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Mi corazón en tus manos

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         Ocho meses después

* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * *

—¿Y? ¿Cómo te sientes?

—Muy nerviosa, Cassandra. Siento que estoy temblando.

—Y así es, Merlí. Ten, toma esto, te tranquilizará.

—¿Sabes si Maximiliano ya…

—Él ya está aquí. Te está esperando, Merlí.

—Dios, Cassandra, no puedo creer lo que estoy viviendo.

—Pues créelo, Merlí. Créele —precisa alegre; y nos abrazamos muy fuerte.

—Lo amo mucho.

—Y él a ti. Se le nota mucho, mucho, mucho…

—¿Él está nervioso también?

—Diría que más que tú, pero no lo entiendo

—¿Por qué?

—¿Porque no se suponen que ustedes ya se habían casado antes? —menciona curiosa; y yo sonrío.

Sí, era verdad, antes me había casado con él, pero bajo otro nombre. En ese entonces, me casé con Santiago Costantini; ahora…, ahora lo hacía con Maximiliano Fisterra. El hombre que amaba y aquel que fue capaz de dejar su otra vida atrás solo por mí y nuestro hijo.

—Merlí, una pregunta. ¿Cuándo se lo dirás?

—No lo sé. Estoy muy nerviosa por eso también.

—Bueno, bueno. Mejor pensar en una sola cosa a la vez. ¿Ya estás mucho mejor?

—Un poco, ¿por qué?

—Porque si vine aquí es para llevarte. Maximiliano ya te está esperando afuera, en el altar. Merlí, es tu momento de brillar y ser feliz.

—Gracias, Cassandra.

—Gracias a ti, pequeña Merlí.

—Te amo infinito.

—Yo más —afirma muy segura; y me vuelve a abrazar muy fuerte hasta hacerme reír—. Bueno, ya, vamos. El novio está muy nervioso, creo que piensa que no saldrás —bromea; y yo sonrío.

—No hay manera de que eso suceda.

—Bueno, vamos…

—Vamos —sonrío; y tomo mi ramo de novia para salir hacia donde él me lo esperaba.

Salgo de mi habitación y empiezo a caminar por todo el largo camino marcado por piedras y antorchas que me llevaban hasta la playa. Ahí, me esperaba él, el gran y único amor de toda mi vida.

—Guapo, ¿no?

—Como siempre —respondo embobada al mirar a mi futuro esposo frente al altar.

De pronto, la música suena y él se da cuenta de que yo estoy aquí. Cuando lo hace, se queda paralizado en su lugar y mirándome como si viese a una maravilla. Eso me hace sentir extraña, feliz e intimidada, ya que Maximiliano tenía una mirada muy profunda y cautivadora.

Empiezo a caminar hasta él mientras regalo sonrisas nerviosas a nuestros invitados. De repente, veo a Ramsés y sonrío. Aquel estaba muy feliz y yo lo estaba por él, ya que, en su viaje a Canadá, había conocido a Rachel, una muy amable mujer, diseñadora de modas y activista ambiental.

Continúo mi camino y llego hasta mi abuela. Me acerco a ella, tomo sus manos y la abrazo muy, pero muy fuerte.

—Sé feliz, mi amor…

—Así será, abuela —digo confiada; y ella me sonríe.

De pronto, veo a mi papá y yo me acerco a él.

—Merlí…

—Te perdono, papá. Te perdono…

—Merlí… —susurra; y unas lágrimas abandonan sus ojos.

Yo las limpio y luego, tomo su brazo.

—¿Me llevas al altar?

—No lo merezco. Tú no lo mereces. Tú no mereces un padre como yo; siempre mereciste más, Merlí.

—Te quiero, papá…, y quiero que seas tú quien me lleve al altar.

—Merlí…

—¿Vamos?

—Perdóname…

—Ya lo hice… y hace mucho —preciso serena; y él asiente apenado.

Yo le sonrío y tomo su mano para así… caminar juntos hasta donde me esperaba el amor de mi vida, el hombre con el que deseaba pasar cada día del resto de mi vida y, si nos lo permitiesen, llegar juntos hasta ancianos.

—Señor Fisterra —habla papá cuando he llegado hasta mi futuro esposo y padre de mi hijo; bueno, ahora “hijos”, aunque él aún no lo sabía—. Le entrego la joya más hermosa que pueda existir.

—Lo sé, señor Fernand. Lo sé.

Mi padre me entrega a Maximiliano y ahora es su mano la que toma la mía.

—Te ves… yo… te ves…

Sonrío al ver que no podía hablar, así que me acerco a él y lo abrazo muy fuerte.

—Tú también te ves muy guapo…, te amo…

—Soy el hombre más afortunado.

—Yo soy la mujer más afortunada.

—¿Estás segura que quieres unir tu vida a la mía? Te lo pregunto porque después de que el padre nos declare marido y mujer, no te dejaré escapar, Merlí.

—Y yo no pienso escapar, Maximiliano. Quiero casarme contigo…, quiero ser tu esposa…, quiero ser tu mujer…, quiero ser la señora Fisterra —concreto; y él sonríe emocionado mientras acaricia mis mejillas.

—Pareces un ángel…, eres un ángel.

—¿Te gusta el vestido?

—El vestido es muy bonito…, pero quien lo hace especial eres tú definitivamente.

—Eres el mejor…

—Eres la mejor… —contesta; y yo sonrío.

De repente, el padre empieza a hablar y la boda inicia. Sin esperarlo, llega aquella parte.

—Señorita Merlí Fernand, ¿acepta usted al señor Maximiliano Fisterra, como su legítimo esposo, para amarlo y respetarlo, en el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe.

—Es lo que más deseo. Sí, acepto —preciso; y Maximiliano me sonríe.

—Señor Maximiliano Fisterra ¿acepta usted a la señorita Merlí Fernand, como su legítima esposa, para amarla y respetarla, en el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

—No podría imaginarme la vida de otra manera. No podría imaginarme una vida sin ti, Merlí Fernand.

—¿Señor Fisterra?

—Acepto…, claro que acepto.

—Bien, por el poder que me confiere la Iglesia, yo los declaro… marido y mujer. Puede besar a su esposa —señala el cura; y Maximiliano y yo nos sonreímos para después acercarnos lentamente y fundirnos en un muy dulce y apasionado beso para sellar el inicio de una nueva vida juntos.

El destino nos había dado una oportunidad más para amarnos y nosotros íbamos a hacer lo que sea para aprovechar al máximo cada segundo de aquella. Él y yo deseábamos llegar a ancianos juntos y, de verdad, esperaba que aquello pudiese hacerse realidad.

No sabía qué es lo que iba a pasar en el camino, pero si había algo de lo que estaba segura.

Estaba segura de que mi amor por él no cambiaría…, estaba segura de que no lo dejaría de amar, ya que él era el amor de mi vida y yo…, yo había tenido la fortuna de encontrarlo.

—Merlí, mi amor, ¿en qué piensas?

—En lo infinitamente feliz que me siento. Maximiliano, prométeme que cuidaremos juntos de nuestro matrimonio.

—Así será, Merlí. Te amo; no quiero que tengas más miedos. Eres el amor de mi vida, Merlí.

—Y tú el mío, Maximiliano. Y no tengo miedo, ya no. Te amo y…

—¿Y?

—Maximiliano…, tengo una noticia para ti.

—Dime…

—Tengo 3 meses de embarazo.

—Merlí, ¡Merlí! ¡Merlí! ¡Merlí! —grita contento al cargarme y darme muchas vueltas—. ¡LO SABÍA! ¡LO SABÍA! ¡LO SABÍA!

—¿Cómo? ¿Cuándo lo supiste?

—Tus antojos, me di cuenta de que comías más helado de lo normal…, así como de pecanas y gelatina…, pero no estaba muy seguro… ¡MERLÍ! ¡ME HACES EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDO!

—Te amo…

—No más que yo a ti. Nuestro hijo, tú y… nuestro nuevo hijo o… hija son mi felicidad; lo más importante en mi vida. ¡JODER! ¡SERÉ PAPÁ OTRA VEZ! —grita muy emocionado; y todos los invitados se dan por enterados y celebran con nosotros.

Muchos se acercan a felicitarnos, pero yo solo busco a una personita.

—¿Buscabas a nuestro pequeño campeón? —escucho la voz de mi esposo; y lo veo con nuestro hijo en sus brazos.

—Ustedes son mi vida, ¿lo sabes?

—Y tú la nuestra, Merlí. Y tú la nuestra —susurra con una radiante sonrisa; y luego, pasa una mano por mi cintura para acercarme a su cuerpo y besarme—. Mi corazón en tus manos, Merlí.

—Mi corazón en tus manos, Maximiliano… —respondo; y sellamos el inicio de nuestra nueva vida de amor con el más especial de los besos.

Era increíble cómo mi vida había dado un giro completo a otra dirección y todo empezó cuando conocí al hombre que sería el amor de mi vida…, a él…, a Bayá…, a…

Maximiliano Fisterra.

Evelyn Zap

¡Y se acabó! :') ¡Gracias infinitas por haber acompañado la historia de amor de Merlí y Bayá. Espero que la hayan disfrutado muchísimo, tanto como yo lo hice escribiéndola! Como siempre, estaré muy feliz de leer sus comentarios y, desde ya, les voy avisando que daré a inicio de una nueva historia de amor. La novela se llamará "Sentenciada por amor" y estará disponible en unos días. Mientras tanto, disfrutemos del final de la historia de amor de Merlí y Maximiliano. ¡Besos enormes! ¡Gracias a miles! ¡Y nos leemos en unos días!

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