La humillación de la noche anterior sigue ardiendo en mi mente como una herida abierta. Ese hombre, cuyo nombre ignoro, me ha dejado marcada con su desprecio. Me siento vulnerable, expuesta, pero tengo que recordar por qué he tomado esta decisión. Mi madre está enferma, sufre de un cáncer avanzado, y las facturas médicas se han vuelto una carga que apenas puedo soportar.
Fue esa necesidad desesperada la que me llevó a buscar un segundo empleo en el club nocturno, donde Amapola se adueña de mí, dejando atrás a Emily. Amapola, el nombre que he elegido, tiene un significado especial. Era el nombre de las flores favoritas de mi padre, las mismas que adornaron su funeral. Amapolas rojas, con su fragancia embriagadora y su belleza efímera. Amapolas, como las que solía traer a casa para alegrar a mi madre. Es una forma de honrar su memoria mientras luchaba por salvar la vida de mi madre.
Con la mente hecha un lío y el corazón adolorido por todos los problemas, llego a la empresa tratando de disimular la mezcla de nervios y expectación que siento. Sé que el nuevo CEO está por llegar, directamente de Grecia, de donde es originaria la empresa, y la curiosidad me carcome. Mi jefe apenas me mira cuando entro, perdido en sus asuntos. Las conversaciones y risas de mis compañeros llenan el aire mientras camino hacia mi estación de trabajo.
Aquí soy una mujer completamente distinta a Amapola; la seguridad y la confianza se quedan confinadas detrás del antifaz y la peluca que uso cada noche desde hace una semana. En estas cuatro paredes no soy más que la chica del archivo, esa que viste ropa vieja de segunda mano y tiene grandes lentes de montura mientras se pasa el día tragando libros. Sin embargo, ambas personalidades, tanto Amapola como Emily, son parte de mí, de quien soy.
Mi día comienza con la misma rutina de siempre: archivar documentos, organizar papeles y ocuparme de las tareas administrativas. No es el trabajo de mis sueños, pero es lo que necesito para mantener a mi madre.
Sin embargo, la normalidad del día se rompe cuando mi jefe me llama a su oficina. Con voz fría, me encomienda la tarea de buscar ciertos documentos y llevarlos a la oficina de presidencia.
—El nuevo jefe ha llegado, el señor Alexandos Kostas —me dice—.Más te vale no arruinarlo. Lo único que debes hacer es buscar los documentos y dejarlos en manos de la secretaria; ni siquiera tendrás que verlo. ¿Entendido?
Acepto la tarea sin rechistar, consciente de que debo cumplir con mis deberes. Pero mientras reviso los archivos para asegurarme de que sean los correctos, me doy cuenta de que las cifras de cada año parecen... extrañas. Desde pequeña he tenido facilidad para los números, se me dan tan bien como bailar. Incluso los maestros llegaron a decirle a mi madre que debería meterme en una escuela para niños superdotados, pero ellos no contaban con los recursos ni las conexiones para hacerlo.
Uno a uno miro los archivos, y cuanto más veo, más convencida estoy de que las finanzas están mal. Si presento estos archivos al nuevo CEO tal como están, el resultado no será nada bueno.
Tomando un respiro profundo, decido volver a la oficina de mi jefa. Toqué la puerta dos veces, y su voz desde el interior me deja entrar. Cuando sus ojos me ven con la enorme pila de papeles en brazos, frunce el ceño de inmediato.
—¿Qué demonios se supone que estás haciendo? —dice con creciente disgusto—. ¡Eres una estúpida! Te dije que los documentos eran para presidencia, no para mí.
En ese momento, titubeo por un momento, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que he descubierto.
—Lo sé, señorita Enriquez, pero al ver los documentos me di cuenta de que las cuentas no cuadran —digo finalmente, con la voz temblorosa—. Falta dinero.
La mujer me mira como si me hubiera crecido una segunda cabeza. Su expresión cambia de sorpresa a molestia en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Eres una experta en finanzas ahora? ¿Tienes un título en economía del que no me he enterado? —pregunta con sarcasmo, su tono lleno de desprecio.
—No, pero es que yo...
—¡TÚ NADA! Ve a hacer lo que te he pedido antes de que te ponga de patitas en la calle. AHORA.
Mordiéndome la lengua, salgo de allí y subo los escalones que conducen a la oficina de presidencia. La fila del ascensor público es demasiado larga para esperar. Mi idea es dejar las carpetas y largarme, después de todo, las finanzas no son mi asunto y no debería ser mi responsabilidad.
Pero cuando llego al piso, me encuentro con el cubículo de la secretaria vacío. Intento buscarla en los alrededores, pero no hay ni rastro de la mujer.
Por un instante, pienso en sentarme y esperarla, pero descarto la idea de inmediato, recordando la urgencia con que mi jefa me encargó la tarea. Así que, dejando salir un suspiro, avanzo hacia la puerta y doy dos toques pequeños antes de decir:
—Señor Kostas.— mientras sostengo una enorme pila de papeles en brazos, esperando encontrar a la secretaria y no tener que entrar.
Sin embargo, una voz gruesa y autoritaria, con un marcado acento extranjero, me habla desde adentro.
—Adelante.
Escucho esa voz y, por un instante, me quedo paralizada. No sé si es la impresión o si la culpa de llevar esa pila de documentos que me impide ver más allá de mis pies. Pero al empujar la puerta me tropiezo con mis propios pies ocasionando que todos, absolutamente todos los papeles caigan al suelo.
Sin embargo, lo único que puedo procesar en mi mente es esa voz gruesa y autoritaria, misma voz que no se demora en volvr a hablarme, consiguiendo que mi cuerpo se paralice.
—¿¡ES QUE ACASO ERES INEPTA!? —Su grito finalmente consigue que levante mi mirada, y por poco termino tirada junto a la pila de papeles debido a la impresión, ya que me encuentro cara a cara con el hombre que estuvo en el club nocturno la noche anterior.Dios mio que tanta mala suerte puedo tener para que el hombre al que haya insultado termine siendo el dueño de la compañia en que trabajo.
Afortunadamente, esta vez no llevo mi antifaz ni mi peluca. Estoy segura de que no me reconocería así. Sin embargo, estoy congelada ante su mirada intensa, en sus ojos oscuros que parecen penetrar mi alma. La sorpresa y el asombro se mezclan en mi mente, pero gracias a mi disfraz, ahora mismo sigo siendo una desconocida para él.
Puedo ver cómo toda la expresión del hombre se ensombrece, y desesperado por mi falta de reacción, me mira con fastidio.
—¿Acaso eres sorda? ¿Qué esperas para recoger este desastre? —Sus palabras resuenan en mi cabeza como un latigazo, y me sacan del trance en el que estoy.
Con rapidez, me agacho y trato de recoger los documentos esparcidos. Rezo en silencio para que él no me reconozca, ya que eso significaría el fin para mí. Lo perdería todo, la poca estabilidad que tengo y mi madre podría morir debido a eso.
No puedo permitirlo, por nada del mundo.
—Lo siento —consigo balbucear, sintiendo cómo el rubor sube a mis mejillas—. No volverá a suceder, señor.
El CEO me mira desde arriba con una mezcla de exasperación y desdén, y yo apenas logro levantarme y acomodar los papeles. Fue entonces cuando confirmé que no tenía ni idea de quién era. Para él, no soy más que una chica más.
—Las disculpas no mantienen una empresa en funcionamiento —declara el hombre con firmeza. Su voz hace que todo mi ser tiemble. Aquí, bajo la luz del día, parece mucho más apuesto. Con su metro noventa, cabello oscuro y semilargo, barba sombreada y, sobre todo, esos ojos oscuros y penetrantes. Sin embargo, sigue siendo un imbécil. —No sé cómo eran las cosas antes, pero aquí y ahora, la eficiencia es la clave. Si no puedes ser eficiente, no tienes lugar en esta empresa.
Trago en seco sin poder evitarlo y asiento, incapaz de articular una respuesta adecuada. Con una última mirada de fastidio, el CEO gruñe que me largue, y no tengo que pedirlo dos veces. Salgo de su oficina casi corriendo.
De vuelta en mi puesto de trabajo, la realidad de la situación comienza a sobrepasarme. No puedo creer que mi mala suerte haya sido tan grande. Para desviar mis pensamientos del intimidante hombre, decido revisar nuevamente la información de finanzas, esperando encontrar pruebas de lo que había afirmado. Efectivamente, ahí están.
—¡Lo sabía! Las cuentas están erradas.
—¿De qué cuentas estás hablando? —La m*****a voz gruesa por poco me hace caer del susto, y al girar, me encuentro cara a cara con el CEO.Mi corazón late con mucha fuerza mientras me doy cuenta de que mi vida y mi trabajo están a punto de dar un giro inesperado.
Todo en esta empresa es un maldito desastre. No puedo creer que el abuelo haya dejado que una de las sedes de la empresa cayera tan bajo. Es que por Dios, se supone que somos los líderes mundiales en Tecnología, tenemos un apellido que cuidar. Los Kostas tenemos renombre mundial.Y mejor ni hablar del nivel tan bajo de los empleados que hacen parte de la InnovaTech, la maldita junta directiva parece sacada de un circo y si a eso le sumamos la inutil chica de archivo que me llevó los documentos, entonces puedo decir que estaba jodidoMis ojos se mueven con rapidez por los archivos que me llevaron mientras que la rabia se dispara en mi interior como si de un interruptor se tratara. No puedo creer que esta gente me crea tan estupido como para pensar que no se daría cuenta de los vacíos en el dinero..Hecho una furia camino hacia el maldito archivo, enfurecido por las innumerables incongruencias que he encontrado en los documentos financieros de la empresa, y dispuesto a buscar las cifras
El trayecto hasta el club se me ha hecho eterno, lo único que quiero es llegar y verla a ella. Es que no sé qué fue lo que esa endemoniada mujer me hizo, pero no he podido sacarmela de la cabeza.Ni siquiera con todos los problemas que tengo en la empresa, la amenaza del abogado y mi herencia tambaleando de un hilo, puedo dejar de pensar en Amapola. En la forma altiva y altanera en que me retó ni mucho menos en el hecho de que rechazó mi oferta.Por Dios, en Grecia las mujeres hacen fila para estar conmigo y aquí vengo y me encuentro con una mocosa oculta tras un antifaz que se atreve a decirme que no.Sin embargo, esa noche voy decidido a tenerla, pues tengo en mente una propuesta que sé que no va a poder rechazar.Al llegar camino entre el mar de hombres trajeados que ya están instalados viendo el espectáculo frente a sus ojos, hasta que consigo llegar a la mesa que he reservado con anticipación, justo enfrente de la tarima. Observo sin mucho interés a la rubia de grandes pechos que
Sucia. Así es como me siento mientras llego a casa. No puedo creer que haya siquiera considerado aceptar la oferta del prepotente y patán de mi jefe. Estoy segura que si él supiera que se trata de mi, ni siquiera me diera una segunda mirada. Dejando salir un suspiro ahogado, término de quitar mi maquillaje, luego desato la peluca de mi cabeza y finalmente me saco el pequeño vestuario que llevo puesto ese día y mientras hago cada una de estas cosas en lo único que puedo pensar es en todo lo que solucionaría con esos 2000 dolares. —No Emily, no pienses en eso— me digo, mientras me pongo de pie—Tú tienes principios, tú madre se moriría si se entera que te dejas comprar por un hombre— me repito. Sin embargo, el pensamiento no abandona mi mente durante la hora y medía que demoro en llegar a mi casa desde la prestigiosa zona norte donde se encuentra el club. Esa noche, tal como el resto en la última semana, la casita se siente sola y miserable, pues mi madre se encuentra internada en el
Toda la noche estuve pensando en dos cosas, la primera es que mi Amapola finalmente aceptó hacer el baile privado, yo sabía que ninguna mujer podía resistirse al dinero. Todas tienen un precio y decir que estoy emocionado y excitado de solo pensarlo es poco. Y la segunda es Emily Williams. Estuve debatiéndome entre si es o no es una buena idea hacerle la propuesta y al final me di cuenta que ese no es el punto. Lo importante aquí es que me estoy quedando sin tiempo. Tengo cuatro meses para presentarme en Grecia con una esposa o todo se habrá ido a la m****a. Por lo que en lugar de darle vueltas al asunto, me dediqué a estudiar de lleno el informe de la chica, ahí descubrí varias cosas interesantes. Para empezar que es más joven que yo, por seis años para ser exactos, pues yo tengo 29, pronto 30, y ella acaba de cumplir 23. Lo otro es que fue la mejor de su clase mientras estuvo en la universidad y luego abandonó el semestre cuando solo le faltaba poco más de medio año para termin
Estoy en Shock. La propuesta es tan inesperada que por un momento creo que Alexandros ha perdido la razón. —¿Casarme contigo? ¿Por un año? ¡Estás loco! —exclamo, mi voz temblorosa. Pero él no se inmuta. Sus ojos, inexpresivos, parecen buscar algo en los míos. Es entonces cuando menciona a mi madre, y la realidad golpea con fuerza. El dinero, la salud de mi madre... él sabe exactamente dónde duele. —No puedes... no puedo hacer eso. Es ridículo —respondo, pero la desesperación en mi interior me hace titubear. —Lo sé, Emily. Pero también sé que necesitas el dinero, y yo puedo dártelo. ¿Vas a dejar que tu orgullo te impida ayudar a tu madre? —me cuestiona, y sus palabras me golpean en lo más profundo. Mis manos tiemblan mientras intento procesar lo que está sucediendo. Esta oferta es como una cuerda en mi cuello, una que no puedo ignorar. —Si… Si llego a aceptar yo tendría condiciones y deben quedar por escritas en un contrato —digo, luchando por recuperar algo de control. Al escuch
Pero ¿qué mierda está haciendo Giorgio aquí? eso es lo primero que pasa por mi mente cuando veo la sonrisa burlona y la mirada curiosa de mi hermano puesta en la mujer enfrente mio, lo que hizo que él también fijara su vista en la chica, que parecía embelesada con el idiota y eso fue suficiente para sacarme de mis pensamientos y dejar salir un gruñido:—¿Qué carajo haces aquí, Giorgio? Se supone que debes estar cuidando las empresas en Grecia.Mi hermano pone los ojos en blanco al escucharme y con paso decidido comienza a caminar hacia donde me encuentro, sin embargo sus ojos no se han despegado es de la chiquilla sosa que parece haber quedado paralizada.—La empresa está bien, adelfós, todo en Grecia lo está—me dice, usando nuestra lengua madre para llamarme hermano—Además, soy tu abogado, si vas a cometer una locura de tal magnitud, lo más responsable es que me encuentre aquí.El gruñido que salió de mí fue toda la respuesta que pude darle, porque aunque si, era cierto que me alegr
Ese fue el primer día que estuve trabajando codo a codo con el pomposo del griego, y aunque suele ser un idiota la mayor parte del tiempo, no puedo negar que en temas de negocios es todo un tiburón y este no está nada contento con los números rojos.Estoy bastante segura que en el instante en que descubramos quienes son los causantes de los fallos, no solo van a salir despedidos de aquí, sino que dudo que alguna vez en la vida puedan volver a encontrar algún empleo.Para cuando se hace el mediodía ya la cabeza me duele horrores y el estómago me está rugiendo por comida. Comida que no tengo, pues todo lo que tenía lo he abonado a la deuda del hospital, esperando que hoy, con lo que recoja del maldito baile del demonio, pueda costear el arriendo, los servicios y con suerte algo de comida. Supongo que tener para transportarme en bus de mi casa hasta aquí estará casi imposible.Justo cuando dejo salir un suspiro agotado, la puerta de la oficina se abre y la silueta imponente de Giorgio se
Estoy en el maldito parqueadero, 10 pisos por debajo de la oficina, cuando me doy cuenta que, con el afán de Giorgio porque saliéramos a comer, se me quedó la cartera y las llaves del auto en la oficina. Ahora, con hambre y un genio del demonio me encuentro subiendo para recoger todo, porque el estupido de mi hermano se había negado a pagar o a que nos fuéramos en taxi, es un maldito dolor en el culo. Sin embargo, no voy a negar que tenerlo ahí con él no le había dado gusto. Joder, no llevo ni un mes lejos de Grecia y ya siento que se estoy enloqueciendo de a poco. Si no es por la empresa, que es un maldito desastre, ni una sombra de lo que es la de Grecia o la de Georgia, es todo el tema del maldito matrimonio de mentira. Lo único medianamente bueno que me ha pasado es haber visto a mi bailarina misteriosa, pues Amapola ha conseguido captar mi mente desde el primer momento, lo que es una suerte pues con toda la m****a que traigo encima, sin una distracción voy a terminar tirando