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* * * * * * * * *Bayá * * * * * * * * * *
—Sabes las reglas, ¿por qué las quebrantaste?
—Por la chica. Ya sabía quién era; valía mucho más que la deuda que tenía su padre.
—Repito mi pregunta. ¿Por qué las quebrantaste?
—Valía muchísimo más dinero, Bayá...
—Escúchame bien, Rashad —lo confronto—. No se te ocurra volver a llevar otra mujer igual.
—Solo fue un caso especial, Ba
—Ningún caso especial, Rashad. En el negocio y las reglas no existen casos especiales, ¿entendiste? ¿o quieres que me tome la molestia de hacerte entender de manera definitiva? —amenazo; y él niega con su cabeza.
—¿Dónde tienes a la chica?
—Ese no es asunto tuyo. Lo que te debían ya fue saldado.
—Eso me informaron —precisa al mirarme.
—Vete de aquí —ordeno de pronto—. Considerando que eres el mejor de mis socios y nunca antes me has dado problemas, no haré nada más que quitarte el ingreso del mes.
—Bayá...
—Sabes las reglas, Rashad, ¿o quieres que me tome la molestia de recordártelas ahora?
—No, Bayá...
—LÁRGATE, ¡largo de aquí! ¡Ya no quiero seguir viendo tu cara!
—Entendido, Bayá —responde y se levanta para ir hacia la puerta, cuando la abre, puedo ver a la niñera de la mujer.
—PASA
—Buen día, señor...
—¿Qué pasó ahora?
—Señor, no quiere probar bocado...
«Mierda», pienso al tiempo en que formo un puño con mi mano.
«Esa niña me quiere sacar de quicio», agrego.
—Pero no lo logrará..., no lo logrará —susurro— ¿Y agua?
—No ha probado nada, señor
—¡¿Cómo que nada?! ¡¿No han podido lograr darle ni un poco de agua?!
—Señor, no ha querido atendernos
—¡¿Cómo que no ha querido atenderlos?! —me sobresalto al ponerme de pie y golpear mi escritorio con uno de mis puños.
Definitivamente, la paciencia no era una de mis virtudes; y mucho menos si se trataba de tener aquella con una mujer.
—Que no tienen ustedes las llaves, ¡¿o qué?! —grito; y la mujer se sobresalta.
—Sí, sí... se... señor —titubea; y eso me exaspera más—, pe... pe... pero
—Pero ¡¿qué?!
—Pero ella ha puesto algo; no podemos abrir.
—¡Mierda! Todo lo tengo que hacer yo en esta casa. ¡Vivo rodeado de inútiles! —exclamo al empezar a caminar hacia su habitación en el segundo piso.
Al llegar, me acerco a la puerta y giro la perilla.
—LLAVE, DENME LA BENDITA LLAVE.
—A... aquí está, señor —responde una de mis sirvientes al dármela y, luego de eso, la coloco en la cerradura y procedo a abrirla.
La llave gira con normalidad, pero cuando pretendo empujar la puerta, esta no se puede, solo se abre apenas.
—¡Venga! ¡Que no estoy para estos juegos infantiles! ¡Abre ya! —ordeno, pero nadie responde—. ¡No me gusta hablar solo, contesta! —sigo sin respuesta—. ¡Tiraré la puerta si no abres ahora! ¡Créeme que eso no te gustará!
—¡¿Me estás amenazando otra vez?!
—¡Abrid la puerta!
—¡Yo no te abro nada! ¡Si quieres entrar, tendrás que tirarla!
—¡Venga! ¡Que no me hagas perder la paciencia!
—¡¿Si no qué, señor mafioso?! —responde altanera.
—¡DEJA DE RESPONDERME!
—¿POR QUÉ? ¿SE SINTIÓ OFENDIDO, SEÑOR MAFIOSO?
—¿Cómo estás tan segura de que soy...?
—¡Por favor! ¡Tú y tus amigos gritan mafia! ¡Ridículos todos! ¡Más tú con ese anillo!
—¡Hey! ¡Que tienes que respetarme! —exijo; y la escucho reír (lo cual logra molestarme), así que decido no esperar más y, de una patada, tiro la puerta.
—¡Mierda! Me asustaste —reclama.
—LA COMIDA ¡TRAIGAN LA COMIDA!
—A... aquí... es... está, señor...
—Dame eso, dejo de titubear y vete —le ordeno a la mujer; y ella desaparece al instante.
—¿Te gusta gritar a las mujeres ¿no? —pregunta, pero yo no le respondo, solo camino hasta ella y dejo la bandeja a un lado de su cama.
—COME ESO...
—No comeré nada...
—No te estoy dando opciones, niña —increpo—. ¡Te estoy dando una orden!
—Si no te obedezco, ¿qué? —me reta.
—Si no me obedeces, me encargaré de que tu padre pague su deuda de la manera que más me gusta —decido amenazarla; y ella parece asustarse.
—ERES UN...
—¡Hey, niña! A mí no me levantas la voz —señalo adusto al elevar una mano y alzar mi dedo índice para llevarlo hasta su boca—. A MÍ NO ME LEVANTAN LA VOZ, ¿ENTENDISTE?
—No vuelvas a tocarme —responde al apartarse de mí—. No probaré ni el agua...
—¡Vas a comer!
—¡¿Me vas a obligar?!
—NO —respondo tajante—. Eso sería rogar y no es mi método.
—Claro que no; el tuyo es amenazar
—Guarda silencio que te irá mal...
—¿Lo ves? Amenazando otra vez —señala divertida—. No comeré. Estoy en huelga de hambre —precisa de repente; y yo río irónico.
—No seas infantil...
—Me necesitas ¿no es así? —menciona autosuficiente; y eso me incomoda mucho, así que me acerco a ella y tomo su mandíbula, pero tratando de no lastimarla. No hacía eso y solo por una razón: mi madre.
A ella no le hubiera gustado tener un hijo así; y yo respetaba eso.
—Yo no necesito a nadie y mucho menos a una mujer, ¿entendiste?
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —la suelto.
—Haz lo que quieras; no me importa. Igual te casarás conmigo.
—No si muero de hambre o de otra cosa —amenaza de pronto.
—No si yo no lo permito —respondo en el acto—. Ni se te ocurra intentar nada porque no lograrás más que te encierre en otro lado.
—No me amenaces.
—Entonces obedece —respondo y, después, solo empiezo a caminar a la salida cuando mi celular suena.
«Un mensaje», preciso al abrirlo para leerlo.
Es un documento de parte de Rashad con una pequeña nota que dice "Te puede servir".
Lo abro y veo que es toda la información de la mujer, incluido un detalle muy importante, el cual me hace regresar a ella.
—Come...
—No lo pienso hacer...
—Si no lo haces, puede costarte mucho.
—¿Otra vez amenazando? —increpa; y yo sonrío.
—Tu abuela está enferma y en un hospital en el que, estoy seguro, no lo atenderán bien. Aparte, los detalles de los gastos de recuperación son muy elevados...
—¿Qué dices? —me pregunta muy preocupada—. ¿Mi abuela qué?
—Come y tu abue...
—¡Cómo está mi abuela! ¡DÍMELO! —demanda al acercarse a mí.
—Estable, según su último reporte, pero... quién sabe por cuánto tiempo...
—¿No me estarás amenazando con...?
—NO —respondo en el acto—. Te daré algo más... —miro mi celular—, Merlí...
—Vaya... para querer que sea tu esposa, ni siquiera sabes mi nombre.
—Come, te casas conmigo y me haré cargo de tu abuela y de su recuperación.
—No puedo creerte...
—¿En serio crees que tienes la opción de no creerme? —pregunto divertido; y ella parece molestarse.
—Quiero verla y quiero asegurarme de que estará bien.
—No sin antes casarnos...
—NECESITO VERLA —señal muy seria.
—Imposible antes de la boda.
—Por favor, no seas así —me pide muy seria y con los ojos llorosos (otra vez, estaba a punto de llorar).
—NO. Primero la boda, después la ves.
—Es mi abuela...
—Y se recuperará si haces lo que debes... —señalo muy serio; y ella aprieta, muy fuerte su mandíbula hasta que se da media vuelta y...
—Okey, okey, pero tienes que jurarme que ella estará bien —precisa al volver a mirarme...
—Te doy mi palabra.
—¿Eres un hombre de...?
—Soy un hombre de palabra —la interrumpo muy serio; y ella se queda observándome unos segundos hasta que, finalmente, asiente.
—Confiaré en ti...
—No me estás haciendo ningún favor. Que eso te quede claro.
—Me voy a casar contigo. Si ese no es un favor, no sé qué cosa sea —me contesta; y ello me hace perder la paciencia otra vez; sin embargo, decido no seguirle el juego y retirarme de su habitación.
Ya iba a casarse conmigo; eso era suficiente. Era lo único que necesitaba: una esposa falsa para heredar toda la organización.
—Señor... —me habla una sirviente cuando he llegado al primer piso.
—Verifiquen que cene. No se irá a dormir sin antes hacerlo. Yo me voy —señalo y, luego de eso, salgo de mi casa.
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DÍA DE LA BODA
* * * * * * * * *Merlí * * * * * * * * * *
No había podido dormir durante toda la noche. Hoy era ese día y... tenía que cumplir con casarme con él, si lo que quería era que mi abuela se recuperara y tuviese la mejor atención. Tomo la pequeña cadenita que ella me obsequió en mi cumpleaños 18 y la beso. Nunca me la retiraba, así que por eso es que la tengo hoy aquí.
—Algo de mi familia —susurro al levantarme de la cama, al oír que la puerta era abierta y, de repente, entran muchas personas—. Pero, ¿qué es esto?
—Son las personas que la ayudarán a vestirla y maquillarla, señorita —me avisa la "niñera" que el hombre había dejado a mi cargo.
—Aún es muy temprano. Aparte, quién sabe si habrá boda. ¿No que tu jefe se fue a divertirse con cuanta mujer se encontrara durante estas tress últimas noches? —inquiero fastidiada; y la mujer palidece en el acto—. Tranquila, no diré nada acerca de los chismes que ustedes lanzan. Pero eso sí...deben ser más cuidadosos —recomiendo muy seria.
—Gracias, señorita.
—Ningunas gracias. Tú no me agradas y me debes un favor —señalo; y ella asiente.
—Está bien, señorita.
—¿Ya llegó?
—Sí, el señor ya llegó.
—¿A qué hora es la dichosa boda?
—Al mediodía, señorita.
—Falta muy poco. ¿Acaso es necesario tantas cosas? —interrogo molesta; y la mujer asiente.
—Son órdenes del señor.
—Ha... —sonrío irónica— el señor —articulo del mismo modo—. ¿Y qué ordenó, específicamente..., el señor?
—Yo tengo su agenda, señorita —interviene un hombre que, al parecer, era uno de los maquilladores.
—Agenda... vaya —susurro desanimada—. Bueno, cuanto antes empiece esta farsa, más rápido terminará —sentencio al tiempo en que me dirijo al bño para ducharme y así... empezar con mi preparación para "mi gran día" (nótese el sarcasmo).
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EN LA BODA
* * * * * * * * *Bayá * * * * * * * * * *
—Hoy, empieza una nueva vida para ti, hijo. Formarás una nueva familia, la cual será tu pilar.
—Lo sé, padre —respondo serio—. Debo ir a mi lugar; ella ya debe estar por ingresar —detallo a la vez que me giro y voy al altar... otra vez.
«Tal y como hace dos años», pienso al tiempo en que me es inevitable no enfurecerme en mi interior.
De pronto, la música suena. Mi madre había elegido el clásico "Ave María" para la entrada de la mujer que sería mi esposa falsa.
«Aunque, en el papel, todo sería real», me recuerdo.
La veo aparecer y todas las cámaras se enfocan en ella. Los flashes de las cámaras de los reporteros parecen incomodarla; y ella no lo disimula.
«Bien, eso hace una buena esposa», me digo sarcástico, en silencio, al mirarla con cierta molestia (la cual oculto cuando veo que los reporteros posan su atención a mí).
—No me dijiste que habría eso... —me regaña al llegar a mí.
—¿Acaso no sabes quién soy? —pregunto entre dientes y disimulando mi molestia.
—NO —responde tajante y fastidiada al girarse en dirección del juez que nos casaría.
—Cambia esa cara —le digo a regañadientes.
—¿Cuál? ¿Esta? —me provoca al ponerse más seria y mirarme fijamente.
—Disimula un poco, ¿quieres?
—No se me antoja —susurra al retarme.
—¿Recuerdas nuestro trato? —pregunto serio
—Claro que lo recuerdo y, en ninguna parte, estaba esa ridícula canción. Ni que nos estuviéramos casando por religioso —musita molesta.
—Ten respeto por la canción—exijo—. La eligió mi madre —señala; y ella bufa.
—Solo lo hago por esa mujer a la cual no conozco.
—Cambia ese gesto. Muéstrate contenta.
—Pides imposibles.
—Es parte de nuestro trato —le recuerdo al mirarla a sus pupilas.
—El trato era que nos casemos.
—El trato es casarnos y que tú seas buen esposa —señalo tratando de ser lo más discreto posible y fingiendo ser un hombre contento, intercambiando un par de palabras con su futura esposa antes de la boda, pero ella no colaboraba.
—Y según tú, ¿qué debo hacer?
—Para iniciar, mostrarte feliz.
—Pues déjame aclararte algo: pides imposibles.
—No , no es imposible.
—Te equivocas, sí lo es...
—No, no lo es —refuto al instante.
—Claro que sí...
—¿Recuerdas que tu abuela está enferma y que el salvarse depende de la atención que reciba?
—¿No la has trasladado aún? —reclama.
—Ya lo hice, pero si no cambias de cara, la regreso a donde estaba.
—Eres un...
—Deja de pretender insultarme, si no quieres que incluya, en mis amenazas, a tu alborotada amiga —precisa; y yo me sorprendo.
—Patán; no te atreverías. Ella no tiene nada que ver aquí —se pone mucho más seria.
—Cuida el cómo te muestras. Hay cámaras aquí, no solo ls contratadas por mi familia, sino prensa nacional e internacional...
—¿Quién eres?
—Eso no te importa.
—Estoy segura de que ninguno de esos reporteros sabe la calaña de persona que eres —increpa; y yo, en ese instante, estando a punto de perder los papeles, decido tomarla de la cintura y acercarla a mí.
—Ni se te ocurra hacer algo de lo que te puedas arrepentir, porque sabes que no lo pagarás tú, sino tu abuela o tu mejor amiga.
—Eres un...
—Cuidado con cada palabra, niña...
—Patán...
—Cuidado, no juegues con fuego —demando muy molesto, entre dientes (continuando ser discreto)—. Ahora, las cosas son claras: actúas y finges bien o... tu abuela o tu amiga sufren las consecuencias. Tú decides..., amada novia mía —murmuro divertido al tiempo en que empiezo a alejarme de ella.
—Te arrepentirás de esto algún día... —parece prometer.
—Estaré ansioso esperando a que ese día llegue —contesto jocoso; y ella parece molestarse mucho más, pero no me interesaba lo que sentía.
—Infeliz... —susurra para sí; no obstante, logro escucharla.
—Espero que ese sea el último insulto que me digas como novia y como esposa. Ya no pienso pasar por alto tus altanerías —amenazo al acercarme nuevamente.
—Aléjate de mí, no es necesario que estés tan cerca.
—Nos vamos a casar; es normal la cercanía —preciso muy serio; y ella parece molestarse mucho, pero mucho más—. Cambia esa cara; es una orden.
—Te advierto, Santiago Costantini, que este será el peor error de tu vida —amenaza; y yo solo atino a sonreír.
—Eso espero. Tu amenaza, de algún modo, hace divertido el juego.
—No es un juego.
—Como quieras; solo cambia de cara de una vez que muchos ya se están dando cuenta de...
—Ya cállate. Lo hare. Solo te diré algo; esta sonrisa, jamás será real para ti...
—¿Y crees que eso me importa?
—Idiota...
—Ya cállate y sonríe —exijo y, ante ello, la mujer se gira hacia mí, me mira fijamente, con el rostro muy serio, y, de pronto, esboza una natural sonrisa para luego lanzarse sobre mí y abrazarme..
—¿Qué haces? —pregunto muy molesto.
—¿Crees que lo disfruto? Solo me comporto como una novia feliz, infeliz.
—Esto no es necesario.
—Pues esto es lo que viene en el paquete y a lo que te tendrás que acostumbrar —sentencia muy molesta—. Idiota; te haré pagar; te lo prometo.
—Eso ya lo veremos —es lo único que respondo y luego, la boda inicia.
¡Hola! ¡Me gustaría saber qué les ha parecido estos primeros capítulos! ¡Leo atenta sus comentarios! ¡Muchísimas gracias por la oportunidad!
* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * * Arreglo mi vestido y después, solo me limito a seguir viendo por la ventana de la limusina que él y yo estábamos compartiendo. Después de la boda, solo se realizó un muy breve brindis (según él); sin embargo, para mí, fue una eternidad. Lo único que deseaba era salir de aquel lugar y correr sin parar; no obstante..., no podía hacerlo por más que quisiera. Salí de ese burdel, una boca del lobo, para caer en las garras de uno mucho peor. —¿A dónde vamos? —pregunto con neutralidad; y él me mira por breves segundos y luego..., luego solo me ignora y regresa su atención a su celular—. ¿A dónde vamos? —exijo; y aquello provoca que él guarde su celular, cruce sus piernas, extienda sus brazos sobre el fino respaldar de su asiento y, finalmente, me mire fijamente. —Te gusta hacer muchas preguntas —precisa algo fastidiado. —Fue la misma. ¿A dónde vamos? —No tengo por qué responderte... —Debes hacerlo... —Cuida la manera en la que te diriges a m
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * * —¿Qué harás ahora? —No lo sé. No quiero volver a esa casa, si lo que me espera es esa exasperante mujer —me quejo; y mi socio y amigo se ríe—. Ya te lo dije una vez, Ramsés, y te lo diré ahora, pero no quiero volver a repetirlo. DEJA DE BURLARTE —demando, pero en lugar de que se callara, se ríe más. —Ay, Bayá. Hoy sí que me he divertido contigo... —continúa riéndose—. Cómo me habría encantado estar en tu boda... —Tenías asuntos más importantes que hacer —aclaro serio. —De no ser por que tú eres el jefe, yo habría decidido quedarme a acompañar a mi MEJOR amigo en el momento más especial de su vida —añade jocoso. —YA DEJA EL JUEGO —ordeno molesto. —Ya, tranquilízate, hombre. Es solo diversión. —No me gusta la diversión —aclaro —¿En serio? No lo sabía —responde con sarcasmo—. Creo que, si no me lo decías, no me habría dado cuenta. —YA, RAMSÉS —repito con mayor mal humor. —Vale, vale, está bien, pero relájate, jefe —me pide divertido; y
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * * —¡AAAGGGGGHHHH! —me enfado y tiro el celular, terminando así por destrozarlo. —BAYÁ, TRANQUILÍZATE —demanda Ramsés. —¡¿Tranquilizarme?! ¡¿Tranquilizarme?! ¡¿Cómo pretendes que haga eso?! —¡BAYÁ! SI SIGUES ASÍ DE DESESPERADO, NO LOGRARÁS NADA. ¡DEBES TRANQUILIZARTE PARA PENSAR! —ordena; y debía admitir que tenía razón. —Vale..., vale —pronuncio al intentarlo. —Bien, así..., está bien. Tranquilízate y actuemos. Tú eres el jefe, tú mandas, pero ahora yo podría... —NO. Este asunto es mío. Ella quiere hablar conmigo. —¿Irás a donde te citó? —cuestiona serio; y yo niego con la cabeza. —JAMÁS HARÍA ESO —aclaro muy firme al mirarlo fijamente. —¿Entonces? —Entonces..., pretendo hacerle una visita sorpresa... —Bayá, recuerda que tu esposa está ahí. —LO SÉ. Y es por ella que lo haré —respondo al terminar de abrir la puerta d emi auto y subirme en él. —Bayá —escucho a mi amigo, al tiempo en que veo cómo toma el asiento de copiloto—, tu espos
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * * —Otro día más —susurro al salir de mi habitación, con portafolio en mano, para dirigirme a mi comedor para desayunar. —Señor, buen día — saluda mi mayordomo cuando me ve. —¿Cómo se está comportando? —La señora ha estado tranquila, señor —¿Sigue durmiendo? —pregunto serio al dirigirme al comedor—. No la he escuchado gritar —señalo algo sorprendido, pues lo que había venido haciendo los últimos días. —Sí, señor. Ayer la seño... —No digas nada. No me importa lo que haga la mujer. Con que se quede callada, me doy por servido —expreso sincero—. Hoy solo tomaré un jugo y una fruta, quiten todo lo demás que hayan puesto en la... —me quedo completamente en silencio, de manera imprevista, cuando llego al comedor y veo una mesa perfectamente servida, decorada y repleta de... muchos platos. Sin embargo, lo que había robado mi atención, más allá de la mesa, era... ella «¿Qué hacía ella aquí?» «¿Querrá presumirme su desayuno y devorarlo frente a
* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * * —Me estás lastimando. Suéltame por favor —le pido al forcejear con él, pero no me lo permite. —Camina y deja de comportarte como una niña. —No me comporto como una niña. Si te digo que me sueltes es porque, de verdad, me estás lastimando —preciso muy seria, pero aquel no tiene contemplación alguna—. YA, SUÉLTAME... —Cuida el tono con que me hablas, que no estoy de humor como para escucharlo. —¡Suéltame! —¡Camina! —Mi brazo me está doliendo... —me quejo, pero no me hace caso. Él continúa llevándome del brazo hasta que por fin llegamos a su auto y me suelta de manera abrupta. —Vamos. Sube de una vez... —Yo no puedo ir aquí. Necesito regresar a la camioneta. Cassandra está ahí. —Mis hombres se encargarán de llevarla a su casa. ¡Sube! —exclama algo exasperado. —¡Que no! Que yo necesito ir con ella —me opongo muy firme al mirarlo fijamente; y él parece molestarse mucho más con mi respuesta. —SUBE DE UNA VEZ —pronuncia tratando de cont
* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * * —¿Se puede saber a qué estás jugando? —pregunta impaciente y fastidiado, al haber abierto mi puerta sin permiso, y entrado a mi habitación. Al parecer, el que le haya enviado, con el personal, el recado de que ya no iría a la fiesta, no le había gustado. —Se toca antes de entrar... —Es mi m*****a casa. ¿Se puede saber a qué juegas? —Yo, a nada... —No juegues con mi paciencia... —advierte muy serio; y yo sonrío levemente. —Primero, te pediré que te calmes porque no quiero que discutamos. —¿A QUÉ JUEGAS? —A nada; ya te lo dije. Cálmate; solo quiero hablar contigo. —Irás a esa fiesta. —Claro que iré —preciso; y él empieza a relajarse—, pero con una condición —agrego; y aquello provoca que su gesto adusto se recomponga. —A mí no me vengas con juegos, niña. TÚ, A MÍ, NO ME PUEDES PONER CONDICIONES. NO LAS ACEPTARÉ. —Bueno, si no aceptas la condición que te pediré, entonces no iré a la fiesta. —TEN CUIDADO CON LO QUE ME ESTÁS DICIEND
* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * * —¡Ay dios! —exclamo asustado, cuando he escuchado un fuerte ruido fuera de mi habitación. Yo me levanto, me pongo mi bata y salgo. —Señora, perdón por haberla despertado —se disculpa una mucama mientras recoge la bandeja que s ele había caído. —¿Qué pasó? ¿A dónde llevas eso? —Al cuarto del señor, señora. —¿Por qué? ¿Qué es? —Es un remedio. —¿Remedio para qué? —El señor está un poco mal, señora. —¿Qué tiene? —Creo que se debe a que... —No me lo digas; debe ser por todas las botellas que de seguro se tomó en esa boda —preciso fastidiada, ya que, si había algo que odiaba, era las personas que bebían alcohol en exceso (como mi padre). —Lamento la molestia, señora. —No te preocupes, ve a traer algo para la resaca, mucha agua y dejas la bandeja en la entrada de su habitación. Yo me hago cargo de él. —Como diga, señora —responde; y se va. Mientras tanto, yo me dirijo a su habitación y entro sin pedir permiso. —¿Dónde se metió? —me
* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * * —Te juro que no le he dicho a nadie —preciso muy triste y asustada. —¡ESTÁS MINTIENDO! —grita al presionar más mis muñecas contra la cama. —Por favor, créeme. —¡ESTÁS MINTIENDO! —¡NO ES CIERTO! —¡MENTIRA! ¡EL MATRIMONIO FALSO YA ES CONOCIDO POR LOS DEMÁS! —¡Yo no he dicho nada! —¡SILENCIO! ¡SIGUES MINTIENDO! ¡¿QUÉ BUSCABAS EH?! —¿Qué? —¡¿QUIERES QUE LO HAGA MÁS REAL DE LO QUE ES? —¿Qué dices? —PORQUE COMO MI ESPOSA, SIN TREGUA A DIVORCIARNOS DESPUÉS DE UN AÑO, ¡NO TE DEJARÉ JAMÁS! —¡¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?! ¡¿TE VOLVISTE LOCO O QUÉ?! ¡TÚ NO PUEDES HACER ESO! —¡TE EQUIVOCAS! ¡CLARO QUE PUEDO! ¡PUEDO NO DEJARTE SALIR DE AQUÍ JAMÁS! —¡CÁLLATE! ¡MENTIROS! ¡TÚ NO PUEDES HACER ESO! ¡YO SOY UNA MUJER LIBRE! —¡ERES UNA MUJER CON DEUDA! —¡YA ME CASÉ CONTIGO! —¡PERO CONTASTE LA FALSEDAD DE NUESTRO MATRIMONIO! ¡SIGUES ES DEUDA! —¡NO ES VERDAD! —¡MIENTES! ¡MIENTES! ¡ES LO ÚNICO QUE SABES HACER! ¡ERES UNA MALAGRADECIDA! ¡YO TE SALVÉ! —¡C