en el club. Ese beso… Dios no he podido dejar de pensar en eso.Voy llegando a casa desde el mercadillo de la esquina, pues con los 2000 dólares que me dio el griego y para mi sorpresa, los 500 que me pagó mi jefe, según por el baile privado, pude pagar los dos meses atrasados de la renta, los servicios que tenía cortados y comprar al menos un poco de comida para lo que me resta del mes.Estoy a punto de enfrentarme a la puerta de mi casita cuando mis pasos se detienen abruptamente al ver una enorme camioneta parqueada en la entrada. Una camioneta muy parecida a la de mi jefe, pero me
Finalmente cayó la noche y lo que llevo tanto tiempo esperando ha llegado: Voy a verme con Amapola. Una sonrisa se pinta en mi labios de solo pensarlo y viendo la hora en mi reloj de mano camino directo hacia el club. Mis pasos resuenan en el oscuro pasillo del club nocturno, mi corazón late con una ansiedad creciente. La anticipación de lo que está por venir me llena de emoción. Al entrar al club, la penumbra y la música envolvente me sumergen en un mundo de tentación y deseo. Pregunto por Amapola apenas cruzo la entrada, y el dueño me asegura que está preparándose para nuestro encuentro. Mi pulso se acelera ante la idea de finalmente tenerla solo para mí. Lo primero que veo al entrar es al dueño del bar que parece estar esperándome, porque nada más verme me dice: —¡Señor Kostas! Bienvenido. Ya me he enterado que nuestra chica accedió a darle el baile privado, si gusta puede ir cancelando conmigo. Las palabras del hombre consiguen que arrugue el ceño, porque lo cierto es que pen
El alivio que siento al ver a Connor, el médico que ha estado tratando a mi madre, es inmenso, pues al menos con él tengo un rostro amigable cerca.—Emily, ¿qué ha pasado? ¿Qué haces aquí?El castaño se acerca a mí con el rostro pintado de preocupación, pues él más que nadie sabe que estuve casi toda la noche pasada dentro de una de estas habitaciones. Sin embargo, en esta ocasión no estoy en calidad de visitante.—Mi mano— digo en un susurro lastimero, porque lo cierto es que el efecto de la crema se ha empezado a ir y el dolor ha despertado con fuerza.Los ojos de Connor van de inmediato a la mano que estoy acunando contra mi pecho y con mucha delicadeza intenta tomarla, pero yo de inmediato dejo salir un alarido de dolor, porque ha atinado a tocar justo la quemadura.—Lo siento, lo siento— me dice y extiende una mano en mi dirección indicando que coloque la mía encima.Con mucho cuidado hago lo que me dice y veo como el rostro del castaño se transforma en una mueca de preocupación
No puedo creer que realmente esté yendo a almorzar con Alexandro Kostas y no lo digo solo porque sea el dueño de la empresa en que trabajo, sino porque es el hombre que ha intentado comprarme en más de una ocasión.Pero claro, eso es algo que él no sabe, pues para él Amapola y Emily son dos personas totalmente diferentes. Escucho el sonido del ascensor anunciando que hemos llegado al sótano y dejo salir un suspiro mientras camino fuera de la caja metálica, simplemente siguiendo los pasos del hombre que mira a cada dos segundos hacia atrás como si quisiera cerciorarse que no me he escapado.Al llegar al auto lo primero que veo es la figura de Giorgo recostado al lujoso BMW y cuando me ve noto como su ceño se frunce, antes de que una casi imperceptible sonrisa se forme en sus labios, haciendo que esta vez sea yo la que frunza el ceño.—¡Cuñada! Me alegra que hayas decidido unirte a nosostros.— me dice haciendo mucho más grande su sonrisa.Por un instante no puedo hacer más que parpadear
Estoy en el maldito parqueadero, 10 pisos por debajo de la oficina, cuando me doy cuenta que, con el afán de Giorgio porque saliéramos a comer, se me quedó la cartera y las llaves del auto en la oficina. Ahora, con hambre y un genio del demonio me encuentro subiendo para recoger todo, porque el estupido de mi hermano se había negado a pagar o a que nos fuéramos en taxi, es un maldito dolor en el culo. Sin embargo, no voy a negar que tenerlo ahí con él no le había dado gusto. Joder, no llevo ni un mes lejos de Grecia y ya siento que se estoy enloqueciendo de a poco. Si no es por la empresa, que es un maldito desastre, ni una sombra de lo que es la de Grecia o la de Georgia, es todo el tema del maldito matrimonio de mentira. Lo único medianamente bueno que me ha pasado es haber visto a mi bailarina misteriosa, pues Amapola ha conseguido captar mi mente desde el primer momento, lo que es una suerte pues con toda la m****a que traigo encima, sin una distracción voy a terminar tirando
Ese fue el primer día que estuve trabajando codo a codo con el pomposo del griego, y aunque suele ser un idiota la mayor parte del tiempo, no puedo negar que en temas de negocios es todo un tiburón y este no está nada contento con los números rojos.Estoy bastante segura que en el instante en que descubramos quienes son los causantes de los fallos, no solo van a salir despedidos de aquí, sino que dudo que alguna vez en la vida puedan volver a encontrar algún empleo.Para cuando se hace el mediodía ya la cabeza me duele horrores y el estómago me está rugiendo por comida. Comida que no tengo, pues todo lo que tenía lo he abonado a la deuda del hospital, esperando que hoy, con lo que recoja del maldito baile del demonio, pueda costear el arriendo, los servicios y con suerte algo de comida. Supongo que tener para transportarme en bus de mi casa hasta aquí estará casi imposible.Justo cuando dejo salir un suspiro agotado, la puerta de la oficina se abre y la silueta imponente de Giorgio se
Pero ¿qué mierda está haciendo Giorgio aquí? eso es lo primero que pasa por mi mente cuando veo la sonrisa burlona y la mirada curiosa de mi hermano puesta en la mujer enfrente mio, lo que hizo que él también fijara su vista en la chica, que parecía embelesada con el idiota y eso fue suficiente para sacarme de mis pensamientos y dejar salir un gruñido:—¿Qué carajo haces aquí, Giorgio? Se supone que debes estar cuidando las empresas en Grecia.Mi hermano pone los ojos en blanco al escucharme y con paso decidido comienza a caminar hacia donde me encuentro, sin embargo sus ojos no se han despegado es de la chiquilla sosa que parece haber quedado paralizada.—La empresa está bien, adelfós, todo en Grecia lo está—me dice, usando nuestra lengua madre para llamarme hermano—Además, soy tu abogado, si vas a cometer una locura de tal magnitud, lo más responsable es que me encuentre aquí.El gruñido que salió de mí fue toda la respuesta que pude darle, porque aunque si, era cierto que me alegr