Sucia. Así es como me siento mientras llego a casa. No puedo creer que haya siquiera considerado aceptar la oferta del prepotente y patán de mi jefe. Estoy segura que si él supiera que se trata de mi, ni siquiera me diera una segunda mirada. Dejando salir un suspiro ahogado, término de quitar mi maquillaje, luego desato la peluca de mi cabeza y finalmente me saco el pequeño vestuario que llevo puesto ese día y mientras hago cada una de estas cosas en lo único que puedo pensar es en todo lo que solucionaría con esos 2000 dolares. —No Emily, no pienses en eso— me digo, mientras me pongo de pie—Tú tienes principios, tú madre se moriría si se entera que te dejas comprar por un hombre— me repito. Sin embargo, el pensamiento no abandona mi mente durante la hora y medía que demoro en llegar a mi casa desde la prestigiosa zona norte donde se encuentra el club. Esa noche, tal como el resto en la última semana, la casita se siente sola y miserable, pues mi madre se encuentra internada en el
Toda la noche estuve pensando en dos cosas, la primera es que mi Amapola finalmente aceptó hacer el baile privado, yo sabía que ninguna mujer podía resistirse al dinero. Todas tienen un precio y decir que estoy emocionado y excitado de solo pensarlo es poco. Y la segunda es Emily Williams. Estuve debatiéndome entre si es o no es una buena idea hacerle la propuesta y al final me di cuenta que ese no es el punto. Lo importante aquí es que me estoy quedando sin tiempo. Tengo cuatro meses para presentarme en Grecia con una esposa o todo se habrá ido a la m****a. Por lo que en lugar de darle vueltas al asunto, me dediqué a estudiar de lleno el informe de la chica, ahí descubrí varias cosas interesantes. Para empezar que es más joven que yo, por seis años para ser exactos, pues yo tengo 29, pronto 30, y ella acaba de cumplir 23. Lo otro es que fue la mejor de su clase mientras estuvo en la universidad y luego abandonó el semestre cuando solo le faltaba poco más de medio año para termin
Estoy en Shock. La propuesta es tan inesperada que por un momento creo que Alexandros ha perdido la razón. —¿Casarme contigo? ¿Por un año? ¡Estás loco! —exclamo, mi voz temblorosa. Pero él no se inmuta. Sus ojos, inexpresivos, parecen buscar algo en los míos. Es entonces cuando menciona a mi madre, y la realidad golpea con fuerza. El dinero, la salud de mi madre... él sabe exactamente dónde duele. —No puedes... no puedo hacer eso. Es ridículo —respondo, pero la desesperación en mi interior me hace titubear. —Lo sé, Emily. Pero también sé que necesitas el dinero, y yo puedo dártelo. ¿Vas a dejar que tu orgullo te impida ayudar a tu madre? —me cuestiona, y sus palabras me golpean en lo más profundo. Mis manos tiemblan mientras intento procesar lo que está sucediendo. Esta oferta es como una cuerda en mi cuello, una que no puedo ignorar. —Si… Si llego a aceptar yo tendría condiciones y deben quedar por escritas en un contrato —digo, luchando por recuperar algo de control. Al escuch
Pero ¿qué mierda está haciendo Giorgio aquí? eso es lo primero que pasa por mi mente cuando veo la sonrisa burlona y la mirada curiosa de mi hermano puesta en la mujer enfrente mio, lo que hizo que él también fijara su vista en la chica, que parecía embelesada con el idiota y eso fue suficiente para sacarme de mis pensamientos y dejar salir un gruñido:—¿Qué carajo haces aquí, Giorgio? Se supone que debes estar cuidando las empresas en Grecia.Mi hermano pone los ojos en blanco al escucharme y con paso decidido comienza a caminar hacia donde me encuentro, sin embargo sus ojos no se han despegado es de la chiquilla sosa que parece haber quedado paralizada.—La empresa está bien, adelfós, todo en Grecia lo está—me dice, usando nuestra lengua madre para llamarme hermano—Además, soy tu abogado, si vas a cometer una locura de tal magnitud, lo más responsable es que me encuentre aquí.El gruñido que salió de mí fue toda la respuesta que pude darle, porque aunque si, era cierto que me alegr
Ese fue el primer día que estuve trabajando codo a codo con el pomposo del griego, y aunque suele ser un idiota la mayor parte del tiempo, no puedo negar que en temas de negocios es todo un tiburón y este no está nada contento con los números rojos.Estoy bastante segura que en el instante en que descubramos quienes son los causantes de los fallos, no solo van a salir despedidos de aquí, sino que dudo que alguna vez en la vida puedan volver a encontrar algún empleo.Para cuando se hace el mediodía ya la cabeza me duele horrores y el estómago me está rugiendo por comida. Comida que no tengo, pues todo lo que tenía lo he abonado a la deuda del hospital, esperando que hoy, con lo que recoja del maldito baile del demonio, pueda costear el arriendo, los servicios y con suerte algo de comida. Supongo que tener para transportarme en bus de mi casa hasta aquí estará casi imposible.Justo cuando dejo salir un suspiro agotado, la puerta de la oficina se abre y la silueta imponente de Giorgio se
Estoy en el maldito parqueadero, 10 pisos por debajo de la oficina, cuando me doy cuenta que, con el afán de Giorgio porque saliéramos a comer, se me quedó la cartera y las llaves del auto en la oficina. Ahora, con hambre y un genio del demonio me encuentro subiendo para recoger todo, porque el estupido de mi hermano se había negado a pagar o a que nos fuéramos en taxi, es un maldito dolor en el culo. Sin embargo, no voy a negar que tenerlo ahí con él no le había dado gusto. Joder, no llevo ni un mes lejos de Grecia y ya siento que se estoy enloqueciendo de a poco. Si no es por la empresa, que es un maldito desastre, ni una sombra de lo que es la de Grecia o la de Georgia, es todo el tema del maldito matrimonio de mentira. Lo único medianamente bueno que me ha pasado es haber visto a mi bailarina misteriosa, pues Amapola ha conseguido captar mi mente desde el primer momento, lo que es una suerte pues con toda la m****a que traigo encima, sin una distracción voy a terminar tirando
No puedo creer que realmente esté yendo a almorzar con Alexandro Kostas y no lo digo solo porque sea el dueño de la empresa en que trabajo, sino porque es el hombre que ha intentado comprarme en más de una ocasión.Pero claro, eso es algo que él no sabe, pues para él Amapola y Emily son dos personas totalmente diferentes. Escucho el sonido del ascensor anunciando que hemos llegado al sótano y dejo salir un suspiro mientras camino fuera de la caja metálica, simplemente siguiendo los pasos del hombre que mira a cada dos segundos hacia atrás como si quisiera cerciorarse que no me he escapado.Al llegar al auto lo primero que veo es la figura de Giorgo recostado al lujoso BMW y cuando me ve noto como su ceño se frunce, antes de que una casi imperceptible sonrisa se forme en sus labios, haciendo que esta vez sea yo la que frunza el ceño.—¡Cuñada! Me alegra que hayas decidido unirte a nosostros.— me dice haciendo mucho más grande su sonrisa.Por un instante no puedo hacer más que parpadear
El alivio que siento al ver a Connor, el médico que ha estado tratando a mi madre, es inmenso, pues al menos con él tengo un rostro amigable cerca.—Emily, ¿qué ha pasado? ¿Qué haces aquí?El castaño se acerca a mí con el rostro pintado de preocupación, pues él más que nadie sabe que estuve casi toda la noche pasada dentro de una de estas habitaciones. Sin embargo, en esta ocasión no estoy en calidad de visitante.—Mi mano— digo en un susurro lastimero, porque lo cierto es que el efecto de la crema se ha empezado a ir y el dolor ha despertado con fuerza.Los ojos de Connor van de inmediato a la mano que estoy acunando contra mi pecho y con mucha delicadeza intenta tomarla, pero yo de inmediato dejo salir un alarido de dolor, porque ha atinado a tocar justo la quemadura.—Lo siento, lo siento— me dice y extiende una mano en mi dirección indicando que coloque la mía encima.Con mucho cuidado hago lo que me dice y veo como el rostro del castaño se transforma en una mueca de preocupación