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Dos meses después
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * *
—Ramsés —susurro asombrada al verlo parado fuera de mi casa.
—Merlí —sonríe; y yo me acerco a él para abrazarlo.
—Qué gusto verte, Ramsés. Han pasado varias semanas.
—Lamento no haber podido venir antes, pero… estaba solucionando algunas cosas; además, tuve la impresión de estar siendo seguido…
—¿Seguido? ¿Pasa algo allá? ¿Maximiliano está bien?
—Sí, Merlí, tranquila. Maximiliano está bien. Solo fueron ideas mías.
—Entiendo, entiendo, Ramsés. Pasa por favor.
—¿No estoy molestando?
—No, claro que no —contesto gentil al cerrar la puerta para después ir hacia donde estaba mi pequeño bebé.
—Wao… está mucho más grande que la última vez que lo vi.
—Sí, así es. Está creciendo mucho y eso me asusta.
—¿Por qué?
—Porque quisiera que sea mi bebé por siempre.
Tomo en mis brazos a mi hijo y él sonríe mucho.
—Llegó la hora de alistarte, mi vida.
—Entonces era verdad —habla de pronto el mejor amigo de quien era aún… el hombre que amaba.
—¿Nos has estado vigilando?
—No. Yo respeté tu decisión, Merlí. Sin embargo, a veces era necesario.
—Entiendo —suspiro al ver los ojos de mi bebé y perderme en ellos; eran… iguales a los de su padre.
“Maximiliano…, Bayá”, pienso en silencio y cierro mis ojos.
La tristeza me embarga en el acto, así que sacudo mi cabeza y abro mis ojos para dejar de recordarlo y dibujar su rostro en mi mente.
—¿Cómo te has sentido?
—¿Cómo me he sentido?... —suspiro pesadamente al seguir pensando en él— Pues eso es algo difícil de responder aún.
—¿Lo extrañas mucho?
—¿Quieres convencerme de que vuelva?
—No…, solo quería saberlo. No sé…, tenía curiosidad —susurra con aquel extraño tono de voz que solo a veces solía utilizar.
—Ya veo… curiosidad.
—Discúlpame si te estoy molestando.
—Tranquilo; no hay problema, pero… sí quisiera que no tocáramos ese tema, ya que hasta ahora no sé si hice lo correcto.
—¿No te sientes más libre ahora?
—Sí, personalmente, como mujer, me siento más libre, aunque no ha sido fácil. Me cuesta mucho dejar a Maximiliano en la guardería con Sophia.
—¿Quién es Sophia?
—Una señora muy amable que me ha ayudado mucho.
—Me dijeron que habías encontrado un trabajo.
—Así es. Trabajo en una escuela por las mañanas y en una pastelería por las tardes.
—Todo el día trabajando.
—Así es…, sino no tendría cómo darle a mi hijo lo que necesita.
—¿Sabes que puedes apoyarte en mí, cierto? Puedes pedirme lo que necesites, Merlí. Yo estaría encantado de protegerte a ti y… a mi sobrino, al cual quiero mucho también, Merlí.
—Lo sé y te lo agradezco mucho, Ramsés, pero si por algo hice todo esto…, si por algo me alejé de… Maximiliano, también fue por lo que ahora tengo: por mayor libertad, por realizarme como trabajadora, por demostrarme que… también puedo lograr mis metas por mí misma y hacerme cargo de mis responsabilidades.
—Pero, Merlí, yo podría darte…
—No, Ramsés. No lo aceptaría —contesto muy seria y algo incómoda cuando veo que él pretende darme dinero—. Así que te pido, por favor, que guardes tu billetera ahora y olvidemos esto.
—Lo siento, no quise…
—Lo sé. Podemos olvidarlo.
—No quise ofenderte. Discúlpame por favor.
—Está bien…, bueno —exhalo con pesadez—, ya debo salir, sino llegaré tarde a la escuela.
—Tengo mi auto; puedo llevarlos.
—No es necesario, no te preocupes. No quiero molestarte. Sé que los negocios que manejas son muy demandantes, así que no pretendo quitarte el tiempo —preciso al tomar a mi hijo en brazos, así como un maletín con sus cositas y mi mochila de trabajo.
—Quiero llevarlos. ¿Puedo?
—Ramsés…
—Merlí…, yo… renuncié
—¿Qué?
—Lo que has oído. He renunciado, ya no seguiré en los negocios con Bayá.
—Pero… ¿por qué? Yo creí que tú querías…
—Lo que quería ha cambiado…, ha cambiado mucho y por eso…, decidí dejarlos.
—Entiendo… —musito extrañada, al tiempo en que, otra vez, de forma inevitable, pienso en él…, en mi Maximiliano…, mi hermoso hombre de mirada profunda y corazón noble, aunque muchos pensaran lo contrario.
—Merlí…, debo decirte algo.
—¿Pasa algo con Maximiliano? —pregunto al instante, muy preocupada; y él niega con la cabeza, lo cual me tranquiliza—. ¿Qué sucede entonces? ¿Todo está bien, Ramsés? Porque te noto muy extraño…, de hecho, te noto muy extraño desde la última vez que nos vimos. ¿Qué sucede, Ramsés?
—Merlí, debo confesarte algo.
—¿Qué pasa, Ramsés?
—Aunque…, no sé si sea el momento. Dijiste que te harías tarde.
—Si es importante, podría tomarme unos minutos más.
—No, no permitiré que por mi culpa llegues tarde a tu trabajo. Vamos, te llevo…, los llevo —se corrige; y yo sonrío amable.
—Bueno…, gracias.
—Vamos, te ayudo con estas maletas.
—No te preocupes, no están muy pesadas.
—Insisto —responde sonriente; y yo me rindo.
Los tres salimos de mi pequeña casa y entramos a su camioneta para ir rumbo a la guardería en la que mi pequeño Maximiliano se quedaría. Le digo a Sophia, como cada día, todo lo que debía hacer y esta, como siempre, se reía. La mujer ya se sabía la rutina y yo sabía que ella lo sabía, pero, aun así, sentía la necesidad de repetírselo cada mañana.
Luego de dejar a mi hijo, lo cual se me hacía lo más difícil del mundo, voy a la escuela y llego con 15 minutos de anticipación.
—Gracias por traerme, Ramsés.
—Ha sido un gusto, Merlí.
—Ramsés…
—¿Sí? Tengo quince minutos. Me gustaría escucharte. ¿Qué es lo que pasa? Para ser honesta, me preocupa tu extraña actitud —expreso sincera; y él me mira a los ojos para después suspirar pesadamente.
—Merlí, lo primero que quiero que sepa es que traté de que esto no fuera así porque… eres la esposa de… mi hermano.
—No entiendo, Ramsés.
—Merlí, he tratado de no sentir esto. De hecho, por eso no vine a verte en tanto tiempo, creí que pasaría, que sería algo pasajero, pero no ha sido así. Cada día que ha pasado, Merlí, te he extrañado más y…
—Para…, para, Ramsés, no lo digas. No digas lo que creo que ibas a decir.
—Merlí.
—Ramsés, no —respondo muy firme—. Maximiliano es tu hermano, tú lo dijiste.
—SÍ Y NO SABES CÓMO ME ODIO POR ESO, pero es algo que no he podido controlar.
—Ramsés.
—Me enamoré de ti, Merlí.
—Ramsés.
—Estoy enamorado de ti…, de ti, Merlí Fernand —aclara tajante al mirarme escrutadoramente, en busca de alguna respuesta.
Ante su confesión, solo exhalo pesada y profundamente, al tiempo en que desvío mi mirada y nos quedamos en silencio por largos minutos.
—Lamento…
—No digas nada, por favor —pido al volver a mirarlo.
—Merlí…
—Ramsés, yo… no puedo corresponderte.
—Merlí…
—Primero, quiero que me disculpes si, en algún momento, hice cosas que pudieron haberte confundido y hecho pensar que yo podría estar interesada en ti.
—Merlí…
—Eres un buen hombre, Ramsés. Muy leal, muy fiel y… un buen hermano, pero… mi corazón ya le pertenece a un hombre y ese es Maximiliano, Ramsés. Lamento mucho si te estoy lastimando, pero creo que lo haría más si no te aclaro las cosas ahora mismo. Amo a Maximiliano y tengo la seguridad de que no podría amar a alguien más que a él. Si me alejé, si me fui de su lado, no es porque ya no lo ame de la misma manera, sino por el contrario. Me alejé de él por miedo a que, en algún momento, intentase a alejarme de la misma forma y eso, Ramsés, eso sería algo que yo no podría soportar porque… lo amo tanto que… sentiría una profunda tristeza —expreso desde lo más profundo de mi corazón—. De verdad, lamento mucho decirte esto, pero… es lo que siento y… no cambiará. Amo a Maximiliano… y…
—Yo…
—Eres un hombre maravilloso, Ramsés —tomo sus manos—, me salvaste a mí y a mi hijo de momentos muy peligrosos y eso es algo que no podré agradecerte jamás. Eres un hombre valiente, así como noble, y estoy completamente segura de que encontrarás a una mujer, en tu vida, a la que amarás con locura y que ella te amará con locura.
—No sé qué decir…
—No es necesario decir algo —lo miro con serenidad—. Te quiero, Ramsés, pero… mi corazón le pertenece y… pertenecerá a una sola persona…, a Maximiliano.
—Entiendo… —contesta desanimado; y eso me hace sentir muy mal, pero era lo mejor, era lo mejor desilusionarlo de una vez, aunque fuese duro.
—Debo entrar al colegio, muchas gracias por haberme traído.
—Descuida…
—Adiós, Ramsés —preciso; y él sonríe triste.
Luego, ingreso a la escuela sin mirar atrás, no quería hacer de este momento algo más difícil e incómodo para ambos.
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* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * *
—Dos meses más sin saber de ellos…, un solo día más y creo que me volveré completamente loco…
—Señor, debe calmarse…
—No…, eso es algo que no puedo hacer —contesto muy fastidiado a mi mayordomo.
—Señor, debería dejar de tomar.
—¡CÁLLESE! ¡NADIE ME DICE LO QUE TENGO QUE HACER!
—Señor, sé que debe ser doloroso para usted no saber de su familia, pero piense que a la señora Merlí no le gustaría verlo beber de esa manera.
—¡¿QUE NO LE GUSTARÍA?! ¡¿QUE NO LE GUSTARÍA?! ¡¿CÓMO PUEDES SABER ESO TÚ?! ¡¿ACASO ESTÁ ELLA AQUÍ?! ¡NO! ¡¿VERDAD?! ¡ASÍ QUE NO AFIRMES NADA!
—Señor, la señora Merlí
—¡CÁLLATE! ¡SILENCIO! ¡NO DIGAS UNA SOLA PALABRA MÁS DE MI ESPOSA! ¡NO HABLES POR ELLA! ¡ELLA NO ESTÁ AQUÍ! ¡¿Y SABES POR QUÉ?! ¡PORQUE MI INÚTIL EQUIPO DE TRABAJADORES E INVESTIGADORES NO HAN PODIDO DAR CON ELLA Y MI HIJO! ¡PARECE QUE LA TIERRA SE LOS HUBIESE TRAGADO Y ESO ME FRUSTRA Y ME DUELE! ¡PERO LO PEOR ES QUE ME ASUSTA! ¡ME ASUSTA PORQUE TEMO QUE ALGO LES HAYA PASADO! ¡ESO NO ME LO PERDONARÍA! ¡NO ME LO PERDONARÍA JAMÁS!
—Señor…
—¡VÁYASE! ¡VÁYASE DE AQUÍ! ¡NO QUIERO ESCUCHARLO! —grito enfadado; y el hombre se va.
De repente, la puerta de mi despacho se abre de un solo golpe y entra Maxwell, mi actual mano derecha.
—¡LÁRGUESE DE AQUÍ! ¡EN ESTE MOMENTO, NO QUIERO VER A NADIE SI NO SE TRATA QUE TENGAN QUE DARME NOTICIAS DE MI FAMILIA!
—Señor…
—¡QUE SE LARGUE HE DICHO! ¡NO ESTOY PARA NADIE! ¡NO PIENSO ATENDER NINGÚN OTRO MALDITO ASUNTO QUE NO SEAN MERLÍ O MI HIJO!
—Señor, encontramos a su esposa —escucho de pronto; y eso me parece un sueño.
—¿Qué? —suelto al tiempo en que abro y cierro mis ojos en varias oportunidades para ver que no estuviese soñando.
—SEÑOR, encontramos a la señora Merlí y a su hijo.
—MÁS VALE QUE NO ME ESTE DICIENDO MENTIRAS, MAXWELL —amenazo enojado al tomar el cuello de su camisa y arrinconarlo a la pared con uno de mis brazos en su cuello—. MÁS LE VALE QUE ESTA NO SEA UNA MALDI TA BROMA.
—Señor, le juro que no es así. Encontramos a la señora Merlí. Ella está en un pueblo muy alejado y poco conocido del país; está con su hijo y…
—¡¿ELLOS ESTÁN BIEN?! ¡DIME QUE ESTÁN BIEN! —exijo desesperado y con los ojos encendidos de furia y miedo de que todo fuese una mentira.
—Sí, señor, ellos están bien…
—Dígame que no es una maldi ta broma, Maxwell
—Señor, jamás jugaría con algo así —responde tajante; y yo lo suelto lentamente mientras empiezo a llorar sin poderlo controlar.
—¿Saben dónde está mi esposa?
—Sí, señor…
—Mi hijo…
—Sí, señor. Los dos, sabemos dónde están los dos en estos momentos.
—¿Cómo que saben dónde están los dos en estos momentos? ¿Acaso no están juntos?
—Tranquilo, señor, no piense en lo peor.
—PUES EXPLÍQUEME YA.
—La señora Merlí trabaja y, por ello, el niño Maximiliano está al cuidado de una mujer en una guardería. Mandé a averiguar todo ni bien dimos con ella.
—Necesito ir a donde está. Llévenme con ellos ya. NECESITO VER A MI FAMILIA —señalo al tomar mi saco y mis llaves.
—Señor, hay algo más…
—¿Qué pasa?
—Señor, considero que es importante que lo sepa.
—Sino se trata de mi mujer y mi hijo, no es algo que me importe ahora.
—Se trata de ellos, señor.
—Entonces hable ya, Maxwell.
—Señor, nosotros encontramos a su familia por el señor Ramsés.
—¿Ramsés? ¿Ramsés los encontró? ¿Él los ayudó? —sonrío agradecido—. Ramsés…, mi hermano.
—Señor, no…, no es así.
—No entiendo, ¿entonces? ¿Qué tiene que ver aquí Ramsés?
—Señor, encontramos a la señora porque seguimos al señor Ramsés.
—¿Qué es lo que está diciendo?
—Señor, al parecer, el señor Ramsés fue quien escondió a la señora.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Señor
—Sin rodeos, Maxwell
—Nuestros hombres lo averiguaron.
—No…, eso no puede ser cierto, no.
—Y… eso no es todo, señor.
—¿QUÉ MÁS PASA?
—El señor Ramsés está con la señora Merlí y él…
—¿Cómo que está con mi esposa? ¡¿A QUÉ SE REFIERE?!
—No, señor, no me confunda. Lo que quiero decir es que, en este momento, él está en mismo pueblo y, por lo que hemos averiguado, no tiene intención de irse.
—¿Por qué dice eso?
—Porque el señor Ramsés ha comprado la propiedad que está al lado de la casa de la señora Merlí —suelta; y yo me quedo incrédulo ante la noticia, pero, en este momento, no tenía cabeza para darle importancia a ello.
Había encontrado a mi familia y no iba a perder un solo segundo más sin verlos.
—Llévenme con mi esposa y mi hijo. Es lo único que quiero ahora, quiero verlos, quiero saber que están bien —concreto y, junto a Maxwell, salgo de mi casa rumbo hacia las dos personas que eran mi vida entera.
Capítulo 1 del día
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Llegó la hora de ir a la cama, mi amor —susurro muy, pero muy bajito para no despertarlo. Sonrío como una boba al mirarlo. Ver a mi bebé era lo mejor de mi día. Él tenía algo muy mágico, el solo verlo me hacía sentir muy tranquila y feliz; además de ello, cada día que pasaba se parecía más a su padre y eso…, eso me gustaba. —Maximiliano —susurro al pensar en aquel hombre que nunca imaginé amar con… locura—. Eras solo el hombre rudo y extraño que me salvó de esa subasta…, me dabas miedo, tengo que reconocerlo —sonrío al recordar sus miradas frías y tono de voz rígido y orgulloso, casi altanero—. ¿Quién diría que tonto corazón te pertenecería?... Y eso que… traté de oponerme, pero no pude…, no pude resistirme. Terminé cayendo en tus extraños encantos —señalo muy suave al colocar a mi bebé en mi cama. Hoy dormiría con él. Quería verlo toda la noche…, quería recordar a su padre…, quería recordar al hombre que amaba. —Aunque tú eres mucho más gu
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Ven, mi amor, ya debemos ir con Sophia. Tomo la maleta de Maximiliano con su ropita, fórmula y reservas de mi leche materna, así como de todo lo que necesitaría para estar bien mientras yo trabajaba. —No me gustaría dejarte solo, mi amor, pero… es lo que tengo que hacer —preciso triste al tener que, otra vez, dejarlo en una guardería. “Soy una pésima madre”, pienso de pronto y quiero llorar, pero… me contengo a como puedo. —Ya debemos irnos, mi ángel. Tomo mi mochila y voy hacia la pequeña salita, tomo la perilla de la puerta y la abro. Cuando lo hago, me quedo sin palabras al ver al guapo hombre de más de metro ochenta de estatura, mirada profunda y cabello negro frente a mí. Ya… tenía la barba un poco crecida, lo cual lo hacía lucir aterradoramente encantador y… “sexy”, completa mi lujuriosa consciencia. Podía notar que… apenas y se había terminado de duchar. —Buenos días —saluda con un brillo en sus ojos que nunca antes había visto o
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * Habían pasado otros dos meses más, pero estos habían sido los mejores de mi vida. Merlí me había permitido cuidar de nuestro hijo mientras ella trabajaba y aquello estaba siendo la mejor experiencia que he tenido jamás. Había dejado todo a cargo de Maxwell hasta que Ramsés regresara. Solo solía ir al Punto Rojo por las noches del sábado para organizar algunas cosas, ya que los domingos los quería libres para estar el mayor tiempo posible no solo con Maximiliano, sino con su hermosa madre y el amor de mi vida. Tenía que aceptarlo, estaba perdidamente enamorado de aquella hermosa mujer que había cautivado mi corazón desde el primer instante, sino que yo no me había dado cuenta hasta ahora. —Sí, hijo. Tu madre era la mujer más testaruda que había conocido hasta entonces… y la que conozco hasta ahora —señalo bromista; y él sonríe—. ¿Te han dicho que eres el bebé más guapo del mundo, campeón? Tienes la sonrisa de tu madre; tienes suerte porque… es
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * Salgo de mi habitación y voy hasta la sala; ahí veo al hombre que hacía palpitar aceleradamente mi corazón. Él estaba dando de comer a nuestro hijo. Se había ofrecido a hacerlo mientras yo me cambiaba para ir a la pastelería, mi único trabajo. Después de aquel incidente en la escuela, decidí no volver, pero no fue por el director, ya que Maximiliano, con sus influencias, había logrado que lo despidieran. La verdadera razón por la que había dejado el trabajo en la escuela era por mi pequeño Maximiliano. Lo extrañaba mucho y… quería estar el mayor tiempo posible a su lado, así que renuncié y solo me quedé en la pastelería. —Hola… —saludo; y Maximiliano voltea a verme. —¿Ya estás lista? —Sí, ya lo estoy. —Danos cinco minutos y te acompañamos. —No, tranquilo. La pastelería está cerca. Quédense en casa, disfrutando del tiempo. —Te acompañaremos. Maximiliano quiere hacerlo y yo…, yo también —dice con su grave y adusta voz, la cual me hace sent
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * La semana había pasado y mi pequeño bebé ya había salido del hospital. Él… ya estaba completamente recuperado y eso me hacía sentir muy feliz; sin embargo, aún me preocupaba ver a Maximiliano sentirse culpable por lo que había sucedido. Solía estar un poco triste y llevaba varias noches sin dormir…, como ahora. Lo veo acostado en el sofá de la sala (lugar que había sido como su cama en estos dos meses), la lámpara estaba encendida y él tenía la mirada perdida. Yo exhalo con cierta pesadez y luego, muy sigilosamente, camino hacia él. —Merlí —susurra sorprendido al verme y yo sonrío. —Hola… —¿Qué haces despierta a esta hora? Es muy tarde. Deberías estar durmiendo; hoy has tenido un día muy cansado —señala al sentarse en el sofá. Al ver sitio para mí, me siento a su lado. —¿Sabes que yo debería decir eso por ti? —No entiendo. —Maximiliano, son las dos y media de la mañana y estoy segura de que no has dormido ni cinco minutos. Maximiliano, s
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * Ocho meses después * * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —¿Y? ¿Cómo te sientes? —Muy nerviosa, Cassandra. Siento que estoy temblando. —Y así es, Merlí. Ten, toma esto, te tranquilizará. —¿Sabes si Maximiliano ya… —Él ya está aquí. Te está esperando, Merlí. —Dios, Cassandra, no puedo creer lo que estoy viviendo. —Pues créelo, Merlí. Créele —precisa alegre; y nos abrazamos muy fuerte. —Lo amo mucho. —Y él a ti. Se le nota mucho, mucho, mucho… —¿Él está nervioso también? —Diría que más que tú, pero no lo entiendo —¿Por qué? —¿Porque no se suponen que ustedes ya se habían casado antes? —menciona curiosa; y yo sonrío. Sí, era verdad, antes me había casado con él, pero bajo otro nombre. En ese entonces, me casé con Santiago Costantini; ahora…, ahora lo hacía con Maximiliano Fisterra. El hombre que amaba y aquel que fue capaz de dejar su otra vida atrás solo por mí y nuestro hijo. —Merlí, una pregunta. ¿Cuándo se lo dirás?
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * *Merlí * * * * * * * * * *—Pues hoy sí terminé muerta, exhausta, como trapo, ¡es más! —exclama Cassandra— ¡mírame! —me pides—. ¿Crees que parezco de 26? Me siento como de 50 después de tanto trabajo —bromea; y yo río—. ¡Dios! No entiendo cómo es que tú has resistido tanto. Si se te ve muy delicada.—Estoy acostumbrada al trabajo —es lo único que le digo mientras seguimos caminando juntas hasta el barrio en el que vivíamos.—¡Venga! Pero Enrique me va a tener que escuchar mañana. Él solo nos paga para trabajar hasta las cinco. ¡Mira qué hora es! —articula indignada—. ¡Ocho de la noche, Merlí! ¡OCHO DE LA NOCHE! —indica al mostrarme la pantalla de su celular—. ¡¿Lo ves?! ¡¿Eh?! ¡Pero es que ese tipo me va a oír! O nos sube el sueldo o nos largamos de ese mugroso bar. Ya no puedo aguantar a tanto tío viendo lo que no debería —señala; y yo sonrío.—Ya, Cassandra, relájate—P...pe... pero ¡¿cómo es que quieres que me relaje, Mer
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * *—Quiero resultados —es lo primero que digo, al ingresar a la oficina principal del burdel.—Tenemos mercancía nueva, en menos de 24 horas.—¿Quién?—Una joven de 25 años.—¿Ella decidió pagar así? —cuestiono divertido.—Señor...—No digas nada. Ya sé la respuesta. Todas las mujeres son iguales. ¿Cuál es el monto de deuda?—La chica lo compensará con creces.—¿Por qué la seguridad?—Es muy guapa. Aparte ya la mandé a investigar y solo ha tenido un novio; es probable que sea virgen. Sabe que la mercancía nueva vale muchísima pasta.—¿Virgen a los 25? No lo creo —menciono seguro—. Solo espero que el monto de la deuda sea cubierto.—Totalmente, estoy seguro de que será una favorita. Mire su foto —me pide uno de los hombres que trabajaba para mí, al poner unos papeles sobre la mesa y... una curiosa foto (la cual tomo para observarla).—Ya la vi; no es muy guapa... —preciso al tirar la imagen sobre el esc