Alexandro
El trayecto hasta el club se me ha hecho eterno, lo único que quiero es llegar y verla a ella. Es que no sé qué fue lo que esa endemoniada mujer me hizo, pero no he podido sacarmela de la cabeza. Ni siquiera con todos los problemas que tengo en la empresa, la amenaza del abogado y mi herencia tambaleando de un hilo, puedo dejar de pensar en Amapola.En la forma altiva y altanera en que me retó ni mucho menos en el hecho de que rechazó mi oferta.
Por Dios, en Grecia las mujeres hacen fila para estar conmigo y aquí vengo y me encuentro con una mocosa oculta tras un antifaz que se atreve a decirme que no.Y una que además se desnuda por dinero. No lo puedo creer.}
Sin embargo, esta noche voy decidido a tenerla, pues tengo en mente una propuesta que sé que no va a poder rechazar. Al llegar camino entre el mar de hombres trajeados que ya están instalados viendo el espectáculo frente a sus ojos, hasta que consigo llegar a la mesa que he reservado con anticipación, justo enfrente de la tarima. Observo sin mucho interés a la rubia de grandes pechos que está haciendo su show, pero por más atractiva que sea, no es a ella a quien quiero ver. Entonces, como si la vida la estuviera reservando sólo para mí, la rubia se despide del público con un guiño coqueto mientras recoge los billetes que le han tirado y es ahí cuando el animador anuncia lo que él ha estado esperando. —Muy bien, caballeros, ya viene lo que todos han estado esperando. Nuestra hermosa flor, la última adquisición de este club y la mujer que ocupa los sueños de más de uno de los aquí presentes. Con ustedes ¡AMAPOLA! Los aplausos y los gritos eufóricos de las personas a mi alrededor, me hacen saber que no soy el único que ha quedado prendado de la mujer. Llevo mis ojos por el lugar y puedo identificar el deseo y la avaricia brillando en la mirada de más de uno y de inmediato la sangre se calienta en venas de pensar que alguien más puede tenerla. La atmósfera del club está cargada de misterio y deseo. Las luces tenues y la música envolvente crean un ambiente perfecto para la seducción. Me acomodo en un rincón oscuro del local, ansioso por lo que está por venir. Finalmente, Amapola hace su entrada triunfal. Su presencia tiene un magnetismo que no puedo ignorar. Esa vez lleva puesto un atuendo rosa que la hace ver como una muñeca, la muñeca que me muero por tener. Su peluca es rubia y toda la inocencia se mezcla con su sensualidad y la hace ver como una m*****a diosa. Como un imán, mis ojos se clavan en ella, siguiendo cada uno de sus movimientos, la forma en que su cintura se mueve, sus piernas su mirada, todo me tiene embobado y es tal vez por eso que no escucho a la persona llegar a mi lado hasta que me habla. —Es toda una belleza, ¿No es asi? Al girar, me encuentro viendo de frente a un hombre saliendo de los treinta, rubio y que tiene sus ojos clavados en Amapola, mientras esboza una sonrisa lasciva. Por alguna razón la incomodidad se apodera de mi, pero no lo demuestro, por el contrario me limito a decir: —Lo es. Tal como el resto— digo tratando de desviar la atención del hombre de la chica. Sin embargo, mis palabras surten el efecto contrario, pues en menos de un parpadeo los ojos azules y helados del tipo se fijan en mí mientras hace mucho más grande su sonrisa. —No se engañe y no intente ocultarlo, los dos sabemos que Amapola es distinta al resto que vienen aquí. Solo espero que se mueva igual en la cama. Sus palabras me dejan totalmente paralizado ¿Amapola aceptó acostarse con este cretino y no conmigo? La furia y la indignación se encienden dentro de mi, aunque intento disimularlo lo mejor que puedo. —Es una lástima que no vayas a averiguarlo— le digo, llevando mis ojos nuevamente a la hermosa chica que ya se ha sacado la blusa y tiene un brasier de lentejuelas plateadas—Pues Amapola simplemente viene a bailar. La risa baja del tipo me hizo girar y lo veo beber un trago de su whiskey antes de decir: —Le aseguro que voy a averiguarlo, esa mujer va a ser mía y solo mía. Sin decirme más ni esperar a que le contestara con todo lo que me picaba en la punta de la lengua, veo al hombre alejarse por el salón hasta perderse en la oscuridad.No soy estupido, sé que esas últimas palabras fueron una advertencia, pero yo soy el maldito Alexandros Kostas y nadie me va a quitar lo que es mio.
Cuando vuelvo a fijar mis ojos en Amapola me doy cuenta con satisfacción que ella también me esta viendo. Y en el instante cuando nuestras miradas se encuentran, no volvemos a separarnos. Hay una conexión indomable entre nosotros. El baile de Amapola es una danza de seducción. Sus movimientos son hipnóticos, y me siento atrapado en su hechizo. No puedo apartar la mirada, y mi deseo por ella crece con cada movimiento sensual. Sus ojos, sus malditos ojos no dejan de verme como si estuviera invitándome a acercarme, como si me pidiera, sin palabras, que la tocara y yo tengo toda la intención de hacerlo. De adorar cada centímetro de su cuerpo. Cuando veo que la presentación está a punto de llegar a su fin decido hacer mi primer movimiento, por lo que poniéndome en pie, camino hacia la barra donde el gerente se encuentra viendo todo. Al verme se pone en pie y traga en seco, pues sabe que he venido por la información que le pedí. —Señor Kostas… —¿Tienes lo que te pedí?— pregunto sin darle vueltas al asunto pues la paciencia no es mi cualidad predilecta. —Señor, es que solo ha pasado un día y aunque no lo crea ha sido más difícil de lo que cree conseguir algo de ella. Hasta el momento solo tengo su nombre: Amelia Williams. Puedo sentir como mi ceño se frunce al escucharlo, pues no entiendo que tan dificil puede ser buscar información de una chica. —¿Referencias? ¿Conocidos? Por Dios, algún contacto tuvo que haberte dado cuando ingresó. —Es huérfana— dice entonces el hombre dejándome de piedra— O al menos eso me dijo, no tiene a nadie en la ciudad, pero señor Kostas, como sabrá esta información que no solemos dar, pues aunque no es su caso, habrían hombres que pueden aprovecharse de eso y aunque la gente no lo crea, aquí en Luxury cuidamos a nuestras chicas. Al escuchar aquello no puedo evitar recrear el rostro del hombre que se me acercó hace un momento y sé que donde llegue a saber que Amapola no tiene a nadie sería capaz de todo y no de la manera en que lo haría él. —Mantente bien guardada esa información, cómo me entere de que se la has dado a alguien que no soy yo, será tu fin ¿Estamos claros? —Como el agua, señor Kostas. —Muy bien, ahora hazme el favor y trae a Amapola, tengo una propuesta que hacerle. El hombre parece dudar por unos segundos, pero luego se fue sin decir más nada. Estoy decidido a no dejarla ir y si tengo que hacerlo dando pequeños pasos entonces así sería, jugaré al cazador y al final conseguiré atraparla. El sonido de los pasos fue lo que me hizo girar el rostro y entonces ahí esta ella, lleva nuevamente su atuendo rosa completo y al verme, no disimula la mueca en su rostro y estoy seguro que de no ser por la mano en la espalda del gerente, se hubiese devuelto. Cuando llega hasta mi, el hombre le dice a la chica. —Amapola, el señor Kostas quiere hablar contigo un momento, por favor atiendelo de manera amable, él ya sabe cuáles son tus límites. La mirada de advertencia no me pasó por alto como tampoco la forma en que la chica apretó la quijada al ver al hombre alejarse, entonces esos ojos enigmáticos debajo del antifaz se posaron en él. —¿Qué quiere?—las palabras salen secas y cortantes de los labios carnosos de la chica y contrario a todo, me encuentro sonriendo. —Parece que la muñeca no está feliz de verme— le digo, solo para cabrearla más y surte efecto cuando noto como aprieta las manos en los puños. Sin embargo, la lengua afilada de la chica me regresa el golpe: —Parece que el principito no entiende lo que significa la palabra NO. —Creo que esta vez no vas a querer decirme que no, a la propuesta que tengo para tí.— le digo dando un paso más cerca de ella, es casi una necesidad las ganas que tengo de tocarla. —No hay nada que usted pueda darme que yo quiera—me dice altanera, pero sé que está mintiendo, todo el mundo tiene un precio. Y es justo por eso que esbozando una sonrisa ladina le digo: —¿Ni siquiera 2000 dólares? Porque eso es lo que vengo a ofrecerte si aceptas darme un baile privado. Puedo notar el impacto que mis palabras tienen en ella. La forma en que sus ojos se amplian, como sus labios carnosos se abren y se cierran sin saber que decir y también noto el breve momento en que algo parecido a la duda y la preocupación atraviesa su mirada, antes de que la aparte de mi. Sé que lo está considerando, que se está debatiendo entre las ganas de decirme que no y las ganas de aceptar el dinero y es por eso que, presionando un poco más le digo. —No tienes que hacer nada más, solo bailar, tal como haces cada noche, solo que en lugar de hacerlo para un público completo lo harás solo para mí. Veo el momento exacto en que la resistencia se va de ella, sin embargo, aún cuando espero escuchar una respuesta afirmativa, lo que me dice es: —¿Puedo pensarlo? Las ganas de gritar y decirle que no pican en mi garganta, pero me contengo.El simple hecho que lo esté considerando ya es un paso gigante. Por eso, sacando una tarjeta de mi saco la tiendo en su dirección antes de decir:
—La oferta expira en 24 horas, muñeca, estaré esperando tu llamada.Emily Sucia. Así es como me siento mientras llego a casa. No puedo creer que haya siquiera considerado aceptar la oferta del prepotente y patán de mi jefe. Estoy segura que si él supiera que se trata de mi, ni siquiera me diera una segunda mirada.Aún puedo recordar la mirada de asco que me dio cuando entre en la oficina, pero prefiero eso mil veces a la forma en que mira con deseo, como si le perteneciera.Dejando salir un suspiro ahogado, término de quitar mi maquillaje, luego desato la peluca de mi cabeza dejando que mis ondas castañas caigan en cascada y finalmente me saco el pequeño vestuario que llevo puesto ese día y mientras hago cada una de estas cosas en lo único que puedo pensar es en todo lo que solucionaría con esos 2000 dolares.—No Emily, no pienses en eso— me digo, mientras me pongo de pie—Tú tienes principios, tú madre se moriría si se entera que te dejas comprar por un hombre— me repito.Sin embargo, el pensamiento no abandona mi mente durante la hora y medía que d
AlexandroToda la noche estuve pensando en dos cosas, la primera es que mi Amapola finalmente aceptó hacer el baile privado, yo sabía que ninguna mujer podía resistirse al dinero. Todas tienen un precio y decir que estoy emocionado y excitado de solo pensarlo es poco.Y la segunda es Emily Williams. Estuve debatiéndome entre si es o no es una buena idea hacerle la propuesta y al final me di cuenta que ese no es el punto. Lo importante aquí es que me estoy quedando sin tiempo. Tengo cuatro meses para presentarme en Grecia con una esposa o todo se habrá ido a la m****a.Por lo que en lugar de darle vueltas al asunto, me dediqué a estudiar de lleno el informe de la chica, ahí descubrí varias cosas interesantes. Para empezar que es más joven que yo por seis años para ser exactos, pues yo tengo 29, pronto 30, y ella acaba de cumplir 23. Lo otro es que fue la mejor de su clase mientras estuvo en la universidad y luego abandonó el semestre cuando solo le faltaba poco más de medio año par
Emily Estoy en Shock. La propuesta es tan inesperada que por un momento creo que Alexandros ha perdido la razón.—¿Casarme contigo? ¿Por un año? ¡Estás loco! —exclamo, mi voz temblorosa.Pero él no se inmuta. Sus ojos, inexpresivos, parecen buscar algo en los míos. Es entonces cuando menciona a mi madre, y la realidad golpea con fuerza. El dinero, la salud de mi madre... él sabe exactamente dónde duele.—No puedes... no puedo hacer eso. Es ridículo —respondo, pero la desesperación en mi interior me hace titubear.—Lo sé, Emily. Pero también sé que necesitas el dinero, y yo puedo dártelo. ¿Vas a dejar que tu orgullo te impida ayudar a tu madre? —me cuestiona, y sus palabras me golpean en lo más profundo.Mis manos tiemblan mientras intento procesar lo que está sucediendo. Esta oferta es como una cuerda en mi cuello, una que no puedo ignorar. Cierro los ojos e intento hacer una lista de pros y contras: PROS: *Puedo dejar de ir al club *Puedo pagar la deuda del hospital *Mi m
AlexandroPero ¿qué m****a está haciendo Giorgio aquí? Eso es lo primero que pasa por mi mente cuando veo la sonrisa burlona y la mirada curiosa de mi hermano puesta en la mujer enfrente mio, lo que hace que yo también fije mi vista en la chica, que parecía embelesada con el idiota y eso es suficiente para sacarme de mis pensamientos y dejar salir un gruñido:—¿Qué carajo haces aquí, Giorgio? Se supone que debes estar cuidando las empresas en Grecia.Mi hermano pone los ojos en blanco al escucharme y con paso decidido comienza a caminar hacia donde me encuentro, sin embargo sus ojos no se han despegado es de la chiquilla sosa que parece haber quedado paralizada.—La empresa está bien, adelfós, todo en Grecia lo está—me dice, usando nuestra lengua madre para llamarme hermano—Además, soy tu abogado, si vas a cometer una locura de tal magnitud, lo más responsable es que me encuentre aquí.El gruñido que sale de mí es toda la respuesta que pude darle, porque aunque si, era cierto que me
EmilyEse ha sido el primer día que he tenido que trabajar codo a codo con el pomposo del griego, y aunque suele ser un idiota la mayor parte del tiempo, no puedo negar que en temas de negocios es todo un tiburón y este no está nada contento con los números rojos.Estoy bastante segura que en el instante en que descubramos quienes son los causantes de los fallos, no solo van a salir despedidos de aquí, sino que dudo que alguna vez en la vida puedan volver a encontrar algún empleo.Para cuando se hace el mediodía ya la cabeza me duele horrores y el estómago me está rugiendo por comida. ¡COMIDA QUE NO TIENES! Me grita mi subconsciente, pues todo lo que tenía lo he abonado a la deuda del hospital, esperando que hoy, con lo que recoja del maldito baile del demonio, pueda costear el arriendo, los servicios y con suerte algo de comida. Supongo que tener para transportarme en bus de mi casa hasta aquí estará casi imposible, por lo que nuevamente deberé caminar y son más de 20 cuadras.Justo
AlezandroEstoy en el maldito parqueadero, 10 pisos por debajo de la oficina, cuando me doy cuenta que, con el afán de Giorgio porque saliéramos a comer, se me quedó la cartera y las llaves del auto en la oficina. Ahora, con hambre y un genio del demonio me encuentro subiendo para recoger todo, porque el estupido de mi hermano se había negado a pagar o a que nos fuéramos en taxi, es un maldito dolor en el culo. Sin embargo, no voy a negar que tenerlo ahí a mi lado es algo que me agrada.Joder, no llevo ni un mes lejos de Grecia y ya siento que se estoy enloqueciendo de a poco. Si no es por la empresa, que es un maldito desastre, ni una sombra de lo que es la de Grecia o la de Georgia, es por todo el tema del maldito matrimonio de mentira.Lo único medianamente bueno que me ha pasado es haber visto a mi bailarina misteriosa, pues Amapola ha conseguido captar mi mente desde el primer momento, lo que es una suerte pues con toda la m****a que traigo encima, sin una distracción voy a te
EmilyNo puedo creer que realmente esté yendo a almorzar con Alexandro Kostas y no lo digo solo porque sea el dueño de la empresa en que trabajo, sino porque es el hombre que ha intentado comprarme en más de una ocasión.En diferentes circusntancias, pero comprarme a fin de cuentas.Pero claro, eso es algo que él no sabe, pues para él Amapola y Emily son dos personas totalmente diferentes. Escucho el sonido del ascensor anunciando que hemos llegado al sótano y dejo salir un suspiro mientras camino fuera de la caja metálica, simplemente siguiendo los pasos del hombre que mira a cada dos segundos hacia atrás como si quisiera cerciorarse que no me he escapado.,Mi mano me sigue doliendo y apunque tengo cero ganas de salir por el dolor, mi estómago lo está agradeciendo.Al llegar al auto lo primero que veo es la figura de Giorgo recostado al lujoso BMW y cuando me ve noto como su ceño se frunce, antes de que una casi imperceptible sonrisa se forme en sus labios, haciendo que esta vez sea
EmilyEl alivio que siento al ver a Connor es inmenso, pues al menos con él tengo un rostro amigable cerca.—Emily, ¿qué ha pasado? ¿Qué haces aquí?El rubio se acerca a mí con el rostro pintado de preocupación, pues él más que nadie sabe que estuve casi toda la noche pasada dentro de una de estas habitaciones. Sin embargo, en esta ocasión no estoy en calidad de visitante.—Mi mano— digo en un susurro lastimero, porque lo cierto es que el efecto de la crema se ha empezado a ir y el dolor ha despertado con fuerza.Los ojos de Connor van de inmediato a la mano que estoy acunando contra mi pecho y con mucha delicadeza intenta tomarla, pero yo de inmediato dejo salir un alarido de dolor, porque ha atinado a tocar justo la quemadura.—Lo siento, lo siento— me dice y extiende una mano en mi dirección indicando que coloque la mía encima.Con mucho cuidado hago lo que me dice y veo como el rostro del rubio se transforma en una mueca de preocupación completa, lo que me hace saber que no es alg