* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * *
La semana había pasado y mi pequeño bebé ya había salido del hospital. Él… ya estaba completamente recuperado y eso me hacía sentir muy feliz; sin embargo, aún me preocupaba ver a Maximiliano sentirse culpable por lo que había sucedido. Solía estar un poco triste y llevaba varias noches sin dormir…, como ahora.
Lo veo acostado en el sofá de la sala (lugar que había sido como su cama en estos dos meses), la lámpara estaba encendida y él tenía la mirada perdida. Yo exhalo con cierta pesadez y luego, muy sigilosamente, camino hacia él.
—Merlí —susurra sorprendido al verme y yo sonrío.
—Hola…
—¿Qué haces despierta a esta hora? Es muy tarde. Deberías estar durmiendo; hoy has tenido un día muy cansado —señala al sentarse en el sofá.
Al ver sitio para mí, me siento a su lado.
—¿Sabes que yo debería decir eso por ti?
—No entiendo.
—Maximiliano, son las dos y media de la mañana y estoy segura de que no has dormido ni cinco minutos. Maximiliano, sé que llevas varios días sin dormir. ¿Por qué?
—Lo siento, no he querido preocuparte.
—Pues estoy preocupada y eso es algo que no puedes evitar. Maximiliano…, por favor, dime qué sucede. Por qué no puedes dormir.
—Merlí…
—Confía en mí por favor —pido; y él se queda en silencio—. Maximiliano…
—Yo… no puedo olvidar mi error —confiesa; y yo exhalo con suma pesadez.
Después, tomo sus manos y las beso. Aquel gesto logra sorprenderlo, me doy cuenta, pero no dice nada al respecto.
—Maximiliano, olvida eso ya…
—No puedo hacerlo, Merlí.
—Maximiliano…, no somos perfectos de ninguna manera.
—Lo sé, pero mi error fue muy grande.
—Está bien…, está bien, Cometiste un error grande…, pero no eres el único hombre que haya cometido un error similar o peor, Maximiliano. Todos cometemos errores, pero lo que debemos hacer es aprender de ellos. Maximiliano, no me gusta verte así. Y más cuando no tienes la culpa de nada en realidad. Tú no sabías que le haría daño, sino todo lo contrario.
—Debí haberlo sabido.
—No, Maximiliano. Uno no puede saberlo todo.
—Merlí…
—Joder, Maximiliano —expreso sorpresivamente; y él se queda en silencio—. Deja ya de culparte. ¿Acaso no te das cuenta del maravilloso hombre que eres? ERES UN EXCELENTE PADRE. NUESTRO HIJO TE AMA. ERES SU ADORACIÓN. Estoy segura de que él no está molesto contigo; todo lo contrario, cada día su amor por ti crece más.
—Merlí.
—Eres un gran padre, Maximiliano Fisterra. Uno que, para ser muy sincera, me ha dejado sin palabras. Yo… ni siquiera hubiera imaginado que aquel hombre de mirada fría y voz adusta terminaría siendo el mejor hombre y padre que pudiese existir. Eres maravilloso, Maximiliano. Por favor, no te culpes más. Ya pasó. Nuestro hijo está bien. Ahora te toca a ti estar bien por él… y por mí.
—No entiendo.
—Estoy segura de que a nuestro pequeño Maximiliano no le gustaría saber que su padre está triste por un error que hubiese cometido cualquier padre. Y, por otro lado, a mí tampoco me gusta ver al hombre que amo de esa manera. Me destrozas el corazón, Bayá…
—Merlí…
—Te amo, Maximiliano…
—Merlí… —susurro al verme fijamente y llevar una de sus manos hasta mis mejillas para acariciarme.
—Por favor, ya no te tortures más…
—Perdóname…
—No tengo por qué hacerlo.
—Por favor —insiste; y yo exhalo serena.
—Está bien, si eso te tranquiliza, está bien. Yo te perdono, aunque para mí, no hay nada que perdonar. Tú eres el mejor padre del mundo y… el mejor hombre.
—Merlí…
—Dime…
—Perdóname por todo lo que te hice desde que nos conocimos. Perdóname por haberte encerrado, por haberte, prácticamente, obligado a casarte conmigo. Perdóname por cada discusión, por cada amenaza y…, perdóname por lo que hice aquel día…, por entregarte los papeles de divorcio y pedir que te alejaras de mí. Perdóname por no haber confiado en ti en ese momento, por no haberte contado la verdad y así pudiésemos tener un plan para los tres y no solo para mí.
—Maximiliano…
—Perdóname, por favor…
—Solo si tú me perdonas por todo lo que yo te hice…
—Tú no me hiciste nada, Merlí.
—Perdóname por escapar…, perdóname por ponerte en riesgo por ello. No olvidaré jamás aquel día en el que llegaste con un disparo en la espalda por mi culpa, cuando fuiste a resctarme.
—Merlí…
—Perdóname por cada discusión, perdóname por huir en lugar de enfrentar nuestros problemas. Perdóname por haber confiado más en esa mujer que en ti. Nunca…, nunca voy a perdonarme por ello.
—Merlí, no…
—Y perdóname por alejarte de nuestro pequeño, Maximiliano. Perdóname por haberte abandonado y perdóname por esperar hasta ahora para pedirte perdón —concluyo en medio de sollozos; y él me abraza.
—Merlí…
—Perdóname por favor.
—No tengo nada de qué perdonarte.
—Es mentira, Maximiliano. Sí hay. Por favor, perdóname.
—Merlí —toma mis mejillas y me mira directamente—. Te amo…
—Y yo a ti…, te amo, Maximiliano —confieso entre llantos; y él sonríe conmovido.
Después, acerca sus labios a mi frente y… me besa suave.
—Te perdono…, te perdono, Merlí —susurra; y yo lloro mucho más—. Ahora es tu turno…, ¿me perdonas? —pregunta al seguir viéndonos.
—Sí…, te perdono —concluyo emocionada; y me escondo en su pecho para seguir llorando.
—Shhh…, no llores, Merlí. No me gusta verte llorar.
—Es de felicidad…, lloro de felicidad…, lloro porque te amo y… lloro porque ansío decirte todo lo que siento por ti. TE AMO, MAXIMILIANO. TE AMO MUCHO. No me imagino una vida sin ti. Yo… yo también quiero estar el resto de mi vida contigo. Yo… quiero envejecer a tu lado si tú…
—¿Si yo?
—Si tú me lo permites…
—Merlí…, no hay cosa que desee más en el mundo que llegar a la vejez tomados de la mano. Cuidándonos…, amándonos, Merlí.
—Yo también quiero eso, Maximiliano…, quiero estar contigo siempre —deseo al volver a abrazarlo muy fuerte y sentir sus manos acariciar mi espalda.
—Así será, Merlí…, así será…, mi pequeña, mimada, obstinada y maravillosa Merlí.
—Te amo tanto, Maximiliano.
—Te amo tanto, Merlí —susurra; y yo lo miro—. Te amo…, mi Merlí —repite al limpiar mis lágrimas.
—Soy una llorona.
—Te ves muy hermosa…
—Te amo…
—No más que yo a ti.
—Maximiliano —musito muy suave al acariciar una de sus mejillas.
—¿Qué sucede, mi amor?
—Tú también lo tienes…
—¿Qué?
—También tienes mi corazón en tus manos, Maximiliano. Es solo tuyo…; solo a ti te lo confiaría, mi amor.
—Y el mío, tuyo, Merlí. Solo a ti te lo confiaría…
—Te amo…
—Te amo… —corresponde; y yo sonrío para luego, atreverme a poner una de mis manos en su nuca y, poco a poco, acercarlo a mí hasta sentir sus labios chocar con los míos y… besarlo.
Lo beso con dedicación, me tomo el tiempo de explorar su boca completamente, vuelvo a recordar el maravilloso paraíso que visitaba al acariciar sus labios con los míos. Recuerdo su dulce sabor y su apasionada forma de hacerse dueño de ellos.
—Te amo, Maximiliano…
—Te amo, Merlí… —musita agitado al juntar su frente a la mía y yo sonrío.
—Maximiliano… —articulo suave al llevar mi mano libre hasta su pecho y acariciarlo (él tenía la costumbre de dormir sin sudadera alguna).
—¿Sí?
—Hazme el amor…
—Merlí…
—Quiero hacerte el amor…, quiero que me hagas el amor…
—Merlí…
—Hazme el amor, Maximiliano —pido al suspirar sobre su boca; y de repente, siento sus manos en mi cintura.
Me da muy suaves caricias por encima de la tela de mi bata y después, sin esperarlo, me alza para colocarme sobre sus piernas.
—Hazme el amor, Maximiliano…
—¿Estás… estás segura, Merlí?
—No es mi primera vez —susurro divertida; y él sonríe—. Hazme el amor…
—Merlí…, sabes que no hay nada que desee más en este momento que… hacerte el amor…, pero no quiero arruinarlo.
—No lo arruinarás…; hazme el amor, Maximiliano…, quiero que me hagas el amor —reafirmo segura; y él sonríe ampliamente—. Te amo, Maximiliano…
—Y yo te amo a ti, Merlí Fernand —contesta con aquel tono de voz que me hacía tiritar todo mi cuerpo.
Luego, solo siento sus labios sobre mi cuello y sus manos recorrer mi cuerpo por debajo de la bata mientras, lentamente, me va acostando sobre el sofá.
—Merlí…
—Bayá —articulo con la voz queda.
Él se posiciona sobre mí, me da un beso en los labios, me mira apasionadamente y luego, regresa a regalarle a mi cuello maravillosos besos y mordidas. Aquellos hacen que mi cuerpo se estremezca y, aquel estremecimiento aumenta cuando va bajando hasta mi escote y, poco a poco, se va deshaciendo de mi incómoda bata para dejarme así, en un muy delgado pijama, algo traslúcido. Su mirada se enciende y se queda contemplando mi cuerpo sin descaro alguno; y eso me gustaba.
—Eres tan hermosa… —musita; y yo sonrío para después envolver su cuello con mis brazos y acercarlo a mí.
Le doy la vuelta y ahora soy yo quien está encima de él. Beso su cuello, sus hombros, sus pectorales y perfectos abdominales bien marcados hasta llegar a su bóxer, del cual me deshago con mis dientes, provocando que él cerrara sus ojos y apretara mis manos, las cuales había subido de inmediato hasta su pecho.
—Merlí —articula muy ronco y…, notablemente excitado.
Su hombría era fiel testigo de ello.
Beso aquella con dedicación y cuando lo veo muy afectado, decido parar y empezar a darle caricias en sus piernas y espalda.
—Merlí —susurra mi nombre otra vez, pero, ene sta ocasión, con urgencia.
Maximiliano toma mi cintura, me acorrala nuevamente sobre el sofá y empieza a recorrer mi cuerpo con sus besos. Besa cada parte de mí, hasta mi punto más sensible, y yo lo disfruto como nunca.
Siento viajar a otro mundo con sus caricias, besos, posiciones, palabras…, todo.
No soporto más y soy yo misma quien dirige su hombría a mi entrada, después de que su maravillosa boca me haya regalado el mejor sexo oral de mi vida.
Ya posicionados, Maximiliano se toma todo el tiempo en entrar y, cuando lo hace completamente, siento la dicha infinita.
La sala se llena de nuestros gemidos ahogados para no despertar a nuestro hijo y, después de tanto amor y pasión, alcanzamos, juntos, aquel punto máximo de placer que nos hace rendir ante la felicidad.
Yo caigo sobre su pecho y me acomodo ahí para recuperar mi respiración. En nuestra sala, en plena madrugada, solo se escucha la forma pesada en la que tratamos de llevar aire a nuestros pulmones, lo cual nos pareció un poco gracioso.
Él y yo nos miramos en todo instante, nunca desviamos nuestras miradas…, nos amamos con ellas también.
—Maximiliano…, yo… te amo…
—Merlí… —sonríe
—¿También…, me amas?
—¿Te casarías conmigo? —propone sorpresivamente; y yo me quedo sin palabras.
¡Penúltimo capítulo! :')
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * Ocho meses después * * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —¿Y? ¿Cómo te sientes? —Muy nerviosa, Cassandra. Siento que estoy temblando. —Y así es, Merlí. Ten, toma esto, te tranquilizará. —¿Sabes si Maximiliano ya… —Él ya está aquí. Te está esperando, Merlí. —Dios, Cassandra, no puedo creer lo que estoy viviendo. —Pues créelo, Merlí. Créele —precisa alegre; y nos abrazamos muy fuerte. —Lo amo mucho. —Y él a ti. Se le nota mucho, mucho, mucho… —¿Él está nervioso también? —Diría que más que tú, pero no lo entiendo —¿Por qué? —¿Porque no se suponen que ustedes ya se habían casado antes? —menciona curiosa; y yo sonrío. Sí, era verdad, antes me había casado con él, pero bajo otro nombre. En ese entonces, me casé con Santiago Costantini; ahora…, ahora lo hacía con Maximiliano Fisterra. El hombre que amaba y aquel que fue capaz de dejar su otra vida atrás solo por mí y nuestro hijo. —Merlí, una pregunta. ¿Cuándo se lo dirás?
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * *Merlí * * * * * * * * * *—Pues hoy sí terminé muerta, exhausta, como trapo, ¡es más! —exclama Cassandra— ¡mírame! —me pides—. ¿Crees que parezco de 26? Me siento como de 50 después de tanto trabajo —bromea; y yo río—. ¡Dios! No entiendo cómo es que tú has resistido tanto. Si se te ve muy delicada.—Estoy acostumbrada al trabajo —es lo único que le digo mientras seguimos caminando juntas hasta el barrio en el que vivíamos.—¡Venga! Pero Enrique me va a tener que escuchar mañana. Él solo nos paga para trabajar hasta las cinco. ¡Mira qué hora es! —articula indignada—. ¡Ocho de la noche, Merlí! ¡OCHO DE LA NOCHE! —indica al mostrarme la pantalla de su celular—. ¡¿Lo ves?! ¡¿Eh?! ¡Pero es que ese tipo me va a oír! O nos sube el sueldo o nos largamos de ese mugroso bar. Ya no puedo aguantar a tanto tío viendo lo que no debería —señala; y yo sonrío.—Ya, Cassandra, relájate—P...pe... pero ¡¿cómo es que quieres que me relaje, Mer
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * *—Quiero resultados —es lo primero que digo, al ingresar a la oficina principal del burdel.—Tenemos mercancía nueva, en menos de 24 horas.—¿Quién?—Una joven de 25 años.—¿Ella decidió pagar así? —cuestiono divertido.—Señor...—No digas nada. Ya sé la respuesta. Todas las mujeres son iguales. ¿Cuál es el monto de deuda?—La chica lo compensará con creces.—¿Por qué la seguridad?—Es muy guapa. Aparte ya la mandé a investigar y solo ha tenido un novio; es probable que sea virgen. Sabe que la mercancía nueva vale muchísima pasta.—¿Virgen a los 25? No lo creo —menciono seguro—. Solo espero que el monto de la deuda sea cubierto.—Totalmente, estoy seguro de que será una favorita. Mire su foto —me pide uno de los hombres que trabajaba para mí, al poner unos papeles sobre la mesa y... una curiosa foto (la cual tomo para observarla).—Ya la vi; no es muy guapa... —preciso al tirar la imagen sobre el esc
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * *Merlí * * * * * * * * * *Después de salir de ese escalofriante lugar, me vi obligada a subir a un vehículo de color negro y lunas polarizadas que me generaba bastante desconfianza (sobre todo, por la cantidad de hombres que se subieron en él). Yo no hubiese deseado tomarlo, pero el tipo que, de alguna manera me salvó, me recordó mis opciones: subir a su vehículo o regresar al burdel para que mi compra sea concretada.En realidad, no sabía qué era peor; sin embargo, mi mejor opción, en ese instante, fue obedecerlo, ya que no concebía la idea de regresar con aquel cerdo que me había dicho que era mi amo.—Sözleşmeyi bitir ve geri dön. Üç gün içinde sana ihtiyacım var —decía.Y debo confesar que yo no entendía, ni un palo, alguna palabra que pronunciaba por su celular, pero ahí estaba yo, siendo llevada a no sé dónde.Quería gritar, pero sabía que cualquiera de los hombres que estaban a mi alrededor me callarían al instante,
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * *«Tiene valor», pienso cuando la veo, por las cámaras, huyendo de la casa.—Y yo tengo a unos ineptos como seguridad —musito al levantarme de mi asiento y salir de la casa para ir a la puerta principal, sin ser visto por ella.Al llegar a la entrada, la espero escondido. Quiero saber cuán ineptos son los hombres que trabajan para mí. De pronto, la veo y, segundos, después, empieza correr. Al notar su acción, decido ponerme de pie y aparecerme frente a ella.Cuando nota mi presencia, puedo observar su mirada cargada de furia y frustración; sin embargo, por extraño que parezca, no deja de correr, viene contra mí y... se estampa contra mi cuerpo para empezar a golpearme.—¡Eres malo! ¡Eres un hombre muy malo! —me golpea con sus puños—. ¡Malo! ¡Eres malo! —se empieza a descontrolar y llama la atención de los idiotas de mi personal.—Tranquilízate —le ordeno, pero no me hace caso—. Tranquilízate ya —empi
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *Bayá * * * * * * * * * * —Sabes las reglas, ¿por qué las quebrantaste? —Por la chica. Ya sabía quién era; valía mucho más que la deuda que tenía su padre. —Repito mi pregunta. ¿Por qué las quebrantaste? —Valía muchísimo más dinero, Bayá... —Escúchame bien, Rashad —lo confronto—. No se te ocurra volver a llevar otra mujer igual. —Solo fue un caso especial, Ba —Ningún caso especial, Rashad. En el negocio y las reglas no existen casos especiales, ¿entendiste? ¿o quieres que me tome la molestia de hacerte entender de manera definitiva? —amenazo; y él niega con su cabeza. —¿Dónde tienes a la chica? —Ese no es asunto tuyo. Lo que te debían ya fue saldado. —Eso me informaron —precisa al mirarme. —Vete de aquí —ordeno de pronto—. Considerando que eres el mejor de mis socios y nunca antes me has dado problemas, no haré nada más que quitarte el ingreso del mes. —Bayá... —Sabes las reglas, Rashad, ¿o quieres que me tome l
* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * * Arreglo mi vestido y después, solo me limito a seguir viendo por la ventana de la limusina que él y yo estábamos compartiendo. Después de la boda, solo se realizó un muy breve brindis (según él); sin embargo, para mí, fue una eternidad. Lo único que deseaba era salir de aquel lugar y correr sin parar; no obstante..., no podía hacerlo por más que quisiera. Salí de ese burdel, una boca del lobo, para caer en las garras de uno mucho peor. —¿A dónde vamos? —pregunto con neutralidad; y él me mira por breves segundos y luego..., luego solo me ignora y regresa su atención a su celular—. ¿A dónde vamos? —exijo; y aquello provoca que él guarde su celular, cruce sus piernas, extienda sus brazos sobre el fino respaldar de su asiento y, finalmente, me mire fijamente. —Te gusta hacer muchas preguntas —precisa algo fastidiado. —Fue la misma. ¿A dónde vamos? —No tengo por qué responderte... —Debes hacerlo... —Cuida la manera en la que te diriges a m
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * * —¿Qué harás ahora? —No lo sé. No quiero volver a esa casa, si lo que me espera es esa exasperante mujer —me quejo; y mi socio y amigo se ríe—. Ya te lo dije una vez, Ramsés, y te lo diré ahora, pero no quiero volver a repetirlo. DEJA DE BURLARTE —demando, pero en lugar de que se callara, se ríe más. —Ay, Bayá. Hoy sí que me he divertido contigo... —continúa riéndose—. Cómo me habría encantado estar en tu boda... —Tenías asuntos más importantes que hacer —aclaro serio. —De no ser por que tú eres el jefe, yo habría decidido quedarme a acompañar a mi MEJOR amigo en el momento más especial de su vida —añade jocoso. —YA DEJA EL JUEGO —ordeno molesto. —Ya, tranquilízate, hombre. Es solo diversión. —No me gusta la diversión —aclaro —¿En serio? No lo sabía —responde con sarcasmo—. Creo que, si no me lo decías, no me habría dado cuenta. —YA, RAMSÉS —repito con mayor mal humor. —Vale, vale, está bien, pero relájate, jefe —me pide divertido; y