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¿Qué pasa si es tu hijo?

* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *

La veo en la habitación de nuestro hijo, estaba con él en sus brazos, mirándolo de la misma forma en la que yo solía hacerlo.

Le susurra algo que no puedo llegar a escuchar y, al final, le sonríe; y nuestro hijo a ella también.

—Eres tan hermoso, mi pequeño Maximiliano —musita al suspirar y juntar su bello rostro al de nuestro bebé—. Te amo con mi vida…, eres mi vida —señala; y en ese momento, decido acercarme.

—Y ustedes son la mía… —expreso mientras la abrazo por detrás y ella cierra sus ojos

—Maximiliano —pronuncia mi nombre; y yo aprovecho en dejar un suave beso en su cuello.

—Merlí…, mi Merlí —susurro; y ella sonríe.

Me había dado cuenta de que le gustaba que yo le dijera “mi Merlí”; y tenía que confesar que… a mí me gustaba decírselo.

—Te amo…, te amo a ti y… amo a nuestro hijo.

—Son mi vida, Merlí.

—Lo sé, lo sé, mi amor —pronuncia tímida; y yo sonrío.

—Parece que tuvieras miedo de llamarme así.

—No es miedo…

—¿Entonces?

—No lo sé —responde al encogerse de hombros como una niña.

Luego, deja a nuestro hijo sobre su cuna y se voltea para rodear mi cuello con sus brazos y besarme.

—¿Cómo amaneciste hoy?

—Mejor que nunca —sonríe—. Hoy te levantaste muy temprano.

—Tenía algunas llamadas que hacer, así que fui a hacerlas a mi despacho. No quería despertarte. Estabas durmiendo muy cómoda.

—Sí…, dormí muy cómoda —responde con sensualidad; y yo hundo mis dedos en su cintura para atraerla más hacia mi cuerpo.

—¿Tienes tiempo?

—¿Tiempo?

—Sí, tiempo… —susurra en mis labios y eso me enloquece—. Podríamos… jugar un rato antes de que te vayas a trabajar —agrega muy sugerente, lo cual logra excitarme.

Su propuesta no la podría haber rechazado de no ser porque tenía que encargarme de…

“Danaí”

—¿Qué pasa, Maximiliano? Te pusiste raro de un momento a otro. ¿Todo bien?

—Sí…, todo bien. Es solo que… tengo algo muy importante que resolver, así que deberé salir de viaje por unos días.

—Entiendo…, no te preocupes

—No quisiera ir…, quisiera quedarme contigo y con nuestro hijo

—Tranquilo…, nosotros estaremos bien. Además, es parte de tu trabajo. Yo lo comprendo.

—Gracias, Merlí.

—De nada, señor Fisterra. Pero eso sí…, cuando vuelva, nos vamos a tener que poner al día…, tú me entiendes —dice; y de repente siento sus manos apretar el centro de mis pantalones.

—Créeme que después de mi viaje, no te dejaré salir de nuestra habitación en todo el día.

—Eso espero…

—Eso tendrás —respondo como una promesa; y ella sonríe.

Luego, solo termino por acercarla a mí y apoderarme de sus labios, los cuales solo eran míos, de nadie más…, de nadie más.

** * * * * * * * * * * * * * * * * *

—Te vamos a extrañar…

—Y yo a ustedes.

Me acerco a ella, le doy un beso en su frente, otro en sus labios y después, me despido de mi hijo y entro a mi auto para empezar a conducir hasta donde se encontraba la mujer que decía estar esperando un hijo mío.

—No…, no puede ser mío. Yo no pude haberlo hecho…, no pude

Sigo conduciendo y después de dos horas, llego al lugar en el que la tenía encerrada.

—Señor, buen día.

—¿DÓNDE ESTÁ?

—En su habitación, señor.

—¿YA ESTÁ LISTA?

—La señora quiere hablar con usted primero —dice; y yo me detengo al instante para mirarlo molesto—. ¿Qué sucede, señor?

—ESA MUJER, NO ES LA SEÑORA. SOLO HAY UNA SEÑORA Y ES MERLÍ FERNAND, MI ESPOSA. QUE LES QUEDE CLARO A TODOS.

—Sí, señor. Perdóneme.

—Vete de aquí. No quiero ver a nadie.

—Sí, señor, y disculpe una vez más.

—Desaparece de mi vista —ordeno; y se aleja de inmediato.

Voy hacia la habitación e ingreso sin tocar.

—Pero qué modales son esos, mi amor.

—¿YA ESTÁS LISTA?

—¿Lista? ¿Lista para qué?

—¿CÓMO QUE LISTA PARA QUÉ? ¿NO ES HOY TU PARTO?

—Ah… eso, mi parto —sonríe descarada—. Verás, mi amor.

—NI SE TE OCURRA DAR UN PASO MÁS HACIA MÍ DANAÍ.

—Está bien, está bien, tranquilo, no te estreses.

—APÚRATE. NO TENGO TIEMPO QUE PERDER. VAYAMOS A LA CLÍNICA YA.

—Maximiliano…

—Deja de llamarme así.

—¿Por qué? ¿Acaso ese no es tu nombre?

—Solo mi familia me llama así y tú no eres parte de ella.

—Uy, pero qué frío y cortante estás hoy.

—SAL DE UNA VEZ, VAMOS A ESA CLÍNICA.

—No vamos a ir a ningún lado.

—¡¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?!

—No me grites. Eso le hace daño a nuestro hijo.

—¡YA BASTA! ¡YA BASTA, DANAÍ! ¡¿A QUÉ CARAJOS QUIERES JUGAR?! —grito furioso al sujetar su brazo con mucha fuerza.

—Me estás lastimando, Bayá. Piensa en nuestro hijo.

—Estoy seguro de que ese niño no es mío.

—¿Ah no? ¡¿Entonces por qué estás aquí?!

—¡PORQUE ME DA PENA LA CRIATURA QUE LLEVAS EN TU VIENTRE! ¡LA COMPADEZCO DE TENER UNA MADRE COMO TÚ!

—¡A MÍ NO ME INSULTAS!

—¡VAMOS! ¡CAMINA DE UNA VEZ! ¡ACABEMOS CON ESTO YA! —demando al llevarla a la fuerza hasta la salida de la habitación.

—¡YA SUÉLTAME!

Se deshace de mi agarre y vuelve a su cama.

—Tú y yo no vamos a ningún lado porque hoy no es mi parte, sino en 4 días.

—¡¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?!

—Lo que escuchaste. El parto de nuestro hijo es en cuatro días. Solo te llamé porque necesito de tu apoyo en estos momentos —me mira—. Bayá…, te necesito mi amor —dice pronto al regresar a mí y querer abrazarme.

Yo la alejo de inmediato y volteo hacia la puerta. Me recuesto sobre una de las paredes y hago puños mis manos.

—Mi amor, no te vayas a molestar. Es solo que nuestro hijo y yo te necesitamos.

—Ya basta, ya basta, Danaí. Estás loca —la vuelvo a mirar—. Quiero que algo te quede muy claro —digo al ir hacia ella y tomar sus muñecas con rudeza—. En mi vida, solo hay una mujer que me importa y la que amo. Se llama Merlí, Merlí Fernand de Fisterra. No hay otra mujer más para mí, no hay otra mujer más que ella…, no hay otra.

—¡MENTIRA! ¡YO SOY MÁS IMPORTANTE QUE ELLA PARA TI!

—Te equivocas, Danaí. ¿Quieres saber por qué estoy aquí? Solo por el niño que llevas en tu vientre.

—Te importa nuestro hijo, lo sabía.

—Me importa el niño, pero estoy muy seguro de que no es mío. Estoy muy seguro de que nada pudo haber pasado esa noche.

—¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ ESTÁS TAN SEGURO?

—Porque te lo dije ese día, Danaí. No hay mujer que yo desee más que Merlí. Así que no creo que haya podido estar contigo. Aparte, es muy probable que lo que sea que me hayas dado, me haya dejado inconsciente, así que estoy casi seguro de que ese bebé no es mío. Ahora, me voy. No tengo nada que hacer aquí.

—Bayá, no te vayas por favor. Debes acompañarme al parto —suplica al sujetarse de una de mis piernas.

—LO HARÉ

—Gracias, gracias, mi amor.

—Lo haré, pero porque quiero salir de esto pronto. Le haremos la prueba de paternidad al niño el mismo día —respondo; y sin más, salgo de la habitación enfurecido.

Los días pasaron muy lentamente. Contaba las horas, deseaba que pasaran lo más rápido posible para volver con mi familia y terminar con todo esto por fin y solo dedicarme a ellos. Llamaba a Merlí dos veces al día y nos quedábamos mucho tiempo hablando por las noches. Incluso ella colocaba a nuestro hijo al celular para escucharlo balbucear.

Dormía mucho más tranquilo después de cada llamada nocturna.

El tiempo pasó y llegó el día de saber la verdad.

Danaí había entrado en labor a horas de la mañana y ya al mediodía su hijo había nacido. Era un varón.

—Se parece tanto a ti, Bayá —dice, pero no le hago caso.

—Doctor

—¿Sí, señor?

—¿Se le puede realizar la prueba de paternidad ahora?

—BAYÁ, ¿Cómo puedes decir eso? ¿Acaso no lo ves? Es idéntico a ti.

—¿Se puede, doctor? —pregunto más serio; y el médico se muestra muy incómodo—. DOCTOR.

—Sí, sí, señor. Sí se puede.

—Bien, pues hágala. No quiero perder más tiempo.

—¡¿Cómo te atreves, Bayá?! ¡Solo mira a tu hijo! ¡ES IGUAL A TI! ¡MÍRALO! ¡AL MENOS TEN LA DECENCIA DE MIRARLO!

—¿En cuánto tiempo saldrán los resultados?

—Vamos a llevar al bebé a observaciones y luego, se le podrá hacer la prueba de paternidad.

—¿Cuánto tiempo, doctor?

—Solo unas horas.

—Bien, yo espero afuera.

—BAYÁ, ES TU HIJO. TE LO ASEGURO.

—Eso ya lo veremos, Danaí.

—¿Qué pasa si es tu hijo?

—¿Qué puede pasar? Si el niño resulta ser mi hijo, lo cuidaré, velaré por él.

—¿Eso significaría que dejarás a la tonta esa para casarte conmigo?

—Eso significa que lo cuidaré junto a mi única esposa: Merlí Fernand. Yo no pienso hacerme cargo de ti, Danaí.

—¡ESO NO ES JUSTO, BAYÁ!

—Realice esa prueba cuanto antes, doctor.

—Así será.

Salgo de la habitación y espero ansioso los resultados; sin embargo, una llamada de mis hombres me hace regresar en el acto a mi casa. Merlí y nuestro hijo estaba en el hospital; él había enfermado.

Evelyn Zap

¡Hola! ¡Aquí les dejo el capítulo de ayer! ¡En unas horas, sale el capítulo de hoy! ¡Comenten! ¡Comenten! ¿Será o no hijo de Bayá?

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