Mi vuelo a Chicago es un interminable recordatorio de la decisión de mi abuelo, una decisión que amenaza con socavar mi vida. Soy Alexandros Kostas el CEO más poderoso de la industria, y he heredado un imperio construido con esfuerzo y determinación. Pero este imperio, que abarca desde la industria de la tecnología en Grecia hasta la sede en Estados Unidos, está en peligro debido a las condiciones de su testamento. Debo casarme y formar una familia, o todo lo que he trabajado por construir se perderá.
Mis pensamientos se ven perturbados por el bullicio de la ciudad de Chicago. Estoy rodeado de rascacielos y luces parpadeantes que solo acentúan mi mal humor. Llegar a la sede estadounidense de la empresa es un mal necesario, pero me hace sentir atrapado.
Decido aprovechar que llegué en la noche y hago una parada antes de encarar la cruda realidad de mi imperio tambaleante. Conozco un club nocturno en esta ciudad que siempre me ha servido para olvidar mis preocupaciones.
Las luces de neón parpadean fuera del local, y la música retumba en mi pecho antes de siquiera entrar.
Al entrar al club, uno de los más prestigiosos de la ciudad, la oscuridad y la mezcla de perfumes y alcohol en el aire me envuelven. Me dirijo a la barra y pido una copa de whisky, sintiendo cómo el líquido quema mi garganta mientras baja. Mi mente está en todas partes, menos en el lugar en el que me encuentro.
La música se intensifica, y las luces comienzan a bailar en patrones hipnóticos. Miro alrededor, buscando una distracción de mi propio dilema.
Fue entonces cuando el presentador anuncia que se subirá una bailarina a la tarima.
—Señoras y señores, ¡ha llegado el momento que todos han estado esperando! —dice el hombre a voz de coro y veo cómo todos los presentes se acomodan expectantes en sus asientos— ¡Con ustedes una de nuestras más grandes adquisiciones, AMAPOLA!
Mis ojos se encuentran fijos en la hermosa criatura que se monta en el escenario, viéndose como el sueño húmedo de cualquier hombre.
La piel parece de porcelana y sus labios rojos y carnosos parecen llevar mi nombre impregnado en ellos. El rostro lo tiene cubierto por un antifaz negro a juego con su ropa de encaje, y lo que debe ser una peluca corta y negra hasta la barbilla corona la fantasía sexual que es esa mujer.
El deseo me atraviesa como una flecha y en el instante en que la mujer comienza a balancearse con tal sensualidad que no parece humana sobre el escenario, sé que ella debe ser mía.
La chica está en el centro del escenario, bajo una luz tenue que la hace brillar como una estrella solitaria en el firmamento nocturno. Sus ojos rasgados están marcados con un delineado que realza su mirada misteriosa. Su piel tiene un brillo dorado a la luz tenue del club, y sus movimientos son una sinfonía de gracia y sensualidad.
Mi atención se centra por completo en ella. Cada movimiento, cada giro, es una obra de arte que me tiene hechizado. Amapola, como se hace llamar, es un enigma, un enigma que me hace olvidar por un momento mis problemas y preocupaciones.
Mientras la música pulsa en mis oídos, sus ojos, sus ojos que parecen tener la profundidad de un abismo, no dejan de mirarme. Me siento hipnotizado, atrapado en un juego de miradas que no puedo evitar.
Cada movimiento me hace sentir como si estuviera en otro mundo, un mundo donde no existen problemas ni responsabilidades. Es como si la música y su baile fueran capaces de liberarme de las cadenas que me atan.
No soy consciente del tiempo que pasa mientras la observo, pero cuando su actuación llega a su fin, estoy de pie, con la necesidad imperiosa de estar más cerca de ella. No dudo ni un segundo y me dirijo hacia la barra, determinado a descubrir quién es esa mujer que ha despertado un deseo insaciable en mí y consigo tomarla de la mano antes de que se aleje hacia los camerinos.
—Eres una criatura hermosa —le digo con una sonrisa cautivadora en el rostro. —Has bailado como toda una diosa.
Amapola me mira con intensidad, y su voz es suave y melódica cuando responde: —Gracias — y luego con sutileza libera su mano de mi agarre, lo que me hace fruncir el ceño al instante.
Decido ir directo al grano, no pienso permitir que se me escape.
—¿Cuál es tu precio, preciosa? Dímelo y te llevaré a pasar una noche que no vas a olvidar —pregunto directo y sin titubeos. La inseguridad nunca ha sido parte de mí y no va a comenzar ahora.
Sin embargo, lejos de lo que esperaba, la chica no me sonríe, ni siquiera me da una mirada coqueta. Por el contrario, me atraviesa con la más fría de las expresiones antes de mirarme fijamente y decir:
—No estoy en venta, señor. Así que, por muy inolvidable que sea su propuesta, no estoy interesada.
Sus palabras me golpean como una bofetada. ¿Cómo se atreve a rechazarme de esa manera?
—¿Disculpa? —la incredulidad debe estar pintada en toda mi cara, pero no me importa. A mí ninguna mujer me rechaza. —¿Estás rechazándome, niña?
Ella, al escucharme, eleva su barbilla y me mira desafiante antes de apretar la quijada en un gesto que me hace saber que se está conteniendo.
—Eso es justo lo que estoy haciendo —me dice y luego apoya su dedo índice en mi pecho y agrega—. No puedes comprar a todas las mujeres, ¿sabes? No somos un pedazo de carne.
—Niña, ¿acaso no sabes con quién demonios estás hablando? —pregunto, y mi voz baja tanto que mis palabras salen más como un gruñido.
Ahí, por primera vez, veo en esos ojos cautivadores algo más que rabia. Veo miedo. Un miedo tan real que incluso la hace tragar en seco, pero no por eso cede. No, por el contrario, la chica inclina la barbilla y con su mirada desafiante me encara:
—No me importa quién seas, yo no estoy a la venta. Estoy segura de que aquí podrás encontrar a otra mujer que quiera vivir esa dichosa noche inolvidable, pero esa no soy yo.
Su altivez, su atrevimiento y la manera que tiene de desafiarme me hacen sentir más vivo de lo que me he sentido en mucho tiempo.
Entonces la veo dar media vuelta y no puedo hacer más que quedarme como un estúpido viendo cómo se va.
Me quedo paralizado por un momento, herido en mi orgullo y, al mismo tiempo, fascinado por su valentía. Amapola no es como ninguna otra mujer que haya conocido antes. Es un misterio que estoy decidido a desentrañar.
Regreso a mi asiento con una mezcla de emociones que no puedo entender del todo. No voy a descansar hasta tener a esa mujer a mis pies. No voy a permitir que se arrepienta de haber rechazado mis avances con tanta firmeza.
Mi imperio y mi orgullo están en juego, y no hay lugar para la derrota.
En ese momento, en medio de la oscuridad del club nocturno, una nueva determinación se apodera de mí. Amapola ha encendido un fuego en mi interior que hace mucho tiempo no sentía.
Regreso a mi asiento, con la mente llena de interrogantes, pero no voy a dejarme acobardar por una mujer. Soy Alexandros Kostas, por amor de Dios, ¡a mí nadie me dice que no!
La noche avanza, y los shows en el club llegan a su fin. Finalmente, me dirijo nuevamente a la barra del club, esta vez en busca del gerente, un hombre que conoce mi nombre y no se atrevería a negarme nada. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, parece sorprendido y nervioso.
—¡Señor Kostas! Qué sorpresa, hace meses que no lo veía por aquí.
El hombre me mira con una mezcla de sorpresa y nerviosismo. No es la primera vez que visito su establecimiento, y eso se nota en la familiaridad de su mirada.
—No estaba en el país. Ahora, dime, ¿qué sabes de la nueva bailarina, Amapola? —le pregunto, tratando de parecer despreocupado. Mi voz suena firme, dejando claro que no estoy dispuesto a aceptar una respuesta incompleta.
El dueño del club se aclara la garganta y titubea antes de responder:
—Bueno, en realidad no sé mucho, señor Kostas. Lleva apenas una semana aquí, pero ha causado una impresión inusual en nuestra clientela. Es una de las mejores que he visto en mucho tiempo.
—Ni tan buena —digo de inmediato, viendo cómo el hombre se tensa al instante. Por eso, agrego—. Tu empleada acaba de rechazarme.
El hombre traga saliva con fuerza, visiblemente nervioso, y luego, con voz baja, me dice:
—Es solo una bailarina, señor Kostas La chica no firmó para hacer nada más que bailar, aunque pude notar que necesita el dinero extra, pero se negó rotundamente. Sin embargo, su talento es indiscutible.
Bueno, tengo que admitir que la chica es una diosa en la tarima. No es de extrañar que haya causado una impresión; su belleza y su habilidad en el escenario son innegables.
Sin embargo, lo que realmente me intriga es la determinación con la que me ha rechazado. Hay algo más en esa mujer de lo que aparenta.
—Quiero saber todo sobre ella —digo sin dejar espacio a una negativa, y el hombre se apresura a asentir.
—Reuniré toda la información para usted.
Sin decir nada más, doy media vuelta y me dirijo a la salida. Finalmente, he salido más alterado de lo que he llegado. Pero una cosa está clara: voy a descubrir más sobre Amapola, y no voy a detenerme hasta que sea mía.
Mi imperio y mi orgullo están en juego, y no hay lugar para la derrota. La determinación se ha apoderado de mí, y Amapola se ha convertido en un enigma que estoy decidido a resolver.
La humillación de la noche anterior sigue ardiendo en mi mente como una herida abierta. Ese hombre, cuyo nombre ignoro, me ha dejado marcada con su desprecio. Me siento vulnerable, expuesta, pero tengo que recordar por qué he tomado esta decisión. Mi madre está enferma, sufre de un cáncer avanzado, y las facturas médicas se han vuelto una carga que apenas puedo soportar.Fue esa necesidad desesperada la que me llevó a buscar un segundo empleo en el club nocturno, donde Amapola se adueña de mí, dejando atrás a Emily. Amapola, el nombre que he elegido, tiene un significado especial. Era el nombre de las flores favoritas de mi padre, las mismas que adornaron su funeral. Amapolas rojas, con su fragancia embriagadora y su belleza efímera. Amapolas, como las que solía traer a casa para alegrar a mi madre. Es una forma de honrar su memoria mientras luchaba por salvar la vida de mi madre.Con la mente hecha un lío y el corazón adolorido por todos los problemas, llego a la empresa tratando de
Todo en esta empresa es un maldito desastre. No puedo creer que el abuelo haya dejado que una de las sedes de la empresa cayera tan bajo. Es que por Dios, se supone que somos los líderes mundiales en Tecnología, tenemos un apellido que cuidar. Los Kostas tenemos renombre mundial.Y mejor ni hablar del nivel tan bajo de los empleados que hacen parte de la InnovaTech, la maldita junta directiva parece sacada de un circo y si a eso le sumamos la inutil chica de archivo que me llevó los documentos, entonces puedo decir que estaba jodidoMis ojos se mueven con rapidez por los archivos que me llevaron mientras que la rabia se dispara en mi interior como si de un interruptor se tratara. No puedo creer que esta gente me crea tan estupido como para pensar que no se daría cuenta de los vacíos en el dinero..Hecho una furia camino hacia el maldito archivo, enfurecido por las innumerables incongruencias que he encontrado en los documentos financieros de la empresa, y dispuesto a buscar las cifras
El trayecto hasta el club se me ha hecho eterno, lo único que quiero es llegar y verla a ella. Es que no sé qué fue lo que esa endemoniada mujer me hizo, pero no he podido sacarmela de la cabeza.Ni siquiera con todos los problemas que tengo en la empresa, la amenaza del abogado y mi herencia tambaleando de un hilo, puedo dejar de pensar en Amapola. En la forma altiva y altanera en que me retó ni mucho menos en el hecho de que rechazó mi oferta.Por Dios, en Grecia las mujeres hacen fila para estar conmigo y aquí vengo y me encuentro con una mocosa oculta tras un antifaz que se atreve a decirme que no.Sin embargo, esa noche voy decidido a tenerla, pues tengo en mente una propuesta que sé que no va a poder rechazar.Al llegar camino entre el mar de hombres trajeados que ya están instalados viendo el espectáculo frente a sus ojos, hasta que consigo llegar a la mesa que he reservado con anticipación, justo enfrente de la tarima. Observo sin mucho interés a la rubia de grandes pechos que
Sucia. Así es como me siento mientras llego a casa. No puedo creer que haya siquiera considerado aceptar la oferta del prepotente y patán de mi jefe. Estoy segura que si él supiera que se trata de mi, ni siquiera me diera una segunda mirada. Dejando salir un suspiro ahogado, término de quitar mi maquillaje, luego desato la peluca de mi cabeza y finalmente me saco el pequeño vestuario que llevo puesto ese día y mientras hago cada una de estas cosas en lo único que puedo pensar es en todo lo que solucionaría con esos 2000 dolares. —No Emily, no pienses en eso— me digo, mientras me pongo de pie—Tú tienes principios, tú madre se moriría si se entera que te dejas comprar por un hombre— me repito. Sin embargo, el pensamiento no abandona mi mente durante la hora y medía que demoro en llegar a mi casa desde la prestigiosa zona norte donde se encuentra el club. Esa noche, tal como el resto en la última semana, la casita se siente sola y miserable, pues mi madre se encuentra internada en el
Toda la noche estuve pensando en dos cosas, la primera es que mi Amapola finalmente aceptó hacer el baile privado, yo sabía que ninguna mujer podía resistirse al dinero. Todas tienen un precio y decir que estoy emocionado y excitado de solo pensarlo es poco. Y la segunda es Emily Williams. Estuve debatiéndome entre si es o no es una buena idea hacerle la propuesta y al final me di cuenta que ese no es el punto. Lo importante aquí es que me estoy quedando sin tiempo. Tengo cuatro meses para presentarme en Grecia con una esposa o todo se habrá ido a la m****a. Por lo que en lugar de darle vueltas al asunto, me dediqué a estudiar de lleno el informe de la chica, ahí descubrí varias cosas interesantes. Para empezar que es más joven que yo, por seis años para ser exactos, pues yo tengo 29, pronto 30, y ella acaba de cumplir 23. Lo otro es que fue la mejor de su clase mientras estuvo en la universidad y luego abandonó el semestre cuando solo le faltaba poco más de medio año para termin
Estoy en Shock. La propuesta es tan inesperada que por un momento creo que Alexandros ha perdido la razón. —¿Casarme contigo? ¿Por un año? ¡Estás loco! —exclamo, mi voz temblorosa. Pero él no se inmuta. Sus ojos, inexpresivos, parecen buscar algo en los míos. Es entonces cuando menciona a mi madre, y la realidad golpea con fuerza. El dinero, la salud de mi madre... él sabe exactamente dónde duele. —No puedes... no puedo hacer eso. Es ridículo —respondo, pero la desesperación en mi interior me hace titubear. —Lo sé, Emily. Pero también sé que necesitas el dinero, y yo puedo dártelo. ¿Vas a dejar que tu orgullo te impida ayudar a tu madre? —me cuestiona, y sus palabras me golpean en lo más profundo. Mis manos tiemblan mientras intento procesar lo que está sucediendo. Esta oferta es como una cuerda en mi cuello, una que no puedo ignorar. —Si… Si llego a aceptar yo tendría condiciones y deben quedar por escritas en un contrato —digo, luchando por recuperar algo de control. Al escuch
Pero ¿qué mierda está haciendo Giorgio aquí? eso es lo primero que pasa por mi mente cuando veo la sonrisa burlona y la mirada curiosa de mi hermano puesta en la mujer enfrente mio, lo que hizo que él también fijara su vista en la chica, que parecía embelesada con el idiota y eso fue suficiente para sacarme de mis pensamientos y dejar salir un gruñido:—¿Qué carajo haces aquí, Giorgio? Se supone que debes estar cuidando las empresas en Grecia.Mi hermano pone los ojos en blanco al escucharme y con paso decidido comienza a caminar hacia donde me encuentro, sin embargo sus ojos no se han despegado es de la chiquilla sosa que parece haber quedado paralizada.—La empresa está bien, adelfós, todo en Grecia lo está—me dice, usando nuestra lengua madre para llamarme hermano—Además, soy tu abogado, si vas a cometer una locura de tal magnitud, lo más responsable es que me encuentre aquí.El gruñido que salió de mí fue toda la respuesta que pude darle, porque aunque si, era cierto que me alegr
Ese fue el primer día que estuve trabajando codo a codo con el pomposo del griego, y aunque suele ser un idiota la mayor parte del tiempo, no puedo negar que en temas de negocios es todo un tiburón y este no está nada contento con los números rojos.Estoy bastante segura que en el instante en que descubramos quienes son los causantes de los fallos, no solo van a salir despedidos de aquí, sino que dudo que alguna vez en la vida puedan volver a encontrar algún empleo.Para cuando se hace el mediodía ya la cabeza me duele horrores y el estómago me está rugiendo por comida. Comida que no tengo, pues todo lo que tenía lo he abonado a la deuda del hospital, esperando que hoy, con lo que recoja del maldito baile del demonio, pueda costear el arriendo, los servicios y con suerte algo de comida. Supongo que tener para transportarme en bus de mi casa hasta aquí estará casi imposible.Justo cuando dejo salir un suspiro agotado, la puerta de la oficina se abre y la silueta imponente de Giorgio se