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* * * * * * * * *Merlí * * * * * * * * * *—Pues hoy sí terminé muerta, exhausta, como trapo, ¡es más! —exclama Cassandra— ¡mírame! —me pides—. ¿Crees que parezco de 26? Me siento como de 50 después de tanto trabajo —bromea; y yo río—. ¡Dios! No entiendo cómo es que tú has resistido tanto. Si se te ve muy delicada.—Estoy acostumbrada al trabajo —es lo único que le digo mientras seguimos caminando juntas hasta el barrio en el que vivíamos.—¡Venga! Pero Enrique me va a tener que escuchar mañana. Él solo nos paga para trabajar hasta las cinco. ¡Mira qué hora es! —articula indignada—. ¡Ocho de la noche, Merlí! ¡OCHO DE LA NOCHE! —indica al mostrarme la pantalla de su celular—. ¡¿Lo ves?! ¡¿Eh?! ¡Pero es que ese tipo me va a oír! O nos sube el sueldo o nos largamos de ese mugroso bar. Ya no puedo aguantar a tanto tío viendo lo que no debería —señala; y yo sonrío.—Ya, Cassandra, relájate—P...pe... pero ¡¿cómo es que quieres que me relaje, Merlí?! ¡Ese tipo está abusando! ¡está abusando! —exclama mucho más indignada—. Claro, se aprovecha porque tenemos nuestras necesidades. Yo tengo un hijo al que mantener y tú tienes a tu abuela y al ebrio de tu padre —precisa; y yo sonrío algo triste—. ¡Ay, Merlí! Perdóname, perdóname, perdóname. No debí decir lo de tu padre...—No, no. Tranquila —le digo al girarme a verla y sonreírle—. Está bien. No es que sea la primera vez que alguien me lo diga y, aparte... —suspiro cansinamente— aparte es verdad —acepto algo decepcionada.—Yo no logro entender cómo es que sigues haciéndote cargo de tu padre. Entiendo que lo hagas de tu abuela, pero de tu padre no.—Tú lo has dicho, Cassandra. Es mi padre. No lo dejaría —expreso totalmente sincera—. Yo... lo quiero mucho—¡Venga! ¡Que tú sí que eres una santa, eh! ¡Después de todo lo que te ha hecho! ¡Y nada es secreto en el barrio! ¡Todo el mundo lo sabe! A ti nada más falta encenderte una velita y llamarte "Santa Merlí" —precisa; y yo sonrío divertida—. Dios santo... ¡Que te admiro, Merlí! ¡Que te admiro! ¡Te admiro mucho! —exclama con su exagerado tono de voz y a mí no me toca más que reír divertida, al tiempo en que decido dejar de patear las pequeñas piedritas que golpeaba, durante todo el comino, como si fuera un balón, para poder concentrarme en la mejor de las amigas.Cuando lo hago, puedo notar que Cassandra ha detenido su andar y está con la boca entre abierta, con un rostro que reflejo sorpresa, mucha curiosidad, así como también... temor.—¿Cassandra? —cuestiono extrañada al observarla con mi ceño fruncido—. ¿Estás bien? ¿Qué te pas...?—Pero venga, ¿qué hacen esos dos autos negros estacionados frente a tu casa, Merlí?—¿Qué dices? —articulo extrañada al desviar mi vista en dirección a mi casa (la cual ya estaba un poco cerca).Cuando mi mirada recae sobre aquella, confirmo lo que Cassandra ha dicho.—¿Visita de algún familiar?—¿Qué? No... — susurro muy confusa y extrañada cuando, de repente, se hace escuchar un disparo, el cual, precisamente, venía de mi casa.Seguido a ello, se escucha también vidrios quebrarse y eso logra espantarme y preocuparme. Así que, sin pensarlo dos veces, comienzo a caminar apresurada y luego, correr hasta mi casa.Al llegar a esta y cuando estoy a punto de entrar, unos tipos salen de aquella y me empujan contra el césped de mi pequeño jardín.—Mierda —me quejo y, de inmediato, procedo a ponerme de pie y entrar a mi hogar.No entendía lo que pasaba, pero ahora no me importaba saber quiénes eran esos tipos vestidos de traje (como si fueran guardaespaldas), sino que lo único que me interesaba eran...–Abuela, papá —musito al llegar a la puerta y, otra vez, un hombre se interpone en mi camino y, de manera sorpresiva, toma mi brazo—. ¡¿Qué le pasa?! ¡Suélteme! —grito algo asustada; y el hombre se queda observándome unos segundos.—Mmmmm... menudo padre... —es lo único que articula el hombre para luego sonreír con diversión y negar con su cabeza.Finalmente, me suelta de manera adusta y continúa con su camino; sin embargo, no sin antes pronunciar unas palabras que me dejan confundida—. ¡Esperamos nuestro pago pronto, Fernand¡ ¡Tienes 24 horas! —concluye y, por fin, se va.Cuando ha desaparecido, yo me apresuro en ir a ver a mi familia.—¡Papá! —exclamo asustada, al verlo tirado en la sala y con un disparo en su muslo—. Papá, papá, llamaré a emergencias —susurro nerviosa, pero el me detiene.—No, no lo hagas.—¡Estás herido, papá!—¡No lo hagas, Merlí!—Papá...—¡Eres un bastardo! —escucho, de pronto, la voz de mi abuela; y me giro hacia ella.—Abuela, ¿estás bien?—Bastardo... no entiendo cómo es que pude criar tan mal a mi único hijo —precisa llorosa al tiempo en que se sujeta el brazo izquierdo y se queja.—¿Abuela? ¿Estás bien?—Merlí, vete de...—¡No digas una sola palabra, mamá! —grita papá.—¡Cállate! ¡Cállate! Ah... aaa... —se queja de dolor.—¿Abuela? —articulo muy preocupada al acercarme a ella.—Merlí, hija, vete...—¿Qué?—Merlí, mi amor...—¿Abuela? —la llamo muy preocupada cuando aquella se ha desestabilizado.—Merlí... —es lo único que dice y después, se desvanece por completo.* * * * * * EN EL HOSPITAL * * * * * *—Doctor, doctor, ¿puedo ver a mi abuela o a mi padre? —le pregunto al hombre que los estaba atendiendo, ni bien sale.—Su padre y su abuela están bien, pero ambos necesitan descansar; sin embargo, ella insiste en verla.—¿Y puedo hacerlo?—Sí, claro que sí. Sígame, por favor, pero le recuerdo que solo podrá estar con ella 5 minutos.—Sí, doctor. Lo que usted diga —respondo y, luego de eso, aquel me lleva hasta la habitación de mi abuela.Yo entro al cuarto rápidamente, me acerco a su lado y tomo su mano.—Abuela... —susurro; y ella abre sus ojos.—Mer... lí —pronuncia mi nombre con dificultad y luego, llora.—Abuela, tranquila, estarás bien...—Merlí, vete...—Abuela, no entiendo de qué hablas.—Te vendió...—¿Qué?—Él te vendió —articula y luego, se echa a llorar—. Corre, Merlí, escóndete.—No entiendo de qué me estás hablando, abuela —expreso extrañada.—Tu... tu padre, mi hijo... —empieza a llorar— te vendió —completa y, cuando dice ello, me quedo completamente absorta y desconcertada—. Vete, Merlí, vete... me suplica y, de repente, empieza a sonar un fuerte pitido de la máquina que estaba a un lado de su cama.En ese instante, llegan médicos, enfermeras y me sacan de ahí. Lo único que me dijeron era que esperara afuera, pero no podía hacerlo; solo había una cosa que necesitaba hacer: confrontar a mi padre.Sabía que no me dejarían verlo, así que me escabullí como sea en su habitación.—Vete de aquí o mando a que te saquen...—Mi abuela me acaba de decir algo...—¡Vete de aquí! Dije que no quería visitas...—¿Me vendiste? —pregunto de pronto; él se queda callado—. ¡Responde carajo! ¡¿Me vendiste?! —exclamo exaltada, pero él no responde, ni si quiera me pone un mínimo de atención.Ante ello, decido acercarme a su cama y tomarlo de los pies, logrando así que él se quejara del dolor, debido a su pierna recién operada—¡¿Me vendiste?! ¡Responde! ¡Te lo exijo!—¡Sí, sí! ¡Te vendí! —acepta sin descaro o remordimiento—. ¡Y ni se te ocurra escapar! —me amenaza—. Ellos fueron claros. Si tú no estás en su burdel, dentro de 24 horas, vendrían por mí... y por tu abuela —señala sin culpa; y aquello me hace sentir muy triste, pues poco parecía importarle el cómo me sentía con tamaña noticia.Sabía que mi padre era capaz de muchas cosas, pero jamás de algo tan ruin. De pronto, siento las lágrimas rodar por mis mejillas; no obstante, las limpió muy rápido, pues no tenía tiempo para eso.—¿Dónde está ese burdel? ¿Con quién debo negociar?—No se puede negociar con ellos porque yo ya lo hice...—¡¿Ah sí?! ¡¿Y cuál fue tu negocio?! ¡¿Venderme?! —increpo furiosa—. ¡Dame la dirección del maldito lugar y el nombre de la persona con la que debo negociar!—Black Subway... y el nombre del tipo es Rashad.—¿Dónde está? —exijo—Vieja entrada, calle 2, puerta azul... —termina de decir y, rápidamente, me doy media vuelta para salir del lugar.—¡No vayas a arruinar mi negociación, Merlí!—¡Cierra la boca, viejo ebrio! —lo insulto y, después de eso, voy en dirección de aquel lugar.* * * * * * EN EL BURDEL * * * * * *Entro al extraño y recóndito lugar; y un hombre de negro me recibe.—Nombre —exige.—Vengo a buscar a Rashad —digo muy seria; y él se ríe en mi cara.—Rashad es de una noche. No creas que se ha enamorado de ti.—¡Debo hablar con Rashad! ¡Dónde está Rashad!—Hey... ya vete de aquí; no molestes, niña —me empuja y eso me hace perder el equilibrio hasta el punto de sentir caerme hacia atrás; sin embargo, alguien no lo permite.—¿Está bien? —me pregunta un serio, alto, atractivo, imponente y sexi hombre de traje muy elegante y a la medida (quien, extrañamente, traía gafas oscuras).—Busco a Rashad —es lo único que digo; y él asiente para luego ir hacia el hombre que me había empujado y tirarle una bofetada—. ¿Recuerdas la regla? ¿eh? —le tira otra bofetada—. ¿RECUERDAS LA REGLA?—Sí, señor, perdón.—Perdón nada. No admito otro error —parece amenazarlo—. Uno más y te vas —señala muy autoritario—. Y sabes lo que eso significa —le dice; y el hombre palidece—. Llévala con Rashad —ordena y, luego de eso, ingresa al interior del lugar y desaparece.* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * *—Quiero resultados —es lo primero que digo, al ingresar a la oficina principal del burdel.—Tenemos mercancía nueva, en menos de 24 horas.—¿Quién?—Una joven de 25 años.—¿Ella decidió pagar así? —cuestiono divertido.—Señor...—No digas nada. Ya sé la respuesta. Todas las mujeres son iguales. ¿Cuál es el monto de deuda?—La chica lo compensará con creces.—¿Por qué la seguridad?—Es muy guapa. Aparte ya la mandé a investigar y solo ha tenido un novio; es probable que sea virgen. Sabe que la mercancía nueva vale muchísima pasta.—¿Virgen a los 25? No lo creo —menciono seguro—. Solo espero que el monto de la deuda sea cubierto.—Totalmente, estoy seguro de que será una favorita. Mire su foto —me pide uno de los hombres que trabajaba para mí, al poner unos papeles sobre la mesa y... una curiosa foto (la cual tomo para observarla).—Ya la vi; no es muy guapa... —preciso al tirar la imagen sobre el esc
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * *Merlí * * * * * * * * * *Después de salir de ese escalofriante lugar, me vi obligada a subir a un vehículo de color negro y lunas polarizadas que me generaba bastante desconfianza (sobre todo, por la cantidad de hombres que se subieron en él). Yo no hubiese deseado tomarlo, pero el tipo que, de alguna manera me salvó, me recordó mis opciones: subir a su vehículo o regresar al burdel para que mi compra sea concretada.En realidad, no sabía qué era peor; sin embargo, mi mejor opción, en ese instante, fue obedecerlo, ya que no concebía la idea de regresar con aquel cerdo que me había dicho que era mi amo.—Sözleşmeyi bitir ve geri dön. Üç gün içinde sana ihtiyacım var —decía.Y debo confesar que yo no entendía, ni un palo, alguna palabra que pronunciaba por su celular, pero ahí estaba yo, siendo llevada a no sé dónde.Quería gritar, pero sabía que cualquiera de los hombres que estaban a mi alrededor me callarían al instante,
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * *«Tiene valor», pienso cuando la veo, por las cámaras, huyendo de la casa.—Y yo tengo a unos ineptos como seguridad —musito al levantarme de mi asiento y salir de la casa para ir a la puerta principal, sin ser visto por ella.Al llegar a la entrada, la espero escondido. Quiero saber cuán ineptos son los hombres que trabajan para mí. De pronto, la veo y, segundos, después, empieza correr. Al notar su acción, decido ponerme de pie y aparecerme frente a ella.Cuando nota mi presencia, puedo observar su mirada cargada de furia y frustración; sin embargo, por extraño que parezca, no deja de correr, viene contra mí y... se estampa contra mi cuerpo para empezar a golpearme.—¡Eres malo! ¡Eres un hombre muy malo! —me golpea con sus puños—. ¡Malo! ¡Eres malo! —se empieza a descontrolar y llama la atención de los idiotas de mi personal.—Tranquilízate —le ordeno, pero no me hace caso—. Tranquilízate ya —empi
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *Bayá * * * * * * * * * * —Sabes las reglas, ¿por qué las quebrantaste? —Por la chica. Ya sabía quién era; valía mucho más que la deuda que tenía su padre. —Repito mi pregunta. ¿Por qué las quebrantaste? —Valía muchísimo más dinero, Bayá... —Escúchame bien, Rashad —lo confronto—. No se te ocurra volver a llevar otra mujer igual. —Solo fue un caso especial, Ba —Ningún caso especial, Rashad. En el negocio y las reglas no existen casos especiales, ¿entendiste? ¿o quieres que me tome la molestia de hacerte entender de manera definitiva? —amenazo; y él niega con su cabeza. —¿Dónde tienes a la chica? —Ese no es asunto tuyo. Lo que te debían ya fue saldado. —Eso me informaron —precisa al mirarme. —Vete de aquí —ordeno de pronto—. Considerando que eres el mejor de mis socios y nunca antes me has dado problemas, no haré nada más que quitarte el ingreso del mes. —Bayá... —Sabes las reglas, Rashad, ¿o quieres que me tome l
* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * * Arreglo mi vestido y después, solo me limito a seguir viendo por la ventana de la limusina que él y yo estábamos compartiendo. Después de la boda, solo se realizó un muy breve brindis (según él); sin embargo, para mí, fue una eternidad. Lo único que deseaba era salir de aquel lugar y correr sin parar; no obstante..., no podía hacerlo por más que quisiera. Salí de ese burdel, una boca del lobo, para caer en las garras de uno mucho peor. —¿A dónde vamos? —pregunto con neutralidad; y él me mira por breves segundos y luego..., luego solo me ignora y regresa su atención a su celular—. ¿A dónde vamos? —exijo; y aquello provoca que él guarde su celular, cruce sus piernas, extienda sus brazos sobre el fino respaldar de su asiento y, finalmente, me mire fijamente. —Te gusta hacer muchas preguntas —precisa algo fastidiado. —Fue la misma. ¿A dónde vamos? —No tengo por qué responderte... —Debes hacerlo... —Cuida la manera en la que te diriges a m
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * * —¿Qué harás ahora? —No lo sé. No quiero volver a esa casa, si lo que me espera es esa exasperante mujer —me quejo; y mi socio y amigo se ríe—. Ya te lo dije una vez, Ramsés, y te lo diré ahora, pero no quiero volver a repetirlo. DEJA DE BURLARTE —demando, pero en lugar de que se callara, se ríe más. —Ay, Bayá. Hoy sí que me he divertido contigo... —continúa riéndose—. Cómo me habría encantado estar en tu boda... —Tenías asuntos más importantes que hacer —aclaro serio. —De no ser por que tú eres el jefe, yo habría decidido quedarme a acompañar a mi MEJOR amigo en el momento más especial de su vida —añade jocoso. —YA DEJA EL JUEGO —ordeno molesto. —Ya, tranquilízate, hombre. Es solo diversión. —No me gusta la diversión —aclaro —¿En serio? No lo sabía —responde con sarcasmo—. Creo que, si no me lo decías, no me habría dado cuenta. —YA, RAMSÉS —repito con mayor mal humor. —Vale, vale, está bien, pero relájate, jefe —me pide divertido; y
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * * —¡AAAGGGGGHHHH! —me enfado y tiro el celular, terminando así por destrozarlo. —BAYÁ, TRANQUILÍZATE —demanda Ramsés. —¡¿Tranquilizarme?! ¡¿Tranquilizarme?! ¡¿Cómo pretendes que haga eso?! —¡BAYÁ! SI SIGUES ASÍ DE DESESPERADO, NO LOGRARÁS NADA. ¡DEBES TRANQUILIZARTE PARA PENSAR! —ordena; y debía admitir que tenía razón. —Vale..., vale —pronuncio al intentarlo. —Bien, así..., está bien. Tranquilízate y actuemos. Tú eres el jefe, tú mandas, pero ahora yo podría... —NO. Este asunto es mío. Ella quiere hablar conmigo. —¿Irás a donde te citó? —cuestiona serio; y yo niego con la cabeza. —JAMÁS HARÍA ESO —aclaro muy firme al mirarlo fijamente. —¿Entonces? —Entonces..., pretendo hacerle una visita sorpresa... —Bayá, recuerda que tu esposa está ahí. —LO SÉ. Y es por ella que lo haré —respondo al terminar de abrir la puerta d emi auto y subirme en él. —Bayá —escucho a mi amigo, al tiempo en que veo cómo toma el asiento de copiloto—, tu espos
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * * —Otro día más —susurro al salir de mi habitación, con portafolio en mano, para dirigirme a mi comedor para desayunar. —Señor, buen día — saluda mi mayordomo cuando me ve. —¿Cómo se está comportando? —La señora ha estado tranquila, señor —¿Sigue durmiendo? —pregunto serio al dirigirme al comedor—. No la he escuchado gritar —señalo algo sorprendido, pues lo que había venido haciendo los últimos días. —Sí, señor. Ayer la seño... —No digas nada. No me importa lo que haga la mujer. Con que se quede callada, me doy por servido —expreso sincero—. Hoy solo tomaré un jugo y una fruta, quiten todo lo demás que hayan puesto en la... —me quedo completamente en silencio, de manera imprevista, cuando llego al comedor y veo una mesa perfectamente servida, decorada y repleta de... muchos platos. Sin embargo, lo que había robado mi atención, más allá de la mesa, era... ella «¿Qué hacía ella aquí?» «¿Querrá presumirme su desayuno y devorarlo frente a