* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * *
—¿Esos son los resultados, doctor?
—Sí, señora, estos son —informa al entregarme el sobre blanco que tenían en sus manos—, pero veo que su esposo no está.
—No, pero puede entregármelo a mí sin ningún problema.
—De todas maneras, si el señor quiere una nueva copia, no dude en acercarse a laboratorio para que se le otorgue nuevamente.
—¿Cómo? ¿Laboratorio le puede entregar otra copia?
—Sí, claro. Puede hacerlo.
—Bien…, entiendo
—Yo me retiro, señora.
—No. Por favor, no, doctor. Quédese un momento aquí por favor.
—¿Se siente mal, señora?
—No, doctor. Todo lo contrario, es usted un gran médico.
—Entonces, ¿en qué la puedo ayudar?
—Verá, doctor… —articulo serena al abrir el sobre y leer los resultados.
“Vaya, esto era más que esperado, pero… va en contra de mis planes”
—Seré muy franca. Estos resultados no me gustan.
—Son los únicos que hay, señora.
—Lo sé, doctor, pero no me gustan. Ese hombre atractivo que ha estado aquí es el verdadero padre de mi hijo.
—Pero la prueba de ADN dice lo contrario.
—Lo sé, pero él no tiene por qué saberlo.
—Mmmm… ya entiendo.
—Qué bueno, doctor.
—No puedo, señora.
—Mire, doctor. Yo no me quiero andar con rodeos —preciso al sacar mi chequera—. Ponga usted una cifra, la que se le venga a la mente. Puede tener muchos, muchos ceros —señalo; y este se aclara la garganta un poco incómodo—. Vamos, doctor, no tenga miedo. Será un secreto, nadie dirá nada. Es más, puede decirme la cifra con la que callarán, también, sus colegas de laboratorio. No quiero que algo salga mal y mucho menos quiero que cuando mi esposo vaya a pedir nuevamente los resultados, le den otros que indiquen que no es el padre de mi hijo.
—Señora…
—Por favor, doctor. El verdadero padre de mi hijo es un mal hombre. Si se entera del niño, me lo puede quitar y hacerle daño. No haga esto por mí, hágalo por mí bebé, doctor. Y… tome este cheque… EN BLANCO, como un cordial agradecimiento —concluyo al mirarlo muy fijamente.
El hombre, para sorpresa mía, se acerca a mí y toma el papel para después guardarlo en su bata.
—Su esposo estará muy feliz de saber que el bebé si es suyo —comenta; y yo sonrío muy complacida.
—Gracias, doctor.
—De nada, señora —contesta gentil; y se retira de la habitación mientras yo grito de alegría.
Con ello, el fastidioso bebé que estaba a mi lado comienza a llorar, así que no hago más que llamar a la enfermera para que se lo llevara muy lejos de mí.
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
—Bayá, no era necesario que vinieras —susurra mi mujer al abrazarme.
—Merlí…
—Yo di la orden de que no te avisaran aún.
—Ay, Merlí —suspiro al darle un beso en sus cabellos—. Puedes dar cualquier orden a nuestros hombres, pero no que dejen de informarme sobre el bienestar de mi esposa y de mi hijo.
—Bayá… —me besa; y yo me pierdo en el dulce sabor de sus labios—, ¿qué pasó con tus negocios?
—Debo regresar a atenderlos, aunque no quisiera.
—Entiendo…
—Casi me vuelvo loco cuando supe que nuestro hijo estaba en el hospital.
—Yo también. Me preocupé mucho porque no dejaba de llorar y le dio fiebre. Casi me vuelvo loca sin saber qué hacer, así que lo traje a la clínica sin pensarlo.
—Lamento no haber estado ahí.
—No te preocupes. Yo sé que tus negocios son muy importantes.
—No más que ustedes, Merlí. No más que tú y nuestro hijo.
—Dios, Bayá…, cada día te amo más, ¿lo sabes?
—Cada día me doy cuenta de que no viviría un solo segundo sin ti, Merlí Fernand de Fisterra.
—De Costantini
—Eso es algo que se puede arreglar —digo de pronto; y ella me mira muy incrédula.
—Eso significaría una nueva boda, ¿lo sabes?
—Lo sé —responde muy firme—, pero como te lo he dicho antes —tomo sus mejillas y me pierdo en sus ojos—, necesito que me des un poco más de tiempo.
—No te preocupes.
Ella me da otro beso y yo lo disfruto.
Después, paso toda la noche en la clínica, a su lado. El médico nos recomendó que nuestro pequeño Maximiliano se quedara una noche más ahí. Al día siguiente, los llevé a la casa y dormí a mi hijo. Luego, llevé a Merlí a nuestra habitación y ahí la abrigué para que descansara.
—Tú también debes estar muy cansado.
—Yo estoy bien. No te preocupes —le doy un beso en su frente, otro en sus labios y me quedo abrazado a ella.
Cuando se ha dormido, me levanto lentamente de la cama y salgo con cautela hacia mi auto para regresar a la clínica en la que se encontraba la mujer que solo quería destruir mi matrimonio.
Llego y lo primero que hago es ir a laboratorio y preguntar por los resultados de la prueba de paternidad.
—Señor Fisterra, buena noche.
—Buen día, doctor —contesto adusto al tomar el sobre y abrirlo.
Leo los resultados con asco y arrugo el papel con suma molestia. Era mi hijo; eso era lo que decían los resultados.
No lo podía creer, no podía creer que… le había sido infiel a Merlí, no podía creer que la había traicionado con Danaí. No podía.
—Señor Fisterra, ¿se encuentra bien?
—¿Qué tan certeros son los resultados?
—100%, señor. Felicidades, el bebé es su hi…
No escucho lo que quiso decir. Solo salgo del lugar para pensar.
Después de una hora, regreso al hospital y pido ver al bebé.
—Está con su esposa, señor.
—No es mi esposa.
—Ah…, perdón, lo siento mucho. Su bebé está con la señora en la habitación de ella.
—Bien —respondo neutral y voy hacia allá.
Entro y lo primero que veo es a Danaí durmiendo.
Yo aprovecho para acercarme al niño y cargarlo. Lo miro a sus pequeños ojos cerrados y trato de sentir algo…, ese algo especial que sentí cuando tuve a mi pequeño Maximiliano por primera vez en mis brazos, pero… no sucede. No sentía ninguna conexión con aquella pequeña criatura.
—La prueba dice que eres mi hijo…
—Y así es —escucho la voz de la mujer, pero no le hago caso; sigo concentrado en el bebé—. Me alegra verte cargando a nuestro hijo. ¿Sabes? Los tres seremos muy felices juntos, Bayá.
—Mi hijo —susurro al seguir mirándolo, pero nada, no había nada, no había conexión entre ambos.
Aun así, me encargo de acariciar el rostro de la criatura con cariño, ya que, de algún modo u otro, lo compadecía por tener a Danaí de madre. Ella era… tan egoísta que me costaba trabajo creer que podía amar a alguien más que no sea ella.
“Sea o no tu padre, igual me encargaré de que estés bien”
“Si eres mi hijo, te cuidaré cada día de tu vida. Si no lo eres, te prometo que buscaré un buen hogar para ti. Uno en el que seas feliz”, prometo en silencio y lo vuelvo a dejar en su cuna.
—¿Ahora ya me crees? —pregunta y yo me quedo en silencio, ya que no, no le creía.
—Es lo que dice la prueba de ADN.
—Sí; y me ofende que hayas tenido que esperar la prueba para que me creas.
—Tenía mis motivos.
—Hicimos el amor, Bayá. Ese día, me confesaste que me amabas.
—Ya basta. No pienso hablar de eso.
—Pues tenemos que hablar. Debemos hablarlo. Te daré otra oportunidad, Maximiliano. Termina el contrato con tu esposa y cásate conmigo.
—Veo que no has entendido ni una sola palabra de lo que te he dicho, Danaí —exhalo con cansancio y exasperación—. No hay mujer que ame más que Merlí. Yo no me separaré de ella.
—Pues si no lo haces, yo me encargaré de contar sobre la farsa de tu matrimonio a los medios, le contaré a ella la verdad, le contaré sobre nuestro hijo y LO MÁS IMPORTANTE. ¡LE CONTARÉ A TU PADRE TODO TU TEATRO CON ESA MUJER! ¡TU FAMILIA YA SE DECEPCIONÓ DE TI UNA VEZ! ¡¿LO HARÁS OTRA VEZ?! —amenaza furiosa y el bebé comienza a llorar.
Yo me acerco a él y lo calmo después de varios minutos.
Lo vuelvo a dejar en su incubadora y miro a su madre.
—Te divorciarás, ¿no es así? Te casarás conmigo, ¿cierto? Juntos gobernaremos todo territorio. Todo será nuestro —precisa al sonreír ampliamente.
Yo solo la sigo mirando sin poder entender su comportamiento. Ya le había dicho de muchas formas que no la amaba, pero ella seguía insistiendo en casarnos.
—Por favor, Bayá, no me obligues a destruirte. Sabes que puedo hacerlo. Cuando todos se enteren de que tu matrimonio es una farsa, tu familia te dará la espalda y los socios también. Tú lo sabes. Yo… no quiero legar a eso, mi amor. ¿Bayá?
—Está bien.
—Amor, ¿lo dices en serio? —me mira entusiasmada—. Sabía que aún me amabas. Sabía que no te habías podido enamorar de ella. Lo sabía, Maximiliano. Lo sabía —agrega contenta; y yo solo salgo de la habitación; no podía estar un segundo más ahí.
Llego al lugar en el que me estaba quedando y tomé una ducha. Luego, llamé a Ramsés y le conté toda la situación.
—Entonces lo que buscas es acabar con ella y sus aliados de una vez. ¿Por eso aceptaste?
—Por eso le mentí, sí.
—¿Y sobre tu hijo?
—Estoy seguro de que no es mi hijo.
—¿No me acabas de decir que la prueba de ADN dio positivo?
—Sí, pero por alguna razón, no confío en el médico y está demás decir que tampoco en ella.
—¿Qué harás?
—Mandaré a que otro doctor y personal de laboratorio realice la prueba.
—Es una buena opción.
—Lo sé. Sé que lo es. Porque estoy seguro de que no pude haber estado con Danaí.
—Pero… ¿por qué estás tan seguro, Maximiliano?
—Porque inconsciente o no, no pude haberle hecho el amor a una mujer que no fuese Merlí.
—¿Qué estás diciendo, Bayá? ¿Acaso estás reconociendo que…
—Sí, Ramsés. Estoy enamorado de mi esposa. Estoy enamorado de Merlí y no de ahora, sino… desde la primera vez que la vi —concluyo; y la línea se queda en absoluto silencio—. Estoy… perdidamente enamorado de Merlí Fernand y quisiera que sea la señora Fisterra.
¡Hola! ¡Aquí les dejo el capítulo de fin de semana! Mañana es el día de las madres aquí en mi país y pasaré todo el día con mi mami ;) Aún así, procuraré subir un capítulo más. ¡Lindo fin de semana a todas! ¡Espero que les guste el capítulo y... les comento que se vienen varios giros inesperados! ¡Ya falta muy poco para que termine la historia! ¡Este mes concluye!
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * * —¿Qué es este lugar, Maximiliano? —escupe con mucha molestia. —Tu nueva casa. —Yo tengo mi casa. —Entonces ve a ella. —NO, TÚ NO ME PUEDES HACER ESTO. ¡NO NOS PUEDES HACER ESTO! —grita al venir hacia mí y enseñarme al bebé—. ¿En serio piensas hacerle esto a nuestro hijo? —Se quedarán aquí hasta que yo termine de resolver algunas cosas. —Esto es otra cárcel. Más bonita, pero otra cárcel, al fin y al cabo. Yo no quiero estar aquí. Yo quiero estar DONDE DEBO ESTAR. EN TU CASA, COMO LA SEÑORA FISTERRA, TU ESPOSA. —Eso no se podrá por ahora. —¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE NO HABLABAS EN SERIO CUANDO DIJISTE QUE LA DEJARÍAS! —¡SILENCIO! ¡YA DEJA DE GRITAR! Si no te gusta este lugar, puedes irte, yo no tengo ningún problema. Pero si quieres quedarte a mi lado, es aquí donde debes estar. —Me hiciste una promesa. Te lo recuerdo. Prometiste que la dejarías. —La dejaré cuando sea el momento. Ahora, me voy. Ah… Danaí… —No te vayas, quédate con noso
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —¿Quién es el príncipe más fuerte? ¿Quién es el príncipe más fuerte? Sí, mi amor, tú eres el príncipe más fuerte… —suspiro— y el más hermoso de la Tierra. Te amo, mi pequeño. Te amo mucho —susurro al mirarlo y él emite un suave sonido muy tierno—. ¿Quieres ver a papá? ¿Sí? Pues él dijo que llegaría en unas horas, así que tranquilo, bebé. Papi ya estará aquí. Mientras tanto, vamos a seguir dando un paseo, pero solo aquí. No podemos salir a los jardines. No quiero correr el riesgo de que te vuelvas a enfermar, mi amor —señalo; y sonrío mientras lo apego más a mí. —Buen día, señora —saluda una de las mucamas. —Buen día. ¿Cómo está? —Muy bien, señora. Muchas gracias. —¿Qué es eso? ¿La correspondencia de mi esposo? —Sí, señora. Es la correspondencia de hoy. Todo esto es del señor, pero hay una para usted. —¿Para mí? —Sí, tome —precisa al entregarme un sobre blanco, pero sin remitente alguno. “Qué extraño”, pienso al mirarlo fijamente. —P
* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * * —Estoy aquí. —Estaba esperando tu llamada —respondo sonriente al echarme sobre la cama y esperar a escuchar las muy buenas noticias—. ¿Qué sucedió? ¿La camarera esa ya se fue? ¿Dejó a Bayá? Ah… —suspiro y sonrío mucho—. Imagino que sí. La mujer esa es TAN tonta que se cree todo. Jamás me había tocado alguien tan fácil. Pero ya; quiero escucharte. Dime que la tonta esa ya se fue de la vida de Bayá. —Pues te equivocas. —¿Qué estás diciendo? —contesto impresionada al dar un salto de la cama y ponerme de pie. —Lo que escuchaste. Tu estúpido plan no sirvió más que para reforzar lo que sea que tuviesen. —¿QUÉ ESTÁS DICIENDO? —¿Acaso no entendiste? NO SIRVIÓ DE NADA. —¿CÓMO QUE NO SIRVIÓ DE NADA? ¿ACASO LA ESTÚPIDA ESA NO LEYÓ LOS EXÁMENES DEL LABORATORIO? —Lo hizo, claro que lo hizo, pero no sé qué pasó. El asunto es que los dos no solo no se separaron, sino que, por el contrario, parecen más unidos que nunca. Incluso ahora han salido. —¡
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * Le dejo una nota a mi esposa y madre de mi hijo y salgo de la casa para ir hacia mi auto y conducir a toda prisa. Llego al Punto Rojo y veo demasiado alboroto y movimiento; sin embargo, cuando me ven, todos se quedan quietos. —¡Ramsés! ¡Ramsés! —grito al subir las escaleras—. ¡Ramsés! —Estoy aquí, Bayá —escucho detrás y giro. —¿Por qué a esta hora? ¿Qué es tan importante? —Entremos a la sala. Todos están reunidos ahí. —¿QUÉ SUCEDE? NECESITO UNA EXPLICACIÓN YA. —Una guerra, Bayá…, una guerra y… es inevitable. —Danaí… —susurro cansado. —Sí, Danaí. —Bien…, bien…, llegó la hora de acabar con esa mujer. —Entremos. Ya están todos reunidos. —Necesito que manden a llamar a nuestros fieles aliados. —Ya los llamé y ya están aquí, —Bien… —Vamos, entremos. No hay tiempo que perder —agrega muy preocupado; y ambos pasamos al punto de reunión sin perder otro segundo. Luego de una extensa reunión, todos se marchan a hacer lo que les había ord
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —¿Está seguro de lo que acaba de hacer, señor? —No necesito ser cuestionado por nadie y mucho menos por usted. —Lo lamento mucho, señor, pero… creo que la señora Merlí hubiera entendido. —Yo también lo creo… —¿Entonces señor? ¿Por qué la echó de esa manera? —Porque la conozco —respondo a mi mayordomo—. Si le hubiera dicho que la alejaría para protegerla, ella no habría hecho caso, se habría quedado. Es terca…, habría hecho cualquier locura, se habría expuesto y… habría expuesto a nuestro hijo. Yo… yo no podría soportar el dolor de que algo le pasara a cualquiera de los dos. No soportaría el dolor de perderlos; no lo soportaría y, lo más importante, no me lo perdonaría. —Entiendo, señor… —Prefiero que me odie antes de que alguien la lastime o lastime a nuestro hijo. —Comprendo, señor. En ese caso, le deseo que todo le salga bien. —Así será. Ahora, necesito que envíes a cada trabajador a su casa. La guerra empezará y no quiero arriesga
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * —¡Merlí! ¡Qué gusto verte, bebé! —grita Cassandra al mirarme—. ¡Dios, cuánto tiempo sin que nos visitaras! Ay… y mira a esta preciosura —señala muy tierna al agacharse y mirar a mi hijo acostado en su cochecito de bebé—. Qué hermoso y grande está. Pero pasa, pasa, Merlí. Tu abuela está durmiendo, pero ya despertará muy pronto seguro. —No, Cassandra…, no puedo. —¿Qué dices? —susurra confundida; y me mira escrutadora—. Merlí, ¿todo bien? Ati te pasa algo…, ¿qué suce… —se queda en silencio cuando ve dos maletas a mi lado—. ¿Qué pasó, Merlí? ¿Qué haces aquí? ¿Por… qué estás aquí? —Es algo difícil de explicar, Cassandra. —¿Discutiste con tu esposo? —Algo parecido, pero… no vengo por eso. —¿Entonces? —Cassandra, esta casa es muy segura. Nadie vendría aquí, está muy escondida y… nadie sospecharía de este lugar. —¿Qué quieres decir, Merlí? —Cassandra, necesito que cuides a mi hijo. —¿Qué? Pero… ¿de qué me estás hablando mujer? —Debo regresa
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * —Merlí…, Merlí…, Maximiliano —¡Cállate de una vez, Fisterra! ¡Nadie vendrá por ti! —Merlí —Merlí… así se llama tu esposa, ¿cierto? —Maximiliano —susurro el nombre de mi hijo una vez más. Aún seguía un poco turbado por la paliza que me habían dado, pero poco a nada me importaba, ya que lo único en lo que pensaba era si ellos estaban bien y si… tal como lo ordené, los estaban protegiendo por si algo me sucedía. —Ajusta bien sus cadenas. Puede escapar —le dice a alguien y siento cómo aprietan más fuertes mis muñecas y golpean otra vez—. Ya, déjalo. ¿No ves que la jefa no quiere que lo lastimen? —¿La jefa? —pregunto burlón—. ¿En serio, Frank? ¿Danaí es tu jefa? —río muy divertido—. Que… qué bajo has caído. —No más que tú, Fisterra —se acerca a mí y me mira fijamente—. No puedo creer que aún acabado, me mires de esa forma… —¿Qué forma? —Retador, confiado… —escupe a un lado—. Deberías estar suplic
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * —Maximiliano, mi amor. Mírame, mi amor —escucho; y abro mis ojos lentamente—. ¡PERO QUIÉN FUE! ¡¿QUIÉN LE HIZO ESTO?! —Quiso escapar, señora —¡ESO NO ES JUSTIFICACIÓN! —grita la desquiciada mujer que estaba parada frente a mí. Se pone a discutir con sus hombres, pero lo único en lo que pienso es que había escuchado su voz…, la voz de mi esposa, la voz de… —¿Merlí? —susurro sin poder creerlo, al verla en el lugar donde yo estaba—. Merlí —Maximiliano —responde al mirarme y quiere venir hacia mí; sin embargo, Danaí le apunta con su arma, pero Ramsés se interpone. —¡¿QUÉ HACES?! ¡MUÉVETE DE AHÍ! —No la vas a lastimar —¡¿POR QUÉ?! SI YO QUIERO MA TARLA AHORA MISMO, LO HARÉ. —No lo harás. —¿Y a qué se debe tanta amabilidad, Ramsés? ¿Acaso estás enamorado de esa tonta tú también? —Si la ma tas, no obtendrás lo que quieres. Quieres el poder de Maximiliano, pero si te das cuenta, en este momento, Merlí ha tomado su lugar, sus hombres le han j