Papeles firmado

* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *

Le dejo una nota a mi esposa y madre de mi hijo y salgo de la casa para ir hacia mi auto y conducir a toda prisa.

Llego al Punto Rojo y veo demasiado alboroto y movimiento; sin embargo, cuando me ven, todos se quedan quietos.

—¡Ramsés! ¡Ramsés! —grito al subir las escaleras—. ¡Ramsés!

—Estoy aquí, Bayá —escucho detrás y giro.

—¿Por qué a esta hora? ¿Qué es tan importante?

—Entremos a la sala. Todos están reunidos ahí.

—¿QUÉ SUCEDE? NECESITO UNA EXPLICACIÓN YA.

—Una guerra, Bayá…, una guerra y… es inevitable.

—Danaí… —susurro cansado.

—Sí, Danaí.

—Bien…, bien…, llegó la hora de acabar con esa mujer.

—Entremos. Ya están todos reunidos.

—Necesito que manden a llamar a nuestros fieles aliados.

—Ya los llamé y ya están aquí,

—Bien…

—Vamos, entremos. No hay tiempo que perder —agrega muy preocupado; y ambos pasamos al punto de reunión sin perder otro segundo.

Luego de una extensa reunión, todos se marchan a hacer lo que les había ordenado…, todos… menos yo.

—Lo siento mucho, Bayá —dice Ramsés al pararse frente a mí

—Más lo siento yo…, créeme.

—Es lo mejor.

—Espero que sí —contesto ido al tomar asiento y ponerme a pensar en las dos personas que se habían convertido en mi vida.

—Sabías que era un riesgo…

—Sí…, lo sabía, pero creí que podía manejarlo. No creí que Danaí pudiera haber reunido tantos aliados.

—Yo tampoco, pero ya lo hizo. Ahora lo importante es que protejas a tu familia.

—Después de esto, Merlí no querrá volver a verme y…, si así fuera, no sé si yo podría buscarlos.

—Sabes lo que significa esta guerra para todos, Bayá. No se puede correr riesgos. Tu familia sería el primer blanco para Danaí. Tienes que hacerlo.

—Necesito un momento a solas.

—Lo siento mucho, Bayá, pero haces lo correcto. Solo imagina que perdamos la guerra. Lo primero que haría Danaí sería…

—NO LO DIGAS. NO SE TE OCURRA VOLVER A PENSARLO SI QUIERA OTRA VEZ —amenazo al ponerme de pie y mirarlo fijamente—. NI SE TE OCURRA VOLVER A PENSARLO. YO, MAXIMILIANO FISTERRA, JAMÁS DEJARÉ QUE ALGO LE PASE A LA MUJER QUE AMO Y A NUESTRO HIJO.

—Lo sé…, lo sé, Bayá. Bueno, te dejo a solas. Nos vemos en dos horas.

—En dos horas estaré con ustedes.

** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * *

—El desayuno ha estado muy rico, muchas gracias.

—Ha sido un placer, señora —responde la mucama; y yo le sonrío.

Ella se retira y yo quedo a solas con mi hijo, esperando a que Maximiliano regresara de aquella enorme fortaleza que tenía.

—Tu padre es un hombre muy precavido. Deberías ver ese lugar; es inmenso y parece impenetrable, pero… mejor no hablemos de eso, mi pequeño amor —suspiro al besar su naricita—. Mejor hablemos de lo que haremos hoy. ¿Qué quieres hacer? ¿Pasear por el jardín? ¿escuchar música? ¿dormimos? —pregunto; y río suavemente.

De pronto, escucho la puerta principal de la casa siendo abierta, así que voy hasta allá y me encuentro con la imagen del hombre más guapo, fuerte, cariñoso y gruñón del mundo.

—Maximiliano —lo nombro con amor al acercarme y besarlo muy suavemente—, te estábamos esperando. Ya te extrañábamos mucho. ¿Pasó algo? Saliste muy temprano. No sentí cuando te fuiste, pero desperté a las 4 y ya no estabas a mi lado —le cuento, pero él parece no escucharme, a pesar de tener su mirada fija en la mía—. ¿Maximiliano? ¿Estás bien? ¿Sucede algo? —pregunto, pero él no dice nada.

Solo me mira fijamente y de una forma muy, muy extraña.

—Maximiliano, mi amor…

—Vete

—¿Qué? —articulo sin entender nada—. Maximiliano, ¿qué pasa? ¿a dónde quieres que vaya? ¿a mi habitación? —cuestiono sugerente y divertida, pero él no sonríe, sino que, por el contrario, se muestra mucho más serio (lo cual logra ponerme en alerta) —. Maximiliano, qué pasa —pregunto, pero en esta ocasión, con seriedad.

—Lo que escuchaste. Vete.

—¿Qué? Yo… no…, no entiendo, ¿a qué te refieres con eso?

—A que se vaya…, a que se vaya, señorita Fernand —responde frío al dirigirse a una mesa y colocar ahí unos papeles y un maletín.

—¿Qué es lo que sucede, Maximiliano?

—¿Acaso no escuchó? Quiero que se vaya. Quiero que abandone mi casa. USTED y su hijo.

—¿Qué es lo que dices? ¿Estás jugando? ¿Es una broma? Porque si es una broma, créeme que es de muy mal gusto.

—¿Acaso soy un broma al que le guste bromear, señorita Fernand? Ya le dije: MÁRCHESE. Tome sus cosas y váyase de aquí. No quiero volver a verla. El contrato que hicimos ya se terminó, ya fue suficiente de esta farsa. Ya no tengo que seguir fingiendo.

—¿Fingiendo? ¿FINGIR QUÉ? ¿A QUÉ TE REFIERES? ¡¿POR QUÉ ME DICES TODAS ESTAS COSAS? MAXIMILIANO, MÍRAME —ordeno furiosa; y él lo hace, pero de una manera que no me gustaba en lo más mínimo; era una mirada gélida, que no expresaba nada más que… desprecio— Maximiliano —musito muy extrañada—. ¿Acaso es por ella? ¿Acaso es por esa mujer?

—Mi familia ya se enteró de todo. Si seguía con esta farsa solo era por ellos, por nadie más. Sin embargo, ellos ya lo saben, así que ya no la necesito. Aquí tiene los papeles de divorcio firmados, así como una gran suma de dinero y un cheque en blanco, el cual le permitirá vivir muy bien. Usted cumplió con seguir la farsa por un año. Yo estoy cumpliendo con darle su pago, señorita Fernand. Deuda saldada; es usted libre nuevamente.

—Debes estar bromeando…

—Ya se lo dije; no bromeo.

—No puede ser verdad lo que me dices, asíq que te voy a dar una oportunidad para que te retractes. ¡SOLO UNA, MAXIMILIANO! —grito dolida, pero él no hace más que darme la espalda y coger los papeles que había traído—. MAXIMILIANO —advierto con mi voz, como si le quedara unos segundos de oportunidad—. Maximiliano, mírame y repite lo que has dicho.

—No lo haré.

—Estás mintiendo, ¿no es así?

—Yo no miento —contesta frío al girarse—. Si no me quiere creer, ese es asunto suyo. Yo ya dije lo que tenía que decirle. Si no me cree, revise estos papeles usted misma —señala al entregarme los papeles—. Ya los firmé; solo falta que usted lo haga —precisa.

Yo miro los papeles y sí…, eran los del divorcio y sí, también tenían su firme.

—No quiero verla cuando regrese.

—Esto no puede ser verdad…, qué… ¿qué pretendes con todo es…? —me quedo en silencio, ya que, al levantar mi mirada para verlo, ya no está.

Se había marchado…, se había marchado sin más, sin mayor explicación, sin mayor importancia…, él… nos había botado de su vida.

—Maximiliano…

Evelyn Zap

¡Hola! Ya estamos en los capítulos finales. Espero que disfruten cada uno de los que restan

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